20 mayo, 2006

LOS ORÍGENES INTELECTUALES DE LA "ALIANZA DE CIVILIZACIONES".


CONTRADICCIONES DE LA PROPUESTA DEL GOBIERNO ESPAÑOL.-
En definitiva: Occidente es el compendio de todos los males, las otras civilizaciones han estado bajo su yugo y la solución es que se establezca un diálogo donde aceptemos nuestra nula aportación a la humanidad y nos adhiramos a valores muy diferentes, incluso contrarios a los nuestros. El problema es la falta de identidad europea que alienta y facilita este discurso y este enfoque postmoderno del diálogo entre civilizaciones, de la cual es hija la "Alianza de civilizaciones".
El concepto de "Diálogo de civilizaciones" lo acuñó R. Garaudy con su proyecto intelectual expuesto en varios libros. En "Del anatema al diálogo" (Libros del Nopal/Ariel, 1968) afirma, refiriéndose al diálogo entre cristianos y comunistas (lo era por entonces): "el diálogo es, en nuestra época, una necesidad objetiva"(p.33) Y de manera inteligente advierte en qué ha de consistir el diálogo: "este es el fundamento más seguro del diálogo, la mayor garantía de su lealtad: la profunda certeza de que cada cual tiene plena conciencia de lo que hay de fundamental en sus creencias (…) será entonces consciente del enriquecimiento que a unos y a otros les reportará el diálogo"(p.118) Y, en la misma página, advierte: "el peor peligro será idealizarlo, es decir, creer que todos los demás problemas ya están resueltos y que el diálogo de algunas bellas almas desencarnadas podrá traer al mundo la salvación, es decir, la unidad" Certero diagnóstico respecto a las buenas intenciones de la UNESCO y la Alianza de Civilizaciones.
Estas certeras observaciones, en la evolución del autor, pasan a caer -despeñándose- en la trampa: "un conocimiento vivo de las culturas no occidentales, es decir, un verdadero diálogo entre civilizaciones." (Una nueva civilización. El proyecto esperanza. Edicusa, 1977, p.119) El diálogo parece que debe ser unidireccional, causado por un desmedido complejo de culpa, expresado en el título de un libro del escritor del mismo año: Pour un dialogue des civilisations: l´Occident est un accident (en español, Edicusa 1977) La premisa de la que se parte es que Occidente es un accidente de la historia de la humanidad (p.7), que Occidente es una terrible palabra (p.15) y que "nuestra civilización está caracterizada por una voluntad de poder y dominación" (p. 16) y "esclaviza y domina el mundo ahogando todas las demás culturas"(p.21). Por ende, "los países occidentales han conducido directamente a lo que (…) sería más sincero llamar "el pillaje de los países pobres" (p. 72)
Es importante leer estas palabras porque son sintomáticas de un cierto enfoque del Diálogo de civilizaciones. En realidad la culpa de todo es de nuestra civilización, que no ha aportado nada valioso a las demás culturas sino el atropello y que la maldad universal se sitúa de nuestro lado, considerando de una manera idílica y acrítica los aspectos negativos de las otras culturas. Todo ello en la más pura lógica dialéctica hegeliano-marxista entre el amo-esclavo y el proletariado-burguesía que dirigiría la historia. Occidente ha de ser consciente de sus comportamientos históricos erróneos, pero no se le puede negar haber aportado grandes contribuciones a la humanidad; aunque no sean así consideradas como, por ejemplo, la "sedicente democracia liberal" (p.191).Al final el Diálogo de civilizaciones y su epígono, la Alianza de Civilizaciones, consiste en que Occidente reconozca y pene sus culpas, como si la historia hubiera sido tan maniquea y tan simple.
Véase un ejemplo: hablando de la batalla de Poitiers, Garaudy se pregunta si "¿de verdad era un enfrentamiento entre la civilización occidental y los bárbaros? (…) Anatole France tiene una cosa cierta: que en el momento de Potiers, Francia perdió su oportunidad histórica de participar en la futura civilización árabe (…) no pudo beneficiarse de todo lo que disfrutó España" (p.88) No cabe duda de que el arrepentimiento lleva a exagerar las cosas y que un cierto síndrome de Estocolmo se apodera de algunas mentes. Si el diálogo "supone que cada cual esté convencido tiene que aprender del otro" no se puede afirmar rotundamente a renglón seguido que "el monólogo de Occidente ha durado ya bastante" (p. 101) porque parece quererse decir: ¡que se calle de una vez! En definitiva: Occidente es el compendio de todos los males, las otras civilizaciones han estado bajo su yugo y la solución es que se establezca un diálogo donde aceptemos nuestra nula aportación a la humanidad y nos adhiramos a valores muy diferentes, incluso contrarios a los nuestros. El problema es que el relativismo y la falta de identidad europeas (no tanto norteamericanas) alientan y facilitan este discurso y este enfoque postmoderno del diálogo entre civilizaciones, de la cual es hija la "Alianza de civilizaciones". Es el triunfo del "pensamiento débil"(G. Vattimo) Es notable que el último capítulo del libro titulado "Diálogo de civilizaciones" termine titulándose "La Tercera Alianza".
Es fácil colegir el origen de la idea actual propuesta por el presidente español Zapatero. Lo más arriesgado es su contenido en el libro (sintomático): la primera Alianza es la de Israel con Yavhé (Antiguo Testamento), la segunda la de Jesús con la humanidad, más allá del Pueblo Elegido y, la tercera, sería el Diálogo de civilizaciones que consiste en la "conversión en la propia militancia y la recíproca puesta en tela de juicio de lo propio" (p. 238) Con la actual crisis postmoderna de Europa en concreto, sin una conciencia clara de lo que somos y una mentalidad acrítica y anestesiada frente a dogmatismos ajenos somos carne de cañón para los que no ejercen esa reciprocidad en el cuestionamiento de lo propio y sólo aspiran a imponerlo.De ahí las múltiples contradicciones de la actual propuestas de "Alianza de Civilizaciones". Es decir, lo sorprendente es que para hablar de Alianza, en términos cuasi militares para pseudo pacifistas como son lo promotores, se parte ya de la aceptación de un choque real que hay que contrarrestar (negándose a la evidencia retóricamente) y, además, dicha Alianza ¿con quién se va a producir? ¿Con Al-Quaeda como interlocutor? No creo. ¿O es que se considera a esta organización terrorista como el brazo armado de una civilización y una patología islámica? Si es así, no se entiende el porqué de la "Alianza de Civilizaciones", si sólo es un fenómeno de terrorismo internacional sin raíces y apoyo cultural. El hecho es que absurdamente en esta propuesta se da por hecho, de partida, la realidad de un choque -aunque se quiera esconder y maquillar-.
Por otro lado, un hecho notable es que la "Alianza de Civilizaciones" es una iniciativa de arriba abajo, llevada a cabo por un comité de sabios y de "gurús", por lo tanto notablemente elitista y alejada de la ciudadanía y donde el principio de subsidiariedad respecto de la sociedad civil brilla por su ausencia. Si fuera realmente creíble y pretendiera realmente eficaz, daría el protagonismo a la ciudadanía y a la sociedad civil porque es una cuestión de concienciación de los individuos no un asunto cerrado teledirigido por unos expertos. Otro hecho notable es que dicha "Alianza de Civilizaciones" no define con qué fin se persigue; no se habla ni de democracia ni de solidaridad, ni se sabe a dónde se dirige dicha Alianza ni para qué se constituye: está vacía de contenido.
Teniendo en cuenta que donde más ha crecido la pobreza es precisamente en los países musulmanes sorprende esta carencia.
Cabría preguntarse, además, por qué no se ha planteado en su lugar natural, esto es, el entorno político español, es decir, Europa. Una propuesta realista, a mi juicio, hubiera apoyado el camino lógico, nuestro continente, para reforzar el papel político de la UE. Como recientemente ha propuesto C. Karamanlis, primer ministro griego: "Damos una especial importancia al diálogo intercultural a través de la Cooperación Euromediterránea y creemos que hay que apoyar la Fundación para el Diálogo Intercultural" ((ABC, 27/11/2005). Pensemos que si Turquía se incorpora a la UE, Irak será un país fronterizo con Europa y la problemática es de primera importancia para los veinticinco. Entonces: ¿por qué evitar proponer la iniciativa en lo que se decía era el espacio natural de España, esto es, Europa?
Por fin, nuestro continente tiene una experiencia previa muy interesante aunque circunscrita al espacio euro-mediterráneo: el Proceso de Barcelona que ha cumplido ya diez años. Es una iniciativa embrional de lo que se pretende a priori con la "Alianza de Civilizaciones". ¿Por qué no proponer ésta, ampliándola al resto del mundo, como referente y camino ya recorrido en Europa, donde ha dado un resultado óptimo? Se debería aprovechar, potenciándolo, el camino recorrido que, además, fue una propuesta óptima del anterior presidente socialista F. González.
La actual Alianza de civilizaciones se refiere sobre todo a Occidente y el Islam. España tiene una rica experiencia en la materia. Por eso no podemos aceptar las afirmaciones de ideólogos como Garaudy que aseveran que hemos "desarrollado unilateralmente nuestra voluntad de poder sobre la naturaleza y sobre los hombres" (Promesses de L´Islam, Seuil, 1981, p.19), que "en la perspectiva milenaria, Occidente es la más grande criminal de la historia (p.20) y que Poitiers fue nefasto porque más que un símbolo del enfrentamiento fue nefasto "porque la ciencia, el arte y la civilización árabes se retiraron ante la barbarie franca" (p. 43)
Tampoco Europa puede aceptar que se afirme que "un ejemplo típico de este ´fanatismo´ occidental es el de las polémicas sobre la condición de la mujer en el Islam" (p. 67), que "a partir de una verdadera mutación cultural, hecho posible por el diálogo de civilizaciones, aprenderemos a relativizar nuestra cultura occidental" (p. 178) -lo que sugiere que el diálogo significa claudicación- y que se nos presente de una manera acrítica la cultura islámica y se demonice la nuestra como el paradigma, únicamente, del imperialismo y el colonialismo. Ni es justo, ni se puede llegar aun diálogo verdadero con estas premisas implícitas en cierto Diálogo de civilizaciones y, por ende, en la Alianza de civilizaciones.
La unitas in pluribus europea es un buen ejemplo exportable al mundo de multiculturalidad y de respeto a la diversidad. Y un buen servicio pues la diversidad, la cooperación y el diálogo cultural están entre los mejores garantes de la paz y la seguridad internacionales. En este sentido, por sus vínculos históricos España debería participar en todas las iniciativas europeas en el mundo árabe (especialmente Mediterráneo y Magreb). Reforzando, por ejemplo, el Instituto Europeo del Mediterráneo, el Proceso de Barcelona, la cooperación económica, social y cultural, la posibilidad de una televisión mediterránea (hoy por hoy fracasada), la difusión de la Agencia EFE de noticias en árabe para las zonas de radioyentes magrebíes, la colaboración docente e investigadora entre universidades próximas a ambos lados del Mediterráneo, la potenciación de los Institutos Cervantes en el Magreb y países ribereños islámicos, situando a Marruecos como la referencia y modelo de acción cultural en el mundo árabe, etcétera. En definitiva, hay que proponer urgentemente una alternativa sería y realista que ponga de relieve dos aspectos fundamentales que den contenido al acercamiento entre culturas: la democracia y la solidaridad (tanto material, como la empatía, que permite ver el modo de ser del otro).

