07 agosto, 2007

NI HA ESPERADO A LA INVESTIDURA.-

CRISIS EN EL SOCIALISMO NAVARRO. FERNANDO PURAS DIMITE POR LA DESAUTORIZACIÓN DEL PSOE A SU ACUERDO CON NAFARROA BAI.
VEREMOS A VER LO QUE VOTAN “ESTOS” EN EL PARLAMENTO NAVARRO.
Como era de esperar, el veto del PSOE al acuerdo del PSN con Nafarroa Bai para formar un gobierno de coalición presidido por Fernando Puras ha provocado la dimisión del portavoz y candidato del PSN a la presidencia de Navarra. Así lo ha anunciado el propio Puras tras la Ejecutiva de los socialistas navarros. El que sigue, de momento, como secretario general del partido es Carlos Chivite.
El candidato del PSN a la presidencia del Gobierno de Navarra, Fernando Puras, dimitió como parlamentario y portavoz del PSN en el Legislativo foral tras la decisión de la Ejecutiva Federal del PSOE de vetar un acuerdo de los socialistas navarros con Nafarroa Bai e Izquierda Unida para gobernar Navarra. Puras comunicó esta lunes por la tarde su decisión a la Ejecutiva del PSN, después de que el pasado viernes la dirección del PSOE ordenara a los socialistas navarros que facilitaran con su abstención la investidura de Miguel Sanz (UPN) como presidente del Gobierno de Navarra.
El cargo socialista hizo pública su dimisión en una declaración ante los medios de comunicación en la sede del PSN en Pamplona, sin turno para las preguntas de los periodistas. Puras deja atrás el liderazgo, junto con el secretario general del PSN, Carlos Chivite, de más de dos meses de negociaciones con el resto de fuerzas del Parlamento al frente de su partido, cuya Ejecutiva y Comité Regional apostaron por un Gobierno con NaBai e IUN, una posición que finalmente la dirección federal no autorizó.
Fernando Puras Gil (Tudela, 25 de septiembre de 1954), era portavoz del grupo socialista en el Parlamento de Navarra desde 2004. El 30 de septiembre de 2006 fue nombrado por el Comité Regional del PSN, con un 99 por ciento de votos favorables, candidato del presidencia del Gobierno de Navarra en las Elecciones Autonómicas de 2007.
EN FERRAZ "RESPETAN" LA DECISIÓN DE PURAS.
El PSOE se limitó a expresar su respeto a la decisión del candidato del PSN a la Presidencia de Navarra, Fernando Puras, de dimitir. Fuentes socialistas dijeron a Efe que la dirección federal del partido respeta esta decisión y añadieron que estaba informada de la misma.
El pasado viernes, el Comité Ejecutivo Federal del PSOE decidió dejar en manos de UPN la formación del gobierno navarro y, por tanto, rechazó la pretensión de Puras y del secretario general del PSN, Carlos Chivite, de pactar con los nacionalistas e IU.
Esa decisión levantó críticas en algunos sectores del PSN, que pidieron la dimisión de Puras y Chivite, circunstancia que no contemplaba la dirección federal a tenor del clima en el que transcurrió la reunión que miembros de la Ejecutiva del PSOE mantuvieron el viernes con los dos representantes socialistas navarros. La dirección contaba con que Puras, a pesar de las discrepancias, gestionara el acuerdo de la Ejecutiva Federal y, por ello, el propio secretario de Organización del PSOE, José Blanco, advirtió de que no aceptaría críticas a los máximos responsables del PSN.
EL FUTURO.-
Cualquiera sabe. UPN – siempre contando con que no haya “rebelión” socialista a la hora de la investidura - debe disolver la cámara y convocar elecciones en Septiembre. El País afirma que no debe hacerlo, Luego, si lo hace, acertará. E ir a las elecciones en coalición con CDN. Lo contrario, un suicidio.

AHOGANDO A CEUTA.-

LA REGIÓN TÁNGER-TETUÁN ALBERGA MÁS DE 120 PROYECTOS DE INVERSIÓN.
