La sequía y la desertización caerán en el plazo de tan solo diez años de manera atroz sobre España, al tiempo que se producirán convulsiones e inundaciones. El culpable es la emisión de gases y a ello es a lo que prioritariamente hay que poner remedio. Con políticas energéticas sensatas y pragmáticas, de ahorro, por supuesto, pero también retomando sin antojeras el debate nuclear, por ejemplo.
Pero urge también y de inmediato replantearnos la política del agua. Y las inundaciones del Ebro son buen momento para reflexionar. Algunas lecciones si podemos extraer.
Los pantanos no son fachas por que un día Franco inaugurara alguno. Los pantanos nos van a ser cada vez más necesario. No solo por almacenaje de un bien cada vez mas escaso sino por la regulación y control de las cuencas y sus avenidas. Más claro no ha podido dejarlo el Ebro. Los primeros interesados en ello son los propios aragoneses, que han de dejarse ya de la monserga de cuatro talibanes ecologistas que se representan a ellos y a la novia de su primo y de sus políticos prestándoles tantos oídos como sordera a quienes de verdad viven y saben de campo y necesidades de la tierra..
Ha de volverse con extremada diligencia a recuperar el concepto del agua como bien común de todos los españoles- ese concepto solidario y asumido hace nada y que la nefasta ministra Narbona ha hecho añicos en la más grave de las responsabilidades que habrán de reclamársele. Ha de volverse al agua como un tesoro público y nacional y poner en su sitio las apetencias egoístas, miopes y tribales de los taifas de las autonomías. El Ebro es mío, el Tajo es mío, el Guadalquivir es mío. Pues no. De todos es el agua. ¿Y la Narbona?
Ha de afrontarse sin establecer la cuestión como batalla electoral, aldeana y de clamor de campanario, con rigor científico y seriedad, la posibilidad de los trasvases de excedentes. Está claro que consumiendo energía para desalar agua, no se combate el presunto calentamiento y contaminando con los excedentes de la desalación, no se contribuye a un mundo mejor.
Pero también, y afirmando como siempre hecho aunque fuera a contracorriente del pensamiento presuntamente progre, que los trasvases pueden ser necesarios y no son intrínsecamente satánicos , es necesario saber para que y donde esa agua que se trasvasa. Si es para seguir anegando el litoral de cemento, si es para la especulación inmobiliaria si es para el desarrollo tan salvaje como insostenible, jamás de los jamases. Y eso también ha de estar en la balanza y se tenido en cuenta.
Vamos a necesitar pantanos, que almacenen para los tiempos de la sed y que regulen para los momentos de riadas, vamos a tener que replantearnos llevar agua habrá cada vez menos y repensar nuestros trasvases. Debíamos hacerlo y cuanto antes. Pero los políticos están en berrea electoral. Y no para pensar en España.
A. P. Henares.