LO QUE SE NOS PUEDE VENIR ENCIMA.-
Las próximas elecciones bien podrían parecerse a las de 1933 y desarrollarse en su mismo y nocivo “ambiente”; lo vamos a comprobar al contemplar las municipales y autonómicas que serán antes que aquellas… o no. La campaña electoral de 1933 resultó muy virulenta, y las izquierdas causaron no menos de seis muertos a las derechas, sin réplica de éstas. Gil Robles hizo dos o tres frases antiparlamentarias, mientras que el PSOE las expresaba a diario y con furia.
Gil-Robles y su llamamiento a la concordia en su último discurso de campaña: "Estamos como un ejército en el paroxismo de la lucha, en pie de guerra, y sin embargo yo quisiera que el choque no llegara. Paz y cordialidad, a quienes nos voten y a quienes no nos voten".
El “tono” y el “talante” de Largo Caballero: "Los obreros han terminado con el mito republicano. Todos entienden que ya no queda otro camino a seguir sino el de la República socialista. Para nosotros, cuantas más dificultades encuentren nuestros enemigos en la solución de los problemas nacionales, mejor. Estamos dispuestos a no retroceder y a llegar a donde sea necesario. Necesitaremos someter a nuestros enemigos para conseguir la completa emancipación de la clase proletaria".
Resultados: la población se manifestó claramente harta: el centro derecha obtuvo más de cinco millones de votos, mientras la izquierda recibía tres. La extrema derecha quedaba en 770.000, y los grupos comunistas en casi 200.000. El partido de Azaña bajó de 26 diputados a 6, y el propio Azaña no osó presentarse por su partido y por Madrid, sino que lo hizo por Bilbao en la candidatura de su amigo Prieto, pues de otro modo habría perdido el escaño, con toda probabilidad. Las elecciones habían sido organizadas por el centro izquierda, con la excepción del PSOE, que había sido invitado y había rehusado. La derecha ni siquiera había sido convocada por el Gobierno del radical – y sectario - de Martínez Barrio.
Las izquierdas no la aceptaron su derrota, en absoluto. Niceto Alcalá-Zamora, presidente: "Nada menos que tres golpes de Estado se me aconsejaron en 20 días [por las izquierdas republicanas]. El primero a cargo de Botella, el ministro de Justicia, quien propuso la firma de un decreto anulando las elecciones hechas. Inmediatamente después propuso Gordón Ordás, ministro de Industria, que yo disolviese las nuevas Cortes. Pocos días más tarde Azaña, Casares y Marcelino Domingo dirigieron a Martínez Barrio, presidente del Consejo, una carta de tenaz y fuerte apremio en la que el llamamiento tácito a la solidaridad masónica se transparentaba clarísimo".
La maniobra golpista de Azaña y sus compañeros fue la más peligrosa, pues presionaron reiteradamente para suspender la reunión de las Cortes salidas de las urnas, formar un Gobierno con los partidos de izquierda y organizar nueva consulta electoral con garantía de triunfo de los derrotados. Tales actuaciones, completamente antidemocráticas, eran coherentes con su concepción despótica básica "Una república para todos los españoles, pero gobernada por los republicanos", es decir, por los afines al propio Azaña, votara el pueblo lo que votase. La falsificación de las verdaderas concepciones y actos de Azaña ha sido otra constante en la deformación histórica marxista.
ERC – si Pérez Carod y sus secuaces - reaccionó con estridentes amenazas. La Humanitat, periódico del que se sublevara en 1934, antes de que lo hiciesen los militares, Companys, clamaba: "¡En pie de guerra! Ha ganado toda la tropa negra y lívida de la Inquisición y el fanatismo religioso, para apuñalar la democracia. No ha sido la Lliga ni Acción Popular la triunfadora. Ha sido, aquí y fuera, el obispo. Ha sido la Iglesia, ha sido Ignacio de Loyola". Así
Por su parte, la CNT replicó a las elecciones con su más sangrienta insurrección hasta la fecha, causando en varias provincias un mínimo de 89 muertos, 20 de ellos en un tren que cayó desde un puente dinamitado por los anarquistas. Pero el gran peligro, venía de las filas socialistas, donde salvo Besteiro, todos habían perdido la razón en su borrachera revolucionaria. Así respondía a los pocos seguidores e Besteiro, Amaro del Rosal: "El año 33 es favorable a la revolución. Existe un espíritu revolucionario; existe un Ejército completamente desquiciado, hay una pequeña burguesía con incapacidad de gobernar, que está en descomposición. Tenemos un gobierno que no conoce la historia de España, que es el de menor capacidad, el de menor fuerza moral, el de menos resistencia. Por eso yo opino que ahora todo está propicio". Lo mismo pensaban Largo, Prieto, Araquistáin y la plana mayor del partido.
Y así llegó la revolución de Asturias – las armas para ella, a través del vapor “Turquesa fletado por Indalecio Prieto y los suyos – y la sublevación de Cataluña, con Companys – traidor a su propia república - a la cabeza.