CONTRADICCIONES DE LA PROPUESTA DEL GOBIERNO ESPAÑOL.-
En definitiva: Occidente es el compendio de todos los males, las otras civilizaciones han estado bajo su yugo y la solución es que se establezca un diálogo donde aceptemos nuestra nula aportación a la humanidad y nos adhiramos a valores muy diferentes, incluso contrarios a los nuestros. El problema es la falta de identidad europea que alienta y facilita este discurso y este enfoque postmoderno del diálogo entre civilizaciones, de la cual es hija la "Alianza de civilizaciones".
El concepto de "Diálogo de civilizaciones" lo acuñó R. Garaudy con su proyecto intelectual expuesto en varios libros. En "Del anatema al diálogo" (Libros del Nopal/Ariel, 1968) afirma, refiriéndose al diálogo entre cristianos y comunistas (lo era por entonces): "el diálogo es, en nuestra época, una necesidad objetiva"(p.33) Y de manera inteligente advierte en qué ha de consistir el diálogo: "este es el fundamento más seguro del diálogo, la mayor garantía de su lealtad: la profunda certeza de que cada cual tiene plena conciencia de lo que hay de fundamental en sus creencias (…) será entonces consciente del enriquecimiento que a unos y a otros les reportará el diálogo"(p.118) Y, en la misma página, advierte: "el peor peligro será idealizarlo, es decir, creer que todos los demás problemas ya están resueltos y que el diálogo de algunas bellas almas desencarnadas podrá traer al mundo la salvación, es decir, la unidad" Certero diagnóstico respecto a las buenas intenciones de la UNESCO y la Alianza de Civilizaciones.
Estas certeras observaciones, en la evolución del autor, pasan a caer -despeñándose- en la trampa: "un conocimiento vivo de las culturas no occidentales, es decir, un verdadero diálogo entre civilizaciones." (Una nueva civilización. El proyecto esperanza. Edicusa, 1977, p.119) El diálogo parece que debe ser unidireccional, causado por un desmedido complejo de culpa, expresado en el título de un libro del escritor del mismo año: Pour un dialogue des civilisations: l´Occident est un accident (en español, Edicusa 1977) La premisa de la que se parte es que Occidente es un accidente de la historia de la humanidad (p.7), que Occidente es una terrible palabra (p.15) y que "nuestra civilización está caracterizada por una voluntad de poder y dominación" (p. 16) y "esclaviza y domina el mundo ahogando todas las demás culturas"(p.21). Por ende, "los países occidentales han conducido directamente a lo que (…) sería más sincero llamar "el pillaje de los países pobres" (p. 72)
Es importante leer estas palabras porque son sintomáticas de un cierto enfoque del Diálogo de civilizaciones. En realidad la culpa de todo es de nuestra civilización, que no ha aportado nada valioso a las demás culturas sino el atropello y que la maldad universal se sitúa de nuestro lado, considerando de una manera idílica y acrítica los aspectos negativos de las otras culturas. Todo ello en la más pura lógica dialéctica hegeliano-marxista entre el amo-esclavo y el proletariado-burguesía que dirigiría la historia. Occidente ha de ser consciente de sus comportamientos históricos erróneos, pero no se le puede negar haber aportado grandes contribuciones a la humanidad; aunque no sean así consideradas como, por ejemplo, la "sedicente democracia liberal" (p.191).Al final el Diálogo de civilizaciones y su epígono, la Alianza de Civilizaciones, consiste en que Occidente reconozca y pene sus culpas, como si la historia hubiera sido tan maniquea y tan simple.
Véase un ejemplo: hablando de la batalla de Poitiers, Garaudy se pregunta si "¿de verdad era un enfrentamiento entre la civilización occidental y los bárbaros? (…) Anatole France tiene una cosa cierta: que en el momento de Potiers, Francia perdió su oportunidad histórica de participar en la futura civilización árabe (…) no pudo beneficiarse de todo lo que disfrutó España" (p.88) No cabe duda de que el arrepentimiento lleva a exagerar las cosas y que un cierto síndrome de Estocolmo se apodera de algunas mentes. Si el diálogo "supone que cada cual esté convencido tiene que aprender del otro" no se puede afirmar rotundamente a renglón seguido que "el monólogo de Occidente ha durado ya bastante" (p. 101) porque parece quererse decir: ¡que se calle de una vez! En definitiva: Occidente es el compendio de todos los males, las otras civilizaciones han estado bajo su yugo y la solución es que se establezca un diálogo donde aceptemos nuestra nula aportación a la humanidad y nos adhiramos a valores muy diferentes, incluso contrarios a los nuestros. El problema es que el relativismo y la falta de identidad europeas (no tanto norteamericanas) alientan y facilitan este discurso y este enfoque postmoderno del diálogo entre civilizaciones, de la cual es hija la "Alianza de civilizaciones". Es el triunfo del "pensamiento débil"(G. Vattimo) Es notable que el último capítulo del libro titulado "Diálogo de civilizaciones" termine titulándose "La Tercera Alianza".
