¡AGUA VA!
Estos días el río Ebro inunda tierras navarras, amenaza las aragonesas y vacía en el Mediterráneo cerca de 3.000 toneladas de agua por segundo, lo que equivale a dos barcos como el Prestige por minuto.
Unos pocos Prestige regarían las sedientas huertas valencianas y murcianas. Con un canal, las tierras secas rebosarían frescor, y esa agua, como las grandes obras interregionales, reforzaría la pertenencia a un país solidario.
El trasvase es una vieja idea. De Primo de Rivera, del socialista Indalecio Prieto durante la República, e incluso de Franco, tras el cual fue tomada por los presidentes demócratas Felipe González y José María Aznár.
Esquerra Republicana de Cataluña odia la cohesión que crean esas obras que unen territorios, que construyen España. ¡Españoles, no!. Sólo nos valen para reclamar y absorber lo que nos interese. Esa es la principal base ideológica de ERC.
Por eso se opuso al trasvase del Ebro, que se iniciaría en la desembocadura con sobrantes, y sin daños para nadie. Y como tenía poder sobre el Gobierno del PSOE en Cataluña y toda España, exigió paralizar la obra. Fue su labor de destrucción del país.
Pero para disimular ese objetivo de sus aliados, el Gobierno ZP reavivó y amplió los localismos de otras regiones, especialmente de Aragón. No al trasvase. Necesitamos todo el Ebro.
Sin embargo, se permitía que unos supuestos ecologistas impidieran ampliar adecuadamente el pantano navarro-aragonés de Yesa, que podía surtir de agua grandes áreas de ambas regiones.
Ni comer ni dejar comer, siempre en la estela de ERC. Como con el Estatuto andaluz, que inventó sentimientos nacionales para disimular la aparición de la nación catalana en el Estatuto.
Nadie se opuso a los pantanos de Franco porque este país está lleno de medrosos ante los violentos como aquel general, pero que con los débiles son agresivos.
Ahora, si las obras públicas y la solidaridad construyen un país como España, dos Prestige por minuto están destruyéndolo. Que es de lo que se trataba.
Manuel Molares.
Unos pocos Prestige regarían las sedientas huertas valencianas y murcianas. Con un canal, las tierras secas rebosarían frescor, y esa agua, como las grandes obras interregionales, reforzaría la pertenencia a un país solidario.
El trasvase es una vieja idea. De Primo de Rivera, del socialista Indalecio Prieto durante la República, e incluso de Franco, tras el cual fue tomada por los presidentes demócratas Felipe González y José María Aznár.
Esquerra Republicana de Cataluña odia la cohesión que crean esas obras que unen territorios, que construyen España. ¡Españoles, no!. Sólo nos valen para reclamar y absorber lo que nos interese. Esa es la principal base ideológica de ERC.
Por eso se opuso al trasvase del Ebro, que se iniciaría en la desembocadura con sobrantes, y sin daños para nadie. Y como tenía poder sobre el Gobierno del PSOE en Cataluña y toda España, exigió paralizar la obra. Fue su labor de destrucción del país.
Pero para disimular ese objetivo de sus aliados, el Gobierno ZP reavivó y amplió los localismos de otras regiones, especialmente de Aragón. No al trasvase. Necesitamos todo el Ebro.
Sin embargo, se permitía que unos supuestos ecologistas impidieran ampliar adecuadamente el pantano navarro-aragonés de Yesa, que podía surtir de agua grandes áreas de ambas regiones.
Ni comer ni dejar comer, siempre en la estela de ERC. Como con el Estatuto andaluz, que inventó sentimientos nacionales para disimular la aparición de la nación catalana en el Estatuto.
Nadie se opuso a los pantanos de Franco porque este país está lleno de medrosos ante los violentos como aquel general, pero que con los débiles son agresivos.
Ahora, si las obras públicas y la solidaridad construyen un país como España, dos Prestige por minuto están destruyéndolo. Que es de lo que se trataba.
Manuel Molares.
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