Diego Saavedra Fajardo ElDiarioexterior.com

LA MAFIA TANGERINA SE LUCE.-

En una blog de fácil acceso y totalmente pública, la mafia de Tánger, presume de sus actividades – en la fotografía un secadero de hachis, sobre un precioso valle, presumiblemente rifeño - y hasta de sus fracasos – detenciones policiales y alijos – y se muestra tal cual es: algo parecido al que dice llamarse Montilla, en España. Y es que en todas partes cuecen habas. Esta es la dirección electrónica:
http://mafiatanger02.skyblog.com/index.html

MEMORIA HISTORICA.-

Hagamos un poco de memoria histórica. Recién instaurada la democracia en España se produjo un hecho que puso en pie de guerra, y no sin razón, al Partido Socialista. El 27 de agosto de 1977 se produjo un grave incidente en Santander. Jaime Blanco, uno muy alto, diputado socialista, fue detenido en el curso de una algarada por defender a un ciudadano que estaba siendo reducido por un agente de la Policía Armada como autor de los disturbios producidos al término de una manifestación convocada por la izquierda en pro de la autonomía de Cantabria. El alborotador, a causa de la intervención del diputado, pudo darse a la fuga. Hubo dos versiones contrapuestas. El diputado afirmó que se había identificado como tal y a pesar de ello había sido detenido y conducido a dependencias policiales. En el camino al cuartel de la Policía Armada fue agredido por un agente de paisano fuera de servicio. Los policías que practicaron la detención mantuvieron que no conocieron la condición de diputado de Blanco hasta que estuvieron en el cuartel policial. Tan pronto como el jefe de la Policía Armada fue informado de su detención ordenó su puesta en libertad. Se abrió expediente disciplinario al agente agresor del diputado.
El portavoz socialista, Gregorio Peces Barba, denunció lo ocurrido de inmediato a la Mesa del Congreso que designó una comisión de investigación integrada por el centrista José Luís Navarro y el entonces comunista Pablo Castellano. El informe se debatió en la sesión del día 13 de septiembre de 1977 y al día siguiente se presentaron diversas mociones. El PSOE no pidió la dimisión del ministro del Interior, Rodolfo Martín Villa, pero sí lo hicieron los socialistas catalanes. Las mociones de reprobación del ministro no prosperaron. Fue el primer pleno de la democracia y la detención ilegal constituyó el único punto del orden del día.
En aquella histórica sesión, los socialistas abogaron por la urgente necesidad de reconvertir a los cuerpos policiales procedentes del régimen franquista para transformarlos en una verdadera policía democrática no represiva sino garante las libertades recién estrenadas. Merece la pena recordar la postura de Felipe González: Nosotros concebimos y defendemos la existencia de las Fuerzas de Orden Público. No pretendemos, como se hizo en los comienzos del régimen franquista, ni supresiones ni creación de Cuerpos generales distintos. Simplemente queremos que las Fuerzas de Orden Público se sitúen en el papel que les corresponde. Es decir, en el papel de defensores de la legalidad democrática que, en definitiva, es la voluntad emanada de la mayoría del pueblo... Queremos que las Fuerzas de Orden Público actúen con reglamentos claros, que en su propio seno se elimine cualquier comportamiento arbitrario; que conozcan sus derechos y facultades, que actúen, en definitiva, al servicio del pueblo y para el pueblo.
Más contundente se mostró Alfonso Guerra:
Hay, sin duda, una responsabilidad directa de los números de las Fuerzas de Orden Público que puedan cometer una falta, pero ésa es una responsabilidad menor; la mayor es la delegada, la que pertenece a las autoridades gubernativas, en este caso al Gobernador Civil y al Ministro del Interior... Para nosotros se trata de mucho más que del hecho del incidente con un Diputado. Se trata del respeto de los derechos humanos, porque sino hubiese sido un Diputado, tal vez los jóvenes golpeados el 27 de agosto en Santander no hubieran podido hacer llegar a la opinión pública la existencia de este incidente. Se trata, por tanto, del respeto de los derechos humanos que todos debemos defender, entre ellos las Fuerzas que, justamente por ser de Orden Público, están comprometidas en su respeto. Y sentenció:
Pero en verdad, ante estos sucesos, ¿quién tiene que responder ante las Cortes? Desde luego, no los autores materiales, que están cumpliendo órdenes, instrucciones. Tiene que responder el Gobierno, y concretamente el Ministro del Interior... Y de todo esto, ¿quién es el responsable? El responsable es usted, señor Martín Villa, usted, señor ministro del Interior; usted, que es el símbolo del franquismo en este Gobierno.
Los hechos posteriores demuestran que Rodolfo Martín Villa, procedente de los sectores reformistas del franquismo, tuvo éxito en la difícil y delicada tarea de transformar a la temida Policía Armada en una policía al servicio del binomio libertad -seguridad. A él se debe el cambio de denominación – Policía Nacional – que llevaba implícito el abandono de comportamientos represivos para convertirse en un cuerpo de defensa de las libertades y de la seguridad de los ciudadanos. Por eso resulta inconcebible que un partido, cuyos máximos dirigentes defendían con tanta contundencia la necesidad de esa policía democrática, olvide cuando está en el poder que el respeto a la ley y a los derechos humanos figura en el frontispicio de nuestro Estado social y democrático de Derecho. Con el agravante de que el ministro del Interior, encubridor de una actuación tan manifiestamente ilegal, pertenece a la carrera judicial. La Justicia ha hablado y ha desautorizado, a pesar del bochornoso amparo de la Fiscalía General del Estado, no sólo a los policías que tan abusivamente actuaron sino al ministro del Interior y al Gobierno por mandar al ostracismo a un policía ejemplar que cumplió con su deber al negarse a ejecutar una orden ilegal, injusta y arbitraria. Al ponerse, por puro sectarismo político, del lado de los que delinquieron para beneficiar al partido en el poder, el ministro Alonso ha menguado casi hasta el extremo la legitimidad moral para sentarse en el Consejo de Ministros. También el ministro Bono mintió, según la sentencia, cuando afirmó haber sido agredido. Pero Alonso resistirá. Su estrategia pasa por parapetarse en primer lugar detrás del presidente del Gobierno y después en los recursos interpuestos contra la sentencia de la Audiencia Provincial demorando ad calendas grecas cualquier asunción de responsabilidad. Pero los hechos probados son irrefutables y las responsabilidades políticas, ineludibles.
El mismo día en que en el Congreso el Grupo Popular iba a exigir la dimisión del ministro Alonso, la cadena SER revela que una ciudadana navarra, que quiere mantener su identidad en el anonimato, había presentado en el Juzgado número 4 de Pamplona una denuncia acusando a los dos militantes del PP de intento de agresión al ministro Bono. Según su versión, no sólo vio el intento sino que consiguió evitar que los denunciados lograran su propósito. Pronto supimos que se trataba de una militante socialista y otros testigos presenciales han declarado que se trata de una incalificable fabulación. Por otra parte, se olvida que la sentencia de la Audiencia Provincial ha establecido de manera indubitada que el ministro no fue objeto de agresión alguna. Ampararse en el falso testimonio de una de sus militantes o el de su marido demuestra que el PSOE no tiene ninguna intención de regresar al idealismo democrático de la transición. Pobre España.
Jaime Ignacio del Burgo.

19 mayo, 2006

LOS ENEMIGOS DE ESPAÑA.-



Aunque Zapatero dijo que no quería hablar de los que piden el "no" en el referéndum – ERC y PPC ­– porque "unos no se lo creen, que es Esquerra y otros no se lo merecen, que es el PP", no perdió la oportunidad para seguir el lema del PSC "el PP utilizará tu no contra Cataluña", que, por cierto, no estaba en el escenario del mitin.
Así, el presidente del Gobierno se dirigió al líder del PP para enviarle este mensaje: "Le digo al señor Rajoy que si hay que empezar de nuevo a hacer algo, es por ejemplo que el PP respete a las fuerzas políticas de Cataluña y a la sociedad catalana, que respete a Cataluña en su identidad y sentimientos".
Zapatero añadió que cree "profundamente" y defiende "la identidad de los ciudadanos de Cataluña su voluntad de autogobierno". "Defiendo el si al estatuto por demócrata y por español" añadió, y explicó "porque se que es la voluntad mayoritaria de los ciudadanos de Cataluña" y porque " es lo mejor para el futuro de España". Para Zapatero "la España actual sí que es grande", porque es "la España que estimula vuestra identidad y vuestra capacidad de autogobierno".
El primer secretario del PSC, José Montilla, que intervino antes que Zapatero, equiparó el "no" de ERC y el PP y acusó a los republicanos de alinearse en su rechazo al Estatuto con la derecha "más ultramontana, más intolerante y más reaccionaria" que impide el progreso del autogobierno de Cataluña y refuerza a los "discípulos de Aznár". Para Montilla, "cualquier independentista catalán tendría que votar que "sí" para no parecerse al PP". Odian a media España. España terminará llevándoselos por delante. Montilla, lo que debería es pagar el crédito, que es un fascineroso, ladrón.
Montilla tuvo duras palabras para los populares, que han llevado a los socialistas a los tribunales por su lema de precampaña del Estatuto "El PP utilizará tu 'no' al Estatuto contra Cataluña" y les recriminó que "se permitan el lujo de llamarnos fascistas". "Algunos quieren volver a escribir la historia. Pero en la historia de España el fascismo tiene nombres y apellidos. Y todo el pueblo de Cataluña sabe quién son. Para el nota este, los mas fascistas, eran los Reyes Católicos; hasta ahí llega su nefasta incultura. Es un mediocre, un pardillo, un “parvenu”. Tanto los nacidos en Cataluña como los que vinimos de otros lugares de España sabemos y conocemos los nombres y los apellidos del fascismo en la historia de España", apostilló. Fascistas españoles: los asesinos como Carrillo, seguro que a este se refería. "A estas alturas de nuestra historia nadie nos puede dar lecciones de democracia. No lo toleraremos y los catalanes tampoco", concluyó. Desde luego, nadie de su cuerda, ni Prieto, ni la momia de Largo Caballero, que eran unos anti demócratas.
Por su parte – que no decaiga – el que dice ser portavoz de la ilegal Batasuna, Arnaldo Otegui, ha advertido de que el proceso abierto en el País Vasco atraviesa "un momento de extrema gravedad", en el que existe una pugna entre la izquierda abertzale y "quienes quieren sabotear, destruir y abortar las posibilidades de resolución del conflicto".
Otegui ha hecho estas declaraciones en una rueda de prensa junto con los otros siete imputados por el juez de la Audiencia Nacional, Fernando Grande-Marlaska, quien ha citado a declarar como imputado al líder abertzale por la conformación de la nueva Mesa Nacional de la formación ilegalizada.
El portavoz de ETA-Batasuna ha considerado que "si no acaban las agresiones serán mucho más difíciles las cosas, irán por mal camino y costará mucho más volver a poner el proceso en marcha" y ha añadido que es "tarea y responsabilidad del Gobierno español impedir que estas cosas sucedan", aunque ha recalcado que sigue existiendo una "posibilidad real de resolución del conflicto". Al chico, le molesta que le cite un Juez, le molesta ser uno mas, le molesta la democracia, la libertad; por eso es amigo de Zapatero: la mayor desgracia de España.

