Estos itinerarios nos muestran las profundas, complejas y fértiles relaciones que se dieron entre las dos orillas del Mediterráneo. En aquella época debió existir una población muy densa que llamó la atención de todos los geógrafos de la época junto a un intenso aprovechamiento del espacio, gracias a la irrigación y el acondicionamiento de la infraestructura vial y de acogida (puentes, valizajes, albergues, almacenes de suministros, etc.), con la explotación de la riqueza del subsuelo. Estas potencialidades fueron aprovechadas por los Almorávides y Almohades, que impulsados por una serie de motivaciones religiosas y deseos de conquista, crearon imperios que dominaban todo el Occidente musulmán, incluido al-Andalus y las Islas Baleares, estableciéndose así la unión entre el Mediterráneo y las orillas africanas de Senegal -Níger.
Durante más de 150 años, el Magreb y al-Andalus vivieron momentos que se cuentan entre los más prósperos y brillantes de su civilización material y espiritual.
El oro africano se transformó en una moneda fuerte en los mercados mediterráneos. Las grandes metrópolis, Marrakech, Fez, Sijilmassa, Sevilla, Ceuta, Granada, Bugía, Ceuta, Tlemecén y Túnez, se embellecen y se agrandan, llegando a alcanzar algunas de ellas una población cercana a los 100.000 habitantes. Sus talleres suministran productos acabados de sus industrias: tejidos finos de lana, de lino, de seda, diversos objetos de hierro, cobre y vidrio; la marroquinería, la cerámica policroma, la pasamanería, conocen una gran difusión a gran escala en el Mediterráneo occidental. Las fábricas de papel de Ceuta, Fez, y Játiva, cerca de Valencia, estimulan su consumo y la circulación del escrito.
Más allá del Estrecho, las activas ciudades de al-Andalus expiden sus mercancías: brocados de Málaga, de Murcia o de Granada; cerámica de Valencia y de Málaga; los astilleros navales de Ceuta, Almería y Bugía, se ven animados por una febril actividad. Los puertos atlánticos marroquíes exportan cereales, ganado y cueros del interior hacia al-Andalus. Negociantes europeos descargan allí las armas de la Lombardía, la quincallería y la mercería de Milán y de Ginebra, la cristalería de Venecia, etc.
La prosperidad económica se ve acompañada por una intensa actividad intelectual y artística. En esa época surgen sabios y científicos como. Los médicos Ibn Zuhr e Ibn Tufail, los filósofos Ibn Baya (Avempace) e Ibn Rushd (Averroes).
Del punto de vista arquitectónico, monumentos sin par dan testimonio del alto nivel alcanzado en el siglo XII. Citemos como ejemplos, las mezquitas y alminares Koutubia en Marrakech, Tinmel en el Alto Atlas, la Torre de Hassan, el recinto y las puertas de Rabat, la Giralda y los restos del Alcázar de Sevilla.
Recorriendo hoy día una y otra parte del Estrecho de Gibraltar, el observador atento podrá apreciar, in situ, ocho siglos después, la magnitud de esta civilización cuyas tradiciones permanecen vivas tanto en Marruecos como en al-Andalus.
Durante más de 150 años, el Magreb y al-Andalus vivieron momentos que se cuentan entre los más prósperos y brillantes de su civilización material y espiritual.
El oro africano se transformó en una moneda fuerte en los mercados mediterráneos. Las grandes metrópolis, Marrakech, Fez, Sijilmassa, Sevilla, Ceuta, Granada, Bugía, Ceuta, Tlemecén y Túnez, se embellecen y se agrandan, llegando a alcanzar algunas de ellas una población cercana a los 100.000 habitantes. Sus talleres suministran productos acabados de sus industrias: tejidos finos de lana, de lino, de seda, diversos objetos de hierro, cobre y vidrio; la marroquinería, la cerámica policroma, la pasamanería, conocen una gran difusión a gran escala en el Mediterráneo occidental. Las fábricas de papel de Ceuta, Fez, y Játiva, cerca de Valencia, estimulan su consumo y la circulación del escrito.
Más allá del Estrecho, las activas ciudades de al-Andalus expiden sus mercancías: brocados de Málaga, de Murcia o de Granada; cerámica de Valencia y de Málaga; los astilleros navales de Ceuta, Almería y Bugía, se ven animados por una febril actividad. Los puertos atlánticos marroquíes exportan cereales, ganado y cueros del interior hacia al-Andalus. Negociantes europeos descargan allí las armas de la Lombardía, la quincallería y la mercería de Milán y de Ginebra, la cristalería de Venecia, etc.
La prosperidad económica se ve acompañada por una intensa actividad intelectual y artística. En esa época surgen sabios y científicos como. Los médicos Ibn Zuhr e Ibn Tufail, los filósofos Ibn Baya (Avempace) e Ibn Rushd (Averroes).
Del punto de vista arquitectónico, monumentos sin par dan testimonio del alto nivel alcanzado en el siglo XII. Citemos como ejemplos, las mezquitas y alminares Koutubia en Marrakech, Tinmel en el Alto Atlas, la Torre de Hassan, el recinto y las puertas de Rabat, la Giralda y los restos del Alcázar de Sevilla.
Recorriendo hoy día una y otra parte del Estrecho de Gibraltar, el observador atento podrá apreciar, in situ, ocho siglos después, la magnitud de esta civilización cuyas tradiciones permanecen vivas tanto en Marruecos como en al-Andalus.
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