Aproximadamente 123 proyectos de inversiones por un importe global de 9.500 millones de dirhams fueron aprobados por el Centro Regional de Inversión (CRI) Tánger-Tetuán durante el primer semestre de este año. La región Tánger-Tetuán consolida así su posición de territorio atractivo en materia de inversión con una subida del 62% de depósitos de proyectos de inversiones para la CRI.
Los 123 proyectos por los que se recibe la aprobación de la comisión regional de la inversión están en condiciones de generar, a largo plazo, cerca de 16.000 empleos en los distintos sectores de actividad. El sector del edificio y obras públicas (BTP), que representa un 54% de los proyectos contemplados, llega a cabeza con un importe de inversión total de más de mil millones de dirhams.
El importe de inversión del sector turístico (20% de los proyectos) ocupa el primer lugar con un valor global de 7.385 millones de dirhams. Además del total de la inversión.Los responsables del CRI precisan que en el sector permanece el principal abastecedor de empleos en la región con 12.327 puestos previstos para los proyectos aprobados al primer semestre de 2007. En cuanto al origen de la inversión directa extranjera, los inversores españoles vienen en cabeza con 5.000 millones de dirhams, en particular, a través del proyecto turístico y residencial ‘Laguna Smir’ de la costa norte marroquí que será realizado por el operador inmobiliario Fadesa en las localidades de Rincón y en Castillejos. Por lo que se refiere a la creación de empresas, las mismas fuentes indican que la CRI informó a 821 solicitudes al primer semestre de 2007, lo que representa una subida del 34% con relación al mismo período del año anterior.Por forma jurídica, la SARL sigue siendo la más valorada siempre con un 93% de las creaciones, seguida por las ‘personas físicas’ con solamente un 5por ciento de las creaciones. La distribución por naturaleza de actividad, hace resultar en primera posición el sector de los servicios con un 35,5 por ciento de las empresas creadas. El comercio llega a segunda posición con 29 por ciento, seguido por el BTP (27,5 por ciento) y la industria (con un 6 por ciento).
Jamal Ouahbi. El Faro.

06 agosto, 2007

LA CAÍDA DEL GRAN INCA.-






PIZARRO EN PERU.
La de los incas fue la más avanzada, exquisita y admirable de las civilizaciones prehispánicas. Sus dominios iban de Ecuador a Argentina, y estaban bien comunicados por una vasta red de caminos. Poseía grandes conocimientos de agricultura, arquitectura, medicina, astronomía… y, aunque no conocía la rueda ni la escritura, se atrevía con elaboradísimos relieves y trepanaciones.
Adoraban al sol y se consideraban sus hijos. Eran guerreros implacables y practicaban el comercio con gran aprovechamiento. Los pueblos de América del Sur les temían y ensalzaban a partes iguales, y los que no habían caído bajo su influencia no hubieran tardado mucho en hacerlo.
Pues bien: ese fabuloso imperio, en los confines del mundo conocido, fue conquistado en tan sólo media hora por, exactamente, 180 españoles, al mando de Francisco Pizarro.
Este Francisco Pizarro era el modelo del conquistador de oficio: natural de Trujillo, hijo de un soldado del Gran Capitán, primo de
Hernán Cortés, tenía un carácter intratable. Ya metido en años, supuraba ambición por todos los poros de su piel. La gesta de Pizarro es, junto a la de Cortés, la más grande que jamás haya llevado a cabo un hijo de la Piel de Toro. Cómo pudo hacerlo tan rápido es algo que los historiadores llevan siglos estudiando y discutiendo. El hecho es que, aunque hoy pueda parecer chocante decirlo, Pizarro, a diferencia de su primo de Medellín, llegó tarde a casi todo; hasta a rendir un imperio.