17 mayo, 2006

DE AQUELLOS POLVOS,


VIENEN ESTAS NACIONALIZACIONES.-
Mientras España se debatía en una guerra civil, el general Franco envió a América Latina a un puñado de hombres con la misión de propagar el credo falangista y transformar la viejas colonias en un espacio común que, bajo la hegemonía de la Nueva España, pusiera fin a la nefasta influencia del ideario liberal y de su máximo representante, Estados Unidos. Desde aquellos tiempos hasta fechas próximas la diplomacia española entendió que la posición de España debía ser estar siempre al lado del nacionalismo latinoamericano, por muy disparatado que fuera el gobierno en cuestión, y en contra de Estados Unidos.
El modelo entró en crisis durante los gobiernos de Felipe González. Las políticas de "doble rasero" ensayadas en un primer momento –jugar a la revolución y desfogarse en aquellas tierras mientras por aquí trataban de atenerse a la moderación europea – entraban en conflicto con los intereses nacionales. González comprendió que debía entenderse con sus equivalentes en Washington y que, cada vez más, las empresas españolas requerían de seguridad jurídica, de mercados abiertos y de políticas económicas solventes.
Con Aznár llegó el gran salto adelante de nuestra economía y, con él, la entrada masiva de capital español en aquellas tierras. Había liquidez y resultaba más fácil invertir en América Latina que en otras partes del mundo. La lengua común era un factor muy importante en una clase empresarial que no andaba sobrada de recursos lingüísticos. El vacío dejado por la retirada de las empresas norteamericanas, tras sucesivos desaguisados económicos, deuda galopante y populismo ofrecía un espacio libre a un precio asequible. Por entonces ya resultaba evidente que el primer objetivo de España no era ganar la simpatía de los gobiernos de turno, como venía ocurriendo desde los años del Franquismo, sino asegurar los ahorros de los españoles y los activos de nuestras empresas.
Se acabó el sonreír al caudillo de turno, para pasar a exigir garantías a nuestras inversiones, una gestión profesional de la política económica y una política arancelaria más abierta. Para poder lograrlo era necesario coordinar esfuerzos con la otra gran potencia inversora en la región, Estados Unidos, y con los organismos internacionales apropiados: Unión Europea, Fondo Monetario Internacional y Banco Mundial. Los resultados están a la vista, un período de desarrollo económico.
Mientras tanto, la izquierda española y buena parte de la europea manifestaba su hartazgo por tanta política responsable y moderada y demandaba una vuelta a sus fundamentos revolucionarios. En España volvieron a remover los fangos de la Guerra Civil, reivindicando desde el golpe de estado de la Revolución del 34 – el social anarquista de Companys - hasta las acciones más atroces, y condenando a la derecha a la condición de fascista. La Transición fue primero expropiada a sus principales autores, la Corona y los restos del Movimiento, para luego ser minusvalorada. Había llegado el momento de demandar una política más genuinamente socialista. En política exterior esto significaba criticar la globalización liberal y apoyar a los movimientos que surgieran en su contra. Daba igual que fuera un bolivariano, un peronista o un indigenista, lo importante era contra quien se pronunciaba. Para el nuevo socialismo la opción estaba clarísima, González era un resto de un pasado superado, había llegado el momento del cambio en profundidad.
Tras el 14-M muchos de nuestros empresarios se sintieron tranquilos. Aznár había mejorado nuestra economía, pero su Administración no había sido una buena interlocutora. Su fundamentalismo liberal, su creencia en que el Estado y las empresas debían actuar con un higiénico cortafuegos de separación les había molestado. Nuestros empresarios no sólo no son liberales, sino que detestan esta filosofía. Ellos distinguen perfectamente lo que es una retórica de lo que es una política. El liberalismo les sirve como discurso, para defenderse de unos impuestos elevados o de una interferencia contraria a sus intereses, pero por encima de todo buscan la ubre protectora del Estado. Se habían entendido bien con González y confiaban repetir experiencia. Desde un primer momento comprendieron que el Gobierno estaba dispuesto a escuchar y a intervenir. Nada sería gratis, pero era posible llegar a acuerdos con Moncloa para asaltar un banco o una eléctrica, por citar dos casos de sobra conocidos. Sin embargo, algo no funcionaba.
Desde el principio el Gobierno aclaró que en política exterior no iba a limitarse a defender a nuestras empresas, sino que iba a hacer política. Fiel a su ideario alienta con sus actos y con sus palabras políticas radicales en contra de nuestros intereses. Los más capaces, ahí está el Banco Santander, maniobraron a tiempo; otros, los más fieles al compadreo y a la corruptela, están muy expuestos a la arbitrariedad del iluminado de turno. Es, exactamente, lo que se merecen. Los socialistas llevan tiempo diciendo lo que quieren hacer y nosotros denunciándolo. Sin embargo, nuestros empresarios, como dóciles palomas fieles a las estrategias de pacificación, perseveran en el esfuerzo por entenderse con un Partido Socialista que está abiertamente en contra de sus intereses.
En algún momento el empresariado español deberá tomarse en serio la necesidad de actuar con independencia del Estado y con profesionalidad. Sólo apoyando los principios y valores de la democracia liberal disfrutará de un marco jurídico y político que les permita desarrollar su trabajo con normalidad. El no intervenir supone ceder terreno. Hoy la escuela, la universidad y los medios de comunicación son, en su mayoría, instrumentos al servicio de los que quieren otra cosa. De aquellos polvos del conchabeo y la corruptela vienen los lodos de las nacionalizaciones y el desprecio que sufren de parte de nuestro propio Gobierno.
GEES, Grupo de Estudios Estratégicos.

