No todas las aves pían o cantan. Las hay que cacarean y graznan. Entre las que se entienden con graznidos no hay obligatoriamente nexos familiares. Graznan los cuervos, los gansos, las grullas y los grajos. Cuervos y grajos son primos hermanos, pero entre una grajilla y un ganso hay la misma diferencia que entre un mastín y un chihuahua. El graznido no es agradable. La RAE establece que es un canto desigual, y como gritando, que disuena mucho al oído. Soy más antiguo que Felipe II y me educaron de niño con normas y consejos que llevo sólidamente arraigados. Siempre respeto y cortesía con las mujeres. Muy carroza todo, pero lo agradecen hasta las feministas. No soy de los que me levanto del asiento del autobús para ofrecérselo a una mujer que viaje de pie, porque no soy usuario habitual del transporte municipal. Siempre que he subido a un autobús en Madrid, me he equivocado de trayecto. Pero esto no viene a cuento y sólo afecta a mi necedad interpretando señales y rutas. Quiero decir que no me gusta faltar el respeto a las mujeres, aunque emitan graznidos. La ministra de Fomento grazna. Más como grulla o ganso que como cuervo, grajo, chova o grajilla. Lo comprobé en la rueda de prensa que dio el día del caos nevado. No dijo nada y aclaró menos. Miraba de un lado a otro -se sentó junto a ella una multitud de funcionarios que no abrieron la boca-, y emitía sonidos y gritos disonantes al oído. El último fue largo y perforante, como el del ánsar recién llegado de los hielos rusos que se topa con una hembra de su especie en las dunas de Doñana. Una hembra conocida anteriormente y con la que existen fuertes lazos de amor y compenetración gansa. Y pasa lo que pasa. El macho que llega alborotado, la hembra que aguarda en la arena, una mirada, un no se sabe qué, un ojo que se cierra, una insinuación de ala, unos andares bamboleantes alrededor de ella, y ¡zas!, lo que el lector se figura. En tal caso, el graznido del ganso mientras experimenta el orgasmío es tan largo como estridente. Pues así se despidió ayer de los periodistas la ministra de Fomento: «¡Cuagggggrrrrr!». Entonces se incorporó, la multitud que la acompañaba en la mesa imitó su gesto y las imprevisiones, ausencia de medios e incompetencia para enfrentarse a una nevada que no fue nada del otro mundo, para otro día. Son ya muchas las meteduras de pata que ha protagonizado la ministra de Fomento y por ello ha adquirido -sabiduría que concede la experiencia- un asombroso magisterio en la interpretación del graznido. Los mismos periodistas presentes en sus comparecencias públicas se asustan y no insisten. Y hay que comprenderlos. Si se le pregunta a una ministra por qué se ha cerrado durante cinco horas el aeropuerto de Barajas y en dónde estaban las máquinas quitanieves, y responde «¡Cuagggggrrrrr!», el informador, por experiencia que tenga, salta de su asiento y huye a toda velocidad del recinto ministerial con rumbo discrecional, casi siempre desconocido. En los últimos meses han desaparecido varios periodistas por esta causa y aún no se han incorporado a sus medios. Pero la conclusión no puede ser otra. Con graznidos o sin graznidos, esta señora se tiene que ir a su casa.
Alfonso Ussía.
Alfonso Ussía.
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