En 1524 Pizarro tenía cerca de cincuenta años y llevaba la mitad de su vida zascandileando por
América. Había navegado por la costa de Colombia con Alonso de Ojeda, y más tarde se apuntó a la expedición de Núñez de Balboa que terminó dando con las costas del Mar del Sur, es decir, del Océano Pacífico, aunque ese nombre se lo terminaría poniendo Magallanes a miles de kilómetros de allí. Sus idas y venidas por el Caribe y la llamada Tierra Firme le habían llevado a fijar su residencia en Panamá, donde llegó a ser gobernador y encomendero de pésima fortuna.
Allí, en el corazón de América, oyó hablar de las fabulosas riquezas de un imperio situado en el Mar del Sur, a no muchas jornadas de viaje de Panamá, en una tierra aún sin explorar. El único que la conocía, Pascual de Andagoya, que había navegado por sus aguas en 1522, la llamaba Birú porque, según parece, uno de los caciques que se encontró atendía por ese nombre. El hecho es que Andagoya, que, como buen vasco, era un poco fanfarrón, no había llegado ni a las puertas del imperio en cuestión. Pero con Birú se quedó; un Birú que, andando el tiempo, se transformaría en Perú. Del cacique nunca más se supo.
Pizarro quería conquistar Birú y hacerse con sus tesoros, que estimaba muchos, muy valiosos y al alcance de la mano. El problema es que estaba sin blanca y no tenía cómo financiar la operación. Se asoció entonces con Diego de Almagro, un trotamundos castellano tan sediento de oro como él, y con Hernando de Luque, cura y capitalista de la expedición.
La primera correría del tándem Pizarro-Almagro por los mares del Sur fue un desastre. Sólo dieron con indios miserables y belicosos. Pizarro casi se muere de inanición varado en una isla – que pasó a llamarse Puerto del Hambre – y Almagro perdió un ojo por una mala pedrada que le arrojó un indio en otro islote, al que bautizó, cómo no, Puerto de las Piedras. Nuestros conquistadores fueron gente osada, pero no muy originales poniendo nombres.
A pesar de todos los sinsabores, no se amilanaron y armaron una nueva expedición. Esta vez el enemigo lo iban a tener en Panamá. Para evitar exponerse a mayores peligros, Pizarro envió al sur una carabela con Bartolomé Ruiz al timón, para tantear el talante de los indios que fuese encontrando. Ruiz capturó a seis de ellos e informó a Pizarro de todo lo bueno que había visto allá abajo, cerca de un puerto llamado Tumbes que, éste sí, pertenecía a los dominios del Inca. Pizarro lo dio por hecho y mandó a Almagro de vuelta a Panamá para reclutar los efectivos necesarios para la conquista. Se quedó esperando en la Isla del Gallo – ahora, Isla Iguana, aunque la conozcamos por Gorgona - frente a la costa del actual Ecuador.
En Panamá habían cambiado las cosas. Pedrarias Dávila, antiguo gobernador, había sido enviado a Nicaragua, y en su lugar el Rey había colocado a Pedro de los Ríos, que no simpatizaba ni con Pizarro ni con su proyecto de conquistar el lejano y medio imaginario Birú. El gobernador retuvo a Almagro y envió dos navíos para recoger a Pizarro y a sus hombres.
Como era de esperar, el trujillano se negó en redondo y, ante los emisarios del gobernador, desenvainó la espada y trazó sobre la arena de la playa una línea, tan recta y tan cortante como el florete que la había dibujado. Acto seguido miró a sus hombres y les dijo con solemnidad: “Por este lado se va a Panamá, a ser pobres; por este otro al Perú, a ser ricos. Escoja el que fuere buen castellano lo que más bien le estuviere”. Trece decidieron ser buenos castellanos, y ricos. Los “trece de la fama”, que en realidad fueron catorce, porque Bartolomé Ruiz también se a apuntó a lo de los incas, aunque hubo de regresar a Panamá a por refuerzos.