16 mayo, 2006

LOCURA EN TORNO AL “SEMIRAMIS”.-



EL REGRESO DE LOS “EMBAJADORES EN EL INFIERNO”.-
Con una buena asistencia para la publicidad que había recibido (dentro de la Facultad de Historia de la Universidad de Sevilla no había ni un solo cartel anunciador, más que en la puerta del aula donde se celebró, que asimismo nos costó trabajo encontrar), sólo el boca a boca, invitaciones repartidas desde la Universidad de Sevilla o desde la propia Fundación División Azul, así como una reseña en la sección de anuncios de la revista Soldiers, asistimos a un acto profundamente emotivo.
Emotivo porque, por encima de las respectivas y posiblemente distintas ideologías políticas de los asistentes, la gesta de la División Azul, especialmente la de los prisioneros que, en condiciones extremas mantuvieron su dignidad y su orgullo de españoles, ha sido injustamente olvidada o despreciada, en la actualidad, sólo se habla de si muchos o la totalidad de sus miembros fueron reclutados obligatoriamente, mientras que, en realidad, y según quedó suficientemente demostrado por las declaraciones de D. Angel Salamanca y los comentarios de los antiguos miembros de la División asistentes, no sólo no fue necesario realizar reclutas forzosas, sino que hubo miles de voluntarios que, por encontrarse los efectivos previstos totalmente cubiertos, no pudieron marchar hacia la gloria y la muerte, como si de legionarios cumpliendo con los espíritus de acometividad y de acudir al fuego se tratara. Asimismo, fue muy interesante, incluso para quien esto escribe, que ha leído varios libros sobre el tema, conocer la historia de boca de uno de sus protagonistas, de una persona que escribió la historia con su sangre y su sudor en los trabajos forzados siberianos, una historia escrita a golpe de los temibles látigos rusos y los culatazos de los centinelas, una historia de amistad, compañerismo, traición incluso por parte de algún prisionero o de españoles que colaboraron con los rusos.
D. Angel Salamanca nos relató de forma amena, didáctica y apasionante, cómo, en los inicios de la batalla de Krasny Borj, las posiciones españolas fueron literalmente machacadas por 800 cañones rusos durante dos horas, preparando el asalto y cómo, esa misma preparación artillera, fundió la nieve, a pesar de los 25 grados bajo cero que soportaban, obstaculizando el paso de los blindados enemigos, con el resultado, inesperado dada la asombrosa desproporción, en número y material, de las fuerzas defensoras con respecto a las atacantes, de que los rusos no lograran plenamente sus objetivos.
La falta de comida, la habilidad de algunos españoles, como D. Victoriano Rodríguez, para "lidiar" con los rusos, las distintas negociaciones, los intentos desesperados de contactar con sus familiares en la Patria, pasaron ante nuestros ojos y, por fin, la liberación, las cinco expediciones de regreso y el reencuentro con los familiares y amigos.
Entre los asistentes, como ya he mencionado, se encontraban personas de muchas edades, desde jóvenes que, al parecer, querían conocer la historia que, a menudo, se les oculta, hasta quienes vivieron esa misma historia y ahora la comentaban con quienes fueron sus compañeros de fatigas, personas que, durante el debate, hicieron interesantes preguntas que mostraban claramente su interés y curiosidad por el tema. Por último, aconsejar, a título personal, a los interesados en la historia de la División Azul, leer la serie de libros "La Gran Crónica de la División Azul", obra del ex divisionario, recientemente fallecido, D. Fernando Vadillo, el libro "Esclavos de Stalin", escrito por D. Angel Salamanca o la obra "Nieve Roja", escrita por los hermanos Fernando y Miguel Angel Garrido Polonio, sobre la repatriación de los restos de los divisionarios caídos en Rusia y, por último, si tienen ocasión, visitar el pequeño museo existente en la sede madrileña de la Fundación.
HABLA EL SARGENTO ANGEL SALAMANCA, MEDALLA MILITAR INDIVIDUAL.
El día que perdí a 1.000 compañeros. El 10 de febrero se cumplirá el 60 aniversario de Krasny Borj, la más dura batalla de la División Azul en el frente ruso. un superviviente, el entonces sargento Angel Salamanca, rememora como la nieve se lleno de cadáveres de compañeros y enemigos.
«Parece que el cielo se va a desplomar encima de ti, que se acaba el mundo, que nadie va a quedar vivo. Faltaban pocos minutos para las siete de la mañana del 10 de febrero de 1943 y había comenzado el miércoles negro en Krasny Borj. La artillería rusa inició el castigo sin piedad. Los españoles que estábamos en primera línea corrimos a los búnkeres a cobijarnos de los fogonazos de más de 800 cañones que hacían agujeros tan grandes como plazas de toros. La tierra temblaba y el humo hacía difícil la visibilidad. Estábamos escondidos como ratas en el búnker, a 2,5 metros de profundidad. Todo era ruido, fuego, gritos, lodo, nieve y sangre. El termómetro no subía de los 25º bajo cero. Pese al frío, se sudaba, pero no se comía, ni se bebía, ni se fumaba, ni se daban los buenos días.
Muchos oficiales, en labores de vigilancia, fueron alcanzados con los primeros bombazos, dejando sin mando a la tropa. Fue ésta una de las claves de la batalla. Se decía que nunca caía un obús o un mortero donde ya había caído otro. Mentira. Caían por cientos, unos encima de otros, y al explotar esparcían metal caliente en todas direcciones. Cada una de las 800 bocas vomitaba fuego cada 10 segundos, el tiempo necesario para cargar y disparar. Enseguida se sumaron los famosos organillos de Salín, camiones con plataformas de artillería que disparaban consecutivamente, provocando un ruido atroz, como si fuesen órganos. Tanto poderío militar para el sector tan reducido por el que se peleaba era una barbaridad.
La División Azul estaba desplegada en el norte del pueblo de Krasny Borj, en un frente de 20 kilómetros de largo al sur del sitiado Leningrado. Desde 1941 los alemanes habían cercado la ciudad y, en su intento definitivo por acabar con el sitio, los soviéticos habían elegido Krasny Borj. Estábamos, pues, en el eje de su ataque. Mi unidad, unos 5.000 hombres -aproximadamente un tercio de los efectivos españoles- se encontraba allí.
Yo estaba incorporado como sargento a la Quinta Compañía del II Batallón del Regimiento 262 – mandado por el Coronel D. Pedro Pimentel Zayas -- a las órdenes del capitán Teodoro Palacios, quien me destinó a la segunda sección, al mando del alférez Céspedes. A mi cargo tenía un pelotón reducido de 35 hombres. Venía de un larga experiencia en combate en primera línea adquirida en los frentes de Aragón, Madrid y Cataluña durante la Guerra Civil desde agosto de 1936, cuando tenía 17 años. Me enrolé en la División Azul en verano de 1942, en Logroño. Cuando empezaron las hostilidades aquella mañana del 10 de febrero, en realidad hacía ya días que sabíamos que algo gordo se cocía en las filas rusas. En las trincheras, Radio Macuto informa con mucha antelación. Un ucraniano que se pasó al bando español en la noche del 9 de febrero fue la señal inequívoca de que el ataque era inminente: llevaba ropa interior nueva, una costumbre local antes de la batalla para morir limpios y puros si caían abatidos en combate. Entendimos rápidamente que en pocas horas empezaría el baile. Había tensión, pero no miedo. El fuego de artillería duró más de dos horas, en las que se produjo la mitad de las bajas del día. Al cesar la artillería, comenzaron las pasadas de la aviación enemiga, que hostigaron especialmente a nuestra Quinta Compañía; sólo en el pelotón bajo mi mando hubo una decena de bajas, entre muertos y heridos, en las tres primeras horas. Otras compañías fueron literalmente trituradas. Pese a que el avance terrestre del Ejército Rojo se produjo por cuatro líneas de penetración con una división en cada una -44.000 hombres en total-, se toparon con serias dificultades. El calor de la artillería había dejado el acceso a nuestras nevadas posiciones como un completo barrizal por donde los carros de combate KV-1 y T-34 quedaban atascados y los esquiadores, empantanados.
Pero más importante fue que no esperaban nuestra respuesta. Creían que tras el bombardeo estaríamos todos muertos. Y lo que hicimos fue salir a nuestros puestos, emplazar las máquinas y recibirlos a fuego limpio. Las órdenes del capitán Palacios eran claras: "¡Resistir y resistir!". Aunque la infantería rusa llegaba por oleadas, lo hacía muy desordenada y pudimos repeler los primeros ataques. Había que resistir hasta morir. Pero iban acumulándose las bajas; entre ellas la del alférez Céspedes. Si había heridos, se les evacuaba. Si había cadáveres, se apartaban para no pisarlos y se seguía disparando. El espectáculo era dantesco. Para coger una pistola y pegarse un tiro. A media mañana, los rusos habían perforado el frente por tres sitios, pero los capitanes Campos, Oroquieta, Aramburu – muchos años después Director General de la Guardia Civil - y Palacios resistían a duras penas con seis compañías muy debilitadas. La Luftwaffe no hacía acto de presencia; y la División SS Volkspolizei, situada en la media distancia, no podía auxiliar, pues debía aguantar para hacer frente a una previsible embestida rusa. A mediodía estábamos prácticamente cercados por el flanco izquierdo. Mi sección, sin oficial al mando, era ya un islote con unos pocos supervivientes. Sólo pude atrincherarme y abrir fuego de costado. Primero con un único tubo de mortero que defendía Joaquín, un cabo de Ponferrada. Cubría su ojo izquierdo con una mano porque le habían pegado un tiro en la cara. Nos retiramos por la trinchera de evacuación y regresé con dos soldados más para recuperar parte de la munición y alimentos del búnker y destruir el resto. Tiramos bombas de mano como locos. Al retirarnos al enclave donde resistía Palacios, éste me dijo: "¡Salamanca, desde este momento eres Medalla Militar!". Acto seguido acudí al sector del puesto de mando. Sólo quedaba operativo un fusil ametrallador, pero causó estragos.
Llegaban columnas con medio centenar de hombres que eran abatidos sistemáticamente. Disparábamos ferozmente, sin parar, esperando a que el enemigo se encontrase a menos de 100 metros, disparábamos al bulto. Pero hasta un ciego habría hecho blanco. Toda la potencia de fuego de la máquina, 1.300 disparos por minuto, provocó una carnicería en las filas enemigas y nos mantuvo con vida. No es que nuestro cañón estuviese caliente, es que estaba al rojo vivo. En la refriega, tres veces cayó el soldado que la servía. Cuando un cuarto soldado me dijo con la mirada: «Sargento, ¿quiere usted que me maten?», decidí empuñar personalmente la ametralladora. Al cabo, los rusos acertaron con una granada de 120 que cayó ante el cañón. Salí despedido cuatro metros, perdiendo el conocimiento momentáneamente, la cara llena de sangre y metralla y una ceguera casi total por el alumbramiento del fogonazo. Fui evacuado al búnker. Luego supe que tenía también una herida de bala en la rodilla. Sin munición, con la mayoría de los supervivientes heridos y los indemnes, agotados, el final estaba próximo. A las tres de la tarde, un soldado entró al búnker: "De parte del capitán, que salgáis todos; estamos hechos prisioneros". Los 25 heridos salimos y encontramos a otros 18 hombres con las manos en alto con el capitán Palacios al frente. Nos mandaron formar e hicieron un simulacro de fusilamiento pero sólo se tiraron como fieras sobre nuestros relojes y todo lo que llevábamos. El trayecto hasta Kolpino, en fila de a tres, fue entre una alfombra de cadáveres. No nos trataron mal gracias a un jefe de escolta mongol que no debió de haber otro mejor en toda la Unión Soviética. Los 30 detenidos de Oroquieta, con los que enlazamos, recibieron toda suerte de golpes. Al llegar a Kolpino, un enloquecido grupo de mujeres rusas trató de atacarnos, pero el mongol las rechazó a culatazos. Enseguida empezaron los interrogatorios, con las traducciones de un español enrolado en el Ejército soviético. Todo el afán del coronel ruso era saber qué armamento usábamos, hablándonos incluso de un arma secreta de Hitler. «Dice el coronel que habéis causado más de 14.000 bajas, y eso es imposible con ametralladoras y fusiles mauser corrientes», nos informó el republicano español. Luego vino un cautiverio en campos de concentración que se alargó hasta 1954. Las estadísticas hablan de 2.252 bajas españolas (1.125 muertos, 91 desaparecidos y 1.036 heridos) en un solo día. Otras 1.000 se sumaron en los días posteriores. Aunque los españoles retrocedimos ese día tres kilómetros, los rusos no avanzaron más. Tras intensos combates, el mando soviético ordenó a sus fuerzas pasar a la defensiva. El frente quedó estabilizado durante un año. La batalla de Krasny Borj, con una encomiable resistencia de nuestra División - el 10 de febrero se consiguieron tres de las ocho laureadas de la División Azul en la URSS - enterró una gran ofensiva posterior para romper el cerco de Leningrado. Los divisionarios que luchamos allí y estuvimos cautivos hasta 1954 no supimos qué ocurrió hasta el regreso a España, pero teníamos la creencia de que la ofensiva no había llegado más al sur que Krasny Borj.»
ALGUNOS DE LOS PROTAGONISTAS.
El Capitán Palacios – a quien le fue concedida la Cruz Laureada de San Fernando – llegó con la salud muy quebrantada y, tras preguntar por Mari Paz, en el mismo cantil del muelle – su novia de siempre que le estaba “esperando” – se casó y tuvo un montón de hijos. Prácticamente, ascendió a General casi de un “salto” y se retiró a la edad reglamentaria. Con la ayuda de Torcuato Luca de Tena, escribió una novela, que luego se llevó al cine. A los pocos días de su estreno, yo estaba en Madrid, en la consulta de un dermatólogo, que me notó nervioso y es que teníamos entradas para verla. Al preguntarme, le dije la verdad; aquel médico - Gay Prieto – que había sido divisionario, comprendió mi interés y “aliñó” la faena. Me encantó la película y la conservo en DVD, porque la conducta de aquellos hombres fue, sencillamente, ejemplar.
El Teniente Castillo - Medalla Militar Individual - pidió y obtuvo destino en la Escolta de Franco. Montaba muy bien a caballo y vino a Ceuta, ese mismo año – ya de Capitán – a participar en los Concursos hípicos. Pegué la hebra con él, me identifiqué – me había conocido en Barcelona, en medio de aquel maremagnum – y me invitó a un refresco, hecho que enorgulleció – y de que modo - a aquel alevín de patriota. Aquella misma noche cenó en casa y contó muchas cosas; trataba de esconder su protagonismo, y no paraba de referir heroicidades, de su querido y admirado Capitán Palacios. Fue una cena estupenda.
A Aramburu, que se salvó por un pelo, le conocía porque su hermano – marino de guerra en excedencia – era el segundo de a bordo de mi padre en Ybarrola S.A. en Ceuta. Lo saludé por última vez, en la Tribuna de Autoridades de la Semana Santa malagueña.

MALAGA Y EL SUBMARINO C - 3, II.-

EL HALLAZGO DEL PECIO.- En 1996 Antonio Checa, un abogado malagueño aficionado a la mar se encuentra disfrutando de un día de pesca en el llamado “Bajo del Submarino” a unas cinco millas del puerto de Málaga, cuando observa como emergen desde el fondo del mar gotas de gasoil y aceite. Después de comprobar el estado de su lancha se dirige a puerto y relata los pescadores locales lo sucedido, estos le cuentan la historia de un submarino hundido por aquella zona durante la guerra.
En días posteriores vuelve a la misma situación y el fenómeno se repite. El posible pecio se convierte en una obsesión. Decidido a resolver el enigma desarrolla durante dos años una febril actividad en busca de pruebas que demuestren que el pecio y los restos del “C-3” son una misma cosa. Escribe al Museo Naval, investiga en Internet, interroga a los pescadores y navegantes locales hasta que finalmente logra entrevistarse con Arsenio Lidón, único superviviente del submarino con vida.
Está convencido de que el submarino está allí, pero le hace falta una identificación por lo que contrata un vehículo submarino y lo sumerge en la zona. Sesenta años después el “C-3” vuelve a asomarse la superficie en forma de imágenes de vídeo que aunque no del todo nítidas permiten adivinar una superestructura que podría ser la torreta, una forma oscura y alargada que podría corresponderse con el puente y algo parecido a los tubos de proa. Entusiasmado solicita la confirmación de la Armada... En noviembre de 1998 el Estado Mayor de la Armada envía a la zona al Buque de Investigación y Salvamento “Mar Rojo” apoyado por buzos de la Unidad de Buceadores del Estrecho.
La campaña se inicia con una serie de pasadas con el Sonar de Barrido Lateral cuyos resultados no pueden ser más esperanzadores ya que desde la primera pasada se obtiene un contacto claro e inconfundible correspondiente a la silueta de un submarino. Después de sumergir el vehículo submarino y al no obtener imágenes definitivas el comandante, aconsejado por su larga experiencia submarina, decide realizar una inmersión tratando de obtener una identificación visual.
A primera hora de la mañana todo está preparado y los buzos comienzan la inmersión. Alcanzados los 58 metros el buzo 1 se detiene y estremecido alarga el brazo señalando a su compañero lo que sin duda ambos identifican como los restos de un submarino hundido. No hay duda, la silueta es inconfundible, el escalón de popa de la torreta, las antenas, y posteriormente una vez alcanzado el fondo, el periscopio. El submarino yace partido en dos a la altura del primer tercio de su eslora y completamente rodeado de redes y otras artes de pesca. La identificación ha sido positiva y los buceadores, cumplida su misión, regresan a superficie.
La Hipótesis. El reconocimiento e identificación de los restos del “C-3” en situación 36° 40´N, 004° 21´W es un hecho. Lo mismo que la implicación del submarino alemán “U-34” en su hundimiento. Sin embargo aún está por resolver, al menos de manera completa, la causa definitiva de su hundimiento. A la vista de las declaraciones de supervivientes y testigos y conocidos los archivos de la Operación “Ursula” lo más probable es que el submarino recibiera el impacto de un torpedo que no llegó a explosionar, pero cuyas características de calibre, longitud y peso lanzados a 40 nudos de velocidad resultaron suficientes para abrir una brecha capaz de provocar su hundimiento, máxime si la colisión se produjo en el compartimento de baterías causando su explosión. Si así ocurrió, el torpedo debe descansar en las proximidades de los restos del submarino y en cualquier caso el estudio del casco podría conducir a la hipótesis más coherente sobre las causas del hundimiento. Lamentablemente se trata de una zona complicada para el buceo, donde la visibilidad es escasa y la intensidad de la corriente alta y donde hace algunos años ya se perdiera una pareja de buceadores que trataban en la localización de otro pecio submarino desde el Buque de Investigación y Salvamento “Poseidón”.

