03 abril, 2007

IRÁN ¿GUERRA A LA VISTA?

Me sorprenden llamadas de programas radiofónicos preguntando si la guerra empezará esta tarde o es más bien para mañana. Dura es la vida del presentador que tiene a diario que mantener en vilo a su audiencia. El no pasa nada es una ruina mediática.
En y entorno a Irán están pasando todos los días cosas inquietantes, aunque las apuestas por un guerra inmediata van muy flojas. Los demócratas americanos que se desviven por dar al traste con la presencia militar en Irak apenas si se ocupan de la posibilidad de una acción contra el vecino persa. En todo caso debe quedar claro que el uso de fuerzas terrestres es físicamente imposible. Están al borde de la extenuación. Necesitarían muchas más en Irak para conseguir algo que se parezca al éxito, pero no las hay. Cualquier especulación se refiere por tanto a un ataque aéreo para destruir las más importantes instalaciones del programa nuclear. No tantos como en Europa pero muchos en Estados Unidos consideran que los efectos sería peores que los que Irak ha deparado. Una locura, pues. Pero a diferencia de lo que sucede en esta orilla del Atlántico los americanos son prácticamente unánimes respecto a las intenciones de los ayatolás y las consecuencias que tendría la realización de sus propósitos.
La república islámica quiere la bomba y Estados Unidos no puede coexistir con un Irán nuclear. ¿Cómo se concilian esas dos convicciones con la oposición, relativa, a intervenir militarmente? La clave está en el tiempo. Afortunadamente, dicen, al programa iraní le queda un largo camino por recorrer y mientras tanto pueden suceder muchas cosas. Aquí ya surgen las discrepancias, como en todo lo que concierne al futuro, fuente de infinitos errores y escasos aciertos, la mayoría por pura casualidad.
A finales del verano Irán obtuvo un primer logro en sus denodados esfuerzos por enriquecer uranio, que es por ahora la gran manzana de discordia contra la que hay ya dos resoluciones condenatorias, con sanciones incluidas, del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, la segunda el 24 del pasado Marzo. 164 centrifugadoras trabajando en cascada han dado los primeros gramos de uranio de un 4% de pureza. Eso es el doble de lo que se necesita como combustible para las centrales energéticas pero muy lejos del 80% imprescindible para la fabricación de una bomba. ¿Demuestra esto que mienten al decir que el programa es meramente civil? Teóricamente no, pues a efectos de investigación el tratado de No Proliferación Nuclear del que Irán es signatario –y violador en otros aspectos- permite sobrepasar los límites propios de un combustible de uso civil. Pero es un éxito importante en la búsqueda de la independencia tecnológica. Téngase en cuenta que las centrifugadoras son de fabricación propia. En diciembre instalaron en Natanz, uno de sus principales centros públicamente conocidos, otras tres mil máquinas, luego pueden tener unas 18 cascadas en funcionamiento. Eso que se sepa, porque se lo dejan ver un día sí y otro no a los inspectores de la Agencia Internacional para la Energía Atómica de Naciones Unidas. Pero nadie duda que tras el programa semipúblico tiene que haber otro clandestino.
A partir de lo que sabemos con certeza se puede elaborar un calendario hipotético, en el supuesto, ciertamente difícil, de que con ayuda o por medios propios consiguieran ir resolviendo todos los problemas técnicos que se le presentarán sobre la marcha. Según ese calendario, a finales de este año habrán dominado el proceso de enriquecimiento y un año más tarde habrán conseguido 13 kg de uranio de calidad armamentística, lo que les permitiría en otros seis meses, a mediados del 09, disponer de una bomba atómica o de fisión bastante rudimentaria, sobre la base de que ya cuentan con un diseño efectivo. En esa hipótesis “ideal” para los propósitos de Teherán, una producción autóctona de plutonio, material de los artefactos propiamente nucleares o de fusión, no la alcanzarían hasta el 2013.
Esos son plazos mínimos. Probablemente sean más largos. Luego hay tiempo. Pero tiempo es lo que quieren los islamistas chiíes y a ello dirigen todos sus esfuerzos diplomáticos. Y no deben equivocarse cuando piensan que trabaja a su favor. A medida que avancen en su programa será cada vez más difícil destruírselo. Mejores defensas antiaéreas, mejores protecciones pasivas como profundos túneles en indestructibles montañas, mayor dispersión de un número más grande de instalaciones, todo lo cual, ya hoy día, es un preocupante hecho.
Las esperanzas de los que no se engañan respecto a la enormidad de lo que está en juego se basan más bien en la evolución interna. El régimen no es en absoluto popular. Los iraníes miran por encima del hombro a sus vecinos y se identifican con el oeste. Islámicos más o menos lo son todos pero los fervores revolucionarios los conservan pocos. La desastrosa política económica, incluidos los costes de la absoluta prioridad atómica, no hace más que empeorar la situación. Pero el régimen es muy duro, como todos los totalitarios. Su misma doctrina fundacional prescinde del apoyo popular, como los bolcheviques despreciaban la incapacidad revolucionaria de la clase obrera. También aquí hay una vanguardia del islamariado con derecho exclusivo al mando que se considera instalada en el lado vencedor de la historia ¡Todo el poder para los curas! Taparse los ojos no cambia las cosas.
Manuel Coma La Razón.

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