Descendieron por la costa hasta Tumbes – ya en Birú - donde fondearon. Para evitar riesgos innecesarios y asegurarse de que los incas ataban a los perros con longaniza, Pizarro envió una avanzadilla al mando de Pedro de Candía, que a su regreso se deshizo vivo rememorando las riquezas que había visto en tierra. Para Pizarro, no había mucho más que discutir. Levó anclas, puso rumbo a Panamá... y de ahí a España, a buscar al Rey para capitular la conquista ante él. Carlos I se encontraba en Italia, coronándose por segunda vez como Rey de Romanos, por lo que fue Isabel de Portugal, la reina, quien firmó las capitulaciones, en Toledo y el 26 de julio de 1529.
La Reina fue generosa. Si ultimaba al Imperio Inca, Pizarro sería gobernador, capitán general, adelantado y alguacil mayor de la Nueva Castilla, que es como se pasaría a llamar Birú al día siguiente de ser conquistado. Para su socio Almagro sólo consiguió la plaza de Tumbes y el título de hidalgo, una puñalada que sería la causa de las desgracias que se abatirían sobre los españoles tras la conquista. Antes de abandonar España, Pizarro pasó por su pueblo para recoger a tres hermanos y a unos cuantos paisanos, cuya lealtad, digamos, sanguínea le sería de gran ayuda en los momentos difíciles.
A finales de enero de 1531 Pizarro estaba de nuevo listo para emprender la última y definitiva expedición. Almagro se quedaba en Panamá reclutando nuevos efectivos, para reforzar a Pizarro cuando éste se encontrase cara a cara con los incas. Bajó con tres naves hasta Tumbes y desembarcó. Allí pudo comprobar dos cosas: una, que Pedro de Candía había mentido como un bellaco: Tumbes, en realidad, era un villorrio innoble y arrasado; y dos, que los incas se encontraban en plena guerra civil. Indagando sobre el terreno, se enteró de que el gran inca Huayna Cápac había muerto y de que sus dos hijos, Huáscar y Atahualpa, peleaban por la corona. La historia de siempre, igualito a lo que sucedía en Europa cuando un rey moría sin testar o testando mal.
La papeleta de Pizarro era de aúpa. Tenía que arrebatar el imperio no a uno sino a dos pretendientes; para colmo, él tenía apenas doscientos hombres y los incas contaban por decenas de miles sus soldados. Por no hablar de que él no tenía ni idea de dónde estaba y los otros combatían en casa. En circunstancias normales – o si hubiera sido francés – Pizarro habría dado la vuelta y esperado a que las tornas cambiasen, o a que otros emprendieran la conquista para, después, arrebatársela. Pero la conquista de América no supo de circunstancias normales y, por suerte para los americanos, no fue cosa de franceses.
Pizarro abandonó Tumbes y se dirigió al interior, donde fundó San Miguel, la primera ciudad española en territorio inca. Atahualpa, que iba ganándole la guerra a su hermano, empezó a inquietarse, y más cuando se enteró de que los barbudos no se detenían ante nada. Vivían del país, es decir, de lo que iban encontrándose por los pueblos, procurando, eso sí, dejarse la retaguardia tranquila.
Fue entonces cuando Atahualpa cometió su primer, único y definitivo error. Envió una embajada a Pizarro con regalos y comida para citarle en la sierra, en la ciudad de Cajamarca. Allá se dirigió el extremeño con todos sus hombres, entre los que se contaban sus hermanos y el joven Hernando de Soto, que había venido desde Nicaragua para participar del botín.
Pizarro aceptó el envite y puso rumbo a los Andes, transitando por los mismos caminos que hacían del Imperio Inca uno de los lugares mejor comunicados de la tierra. A mediados de noviembre llegó a Cajamarca. Atahualpa no estaba muy lejos, a unas pocas millas, a las afueras, esperando que los españoles cayesen en la trampa. La trampa, sin embargo, no era para Pizarro, sino para él; pero eso no podía siquiera imaginárselo. Al día siguiente, el Gran Inca hizo su entrada en la ciudad. Iba en litera de oro, flanqueado por los nobles del imperio y acompañado por unos cuarenta mil indios armados. Casi nada. Para echarse a temblar.
