16 mayo, 2006

MALAGA Y EL SUBMARINO C - 3, II.-

EL HALLAZGO DEL PECIO.- En 1996 Antonio Checa, un abogado malagueño aficionado a la mar se encuentra disfrutando de un día de pesca en el llamado “Bajo del Submarino” a unas cinco millas del puerto de Málaga, cuando observa como emergen desde el fondo del mar gotas de gasoil y aceite. Después de comprobar el estado de su lancha se dirige a puerto y relata los pescadores locales lo sucedido, estos le cuentan la historia de un submarino hundido por aquella zona durante la guerra.
En días posteriores vuelve a la misma situación y el fenómeno se repite. El posible pecio se convierte en una obsesión. Decidido a resolver el enigma desarrolla durante dos años una febril actividad en busca de pruebas que demuestren que el pecio y los restos del “C-3” son una misma cosa. Escribe al Museo Naval, investiga en Internet, interroga a los pescadores y navegantes locales hasta que finalmente logra entrevistarse con Arsenio Lidón, único superviviente del submarino con vida.
Está convencido de que el submarino está allí, pero le hace falta una identificación por lo que contrata un vehículo submarino y lo sumerge en la zona. Sesenta años después el “C-3” vuelve a asomarse la superficie en forma de imágenes de vídeo que aunque no del todo nítidas permiten adivinar una superestructura que podría ser la torreta, una forma oscura y alargada que podría corresponderse con el puente y algo parecido a los tubos de proa. Entusiasmado solicita la confirmación de la Armada... En noviembre de 1998 el Estado Mayor de la Armada envía a la zona al Buque de Investigación y Salvamento “Mar Rojo” apoyado por buzos de la Unidad de Buceadores del Estrecho.
La campaña se inicia con una serie de pasadas con el Sonar de Barrido Lateral cuyos resultados no pueden ser más esperanzadores ya que desde la primera pasada se obtiene un contacto claro e inconfundible correspondiente a la silueta de un submarino. Después de sumergir el vehículo submarino y al no obtener imágenes definitivas el comandante, aconsejado por su larga experiencia submarina, decide realizar una inmersión tratando de obtener una identificación visual.
A primera hora de la mañana todo está preparado y los buzos comienzan la inmersión. Alcanzados los 58 metros el buzo 1 se detiene y estremecido alarga el brazo señalando a su compañero lo que sin duda ambos identifican como los restos de un submarino hundido. No hay duda, la silueta es inconfundible, el escalón de popa de la torreta, las antenas, y posteriormente una vez alcanzado el fondo, el periscopio. El submarino yace partido en dos a la altura del primer tercio de su eslora y completamente rodeado de redes y otras artes de pesca. La identificación ha sido positiva y los buceadores, cumplida su misión, regresan a superficie.
La Hipótesis. El reconocimiento e identificación de los restos del “C-3” en situación 36° 40´N, 004° 21´W es un hecho. Lo mismo que la implicación del submarino alemán “U-34” en su hundimiento. Sin embargo aún está por resolver, al menos de manera completa, la causa definitiva de su hundimiento. A la vista de las declaraciones de supervivientes y testigos y conocidos los archivos de la Operación “Ursula” lo más probable es que el submarino recibiera el impacto de un torpedo que no llegó a explosionar, pero cuyas características de calibre, longitud y peso lanzados a 40 nudos de velocidad resultaron suficientes para abrir una brecha capaz de provocar su hundimiento, máxime si la colisión se produjo en el compartimento de baterías causando su explosión. Si así ocurrió, el torpedo debe descansar en las proximidades de los restos del submarino y en cualquier caso el estudio del casco podría conducir a la hipótesis más coherente sobre las causas del hundimiento. Lamentablemente se trata de una zona complicada para el buceo, donde la visibilidad es escasa y la intensidad de la corriente alta y donde hace algunos años ya se perdiera una pareja de buceadores que trataban en la localización de otro pecio submarino desde el Buque de Investigación y Salvamento “Poseidón”.

Conclusión. El 12 de diciembre de 1936 a las 1420 horas, el submarino “C-3”, perteneciente a la Flota Republicana, se hundió en las proximidades del puerto de Málaga arrastrando consigo a 37 de los 40 miembros de su dotación, incluyendo a su comandante, alférez de navío Arbona.
Ambos bandos combatientes ofrecieron versiones oscuras y sesgadas por la inevitable propaganda de guerra. Una vez liberados los archivos de guerra de la Marina alemana, se ha conocido con certeza que la causa del hundimiento fue el torpedeamiento de la unidad por parte del submarino alemán “U-34”, mandado por el teniente de navío Harald Grosse, en cumplimiento de la Operación “Ursula”, ordenada por la máxima autoridad naval alemana. Sin embargo ninguno de los supervivientes o testigos del hundimiento reconoce haber escuchado la explosión que sigue al impacto de un torpedo, por lo que este debió impactar sin hacer explosión ocasionando de cualquier modo la pérdida del submarino.
Los restos del submarino han sido reconocidos positivamente por una pareja de buceadores sumergida desde el Buque de Investigación y Salvamento “Mar Rojo”, aunque las causas definitivas del hundimiento no hayan podido aclararse.
El 18 de noviembre de 1998, durante el desarrollo de las maniobras “ALFEX-02”, los buques participantes abandonaron por unas horas los ejercicios dirigiéndose a rendir homenaje a los marinos desaparecidos en el hundimiento del ”C-3”.
A la orden del almirante las unidades cerraron formación sobre el portaaviones “Príncipe de Asturias” y con las dotaciones formadas en cubierta se dirigieron a la situación donde hace 62 años desapareció el submarino español, allí tras una breve exposición de la efemérides por la red de órdenes generales, se rezó la oración tradicional en la Armada seguida de un responso. Finalizó el acto con el lanzamiento de una corona de flores a las aguas malagueñas que acogen al "C-3".
Si el 12 de diciembre de 1936 significó para aquellos hombres el día de la tragedia, bien puede decirse que el 18 de noviembre de 1998 significó, para todos, el de la concordia.

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