Argentina estuvo a punto de implicar a España en el conflicto de las Malvinas, al enviar a Gibraltar un grupo de buzos para hundir navíos de guerra británicos en el Peñón.
Fue una operación digna de novela de espionaje, con protagonistas absolutamente improbables para la época (1982, plena dictadura militar): montoneros -guerrilleros de izquierda- coordinados por un ex oficial de la Armada, uno de los cuerpos que más duramente reprimió durante el gobierno militar (1976-1983).
El episodio nunca fue reconocido oficialmente, pero en 2003 el cineasta español Jesús Mora consiguió que quienes entonces eran presidente del gobierno español, Leopoldo Calvo Sotelo, y jefe de la Armada argentina, almirante Jorge Anaya, confirmasen la existencia de la 'Operación Algeciras', título que Mora dio a su documental.
Mora logró localizar al principal protagonista de la historia, y a través de su testimonio y de otras fuentes reconstruir la peripecia de un comando integrado por tres montoneros y un ex teniente de navío al servicio del espionaje argentino.
Máximo Nicoletti, personaje central de la película de Mora, parecía predestinado a jugar un papel como el que le cayó en suerte en la 'Operación Algeciras': su padre fue buzo táctico italiano durante la segunda guerra mundial.
De su progenitor heredó la profesión y el gusto por la aventura; militante de la izquierda peronista, en la clandestinidad entre 1972 y 1977, en 1975 colocó un explosivo que dañó seriamente el destructor de la armada argentina 'Santísima Trinidad'.Detenido tras el golpe militar de 1976, fue internado en la tristemente célebre Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA), donde su inusual perfil llamó la atención de algún oficial.Esto y el hecho de que se ofreció a colaborar con los militares le permitió salvar la vida y salir del país hacia Miami, donde estaba el 2 de abril de 1982, cuando Argentina invadió Malvinas.
Una llamada telefónica lleva a Nicoletti inmediatamente a Buenos Aires, donde la Marina le propone encabezar un grupo que se traslade a España y vuele algún barco británico en Gibraltar, desde donde en esos momentos estaba saliendo la expedición británica que pretendía recuperar Malvinas.
No es la primera misión de esta naturaleza que le encargan: en 1978, durante el conflicto argentino-chileno por el Canal del Beagle, le habían pedido que estudiase la posibilidad de un atentado similar, que no llegó a realizarse porque la gestión papal puso fin al diferendo.
No fue el caso en 1982: los esfuerzos mediadores de Juan Pablo II fracasan y, el 11 de abril de 1982, Nicoletti llega a España con otros dos ex guerrilleros, a los que llama 'Diego el pelao' y 'El Marciano', que ya habían colaborado con él en el ataque al 'Santísima Trinidad'.
Viajan con pasaportes falsos -fabricados por los montoneros- al mando de un agente del espionaje, el ex-teniente de navío Héctor Rosales; saben que, si son detenidos, no tendrán apoyo y que muy seguramente serán considerados guerrilleros izquierdistas.
'Mis instrucciones -declaró años después el almirante Anaya a Jesús Mora- eran que no hiciesen nada que pudiera perjudicar a España y atacar sólo buques de guerra bajo pabellón británico'.
Un contacto de la embajada argentina en Madrid les proporciona los explosivos y viajan hacia el sur; se ponen a trabajar, observando las rutinas en la base británica en Gibraltar.'Cada vez que veíamos un potencial objetivo, Héctor telefoneaba a Buenos Aires a pedir autorización. El 2 de mayo entraron en el puerto una fragata misilera y un buque de transporte militar, pero no nos dieron luz verde porque en aquel momento estaban negociando', recordó Nicoletti.
Sin embargo, esa misma noche el submarino nuclear británico 'Conqueror' hundió el crucero argentino 'General Belgrano', causando la muerte de 323 marinos.
El 30 de mayo, España ingresa en la OTAN; ese mismo día, una corbeta británica entra en el puerto de Gibraltar y los saboteadores argentinos deciden actuar al día siguiente.Pero la misma mañana del previsto atentado son detenidos por la policía española... por casualidad: buscaban a unos atracadores de banco argentinos y el hecho de que hubieran alquilado tres vehículos y renovasen el alquiler semana a semana les había hecho sospechar.