Conclusión. El 12 de diciembre de 1936 a las 1420 horas, el submarino “C-3”, perteneciente a la Flota Republicana, se hundió en las proximidades del puerto de Málaga arrastrando consigo a 37 de los 40 miembros de su dotación, incluyendo a su comandante, alférez de navío Arbona.
Ambos bandos combatientes ofrecieron versiones oscuras y sesgadas por la inevitable propaganda de guerra. Una vez liberados los archivos de guerra de la Marina alemana, se ha conocido con certeza que la causa del hundimiento fue el torpedeamiento de la unidad por parte del submarino alemán “U-34”, mandado por el teniente de navío Harald Grosse, en cumplimiento de la Operación “Ursula”, ordenada por la máxima autoridad naval alemana. Sin embargo ninguno de los supervivientes o testigos del hundimiento reconoce haber escuchado la explosión que sigue al impacto de un torpedo, por lo que este debió impactar sin hacer explosión ocasionando de cualquier modo la pérdida del submarino.
Los restos del submarino han sido reconocidos positivamente por una pareja de buceadores sumergida desde el Buque de Investigación y Salvamento “Mar Rojo”, aunque las causas definitivas del hundimiento no hayan podido aclararse.
El 18 de noviembre de 1998, durante el desarrollo de las maniobras “ALFEX-02”, los buques participantes abandonaron por unas horas los ejercicios dirigiéndose a rendir homenaje a los marinos desaparecidos en el hundimiento del ”C-3”.
A la orden del almirante las unidades cerraron formación sobre el portaaviones “Príncipe de Asturias” y con las dotaciones formadas en cubierta se dirigieron a la situación donde hace 62 años desapareció el submarino español, allí tras una breve exposición de la efemérides por la red de órdenes generales, se rezó la oración tradicional en la Armada seguida de un responso. Finalizó el acto con el lanzamiento de una corona de flores a las aguas malagueñas que acogen al "C-3".
Si el 12 de diciembre de 1936 significó para aquellos hombres el día de la tragedia, bien puede decirse que el 18 de noviembre de 1998 significó, para todos, el de la concordia.

MALAGA Y EL SUBMARINO C - 3, I.-

HUNDIDO CERCA DE MALAGA.- Miércoles 12 de diciembre de 1936. Amanece un día gris y oscuro en el sur de Andalucía. A pocas millas del puerto de Málaga el submarino “C-3” desplaza lentamente sus 916 toneladas por unas aguas frías y tranquilas. Un escenario triste que parece presagiar la tragedia que no va a tardar en presentarse.
Hace pocos minutos que las campanas de la catedral de Málaga han repicado dos veces y los malagueños se dirigen a sus casas a comer preocupados por la situación del país desde que hace casi cinco meses otras campanas, campanas de guerra, han sonado también dividiendo al país en dos partes que antes o después se saben condenadas a entenderse.
A bordo del submarino ya han comido. De primer plato, caldo gallego, y de segundo, huevos fritos con tomate. En el puente, el comandante del buque, alférez de navío Antonio Arbona, charla con el capitán de la Marina Mercante Agustín García Viñas, agregado a la dotación del submarino como oficial de derrota.
En el mismo puente, el serviola Francisco Fuentes escudriña el horizonte en busca de posibles unidades enemigas. A popa, los marineros Isidoro de la Orden y Arsenio Lidón, malhumorados porque su relevo tarda en llegar, arrojan a la mar los restos del almuerzo.
Todo ocurre de repente. Sin causa aparente el submarino se estremece hundiendo violentamente la proa en el agua mientras se balancea suavemente a estribor. En pocos minutos el “C-3” desaparece bajo las frías aguas dejando como única memoria de su presencia un penacho de denso humo blanco que se disipa pronto, una espesa mezcla de combustible y aceite que desaparece siguiendo la corriente y tres hombres que nadan asustados sin otro rumbo que el de salvar la vida. Se trata del capitán García Viñas y de los dos marineros que deberán la vida a la pereza de sus relevos. No lejos de ellos flotan los cadáveres del comandante y del serviola. El resto, 35 hombres, desaparecen con el submarino que 70 metros más abajo se habrá de convertir para ellos en un sudario de hierro.
El submarino clase “C”
Aquel submarino era el tercero de la serie “C”, del modelo serie 105F, con licencia de la Holland Boat, que mejoraba la anterior, la “B”, en muchos aspectos como velocidad en superficie, rapidez de inmersión y cota máxima, que alargaba hasta los 87 metros. Aunque y debido a que montaba la misma batería que los “B” para un desplazamiento bastante mayor, resultaban inferiores en velocidad y manejabilidad en inmersión. Además empeoraba la estanqueidad, o al menos la rapidez en conseguirla, factor que probablemente tuvo mucho que ver en la rapidez de su pérdida.
En total fueron seis los submarinos que la Constructora Naval Española entregó a la Armada desde su planta de Cartagena entre 1928 y 1930 y que constituyeron genéricamente la clase “C”.
Al estallar la guerra estos seis “C” constituían junto a otros tantos “B” el arma submarina española. Los cuatro primeros de estos “B” tenían como base Mahón y eran pocos útiles para el combate, mientras que los dos últimos juntos a los seis “C” atracaban en Cartagena y constituían realmente la Flotilla, una agrupación bien instruida y entrenada y que contaba además con mucha solera. Se trataba de un buque de73 m. de eslora y 925 TM en superficie – 1144 en inmersión - con un andar de 16 nudos en superficie y 8,5 en inmersión, cuatro tubos lanza torpedos en proa y otros dos en proa. Su tripulación estaba compuesta por cuarenta hombres.
La versión oficial. Naturalmente se ofreció una versión oficial por cada una de las partes. La correspondiente al Ministerio de Marina y Aire Republicano se dio el mismo día 12 y señalaba textualmente lo siguiente:
“A las ocho de la noche.- Esta tarde, a las dos y media, a la altura de Málaga, fue torpedeado por un submarino, evidentemente extranjero, el submarino “C-3”, afecto a la Flota Republicana.
El “C-3” se hundió. Hasta ahora sólo se tienen noticias de que se hayan salvado el capitán de la Marina Mercante Agustín García Viñas y los marineros Isidoro de la Orden Ibáñez y Asensio Lidón Jiménez, los cuales han sido hospitalizados en Málaga, a bordo del buque “Artabro”. La tripulación del “C-3” la componían 47 hombres”.
Naturalmente y con posterioridad a la desaparición del submarino se concretaron algunos puntos oscuros del hundimiento. Así el 22 de diciembre el Jefe de la Flotilla de Submarinos, teniente de navío Remigio Verdiá, comunica al Jefe de la Flota los resultados de la investigación del hundimiento en los siguientes términos:
El submarino “C-3” salió a la mar las 5 horas del día 12 de los corrientes adjuntándose copia de la orden de operaciones. El submarino hizo inmersión a las 5 55 horas hasta las 7 50 horas en que navegó en superficie con un motor diesel a 260 revoluciones, el barco navegó continuamente desde esa hora hasta la hora del accidente, 14 35 de la tarde, unas veces a rumbo y otras en zig - zag esperando avistar al Canarias y a unas 5 millas de Málaga. A esta hora aproximadamente el barco se hundió de proa sin poder asegurar fuese a causa de una explosión por ser contradictorias las opiniones a este respecto. No se observó desde el exterior del buque columna de agua de suficiente altura que haga suponer el choque del submarino con una mina o el impacto de un torpedo, únicamente hay conformidad en que desde el exterior se apreció columna de humo que según unos testigos era blanca y según otros negra. Al hundirse el submarino quedaron flotando cinco náufragos, dos de los cuales se ahogaron. Los tres supervivientes están conformes en afirmar que en la superficie apareció una gran mancha de nafta, trozos de corcho pintado de blanco y pescado muerto lo cual hace suponer que hubo explosión aunque no de importancia tal que pudieran ser notados sus efectos desde el exterior.
Considero debe descartarse por completo la idea de que el buque ha sido torpedeado por las razones siguientes:
1) No se observó columna de agua de 60 u 80 metros de altura como la que produce un torpedo.
2) No se puede demostrar que la explosión fuera grande porque entonces todos los testigos de dentro y fuera del barco la hubieran claramente percibido.
3) Ninguno de los que iban en el puente vieron estela ni periscopio.
4) Ninguno de los pescadores de las proximidades la vieron tampoco.
5) Sobre la cabeza de los náufragos no cayeron restos de explosión.
No pudo ser mina porque aparte de las razones1, 2 y 5, los rastreos que en días sucesivos se hicieron no acusaron la presencia de ninguna mina.
Concretamente el barco al irse a pique rápidamente e inclinado de proa tuvo que ser a causa de una entrada de agua muy rápida hacia esta parte del buque y esta entrada de agua no puede haber sido producida nada más que por la apertura de una gran vía de agua en el casco resistente del buque, siempre producida por una explosión de origen interno.
Esta explosión ha tenido que ser un tubo de lanzar o bien en la batería de proa. La explosión en un tubo de lanzar no puede haber sido el torpedo pues estaríamos en la misma situación que al considerar la explosión al choque de un torpedo, ha debido ser la cámara de aire del torpedo la que ha hecho explosión o bien algún artefacto de relativa pequeña potencia para que sus efectos no sean visibles desde el exterior y colocado por una mano criminal.
No es probable explosión de batería como causa original de la catástrofe pues, la batería no se estaba cargando y no estaba cargada a tope además explosiones de baterías ocurridas en nuestros submarinos han demostrado que el casco resistente no sufre sino únicamente el cajón donde va encerrada aquella. Hay que creer que hubo explosión posterior al perderse el buque como lo demuestran los trozos de corcho que flotaron inmediatamente y que indudablemente provienen de este material que forra el techo de las cámaras de ambas baterías. A continuación se acompañan la declaración de los tres supervivientes, del patrón del pesquero Joven Antonio y del comandante del guardacostas Xauen, testigos presenciales de la catástrofe.
Otra de las comunicaciones entre estos jefes advierte: “Guarde sobre todo esto la mayor discreción pues para efectos internacionales quizá convenga no rectificar la primera versión del hecho y nada más”.
El hecho cierto es que a pesar de estas informaciones posteriores, el Gobierno Republicano no modificó la versión original, ni siquiera en cuanto al número de desaparecidos que fue de 37 y no de 47.
Por parte nacional se mantuvo siempre la versión que “supone” una explosión interna, probablemente de las baterías, como causa del hundimiento. A la finalización de la guerra se llevaron a cabo varios intentos de reflotamiento, uno de ellos con éxito, según una versión oficiosa que da de alta al submarino en la Lista Oficial de Buques de la Armada, en la que permanecería hasta su baja en 1947.
En el momento del hundimiento el guardacostas “Xauen” se encontraba a unas dos millas del submarino en dirección a Málaga. Su tripulación coincide en afirmar que observaron una llamarada muy rápida seguida de una fumarola blanca que ocultó al submarino mientras desaparecía rápidamente hundiéndose de proa. Ningún miembro de la dotación apreció explosión alguna.
En el mismo momento y a unas 3000 yardas del submarino en la demora opuesta al “Xauen”, la tripulación de los pesqueros “Joven Antonio” y “Joven Amalia” se dedicaban a la pesca del boquerón. Su descripción coincide básicamente con la del guardacostas si bien localizan la llamarada y la nube blanca muy cerca de la proa.
Una empleada de la central telefónica de la capital malagueña señala que estaba precisamente observando al submarino en el momento que pudo apreciar una llamarada seguida de una gran nube blanca semejante a una columna de agua detrás de la cual desapareció el buque en pocos segundos.
Existen más versiones de testigos que se dicen presenciales pero resultan poco coherentes y algunas contradictorias en sí mismas. Téngase en cuenta que a la hora en que se produjo el hundimiento el malecón de la ciudad malagueña es zona muy transitada y que el hundimiento se produjo a unas cuatro millas de La Farola por lo que debió existir una cantidad importante de testigos cuya declaración, si se tomó, se perdió con el paso del tiempo.

15 mayo, 2006

QUIEN CON INFANTES PERNOCTA...