Ante semejante boato, Pizarro no pestañeó. Tenía un as en la manga que iba a descubrir en el último momento. De tantos años que llevaba en América, sabía mucho de los indios. Sabía, por ejemplo, que tenían auténtico pavor a los caballos y a las armas de fuego. Sabía también que, para ellos, el jefe era algo parecido a un dios. Sin jefe no había resistencia, y sin resistencia la victoria estaba garantizada. Estas enseñanzas las aplicó en la encerrona de Cajamarca con el infeliz Atahualpa, que venía muy sobrado a leer la cartilla a los intrusos barbados y gigantones que llegaban del mar.
La comitiva del inca avanzó lentamente hasta detenerse en la plaza principal de Cajamarca. Allí se produjo un breve diálogo; de besugos, naturalmente. Pizarro envió al fraile Vicente de Valverde para que conminase al emperador de los incas a abrazar la fe católica. Atahualpa, más crecido que nunca, tomó el Evangelio y lo tiró al suelo, y pidió a uno de los españoles que le diese su espada. No se dijo nada más. Pizarro dio la orden, y un disparo de falconete marcó la carga de la caballería, al grito de “¡Santiago!”. Dos en uno: pólvora y caballos. La estampida de la indiada fue inmediata. Ninguno había visto un caballo en su vida, y el sonido del falconete era poco menos que ensordecedor para sus virginales oídos.
De las calles colindantes salieron los jinetes, que mataron a todo el que tuvieron a mano menos al Inca, que estaba protegido por Pizarro. “Que nadie hiera al indio so pena de la vida”. Y nadie le hirió. Y así, en apenas media hora, el Hijo del Sol, el Sapa Inca Atahualpa, cayó prisionero de un hidalgo de Trujillo que había recorrido medio mundo con el único objetivo de destronarle.
Pocas veces la suerte ha acudido tan presta en auxilio de la audacia. Era 16 de noviembre de 1532, y el glorioso Imperio Inca, el mismo que había sometido a todas las tribus desde Ecuador hasta Chile, escribía su última línea en la historia.
El Inca ofreció un generoso rescate por su persona: una sala llena de oro y dos llenas de plata. No entraba en los planes de Pizarro soltar al indio, pero a nadie le amarga un dulce, y menos que a nadie a un conquistador español... cuando ese dulce es de oro y plata. Atahualpa satisfizo el rescate, pero no le liberaron: le ejecutaron unos meses después, en la misma plaza donde había sido apresado.
Sólo quedaba apaciguar el país y tomar el “ombligo del mundo”, que es como los incas llamaban a su capital: Cuzco. Las dos cosas fueron hechas con una rapidez inusual entre españoles. En marzo de 1534 Cuzco fue españolizada, y la débil resistencia indígena se volatilizó.
Dos meses antes había llegado a Sevilla la primera remesa de oro peruano: 153.000 pesos, que fueron depositados en el aposento del Rey de la Casa de Contratación. Perú iba a ser el principal proveedor de metales preciosos de la Real Casa durante siglos; un oro que, al decir de Quevedo, “[nacía] en las Indias honrado, donde el mundo le acompaña; viene a morir en España, y es en Génova enterrado”.
Los frutos de la conquista se pusieron de este modo al servicio de la familia Habsburgo, que ni era española ni tuvo nunca intención de serlo, pero que extrajo de España hasta la última gota de su sangre; y aún estamos pagando sus facturas.
El 6 de enero de 1535 Francisco Pizarro en persona fundó, junto a la costa, la Ciudad de los Reyes, más conocida como Lima. Fue el broche final a una campaña que había durado apenas cuatro años.