Y, sin embargo, las autoridades españolas estaban al cabo de la existencia del comando, según el periodista británico Nigel West, autor del libro 'La guerra por las Falklands' (Malvinas).
Según West, el espionaje británico interceptaba las comunicaciones entre la embajada argentina en Madrid y la cancillería en Buenos Aires, y así sabían de la existencia del complot, aunque ignoraban los detalles: participantes, identidades, donde estaban alojados o cuándo iban a actuar.
Tras mucho debatirlo, informaron a las autoridades españolas, pero no está claro que el aviso se convirtiese en búsqueda operativa.
Este extremo no pudo ser confirmado porque 'cuando estaba preparando la película -dijo a Efe Jesús Mora-, el entonces director de la Policía, Agustín Díaz de Mera, se negó a darme información, y simplemente alegó que la operación nunca existió'.
'Pero -añadió- había localizado a algunos policías que participaron en ella, y hablé con ellos; es más, Calvo Sotelo me contestó por escrito: 'tengo memoria de aquel incidente, que se resolvió satisfactoriamente, pero que pudo ser muy grave''.
Claro que debía recordarlo: según Nicoletti, salieron de Málaga en el mismísimo avión en que Calvo Sotelo regresaba a Madrid tras un mitin de UCD en Málaga ... dejando en tierra a los escoltas que cedieron sus asientos al comando argentino.
De allí, viajaron a Canarias acompañados por los policías y, ya solos, siguieron viaje Tenerife-Buenos Aires; para salir de España, utilizaron los mismos pasaportes falsos con los que habían entrado.
El incidente se saldó a satisfacción de todos: los argentinos porque, aunque no lograron su objetivo, no se vieron envueltos en ningún escándalo; para los españoles, porque evitaron problemas con sus recién estrenados socios en la OTAN sin tener que enfrentarse con sus hermanos latinoamericanos.
¿Y los británicos? Según West, felices también porque consiguieron salvar -y seguir utilizando durante un tiempo- su fuente informativa dentro de la embajada argentina en Madrid.Para el almirante Anaya si la 'Operación Algeciras' hubiera funcionado, nadie hubiese culpado a Argentina: 'Todos habrían sospechado de la Unión Soviética, de los islámicos del Líbano o de Gadafi'.
Noticias Terra.
Fue una operación digna de novela de espionaje, con protagonistas absolutamente improbables para la época (1982, plena dictadura militar): montoneros -guerrilleros de izquierda- coordinados por un ex oficial de la Armada, uno de los cuerpos que más duramente reprimió durante el gobierno militar (1976-1983).
El episodio nunca fue reconocido oficialmente, pero en 2003 el cineasta español Jesús Mora consiguió que quienes entonces eran presidente del gobierno español, Leopoldo Calvo Sotelo, y jefe de la Armada argentina, almirante Jorge Anaya, confirmasen la existencia de la 'Operación Algeciras', título que Mora dio a su documental.
Mora logró localizar al principal protagonista de la historia, y a través de su testimonio y de otras fuentes reconstruir la peripecia de un comando integrado por tres montoneros y un ex teniente de navío al servicio del espionaje argentino.
Máximo Nicoletti, personaje central de la película de Mora, parecía predestinado a jugar un papel como el que le cayó en suerte en la 'Operación Algeciras': su padre fue buzo táctico italiano durante la segunda guerra mundial.
De su progenitor heredó la profesión y el gusto por la aventura; militante de la izquierda peronista, en la clandestinidad entre 1972 y 1977, en 1975 colocó un explosivo que dañó seriamente el destructor de la armada argentina 'Santísima Trinidad'.Detenido tras el golpe militar de 1976, fue internado en la tristemente célebre Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA), donde su inusual perfil llamó la atención de algún oficial.Esto y el hecho de que se ofreció a colaborar con los militares le permitió salvar la vida y salir del país hacia Miami, donde estaba el 2 de abril de 1982, cuando Argentina invadió Malvinas.
Una llamada telefónica lleva a Nicoletti inmediatamente a Buenos Aires, donde la Marina le propone encabezar un grupo que se traslade a España y vuele algún barco británico en Gibraltar, desde donde en esos momentos estaba saliendo la expedición británica que pretendía recuperar Malvinas.