... EXCREMENTADO ALBOREA.-
La medida fue anunciada el día 15, por el vicepresidente boliviano, Alvaro García Linera quien, en calidad de presidente en ejercicio por la ausencia del gobernante socialista Evo Morales, firmó un decreto complementario al suscrito hace una semana para asumir "el control absoluto" del Estado sobre el negocio petrolero. "Habrá intervención a estos fondos de pensiones si no cumplen en tres días el decreto, así de claro", advirtió García Linera después de presentar el documento.
Con el decreto presentado este lunes, las AFP deberán entregar al Estado las acciones que manejan en las petroleras Andina, filial de la hispano-argentina Repsol YPF; Transredes, de la estadounidense Enron y la anglo-holandesa Shell, y Chaco, del grupo británico British Petroleum.
Ante la imposibilidad de llegar a un acuerdo con las empresas gestoras extranjeras sobre la forma de transferencia de las acciones, el ejecutivo de La Paz ha tenido que tomar esta decisión, señaló el funcionario, al anticipar la eventual intervención. "Hemos dialogado varias horas, varios meses, con la gente de las AFP y hemos encontrado colaboración de una más que otra, hemos encontrado resistencia verbal y exceso verbal de alguno de los representantes de los fondos de pensiones", dijo García Linera.
Tan sólo unos minutos antes en su discurso en el Parlamento Europeo, el presidente de Bolivia, Evo Morales, decía que con la nacionalización de los hidrocarburos en su país no "se expulsa a nadie, ni se expropia a nadie". "Cualquier empresa que invirtió en mi país tiene todo el derecho a recuperar su inversión y las utilidades, pero no al control. Serán socios, no dueños de nuestros recursos naturales", dijo Morales, en sesión solemne en el pleno de la Eurocámara. Se procede a la incautación, pues, por el artículo 23 de la Ley del Embudo.
En su intervención, el líder boliviano explicó la nacionalización cómo una forma de prevenir la inmigración económica de latinoamericanos a la UE. "Para que haya seguridad jurídica es necesario que haya seguridad social", señaló asimismo.
Por otro lado, abogó por distinguir entre la producción de hoja de coca y el narcotráfico. "Los primeros países en industrializar la hoja de coca fueron los europeos", señaló.
Evo Morales justificó la decisión de exigir a BBVA y al grupo suizo Zúrich la entrega de las acciones, porque – dijo – no supone una expropiación sino únicamente un cambio de gestión. En una palabra: te quito las acciones y gestiono yo. Más incautación.
En respuesta a una pregunta del eurodiputado español del PPE José Ignacio Salafranca, Morales explicó que esos fondos que hasta la fecha eran administrados por empresas privadas, ahora lo serán por las empresas del Estado, por lo que "no se afecta, no se quita a nadie, no se expropia a nadie". Simplemente, María.
En los odiados – por el gobierno – Estados Unidos de América, una democracia auténtica, “esto” no ocurre. ¡Vaya birria de política exterior!