A la gloria le sucederían la traición y las querellas entre los conquistadores. Pizarro ejecutó a Almagro: le decapitó en la plaza de Cuzco, tras haberle agarrotado con un torniquete. El hijo, Almagro el mozo, se tomó cumplida venganza y asesinó a Pizarro en el Palacio del Gobernador de Lima. Hoy, en ese mismo lugar, se levanta la llamada Casa de Pizarro, que es la sede del Gobierno de la República del Perú, arquetipo de la nación mestiza, legataria de dos imperios, tan de Atahualpa como de Pizarro, tan hispana como americana.
Basado en un trabajo de Fernando Díaz Villanueva.

UN SOÑADOR PARA UN PUEBLO I.-


GENERALIDADES.
Douglas MacArthur (26 de enero de 1880 - 5 de abril de 1964) fue un militar estadounidense condecorado con la Medalla de Honor del Congreso. Actuó como comandante supremo de todas las fuerzas aliadas en el Teatro Suroeste del Pacífico durante la Segunda Guerra Mundial. Aunque perdió las Filipinas durante las fases iniciales de la lucha, lideró con éxito la defensa de Australia y la recaptura de Nueva Guinea, las Filipinas y Borneo. Era el jefe previsto para dirigir la invasión de Japón en noviembre de 1945, por lo que cuando el país se rindió, fue nombrado representante de los aliados en la ceremonia de rendición del 2 de septiembre del mismo año. MacArthur supervisó la ocupación de Japón desde 1945 hasta 1951, y se le atribuye el mérito de los amplios cambios democráticos realizados en el país durante esas fechas.
Lideró las fuerzas de las Naciones Unidas que defendieron Corea del Sur en 1950 - 1951 contra el intento de Corea del Norte de unificar el país por la fuerza. MacArthur fue relevado del mando por el presidente Harry S. Truman en abril de 1951, por sus discrepancias públicas con la política presidencial.
El General MacArthur tomó parte en tres guerras a escala mundial (
Primera Guerra Mundial, Segunda Guerra Mundial y la Guerra de Corea) y llegó a alcanzar el rango de General del Ejército – cinco estrellas - uno de los cinco que lo han ostentado en la historia de los EEUU. El presidente de Filipinas Manuel L. Quezon le nombró Mariscal de Campo de Filipinas en 1937, el único norteamericano que ha ostentado ese rango en toda la historia.
MacArthur es una de las figuras más controvertidas en la historia norteamericana. Profundamente admirado por muchos, que defienden su brillantez
estratégica y táctica, es también criticado por otros tantos que le acusan de un discutible criterio militar y le recriminan sus acciones ostentando el mando, especialmente su desafío al presidente Truman en 1951.
Es el militar más condecorado de la historia de los
Estados Unidos de América.
PRIMEROS AÑOS.
MacArthur nació en
Little Rock (Arkansas), hijo del Teniente General Arthur MacArthur, Jr., condecorado también con la Medalla de Honor durante la Guerra Civil Estadounidense (quien a su vez era hijo del jurista y político Arthur MacArthur, Sr.) y Mary Pinkney Hardy MacArthur, de Norfolk (Virginia). Fue bautizado en la Iglesia Episcopal de Cristo en Little Rock el 16 de mayo de 1880.
En su
autobiografía titulada Reminiscencias, MacArthur escribió que su primer recuerdo era el del sonido de la corneta, y que había aprendido a "cabalgar y a disparar incluso antes de saber leer o escribir - de hecho, casi antes de aprender a andar"
Como muchos
mocosos del ejército, pasó su infancia mudándose de fuerte en fuerte. En su juventud pasó tiempo en Washington DC con su abuelo paterno, el juez Arthur MacArthur, miembro de la escena política de alto nivel de Washington que influenció al joven Douglas.