Es fácil colegir el origen de la idea actual propuesta por el presidente español Zapatero. Lo más arriesgado es su contenido en el libro (sintomático): la primera Alianza es la de Israel con Yavhé (Antiguo Testamento), la segunda la de Jesús con la humanidad, más allá del Pueblo Elegido y, la tercera, sería el Diálogo de civilizaciones que consiste en la "conversión en la propia militancia y la recíproca puesta en tela de juicio de lo propio" (p. 238) Con la actual crisis postmoderna de Europa en concreto, sin una conciencia clara de lo que somos y una mentalidad acrítica y anestesiada frente a dogmatismos ajenos somos carne de cañón para los que no ejercen esa reciprocidad en el cuestionamiento de lo propio y sólo aspiran a imponerlo.De ahí las múltiples contradicciones de la actual propuestas de "Alianza de Civilizaciones". Es decir, lo sorprendente es que para hablar de Alianza, en términos cuasi militares para pseudo pacifistas como son lo promotores, se parte ya de la aceptación de un choque real que hay que contrarrestar (negándose a la evidencia retóricamente) y, además, dicha Alianza ¿con quién se va a producir? ¿Con Al-Quaeda como interlocutor? No creo. ¿O es que se considera a esta organización terrorista como el brazo armado de una civilización y una patología islámica? Si es así, no se entiende el porqué de la "Alianza de Civilizaciones", si sólo es un fenómeno de terrorismo internacional sin raíces y apoyo cultural. El hecho es que absurdamente en esta propuesta se da por hecho, de partida, la realidad de un choque -aunque se quiera esconder y maquillar-.
Por otro lado, un hecho notable es que la "Alianza de Civilizaciones" es una iniciativa de arriba abajo, llevada a cabo por un comité de sabios y de "gurús", por lo tanto notablemente elitista y alejada de la ciudadanía y donde el principio de subsidiariedad respecto de la sociedad civil brilla por su ausencia. Si fuera realmente creíble y pretendiera realmente eficaz, daría el protagonismo a la ciudadanía y a la sociedad civil porque es una cuestión de concienciación de los individuos no un asunto cerrado teledirigido por unos expertos. Otro hecho notable es que dicha "Alianza de Civilizaciones" no define con qué fin se persigue; no se habla ni de democracia ni de solidaridad, ni se sabe a dónde se dirige dicha Alianza ni para qué se constituye: está vacía de contenido.
Teniendo en cuenta que donde más ha crecido la pobreza es precisamente en los países musulmanes sorprende esta carencia.
Cabría preguntarse, además, por qué no se ha planteado en su lugar natural, esto es, el entorno político español, es decir, Europa. Una propuesta realista, a mi juicio, hubiera apoyado el camino lógico, nuestro continente, para reforzar el papel político de la UE. Como recientemente ha propuesto C. Karamanlis, primer ministro griego: "Damos una especial importancia al diálogo intercultural a través de la Cooperación Euromediterránea y creemos que hay que apoyar la Fundación para el Diálogo Intercultural" ((ABC, 27/11/2005). Pensemos que si Turquía se incorpora a la UE, Irak será un país fronterizo con Europa y la problemática es de primera importancia para los veinticinco. Entonces: ¿por qué evitar proponer la iniciativa en lo que se decía era el espacio natural de España, esto es, Europa?
Por fin, nuestro continente tiene una experiencia previa muy interesante aunque circunscrita al espacio euro-mediterráneo: el Proceso de Barcelona que ha cumplido ya diez años. Es una iniciativa embrional de lo que se pretende a priori con la "Alianza de Civilizaciones". ¿Por qué no proponer ésta, ampliándola al resto del mundo, como referente y camino ya recorrido en Europa, donde ha dado un resultado óptimo? Se debería aprovechar, potenciándolo, el camino recorrido que, además, fue una propuesta óptima del anterior presidente socialista F. González.