LA TRAGEDIA DEL “GUADALETE” III.-


En el momento de abandonar el buque, permanecían en el puente el comandante y los AA.NN. Moreno y Miranda. Al observar estos una sombra de duda en la mirada de su comandante le rogaron que no hiciera tonterías al tiempo que le advertían que no abandonarían el barco sin él. Finalmente, tras rezar una salve y conjurarse para que los que consiguieran salvar la vida visitaran a las familias de los que no lo lograran, decidieron abandonar el buque. Encontraron entonces que la puerta de babor les quedaba lejos y, debido a la escora, inaccesible, por lo que decidieron bucear para tratar de alcanzar la de estribor, para entonces ya completamente sumergida. En un momento de calma relativa, llenaron sus pulmones de aire, unieron sus manos y bucearon en dirección a la puerta de estribor. El primero en salir fue Miranda que llevaba en una mano un salvavidas con las claves secretas y el cuaderno de Bitácora mientras que con la otra tiraba del segundo, que a su vez arrastraba al comandante, este al salir se golpeó la cabeza con una antena y quedó momentáneamente aturdido, pero se recuperó enseguida al contacto con las frías aguas. Así, agarrados unos a otros y todos al salvavidas de las claves se encontraron alejados unos 50 metros del barco cuando lo vieron hacer una última pirueta antes de hundirse de popa desapareciendo en pocos segundos.
Poco a poco se fueron reuniendo con otros náufragos que se mantenían a flote agarrados a tablas de madera, formando entre todos un corro en el que no faltaban las oraciones y las voces de ánimo. A unos 500 metros de ellos divisaron una balsa repleta de gente y unos 30 hombres agrupados a su alrededor sin que ninguno de los grupos pudiera acercarse al otro debido a la furia de los elementos.
La situación comenzaba a hacerse alarmante, se encontraban físicamente extenuados y moralmente desesperados, El segundo, que estaba en una magnífica forma física, nadaba entre los náufragos para obligarles a mover brazos y piernas, algo que la mayoría ya solo acertaba a hacer para no hundirse cuando una ola los golpeaba. Fue entonces cuando vieron los palos de un mercante. El cabo Martín Vivancos comenzaba a desfallecer cuando, a su lado, el comandante le indicó la presencia del mercante, reclamándole un último esfuerzo y ofreciéndole agarrarse al trozo de madera que le sustentaba a él, un gesto que seguramente salvó la vida al cabo.
El mercante se dirigió a este grupo de náufragos que ya había perdido de vista al grupo de la balsa. Después de una maniobra intachable se colocó a sotavento comenzando a largar redes, escalas y roscos salvavidas, mientras la propia mar arrojaba a los náufragos al costado del buque. Los primeros en subir fueron algunos marineros y un suboficial mecánico, mientras en una escala los AA.NN. ayudaban a subir a varios marineros exhaustos y en otra distinta el comandante volvía a encontrarse con el cabo Vivancos, al que trataba de ayudar a subir, pero al cabo le faltaron las fuerzas y cayó, hundiéndose en el mar, por lo que el comandante lo agarró, zarandeó y pellizcó, obligándole a poner las manos sobre la escala. Finalmente tras no pocos esfuerzos Vivancos caía agotado en cubierta. Por poco, pero había ganado el pulso a la muerte. Una vez a salvo el cabo, el comandante comenzó a trepar la escala con muchas dificultades, una ola quiso venir en su ayuda, aupándole hasta la mitad de la escala, sin embargo, el golpe de mar siguiente le aplastó de tal forma contra el costado del buque que cayó al agua, aunque pudo asirse otra vez a la escala y comenzar de nuevo la penosa ascensión. Pero era ya un esfuerzo demasiado grande por lo que, falto de fuerzas, se detuvo en mitad de la escala sintiendo un enorme deseo de ceder a la sutil tentación de dejarse llevar, momento en que sintió una voz que le animaba a seguir ascendiendo. Era el segundo que desde el agua le gritaba pidiéndole que no se rindiera, pero ya no podía más, eran muchas horas de tensión acumulada y la fatiga se había apoderado de él por lo que encomendando su alma a Dios metió los brazos entre los peldaños de la escala incapaz ya de sentir como desde el barco izaban la escala para subirlo a bordo, devolviéndole así a la vida. Antes de perder el conocimiento por agotamiento, aún tuvo tiempo de asomarse por la borda tratando de trasmitir ánimo al segundo que, agotado también, se mordía furiosamente las manos para reaccionar y evitar otra caída que hubiera sido probablemente definitiva. Más tarde el segundo contaría como él mismo llegó a caer hasta tres veces antes de conseguir verse a bordo del mercante. El desvanecimiento del comandante no duró mucho, ya que apenas cinco minutos después recobraba el conocimiento y pedía hablar con el capitán del mercante. Se trataba de un buque de bandera italiana con rumbo a La Spezia que respondía al nombre de Podestá. Una vez advertido el capitán de que había más náufragos en una balsa, el comandante pidió ver a sus hombres, por lo que fue conducido a la sala de máquinas donde se recuperaban los entumecidos náufragos tratando de entrar en calor.
La Tragedia. El salvamento del primer grupo de náufragos, aunque costosísimo, había resultado un éxito y cuando la dotación del Podestá informó casi una hora después que habían avistado la balsa, comandante y segundo del ya desaparecido Guadalete recibieron la noticia con alborozo y, haciendo acopio de energías, corrieron a cubierta para tratar de colaborar en la recogida del resto de los hombres de su dotación que presentaban un aspecto patético. Sin embargo, el salvamento de esta segunda parte de la dotación resultó una tragedia ya que para entonces el grupo llevaba casi tres horas en el agua y estaban literalmente agotados, por lo que los que conseguían asirse a las escalas apenas podían ascender y fueron muchos los que se ahogaron al soltarse de la balsa para tratar de agarrarse a la escala y muchos también los que perdían las fuerzas cuando ya estaban asidos a las escalas y caían, arrastrando en su caída a los que les seguían. De entre los náufragos del grupo de la balsa tuvo una actuación especialmente heroica el contramaestre, don Mariano Romeral, que ya había tenido un comportamiento excepcional durante las últimas horas del Guadalete y que, al llegar en la balsa al costado del Podestá, todavía hizo esfuerzos sobrehumanos para cobrar una falsa amarra que le arrojaron desde el mercante. Una vez firme la amarra a la balsa no consintió en subir hasta que no lo hubieran hecho los demás, animándoles y dando instrucciones para hacer la subida más rápida y ordenada. Cuando por fin subió él mismo, estaba tan al límite de sus fuerzas que le pusieron una inyección para tratar de reanimarle, pero murió de agotamiento pocos minutos después. El Podestá se mantuvo en la zona del desastre durante cuatro horas tratando de localizar algún superviviente, hasta que su capitán notificó al comandante del Guadalete que la búsqueda era inútil, pues resultaba humanamente imposible sobrevivir a semejante frío y mar, además no tenían proyector y la noche era muy oscura. Aquello debió de significar otro golpe tremendo a la moral del comandante que para entonces ya era conocedor de que entre muertos y desaparecidos había perdido a 34 hombres. Para colmo el capitán del Podestá le hizo saber que debía continuar su derrota a la Spezia, pues ya se había retrasado considerablemente y tampoco se atrevía a entrar en puertos españoles debido a las condiciones atmosféricas y al desconocimiento de sus enfilaciones, aunque finalmente accedió a entrar en Gibraltar con el apoyo del comandante del Guadalete.
Al llegar a la bahía de Gibraltar se aproximó a ellos un remolcador a bordo del cual venían el comandante del Guadalhorce y el Capitán de Corbeta Mollá, comandante del Guadalete hasta que, veinte días antes, lo había entregado al Teniente de Navío González de Aldama. En este punto se vivieron escenas de intensa emoción pues al primero se le agradecía el aliento trasmitido por radio hasta el último momento de vida del buque y al segundo lo recordaba la dotación con intenso cariño.A la llegada de los náufragos a Algeciras, donde esperaban las autoridades civiles y militares de la provincia, se siguieron dando escenas de gran dramatismo, sobre todo al desembarcar el cadáver del contramaestre que fue trasladado al Hospital Naval en San Fernando.
Epílogo. Todos fueron valientes. En su informe, días después, el comandante del Guadalete destacaba el comportamiento heroico y ejemplar de todos los miembros de su dotación, cuya formación militar y disciplina consideraba una herencia del Capitán de Corbeta Mollá así como consecuencia del continuo esfuerzo y dedicación del segundo comandante, del Jefe de Máquinas y del Alférez de Navío Miranda, con los cuales había comentado el orgullo que sentía de mandar a una dotación tan extraordinaria en todas las facetas. Del heroico comportamiento del Jefe de Máquinas hacía el comandante una mención especial. Serafín Echevarría Expósito, capitán de Máquinas de la RNA, era un hombre de 55 años, el mayor del barco con diferencia, pero conservaba un encomiable espíritu de trabajo y un extraordinario sentido del cumplimiento del deber. Durante el temporal dio muestras constantes de profesionalidad y conforme se acercaba la pérdida inevitable del buque fue creciéndose en la brega y en el aliento a la dotación mientras sentía declinar sus energías. Probablemente sabía que su supervivencia era muy difícil. Murió en silencio, cuando sencillamente se le agotaron las fuerzas. Su cuerpo jamás apareció. Los dos AA.NN., Moreno y Miranda, tuvieron un comportamiento destacado tanto en lo profesional como en lo humano. Durante las primeras horas del temporal cumplieron callada y disciplinadamente cuantas órdenes recibieron de su comandante aportando al mismo tiempo con su serenidad y sus conocimientos del buque el mejor ambiente para enfrentarlo a su tremendo infortunio. El AN Miranda pasó prácticamente todas las horas en el puente junto al comandante como un perfecto colaborador. El AN. Moreno fue un modelo como oficial y como segundo. No descansó un solo momento y estuvo en todas partes donde resultaban necesarias su energía y su competencia. La buena disposición de la dotación hasta el último momento se debió en gran medida a su constante estímulo. Muchos de los náufragos lograron sobrevivir gracias a su presencia de ánimo y apoyo continuo. El sargento 1º † Radio, don Manuel Samper Barrionuevo, tuvo una actuación muy meritoria, aplicándose mucho más allá del estricto cumplimiento del deber y procurando en todo momento mantener el enlace radio, lo que consiguió a pesar de las pésimas condiciones de trabajo y de las constantes averías que aumentaban conforme el buque se acercaba a su inexorable final. Su cuerpo fue recuperado días después por el Císcar. El comportamiento del sargento contramaestre, don Mariano García-Romeral Fernández fue verdaderamente heroico. Durante el temporal se le vio siempre en los puestos de mayor riesgo y su serenidad fue una de las causas de que la gente mantuviera la calma en los momentos más difíciles. Su constante espíritu de trabajo fue poco a poco minando sus energías pues bien se le veía taponando entradas de agua como organizando cadenas humanas para achique de las cámaras de calderas o llevando personalmente sacos de aceite para colgar de la borda tratando de reducir la potencia de los golpes de mar. Su mayor preocupación fue el buen estado y trincado de los botes salvavidas y se le vio varias veces exponer su vida para proteger y trincar el bote a motor, conocedor de la enorme importancia que podría llegar a tener, e incluso luchó lo indecible por recuperarlo cuando la mar lo inutilizó momentos antes del hundimiento del buque. Una vez en el agua mantuvo su preocupación por mantener a la gente unida y despierta. Con gran esfuerzo logró hacer firme una falsa amarra a la balsa que permitió a muchos pasar ganar las escalas. Este gesto sin duda salvó muchas vidas, pero el perdió la propia por agotamiento a poco de subir a bordo del Podestá. El Mecánico segundo, don Pedro Muñoz García tuvo también un comportamiento destacado, pues más allá de sus funciones de mecánico, dejó buena parte de sus energías haciendo las faenas de fogonero al tratar de levantar presión de calderas. Otro mecánico, el cabo José Díaz, puso en constante peligro su vida entregándose durante muchas horas a llenar y mantener los sacos de aceite que colgaban de la borda. En más de una ocasión salvó milagrosamente la vida cuando olas descomunales barrían violentamente la cubierta. El marinero especialista maniobra José Corona también se distinguió muy honrosamente. Durante más de diez horas se mantuvo desempeñando su trabajo de timonel sin un solo gesto de cansancio mientras luchaba con las olas que trataban de atravesar el barco a la mar. En los pocos momentos en que fue relevado de su duro trabajo, se unió espontáneamente al personal que trabajaba en cubierta en durísimas condiciones. Probablemente murió ahogado a consecuencia del frío, del cansancio o de ambas cosas. Su cuerpo jamás apareció. Hubo también un héroe anónimo. Después del desastre y como si la memoria quisiera dejar ese puesto vacante a cualquiera, nadie fue capaz de recordar la identidad de un marinero que en el momento de recuperar al grupo de náufragos de la balsa descendió por una de las escalas del Podestá ayudando a recoger y a subir al personal que a duras penas se mantenía en el agua.
En su informe el comandante hace también mención especial de otros hombres cuyo trabajo en silencio y en condiciones durísimas ayudaron a prolongar la vida del buque en unos casos y la de sus tripulantes en otros, se trata del torpedista don Manuel Martínez Lanceta, del sargento fogonero don Manuel García Moreno o del Cabo Manuel Castillo. El comandante concluye su informe lamentando no poder dar más nombres concretos ya que debido al cansancio había olvidado muchos detalles de la pérdida del barco. Destacaba la actuación en general de todos los miembros de la dotación y se lamentaba también de la tremenda desproporción entre el temporal y las modestas condiciones marineras de su barco, además de la pobre calidad del carbón que debía alimentar sus calderas. El comandante cita precisamente la mala calidad del carbón como causa principal del hundimiento del barco, sin menospreciar otras como la deficiente estanqueidad en escotillas, puertas y tapas de carboneras, la falta de válvulas de cierre en atmosféricos o la escasez y mala disposición de falucheras de desagüe. Sin estos defectos y aún con ellos, si el carbón hubiera sido capaz de proporcionar la necesaria propulsión, el barco no se hubiera perdido, pues su estabilidad era buena, ya que aguantó y recuperó durante horas balances de más de 50†, y su construcción sólida, como demuestra el hecho de haber aguantado la dureza del temporal sin perder un solo remache. La pérdida de buena parte de la dotación debe achacarse en partes iguales al deficiente calzado de los botes, que no resultaron lo suficientemente sólidos para la dureza del temporal, el mal estado de los chalecos salvavidas, que muchos hombres debieron ajustarse con rebenques y cables de fortuna por faltarles a muchos de ellos las cintas de amarre y, sobre todo, al agotamiento, pues la mayoría llegaron al agua extenuados por el esfuerzo hecho durante el temporal. De estas, las dos primeras causas pueden y deben achacarse a la falta de lo que hoy llamaríamos una SEGOP adecuada. Los siete cadáveres recogidos por el destructor Císcar estaban sin chaleco, sabiéndose fehacientemente que los fallecidos lo llevaban al abandonar el buque. Al parecer, al faltar las fuerzas, los infortunados náufragos levantaban los brazos debido al diseño del propio salvavidas escurriéndose y dejando escapar el chaleco por la cabeza. En cuanto a la falta de energías de los náufragos, es cierto que llegaron al agua sin apenas fuerzas por habérseles exigido un esfuerzo descomunal mientras duró el temporal, lo que se entiende como deber de todo comandante en su objetivo de intentar salvar el barco. Durante unos días la prensa nacional y local se refirió al hundimiento del Guadalete y a la pérdida de 34 de sus hombres con grandes muestras de condolencia y exaltación de las gestas heroicas que aquella jornada se vivieron en aquellas agitadas y frías aguas, pero no hubo de transcurrir mucho tiempo para que la tragedia quedase en el olvido, se vivían tiempos de esperanza, los acontecimientos parecían querer dar un cambio en la vida de los españoles y, en concreto la llegada del Semíramis a Barcelona pocos días después de la desgraciada desaparición del dragaminas, acapararon la atención de la prensa nacional relegando al ignominioso olvido la desventura del barco y de tantos de sus hombres. La Armada, lo mismo que la ciudad de San Fernando, si reconoció y, al menos durante algún tiempo, mantuvo viva la memoria de la desaparición del Guadalete y de 34 de sus tripulantes, así como de los rasgos épicos de que hizo gala su dotación. El propio Ministro de Marina, Almirante Salvador Moreno Fernández, antes de presidir los funerales en San Fernando, visitó uno por uno a los supervivientes, lo mismo que a las familias de fallecidos y desaparecidos, antes incluso de interesarse por el estado de su propio hijo, el segundo del Guadalete. El viejo adagio de que el tiempo lo borra todo cobra una especial dimensión en el desafortunado caso del Guadalete. Sin referencias en la RGM y desaparecida la memoria escrita con el incendio que asoló los archivos de la Armada en la Zona Marítima del Estrecho en los años 70, no queda más que el recuerdo borroso en la mente de los supervivientes de la tragedia que han sobrevivido al paso de los tiempos, y una oscura y gastada inscripción en el cementerio de la ciudad que les dio el adiós postrero. Incluso en el libro Buques de Guerra Españoles 1885-1971, de Aguilera y Elías, se cita de pasada el hundimiento del buque que “se saldó sin víctimas” (sic). Después de todo así es el destino de los verdaderos héroes y los 34 muertos y desaparecidos del Guadalete lo fueron con todas sus consecuencias. Que descansen en paz.
Conclusión. A las diez de la noche del 24 de marzo de 1954 el dragaminas Guadalete iniciaba su última singladura que habría de finalizar veinte horas después con su trágico hundimiento unas 18 millas a levante de Punta Almina. Ocho de sus tripulantes fallecieron ahogados o literalmente extenuados por el gran esfuerzo contra un durísimo temporal, otros 26 desaparecieron y probablemente murieron ahogados víctimas del mismo esfuerzo. Las razones del hundimiento deben repartirse entre el temporal, excesivo para un barco de tan escaso tonelaje, sus defectos de fabricación y la escasa sensibilidad de la época en materia de seguridad. Antes, durante y después de su hundimiento, se vivieron a bordo y en la mar escenas tan dramáticas como gloriosas. Supervivientes, fallecidos y desaparecidos dieron una lección de profesionalidad tratando primero de salvar el barco y una vez perdida toda posibilidad de mantenerlo flote, dieron también un generoso ejemplo de altruismo al enfrentarse, en unos casos a la muerte y en otros a la difícil supervivencia, sin perder de vista en ningún momento los compromisos de compañerismo, lealtad y abnegación que han adornado desde siempre a los marinos españoles. Hace cincuenta años, al atardecer del 25 de marzo de 1954, las aguas del mediterráneo español fueron testigo silencioso de una brillantísima página escrita por 78 hombres valientes, 78 marinos ilustres de los que 34 perdieron la vida en circunstancias tan trágicas como heroicas. Sirvan estas líneas como el beso agradecido que, cincuenta años después, depositamos en sus frentes doloridas los marinos de hoy, los que gozamos de una Armada levantada a golpe de sacrificio de tantas vidas humanas perdidas en el difícil arte de vivir y morir en la mar.
Sobre un estudio de Luís Mollá Ayuso. Marino de Guerra.

