11 julio, 2007

11 DE JULIO DE 2002.-






PEREJIL: UN REGALO DE BODAS.
Aterrizo por primera vez como periodista en Marruecos el 11 de julio de 2002. La celebración al día siguiente del matrimonio entre el rey Mohamed VI y Salma Benani me sirve de ejercicio práctico antes de incorporarme como corresponsal en Rabat. Pero lo que va a ser un poco de folclore monárquico acaba convirtiéndose en el peor incidente entre España y Marruecos desde la invasión del Sahara Occidental con la Marcha Verde en 1975.
Madrid y Rabat ya andaban a la gresca desde hacía meses, pero, aún así, se cursa una invitación privada a la Familia Real Española para la boda del Soberano alauí. Todo estaba dispuesto para responder de manera negativa. El embajador, Fernando Arias-Salgado, entregaría en el palacio real un regalo enviado por Don Juan Carlos y Doña Sofía. Él iba a ser el único representante oficial de España en la fiesta del enlace del día 12 de julio.
Pero todo se precipitó en pocas horas. La Guardia Civil de Ceuta avisa a Interior a mediodía del viernes 11 de la entrada de miembros de las Fuerzas de Seguridad marroquíes en el islote Perejil. El agregado de la Benemérita en Rabat, Juan Miguel Castañeda, confirma, por medio del general marroquí Hosni Benslimane, que una patrullera ha desembarcado a una dotación de las Fuerzas Auxiliares y la Embajada pone al tanto de los hechos a Exteriores, Moncloa y Zarzuela.
El embajador de Marruecos en Madrid había sido llamado a consultas en octubre de 2001 por diferencias en asuntos como la pesca y el Sahara. Ante la ausencia de Abdesalam Baraka, el encargado de negocios es convocado en Exteriores, donde le comunican que la entrada en el islote es «un acto hostil».
Nadie cree capaz a Marruecos de llevar a cabo semejante operación sin el consentimiento de Mohamed VI. La pregunta es qué buscaba el Monarca con las relaciones ya deterioradas y a pocas horas de celebrar su matrimonio. «¿Se trataba de una provocación aislada, de un «regalo» de bodas de Mohamed VI o era el comienzo de una reivindicación más amplia de los territorios españoles en el norte de África?», se cuestiona un alto diplomático español. En todo caso «fue una provocación a sabiendas de que iba a originar una crisis y que iba a exigir una reacción», contesta.
NEGATIVA DE MARRUECOS.
No hubo regalo de los Reyes y Arias-Salgado no estuvo en la boda. Las relaciones habían tocado fondo y ni los cauces diplomáticos resisten la crisis. España se enteraba de lo que ocurría en Rabat por los testimonios de otros embajadores como los de Bélgica o Grecia. Es el primero el que mantiene una conversación durante los fastos nupciales con el ministro marroquí de Exteriores, Mohamed Benaissa, que le confirma que una segunda patrullera se dirigía a las islas Chafarinas, de soberanía española, pero que «se dio la vuelta ante la presencia de un buque de la Armada española», según el mismo diplomático.
Marruecos niega en varias notas que el incidente tuviera que ver con Ceuta y Melilla, pero Madrid las rechaza porque se referían a ellas como «las ciudades ocupadas».
En las calles de Rabat se habla del incidente, pero la vida diaria no se ve alterada lo más mínimo. Se convocan algunas manifestaciones delante de la Embajada española que apenas reúnen a varias decenas de personas. Pero en el norte y en la esfera gubernamental la tensión está a flor de piel.
ULTIMÁTUM.
Ante la negativa marroquí a abandonar el islote España presiona y da un ultimátum. Ana Palacio, recién aterrizada en el Ministerio de Exteriores, intenta sobre las tres de la mañana del 16 de julio que Rabat ceda, pero Benaissa deja claro quién manda, como subraya la misma fuente diplomática. «Señora, no voy a despertar al rey para estas cosas».
La noche antes, Palacio llama a consulta a Arias Salgado sin decirle que en pocas horas estaba previsto el despliegue de las tropas españolas en Perejil. No le deja ni esperar a tomar el primer avión de la mañana y el embajador, tras cumplir el protocolo de avisar al Gobierno marroquí, sale de inmediato por carretera hacia Ceuta, donde vive la operación de los boinas verdes.
Entre las autoridades españolas no hay consenso absoluto a la hora de gestionar la crisis. Los hay que se conforman con recuperar el status quo, línea seguida mayoritariamente por Exteriores, pero algunos piensan que se debe jugar más la baza de la soberanía sobre Perejil, como fue la apuesta de Federico Trillo por llevar a cabo la operación de expulsión de los militares marroquíes como legítima defensa.
Francia se desvincula de Madrid y apoya a Marruecos. En los años ochenta, Madrid había cedido a las presiones de Marruecos para no incluir Perejil en el término municipal de Ceuta, pero eso no significa, como explican fuentes de Exteriores, que se hubiera alterado su status. Lo cierto es que el islote ha cambiado de manos – no es exactamente así; esto es simplificar demasiado - en numerosas ocasiones a lo largo de la historia, aunque son los contrabandistas los que más provecho han sacado de él.
Rabat recaba apoyos en la Embajada de Estados Unidos, pero finalmente el que logra deshacer el entuerto a solicitud española es el secretario de Estado, Colin Powell.
Cinco años es quizás el periodo de tiempo necesario para que las cosas hayan cambiado en las relaciones con Rabat y con Washington, pero suficiente también para recordar aquellos días de máxima tensión.
Con la ocupación del islote Perejil el 11 de julio de 2002, las relaciones bilaterales entre España y Marruecos tocaron fondo.
ABC. POR LUIS DE VEGA CORRESPONSAL RABAT.

Quedó clarísimo que, quien izó primero la bandera en la Isla: fueron ellos; aunque, después, se quejaran amargamente, de que los nuestros hiciesen lo propio, tras el desahucio.
FOTOGRAFIAS.-
1.- Suministros a la moruna.
2, 3 y 4.- Diversas fases del desembarco.
5.- Instalados: reinas por un día. La Taifa perejilera. Invasores.
6.- Su bandera: conste en acta.

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