03 abril, 2007

EL SUEÑO DE OLGA "VALE YA".-

“¿Ditinotroqué?”, exclamó con gesto de asco, tan inclinada hacia delante que sus ojos apenas podían mirar al Juez.Don Javier suspiró. Sin elevar la voz repitió casi deletreando:
“Dinitrotolueno y nitroglicerina, nitroglicol y nitrato amónico. No era Goma 2 ECO. Usted debería intentar averiguar qué explotó, de dónde salió, quién lo puso. ¿No cree?”
Nunca antes le había llamado a su despacho. Parecía sombrío y serio. “Señor, la mochila de Vallecas tenía…”- “Señora, no la vieron tras cuatro registros, no sé cómo llegó a esa Comisaría, ni por qué tenía una bomba que no podía explotar y una tarjeta innecesaria que parecía la tarjeta de visita de Zougam. Ni entiendo por qué el moro ese no salió corriendo cuando oyó las noticias. Pero aunque lo entendiese, lo que había en la mochila no era lo que explotó en los trenes, sino Goma 2 ECO. ¡Sin nitroglicerina ni dinitrotolueno!”- “Sin… nini… trini…
Pero eso no estaba… en los análisis, y… Manzano dijo…”-
“¡No hicieron análisis en tres años!”-
“Pero… en la Kangoo…Sánchez Manzano dijo…”, balbuceó la Fiscal.-
“No sé qué había en la Kangoo. Los policías no se aclaran entre ellos. ¡Ni con el perro!
Pero en la furgoneta apareció Goma 2 ECO. ¡Sin nitroglicerina ni dinitrotolueno! ¿Entiende? ¡Analizaron todo menos lo que explotó en los trenes!Olga abrió la boca y miró al Juez por encima de las gafas: con su miopía, era como no mirarle. “Tenían Goma 2… en las mochilas, y luego la pusieron… en el AVE… y en Leganés…”
“Señora Fiscal, el atentado del AVE se parece al de Atocha como un huevo a una castaña. Y lo de Leganés… Ya hablaremos. ¡Pero al menos póngase de acuerdo consigo misma! ¿Llegaron por un rastreo a las cuatro o un tiroteo a las cinco? Y después lo discute con Sánchez Manzano, que a las 12 ya sabía que tenía función en Leganés. Hablaremos de eso…Pero ahora dígame: ¿qué explotó allí?
Dio un respingo sonriendo como una niña que acierta una adivinanza, y casi saltó al gritar “¡Goma 2 ECO, Señoría!”- “¡Muy bien! Y la Goma 2 ECO, ¿Tiene dinitrotolueno y nitroglicerina?- Ni…ninito…
¿Cómo… dice, Señor?-
¡Necesito pruebas! El arma del crimen, una imagen, un testimonio fiable, una huella en el lugar del crimen… ¡Algo! Lleva seis meses explicando que desde unos teléfonos se llamaba mucho a otros, que los policías no se enteraban ni de lo que oían, que algunos iban a la mezquita y hablaban de Yihad. ¡Quiero saber quién preparó las bombas, con qué explosivo, quién las puso y por qué desde ese día unos cuantos agentes hacen cosas muy raras! ¡Su trabajo no es defender policías, Señora, sino buscar pruebas! ¿No ponía eso en el temario de la oposición? ¿No quiere saber quién mató a tanta gente? ¿Y por qué hay policías que lo intentan ocultar?
La mirada de Olga estaba perdida, su boca abierta e inmóvil, salvo por un imperceptible temblor en el grueso labio inferior. De las últimas palabras, solo escuchó lo de “mató a tanta gente”. Imaginó portadas de periódicos con grandes letras, y recordó aquella tarde ante el Tribunal de Oposición, la sonrisa de los jueces, amigos todos de su familia… Pero entre ellos vio el rostro severo del Fiscal Jefe, que tanto le gritaba últimamente, y empezó a temblar…
“¿Me oye? ¿Me escucha usted? ¡Roberto! ¡Roberto!”El auxiliar entró sin llamar, como siempre que la voz del Juez reflejaba premura.- “Llévese a esta mujer, que le ha dado un patatús. Llame a un médico si quiere, pero no quiero verla”. Al cogerla del brazo, pareció responder mecánicamente, y salió del despacho como una ciega guiada. Don Javier apretó una tecla del ordenador, y sonaron de inmediato las notas del más sobrio cuarteto de cuerda del genio de Bonn. Volvió en seguida el ayudante. “¿Algo más?”.
“Sí, Roberto. El Tribunal ha preparado esta lista de citaciones. Las de Rubio, Manzano, Rancaño… la de Ruiz y… esta dos... no las curse aún. Debo prepararlo. Eso es todo”.
Roberto miró la lista. “La que se va a liar, Señor...”
“Se lió hace mucho, Roberto. Ahora, a desliarlo”. Ambos sonrieron.
Olga se miró en el espejo de la salida. Le colgaba la toga como a un fantasma. Las gafas, enormes, parecían crecer. En la pared, un calendario anticuado marcaba unos números: “2 04 07”. “Dos más cuatro, seis, más siete, trece. ¡Mala suerte! ¡Lo que tengo hoy solo es mala suerte!”. Se volvió a mirar: “toga… nunca llevo toga fuera de… y este espejo...“.
Despertó de golpe. Casi eran las siete. En el enorme calendario sobre su mesilla se leía “02 04 2007”. ”Dos más cuatro, seis, más dos ocho, más siete quince”. ¡No tendré mala suerte! ¡Ha sido un sueño! ¡No tengo que preocuparme! Y se acurrucó en la cama esperando el sueño entre cálculos…
Asís Tímermans.

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