LA TRAGEDIA DEL “GUADALETE” II.-



Las últimas horas. Al doblar Punta Almina, el comandante ordenó poner rumbo al 168 para pasar a unas tres millas de Cabo Negro y, aunque el buque tomaba muy mal la mar, decidió mantenerlo hasta la medianoche en que, a la vista de que viento refrescaba, ordenó el 115 para dirigirse a fondear en la Bahía de Alhucemas al resguardo del temporal que se avecinaba. A 0310, el Jefe de Máquinas subió al puente diciendo que no podía limpiar cenizas en la caldera de popa ya que al encontrarse la puerta del cenicero a barlovento entraba agua en cuanto trataban de abrirla. Se quejaba también de que el carbón era prácticamente tierra, lo que exigía limpiar constantemente los ceniceros, en vista de lo cual el comandante ordenó un rumbo cómodo que permitiera limpiar cenizas en ambas calderas. El buque arrumbó entonces al 073 y se facilitó al Jefe de Máquinas gente de cubierta que ayudara en la limpieza de ceniceros, sin menoscabo del personal fogonero, imprescindible en calderas en aquellos momentos. A 0650 los taquímetros de máquinas descendieron hasta las 90 revoluciones, incapaces de mantener las 120 que exigía la velocidad económica. El Jefe de Máquinas fue requerido en el puente e insistió en la malísima calidad del carbón, informando que difícilmente se podría conseguir un régimen por encima de las 100 revoluciones. A la vista de tan inquietante informe, y del descenso imparable del barómetro, el comandante se reunió en la derrota con su segundo estudiando la posibilidad de dar la vuelta ya que las distancias de 90 millas a Cala Tramontana, en Tres Forcas, y de 60 a la Bahía de Alhucemas parecían insuperables dada la situación.
La media hora siguiente transcurre en el intento infructuoso de establecer comunicaciones con tierra. En esos momentos el comandante ya había tomado la decisión de regresar y a 0720 intentó la ciaboga aprovechando un momento de calma. En un principio el barco pareció responder pero quedó atravesado a la mar incapaz de completar la maniobra. Para entonces las olas ya barrían la cubierta del buque y seguramente la angustia comenzaba a alojarse en los corazones de muchos de los hombres de su dotación. El comandante decidió entonces jugárselo todo a una carta, que ya no podía ser otra que la de dar la vuelta a cualquier precio y correr el temporal en demanda del Estrecho. Para ello pidió al Jefe de Máquinas levantar presión a toda costa, sin embargo, la respuesta de éste no mejoraba el panorama al informar que el carbón estaba muy mojado por el agua que por defecto de frisado entraba a buen caudal por las carboneras, habiéndolo convertido en una pasta incombustible. A pesar de todo, a 0910 el comandante consiguió, con enormes esfuerzos de máquina y timón, virar el barco que pasó a navegar al 280 tomando la mar de popa. La navegación mejoró sensiblemente, pero requería mucha atención, ya que la más mínima guiñada llevaba el barco a atravesarse a la mar y obligaba a constantes cambios de régimen de revoluciones, e incluso en muchas ocasiones a parar la máquina de sotavento. Para ello el AN. Miranda debía emplearse en el acústico de máquinas, ya que el telégrafo de babor se había venido abajo. Mientras tanto el segundo animaba incansable al exhausto personal de máquinas y al que en cubierta desafiaba infatigable a las olas arrojando aceite por la borda. A partir de 0945 la situación se complicó notablemente al comenzar a fallar el servomotor, lo que ocasionaba que la caña se agarrotara a intervalos cada vez menores. Como al mismo tiempo el compartimento del servo tenía grandes y peligrosos escapes de vapor, no se podía gobernar el barco desde allí, lo que obligaba a seguir haciéndolo desde el puente, a pesar de que el vaivén de las revoluciones era tremendo pues oscilaban a escasísimos intervalos entre las 0 y las 150. En ese momento las comunicaciones con tierra suponían una complicación añadida. Los enormes balances así como las bruscas variaciones de la dirección de la proa hacían inútil la recepción con el gonio, sin embargo, sí se podía trasmitir desde el buque y así se hizo, recibiéndose en Ceuta su señal al 090 de Punta Almina. El buque se encontraba entonces perfectamente alineado con viento y mar de popa. En aquellos momentos los responsables del Guadalete vieron un rayo de esperanza, si el barco aguantaba podrían llegar al centro del Estrecho y desde allí, bien con un poco de presión, bien con el remolque de algún buque, se podían alcanzar los resguardos de Ceuta o Gibraltar. Hacia las 1100, navegando al 290, el comandante se vio obligado a tomar una decisión importante al comunicarle el segundo que el agua entraba a raudales por el costado de estribor y que la caldera de popa se estaba inundando. En esas condiciones el comandante decidió poner rumbo al oeste, para proteger su flanco débil, pero el barco comenzó otra vez a hacerse ingobernable por lo que decidió volver al rumbo primitivo ya que el 270 no le ofrecía garantías de rebasar Punta Almina y podía arrojarle a la costa, llena de bajos, con escasa capacidad para gobernarlos. En esas condiciones las máquinas continuaban dando un servicio irregular y el timón agarrotándose periódicamente, hasta que, repentinamente, ambos fallos se presentaron al mismo tiempo y el buque, dando una enorme guiñada, quedó de nuevo atravesado a la mar. Las máquinas se detuvieron y los compartimentos del servomotor y del pañol de rastras comenzaron a inundarse peligrosamente, pues las tapas de las escotillas no eran estancas. Se procuró entonces achicar con una bomba eléctrica que daba muy poca capacidad, pero había agua también en las calderas, sobre todo en la de popa, y entraba a borbotones en las carboneras, bien por las puertas estancas de cubierta, bien por los atmosféricos que quedaban bajo el agua acumulada en cubierta.
Arengados por el segundo comandante la dotación se multiplicaba ajena al cansancio y sin mostrar la más mínima señal de miedo o indisciplina. Continuamente se les cambiaba de trabajo ordenándoseles acudir a los sitios de mayor urgencia sin que en ningún momento llegaran a perder la confianza en sus mandos. En circunstancias tan difíciles, se mantuvo la capa de 1115 a 1415 con el apoyo cada vez más esporádico de la máquina. Hacia las 1310, un serviola comunicó la presencia de un barco de guerra que el comandante reconoció como una corbeta que venía del Estrecho. Este barco misterioso, que nunca se identificó, comenzó a hacer señales con el proyector a las que contestó el Guadalete haciéndole notar repetidas veces que se encontraban en situación comprometida y que necesitaban remolque. Este buque se mantuvo en las proximidades por espacio de más de una hora sin dar señal de inteligencia al socorro solicitado ni hacer intento de prestar auxilio, sencillamente desapareció de la misma forma que había aparecido. La posibilidad apuntada en el Cuaderno de Bitácora del Guadalete de que pudiera haberse tratado de un buque británico se apoya más en la suposición del oficial de Guardia, por la derrota que parecía traer el buque, directamente de Gibraltar, que en otros hechos de mayor consistencia, ya que nunca se pudo distinguir su nombre ni su bandera. Hacia las 1415 el comandante se ve de nuevo en la tesitura de tomar una decisión difícil. Poco después de incomunicar la caldera de popa donde el agua lamía ya los hornos y de cerrar sus puertas y válvulas estancas, el buque volvió a quedarse sin presión debido a la cantidad de cenizas que se acumulaban en los hornos por lo que el jefe propuso como única solución detener las máquinas durante una hora y acometer con todo el personal posible una limpieza a fondo de hornos y parrillas, para a continuación volver a encender con carbón escogido y tratar de levantar presión. El comandante decidió aceptar el riesgo y detuvo las máquinas, ordenando además prepararse para quemar bancos y mesas de madera de forma que una vez limpias las calderas se pudiera levantar presión cuanto antes, ayudando al encendido con gas oil aún a riesgo de provocar un incendio. Con las máquinas paradas el barco se atravesó de nuevo a la mar, pero los embates parecían menos violentos, lo que significaba otro rayo de esperanza; si se superaba la crisis el buque podría contar con una buena propulsión para salvar los escollos que pudieran presentarse en las proximidades de la costa. Mientras unos se afanaban en la limpieza de ceniceros de la caldera de proa y otros trataban de achicar el agua en la de popa, en el palo se izaban las bolas de buque sin gobierno. En ese momento desapareció el misterioso buque de guerra que se había mantenido en sus proximidades. Comandante y segundo se miran a los ojos, no hubo comentarios, ambos intuían que con ese barco escapaban sus últimas posibilidades, pero prefirieron mantener ocupada a la dotación en espera de acontecimientos. Mientras tanto los jóvenes marineros, sin una mala cara, de manera disciplinada y con el agua hasta el pecho, trataban de achicar calderas entre bromas y chistes. Pasados 40 minutos avisaron de máquinas que ya había presión, pero se estimaba que no duraría más de media hora porque el carbón estaba completamente empapado y hecho una pasta. Por otra parte, el nivel de agua en la caldera de popa, a pesar de los esfuerzos, continuaba aumentando peligrosamente. De nuevo el comandante se vio obligado a tomar una decisión difícil en cuanto al empleo de esa media hora. Finalmente y tras consultar con sus oficiales, decidió arrumbar para embocar el Estrecho para lo que ordenó poner 150 revoluciones en la máquina de babor y un rumbo 290, comenzando de nuevo a correr el temporal.
Durante la corrida, a 1512, se avistó un mercante al que se hicieron angustiosas señales de proyector haciéndole ver que necesitaban urgentemente remolque, a lo que contestó el mercante preguntando si tenían permiso del armador para semejante solicitud. Naturalmente desde el Guadalete se contestó que sí, solo para ver como el mercante les ponía la popa y desaparecía haciendo oídos sordos a sus desesperadas llamadas de socorro. A 1535 se pararon otra vez las máquinas, informando el jefe que en calderas el agua alcanzaba ya los hornos haciendo inútil cualquier esfuerzo de la agotada dotación, inmediatamente el barco volvió a atravesarse a la mar. Para entonces la cubierta acumulaba ya toneladas de agua, el servo y la dinamo principal habían dejado de funcionar quedando como único apoyo el grupo de emergencia Diesel que apenas daba potencia para mantener la radio y algo de luz, pero entonces comenzó a cortocircuitarse el cuadro principal por lo que el comandante ordenó cortar corriente a los compartimentos no esenciales y cerrar puertas estancas, incomunicándose de esta forma todos los servicios. El buque estaba irremisiblemente perdido y el comandante era consciente de ello, por lo que ordenó agrupar a todo el personal en cubierta al resguardo de la mar y con los chalecos salvavidas puestos, ordenando también subir chalecos para el personal de puente y radio que se mantenían en sus puestos. En este punto el comandante recriminó al timonel por no llevar puesto el chaleco. Cuando se le informó que no había chalecos para todos se quitó el suyo entregándoselo al timonel, ejemplo que fue seguido por el resto de oficiales que entregaron los suyos a otros marineros.
Con el buque atravesado a la mar y escorado unos 30 grados, se inician una serie de violentos balances que consiguieron destrincar el bote a motor y sacarlo de sus calzos cayendo inutilizado sobre cubierta, mientras un golpe de mar se llevaba también el chinchorro (que más tarde encontraría el Císcar). En ese momento el comandante ordenó al contramaestre que preparara las balsas para echarlas al agua y que rompiese a golpe de mandarria cuanta madera útil quedara aún a bordo que pudiera servir para ayudarles a mantenerse a flote sobre un mar que les echaba encima por momentos. El contramaestre cumplió sus órdenes con gran riesgo de su vida pues el lugar donde ubicaban las balsas estaba batido violentamente por la mar, consiguió además reunir junto a la chimenea todos los enjaretados de duchas y retretes, los tableros de los planeros del puente y todas las sillas de madera. A todo esto, el comandante se mantenía en contacto radio con el Guadalhorce, que, ya en la mar, les alentaba al tiempo que reclamaba su posición, lo que para entonces parecía ya completamente imposible de obtener, aunque la visión por unos instantes de un monte, que les pareció Punta Europa, les permitió situar al buque a unas 10 o 15 millas de ese promontorio. Además en ese mismo momento el suboficial radio consiguió poner en marcha el TRN - 50, dando al Guadalhorce la marcación gonio que venía pidiendo y, sin interrupción, comenzó a lanzar al éter la señal de socorro hasta que se le tuvo sacar del compartimento radio a la fuerza, cuando ya el buque comenzaba a hundirse. Mientras tanto la dotación, que se mantenía en el alerón de babor esperando órdenes, veía como la mar enfurecida se llevaba una de las balsas que fue imposible recuperar. Debían de tener miedo, pero las palabras de ánimo del comandante, oficiales y suboficiales bastaban por el momento para mantenerlos serenos. Hubo algunos casos de histeria, pero, mientras el comandante mantenía las últimas comunicaciones radio, el segundo animaba a los más débiles a resistir la tentación de arrojarse al agua, haciéndoles ver que mientras pudieran, era mucho mejor mantenerse sobre cubierta que peleando contra las frías y agitadas aguas. A partir de aquí se pierden las referencias horarias, aunque el hundimiento definitivo se apunta sobre poco antes de las seis, en ese momento la escora alcanzaba ya los 50 grados y el agua comenzaba a lamer el alerón de estribor…
Abandono de buque. Ocurrió justo cuando el comandante ordenaba al Jefe de Máquinas, un hombre de 55 años que no sabía nadar, que se pusiera el chaleco salvavidas y se fuera al alerón con un grupo de fogoneros y el suboficial torpedista con los que seguía tratando de salvar el buque. En ese momento varios golpes de mar escoraron aún más al Guadalete haciéndole alcanzar los 70 grados de inclinación. El alerón de estribor quedaba ya enteramente dentro del agua que comenzaba a penetrar en el puente, por lo que el comandante gritó al suboficial radio que se reuniera en el alerón de babor con el resto de la gente antes de ordenar abandono de buque.