El padre de MacArthur fue destinado a
San Antonio (Texas) en 1893 Allí, Douglas asistió a la Academia Militar de Texas Oeste (conocida hoy día como T.M.I.—The Episcopal School of Texas), donde destacó como un excelente estudiante. Como hijo de un condecorado con la Medalla de Honor tenía plaza gratuita en la Academia Militar de Estados Unidos en West Point, en la que ingresó en 1898. Fue un cadete brillante, graduado como el primero de su clase (de 93 miembros) en 1903, con unas notas tan altas que solo dos estudiantes las han superado en la historia de la academia (uno de ellos era Robert E. Lee). Su primer destino fue como subteniente en el United States Army Corps of Engineers. Sirvió como ayudante de su padre, destinado por aquel entonces como gobernador general de Filipinas, que aún era una posesión norteamericana.
De
1904 a 1914 fue asignado a tareas de ingeniería en las Filipinas, Wisconsin, Kansas, Michigan, Texas y Panamá. Durante ese tiempo asistió a la Escuela de Ingeniería Aplicada (1906 - 1907), se graduó en 1908 y trabajó en la oficina del Jefe de Ingenieros del ejército.
De
1913 a 1917, MacArthur sirvió en el estado mayor del Departamento de Guerra (predecesor del actual Departamento de Defensa de los Estados Unidos), cumpliendo asignaciones temporales en misiones de inteligencia en Veracruz, México, en 1914. Bajo el mando del general Frederick Funston. MacArthur participó en una misión de reconocimiento de largo alcance tras las líneas mexicanas. Aunque fue citado por su valor y recomendado para la Medalla de Honor, no la recibió, ya que sus acciones habían violado claramente las órdenes recibidas de Funston.
Me hubiese encantado conocerle. Fue un fuera de serie, como militar, administrador marido, padre, ciudadano y persona.
Como militar demostró mucho valor, saber practicar batallas de desgaste en Nueva Guinea, inventó los "saltos de rana", a continuación, En Leyte, le dejó solo la Marina y, casi, le zurran la badana. En Japón, como Administrador, puso las bases - bien sólidas - para el Japón moderno. En Inchón realizó un desembarco magistral - en mares de 10 metros de carrera de mareas - y supo aprovechar - explotar - el éxito, deshaciendo al Ejército Norcoreano. No ganó en Corea, porque no se lo permitieron; el río Yalú - la frontera con China comunista - siempre fue una barrera politicamente infranqueble.
Y es verdad: los grandes generales - y él lo fue - no mueren, se desvanecen...

UN SOÑADOR PARA UN PUEBLO II.-

PRIMERA GUERRA MUNDIAL.
Durante la
Primera Guerra Mundial, MacArthur sirvió en Francia como jefe de estado mayor de la 42 división de infantería. Tras ser ascendido a brigadier general, se convirtió en comandante de la 84 brigada de infantería, y unas semanas antes de que acabara la guerra, se convirtió en el comandante de la división. Combatiría con su división, entre otras, en las batallas de Saint-Mihiel y la ofensiva de Meuse-Argonne. Durante la guerra, MacArthur recibió dos veces la Cruz de Servicios Distinguidos, siete estrellas de plata, una Medalla de Servicios distinguidos y dos corazones púrpura. "Liderar desde el frente" era una política personal de MacArthur. Le ganó la confianza y el apoyo incondicional de sus hombres, pero le supuso varias heridas de guerra, y debido al hecho de que se negaba a ponerse la máscara antigás hasta que todos sus hombres la llevasen, tuvo problemas respiratorios durante el resto de su vida. En cualquier caso, al final de la guerra era el oficial más condecorado del ejército, y el jefe de división más joven. El general Charles T. Menoher, su predecesor al mando de la 42 división, dijo de él que era el "mayor luchador en el ejército".
PERÍODO DE ENTREGUERRAS.