La actual Alianza de civilizaciones se refiere sobre todo a Occidente y el Islam. España tiene una rica experiencia en la materia. Por eso no podemos aceptar las afirmaciones de ideólogos como Garaudy que aseveran que hemos "desarrollado unilateralmente nuestra voluntad de poder sobre la naturaleza y sobre los hombres" (Promesses de L´Islam, Seuil, 1981, p.19), que "en la perspectiva milenaria, Occidente es la más grande criminal de la historia (p.20) y que Poitiers fue nefasto porque más que un símbolo del enfrentamiento fue nefasto "porque la ciencia, el arte y la civilización árabes se retiraron ante la barbarie franca" (p. 43)
Tampoco Europa puede aceptar que se afirme que "un ejemplo típico de este ´fanatismo´ occidental es el de las polémicas sobre la condición de la mujer en el Islam" (p. 67), que "a partir de una verdadera mutación cultural, hecho posible por el diálogo de civilizaciones, aprenderemos a relativizar nuestra cultura occidental" (p. 178) -lo que sugiere que el diálogo significa claudicación- y que se nos presente de una manera acrítica la cultura islámica y se demonice la nuestra como el paradigma, únicamente, del imperialismo y el colonialismo. Ni es justo, ni se puede llegar aun diálogo verdadero con estas premisas implícitas en cierto Diálogo de civilizaciones y, por ende, en la Alianza de civilizaciones.
La unitas in pluribus europea es un buen ejemplo exportable al mundo de multiculturalidad y de respeto a la diversidad. Y un buen servicio pues la diversidad, la cooperación y el diálogo cultural están entre los mejores garantes de la paz y la seguridad internacionales. En este sentido, por sus vínculos históricos España debería participar en todas las iniciativas europeas en el mundo árabe (especialmente Mediterráneo y Magreb). Reforzando, por ejemplo, el Instituto Europeo del Mediterráneo, el Proceso de Barcelona, la cooperación económica, social y cultural, la posibilidad de una televisión mediterránea (hoy por hoy fracasada), la difusión de la Agencia EFE de noticias en árabe para las zonas de radioyentes magrebíes, la colaboración docente e investigadora entre universidades próximas a ambos lados del Mediterráneo, la potenciación de los Institutos Cervantes en el Magreb y países ribereños islámicos, situando a Marruecos como la referencia y modelo de acción cultural en el mundo árabe, etcétera. En definitiva, hay que proponer urgentemente una alternativa sería y realista que ponga de relieve dos aspectos fundamentales que den contenido al acercamiento entre culturas: la democracia y la solidaridad (tanto material, como la empatía, que permite ver el modo de ser del otro).
Diego Saavedra Fajardo ElDiarioexterior.com
El concepto de "Diálogo de civilizaciones" lo acuñó R. Garaudy con su proyecto intelectual expuesto en varios libros. En "Del anatema al diálogo" (Libros del Nopal/Ariel, 1968) afirma, refiriéndose al diálogo entre cristianos y comunistas (lo era por entonces): "el diálogo es, en nuestra época, una necesidad objetiva"(p.33) Y de manera inteligente advierte en qué ha de consistir el diálogo: "este es el fundamento más seguro del diálogo, la mayor garantía de su lealtad: la profunda certeza de que cada cual tiene plena conciencia de lo que hay de fundamental en sus creencias (…) será entonces consciente del enriquecimiento que a unos y a otros les reportará el diálogo"(p.118) Y, en la misma página, advierte: "el peor peligro será idealizarlo, es decir, creer que todos los demás problemas ya están resueltos y que el diálogo de algunas bellas almas desencarnadas podrá traer al mundo la salvación, es decir, la unidad" Certero diagnóstico respecto a las buenas intenciones de la UNESCO y la Alianza de Civilizaciones.