No es la primera misión de esta naturaleza que le encargan: en 1978, durante el conflicto argentino-chileno por el Canal del Beagle, le habían pedido que estudiase la posibilidad de un atentado similar, que no llegó a realizarse porque la gestión papal puso fin al diferendo.
No fue el caso en 1982: los esfuerzos mediadores de Juan Pablo II fracasan y, el 11 de abril de 1982, Nicoletti llega a España con otros dos ex guerrilleros, a los que llama 'Diego el pelao' y 'El Marciano', que ya habían colaborado con él en el ataque al 'Santísima Trinidad'.
Viajan con pasaportes falsos -fabricados por los montoneros- al mando de un agente del espionaje, el ex-teniente de navío Héctor Rosales; saben que, si son detenidos, no tendrán apoyo y que muy seguramente serán considerados guerrilleros izquierdistas.
'Mis instrucciones -declaró años después el almirante Anaya a Jesús Mora- eran que no hiciesen nada que pudiera perjudicar a España y atacar sólo buques de guerra bajo pabellón británico'.
Un contacto de la embajada argentina en Madrid les proporciona los explosivos y viajan hacia el sur; se ponen a trabajar, observando las rutinas en la base británica en Gibraltar.'Cada vez que veíamos un potencial objetivo, Héctor telefoneaba a Buenos Aires a pedir autorización. El 2 de mayo entraron en el puerto una fragata misilera y un buque de transporte militar, pero no nos dieron luz verde porque en aquel momento estaban negociando', recordó Nicoletti.
Sin embargo, esa misma noche el submarino nuclear británico 'Conqueror' hundió el crucero argentino 'General Belgrano', causando la muerte de 323 marinos.
El 30 de mayo, España ingresa en la OTAN; ese mismo día, una corbeta británica entra en el puerto de Gibraltar y los saboteadores argentinos deciden actuar al día siguiente.Pero la misma mañana del previsto atentado son detenidos por la policía española... por casualidad: buscaban a unos atracadores de banco argentinos y el hecho de que hubieran alquilado tres vehículos y renovasen el alquiler semana a semana les había hecho sospechar.
Y, sin embargo, las autoridades españolas estaban al cabo de la existencia del comando, según el periodista británico Nigel West, autor del libro 'La guerra por las Falklands' (Malvinas).
Según West, el espionaje británico interceptaba las comunicaciones entre la embajada argentina en Madrid y la cancillería en Buenos Aires, y así sabían de la existencia del complot, aunque ignoraban los detalles: participantes, identidades, donde estaban alojados o cuándo iban a actuar.
Tras mucho debatirlo, informaron a las autoridades españolas, pero no está claro que el aviso se convirtiese en búsqueda operativa.
Este extremo no pudo ser confirmado porque 'cuando estaba preparando la película -dijo a Efe Jesús Mora-, el entonces director de la Policía, Agustín Díaz de Mera, se negó a darme información, y simplemente alegó que la operación nunca existió'.
'Pero -añadió- había localizado a algunos policías que participaron en ella, y hablé con ellos; es más, Calvo Sotelo me contestó por escrito: 'tengo memoria de aquel incidente, que se resolvió satisfactoriamente, pero que pudo ser muy grave''.
Claro que debía recordarlo: según Nicoletti, salieron de Málaga en el mismísimo avión en que Calvo Sotelo regresaba a Madrid tras un mitin de UCD en Málaga ... dejando en tierra a los escoltas que cedieron sus asientos al comando argentino.
De allí, viajaron a Canarias acompañados por los policías y, ya solos, siguieron viaje Tenerife-Buenos Aires; para salir de España, utilizaron los mismos pasaportes falsos con los que habían entrado.
El incidente se saldó a satisfacción de todos: los argentinos porque, aunque no lograron su objetivo, no se vieron envueltos en ningún escándalo; para los españoles, porque evitaron problemas con sus recién estrenados socios en la OTAN sin tener que enfrentarse con sus hermanos latinoamericanos.
¿Y los británicos? Según West, felices también porque consiguieron salvar -y seguir utilizando durante un tiempo- su fuente informativa dentro de la embajada argentina en Madrid.Para el almirante Anaya si la 'Operación Algeciras' hubiera funcionado, nadie hubiese culpado a Argentina: 'Todos habrían sospechado de la Unión Soviética, de los islámicos del Líbano o de Gadafi'.
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