Estas certeras observaciones, en la evolución del autor, pasan a caer -despeñándose- en la trampa: "un conocimiento vivo de las culturas no occidentales, es decir, un verdadero diálogo entre civilizaciones." (Una nueva civilización. El proyecto esperanza. Edicusa, 1977, p.119) El diálogo parece que debe ser unidireccional, causado por un desmedido complejo de culpa, expresado en el título de un libro del escritor del mismo año: Pour un dialogue des civilisations: l´Occident est un accident (en español, Edicusa 1977) La premisa de la que se parte es que Occidente es un accidente de la historia de la humanidad (p.7), que Occidente es una terrible palabra (p.15) y que "nuestra civilización está caracterizada por una voluntad de poder y dominación" (p. 16) y "esclaviza y domina el mundo ahogando todas las demás culturas"(p.21). Por ende, "los países occidentales han conducido directamente a lo que (…) sería más sincero llamar "el pillaje de los países pobres" (p. 72)
Es importante leer estas palabras porque son sintomáticas de un cierto enfoque del Diálogo de civilizaciones. En realidad la culpa de todo es de nuestra civilización, que no ha aportado nada valioso a las demás culturas sino el atropello y que la maldad universal se sitúa de nuestro lado, considerando de una manera idílica y acrítica los aspectos negativos de las otras culturas. Todo ello en la más pura lógica dialéctica hegeliano-marxista entre el amo-esclavo y el proletariado-burguesía que dirigiría la historia. Occidente ha de ser consciente de sus comportamientos históricos erróneos, pero no se le puede negar haber aportado grandes contribuciones a la humanidad; aunque no sean así consideradas como, por ejemplo, la "sedicente democracia liberal" (p.191).Al final el Diálogo de civilizaciones y su epígono, la Alianza de Civilizaciones, consiste en que Occidente reconozca y pene sus culpas, como si la historia hubiera sido tan maniquea y tan simple.
Véase un ejemplo: hablando de la batalla de Poitiers, Garaudy se pregunta si "¿de verdad era un enfrentamiento entre la civilización occidental y los bárbaros? (…) Anatole France tiene una cosa cierta: que en el momento de Potiers, Francia perdió su oportunidad histórica de participar en la futura civilización árabe (…) no pudo beneficiarse de todo lo que disfrutó España" (p.88) No cabe duda de que el arrepentimiento lleva a exagerar las cosas y que un cierto síndrome de Estocolmo se apodera de algunas mentes. Si el diálogo "supone que cada cual esté convencido tiene que aprender del otro" no se puede afirmar rotundamente a renglón seguido que "el monólogo de Occidente ha durado ya bastante" (p. 101) porque parece quererse decir: ¡que se calle de una vez! En definitiva: Occidente es el compendio de todos los males, las otras civilizaciones han estado bajo su yugo y la solución es que se establezca un diálogo donde aceptemos nuestra nula aportación a la humanidad y nos adhiramos a valores muy diferentes, incluso contrarios a los nuestros. El problema es que el relativismo y la falta de identidad europeas (no tanto norteamericanas) alientan y facilitan este discurso y este enfoque postmoderno del diálogo entre civilizaciones, de la cual es hija la "Alianza de civilizaciones". Es el triunfo del "pensamiento débil"(G. Vattimo) Es notable que el último capítulo del libro titulado "Diálogo de civilizaciones" termine titulándose "La Tercera Alianza".
Es fácil colegir el origen de la idea actual propuesta por el presidente español Zapatero. Lo más arriesgado es su contenido en el libro (sintomático): la primera Alianza es la de Israel con Yavhé (Antiguo Testamento), la segunda la de Jesús con la humanidad, más allá del Pueblo Elegido y, la tercera, sería el Diálogo de civilizaciones que consiste en la "conversión en la propia militancia y la recíproca puesta en tela de juicio de lo propio" (p. 238) Con la actual crisis postmoderna de Europa en concreto, sin una conciencia clara de lo que somos y una mentalidad acrítica y anestesiada frente a dogmatismos ajenos somos carne de cañón para los que no ejercen esa reciprocidad en el cuestionamiento de lo propio y sólo aspiran a imponerlo.De ahí las múltiples contradicciones de la actual propuestas de "Alianza de Civilizaciones". Es decir, lo sorprendente es que para hablar de Alianza, en términos cuasi militares para pseudo pacifistas como son lo promotores, se parte ya de la aceptación de un choque real que hay que contrarrestar (negándose a la evidencia retóricamente) y, además, dicha Alianza ¿con quién se va a producir? ¿Con Al-Quaeda como interlocutor? No creo. ¿O es que se considera a esta organización terrorista como el brazo armado de una civilización y una patología islámica? Si es así, no se entiende el porqué de la "Alianza de Civilizaciones", si sólo es un fenómeno de terrorismo internacional sin raíces y apoyo cultural. El hecho es que absurdamente en esta propuesta se da por hecho, de partida, la realidad de un choque -aunque se quiera esconder y maquillar-.
Por otro lado, un hecho notable es que la "Alianza de Civilizaciones" es una iniciativa de arriba abajo, llevada a cabo por un comité de sabios y de "gurús", por lo tanto notablemente elitista y alejada de la ciudadanía y donde el principio de subsidiariedad respecto de la sociedad civil brilla por su ausencia. Si fuera realmente creíble y pretendiera realmente eficaz, daría el protagonismo a la ciudadanía y a la sociedad civil porque es una cuestión de concienciación de los individuos no un asunto cerrado teledirigido por unos expertos. Otro hecho notable es que dicha "Alianza de Civilizaciones" no define con qué fin se persigue; no se habla ni de democracia ni de solidaridad, ni se sabe a dónde se dirige dicha Alianza ni para qué se constituye: está vacía de contenido.
Teniendo en cuenta que donde más ha crecido la pobreza es precisamente en los países musulmanes sorprende esta carencia.
Cabría preguntarse, además, por qué no se ha planteado en su lugar natural, esto es, el entorno político español, es decir, Europa. Una propuesta realista, a mi juicio, hubiera apoyado el camino lógico, nuestro continente, para reforzar el papel político de la UE. Como recientemente ha propuesto C. Karamanlis, primer ministro griego: "Damos una especial importancia al diálogo intercultural a través de la Cooperación Euromediterránea y creemos que hay que apoyar la Fundación para el Diálogo Intercultural" ((ABC, 27/11/2005). Pensemos que si Turquía se incorpora a la UE, Irak será un país fronterizo con Europa y la problemática es de primera importancia para los veinticinco. Entonces: ¿por qué evitar proponer la iniciativa en lo que se decía era el espacio natural de España, esto es, Europa?
Por fin, nuestro continente tiene una experiencia previa muy interesante aunque circunscrita al espacio euro-mediterráneo: el Proceso de Barcelona que ha cumplido ya diez años. Es una iniciativa embrional de lo que se pretende a priori con la "Alianza de Civilizaciones". ¿Por qué no proponer ésta, ampliándola al resto del mundo, como referente y camino ya recorrido en Europa, donde ha dado un resultado óptimo? Se debería aprovechar, potenciándolo, el camino recorrido que, además, fue una propuesta óptima del anterior presidente socialista F. González.
La actual Alianza de civilizaciones se refiere sobre todo a Occidente y el Islam. España tiene una rica experiencia en la materia. Por eso no podemos aceptar las afirmaciones de ideólogos como Garaudy que aseveran que hemos "desarrollado unilateralmente nuestra voluntad de poder sobre la naturaleza y sobre los hombres" (Promesses de L´Islam, Seuil, 1981, p.19), que "en la perspectiva milenaria, Occidente es la más grande criminal de la historia (p.20) y que Poitiers fue nefasto porque más que un símbolo del enfrentamiento fue nefasto "porque la ciencia, el arte y la civilización árabes se retiraron ante la barbarie franca" (p. 43)
Tampoco Europa puede aceptar que se afirme que "un ejemplo típico de este ´fanatismo´ occidental es el de las polémicas sobre la condición de la mujer en el Islam" (p. 67), que "a partir de una verdadera mutación cultural, hecho posible por el diálogo de civilizaciones, aprenderemos a relativizar nuestra cultura occidental" (p. 178) -lo que sugiere que el diálogo significa claudicación- y que se nos presente de una manera acrítica la cultura islámica y se demonice la nuestra como el paradigma, únicamente, del imperialismo y el colonialismo. Ni es justo, ni se puede llegar aun diálogo verdadero con estas premisas implícitas en cierto Diálogo de civilizaciones y, por ende, en la Alianza de civilizaciones.
La unitas in pluribus europea es un buen ejemplo exportable al mundo de multiculturalidad y de respeto a la diversidad. Y un buen servicio pues la diversidad, la cooperación y el diálogo cultural están entre los mejores garantes de la paz y la seguridad internacionales. En este sentido, por sus vínculos históricos España debería participar en todas las iniciativas europeas en el mundo árabe (especialmente Mediterráneo y Magreb). Reforzando, por ejemplo, el Instituto Europeo del Mediterráneo, el Proceso de Barcelona, la cooperación económica, social y cultural, la posibilidad de una televisión mediterránea (hoy por hoy fracasada), la difusión de la Agencia EFE de noticias en árabe para las zonas de radioyentes magrebíes, la colaboración docente e investigadora entre universidades próximas a ambos lados del Mediterráneo, la potenciación de los Institutos Cervantes en el Magreb y países ribereños islámicos, situando a Marruecos como la referencia y modelo de acción cultural en el mundo árabe, etcétera. En definitiva, hay que proponer urgentemente una alternativa sería y realista que ponga de relieve dos aspectos fundamentales que den contenido al acercamiento entre culturas: la democracia y la solidaridad (tanto material, como la empatía, que permite ver el modo de ser del otro).
Diego Saavedra Fajardo ElDiarioexterior.com