Como muchos otros oficiales tras la guerra, MacArthur tuvo dificultades para conseguir mantener un empleo en el ejército, lo cual le resultó moralmente devastador. Sin embargo, no fue destituido de su rango en tiempo de guerra, como les ocurrió a muchos; logró conservar su estrella de general, gracias principalmente al apoyo recibido del general
Peyton C. March, el nuevo jefe de estado mayor del ejército. MacArthur usó todas las conexiones de su padre para lograr que no lo desmovilizasen. Una de las ofertas que se planteó fue la de convertirse en agregado militar de la Oficina de Asuntos Indios, aunque finalmente la desestimó. En 1919, MacArthur se convirtió en el superintendente de la Academia Militar en West Point, que se encontraba en un estado obsoleto en varios aspectos, y muy necesitada de reformas. MacArthur ordenó cambios drásticos en los sistemas tácticos, atléticos y disciplinarios; también modernizó el plan de estudios, añadiendo asignaturas de artes liberales, gobierno, y economía. De 1922 a 1930 cumplió dos turnos de servicio en las Filipinas, el segundo como comandante del Departamento de Filipinas (1928 - 1930); también cumplió dos turnos como comandante de áreas de cuerpo de ejército en los Estados Unidos. En 1925 fue ascendido a Major General, el más joven existente por aquel entonces, y participó en la corte marcial que juzgó y condenó al brigadier general Billy Mitchell. En 1928, presidió el comité olímpico norteamericano para los Juegos de Amsterdam. Se casó con Henrietta Louise Cromwell Brooks, una rica heredera, el 14 de febrero de 1922; ella tenía dos hijos de un anterior matrimonio. Se divorciaron en 1929.
JEFE DEL ESTADO MAYOR DEL EJÉRCITO.
El presidente
Herbert C. Hoover nombró a MacArthur Jefe de Estado Mayor del Ejército en noviembre de 1930 con el cargo temporal de general de cuatro estrellas. En sus nuevas funciones, tuvo que enfrentarse a duros recortes de presupuesto acompañados por un exceso de alistamientos a causa del desempleo. Una de sus actuaciones más controvertidas tuvo lugar en 1932, cuando recibió la orden de Hoover de usar al ejército para dispersar al "Bonus Army", un enorme grupo de veteranos de la Primera Guerra Mundial sin empleo y con problemas económicos, que habían acampado en la capital con sus parientes y amigos como protesta por la política del gobierno hacia ellos. Convencido de que los manifestantes eran en su mayoría comunistas y pacifistas en lugar de veteranos (llegó a afirmar que solo 1 de cada 10 hombres era realmente un veterano), ordenó a las tropas entrar en el campamento con la bayoneta calada y usando gases lacrimógenos a discreción. En los disturbios subsiguientes, dos veteranos murieron por disparos de arma de fuego, y centenares resultaron heridos de diversa consideración, incluyendo parientes y algunos niños. El presidente Franklin Delano Roosevelt le renovó en el cargo. En octubre de 1935, el ejército norteamericano era el 16º en tamaño del mundo, con 13.000 oficiales y 126.000 soldados. Los principales puntos de actuación de MacArthur en esta segunda etapa fueron sus programas para el desarrollo de nuevos planes de movilización y una reorganización de efectivos a nivel administrativo en cuatro ejércitos distintos, lo que mejoró la eficacia administrativa. Apoyó decididamente el New Deal mediante la creación, desvío de recursos y posterior uso del Cuerpo de Conservación Civil. Así mismo, impulsó y favoreció la carrera de oficiales de gran talento, como George Catlett Marshall y Dwight David Eisenhower.
EJÉRCITO DE FILIPINAS.
Cuando la
Mancomunidad de Filipinas alcanzó un estado de semi-independencia en 1935, tuvo que iniciar la creación de su propio ejército. El presidente de Filipinas Manuel L. Quezon pidió a MacArthur que supervisara la creación del las Fuerzas Armadas de Filipinas como comandante en jefe. MacArthur, tras consultarlo con Roosevelt, aceptó el nombramiento. Quezon había sido amigo suyo cuando su padre era gobernador general. Le presentó dos condiciones para aceptar el cargo: su sueldo y su casa tenían que ser equivalentes a los del presidente. Hay que tener en cuenta que la residencia del presidente de Filipinas, el Palacio de Malacañán, era el lugar donde Douglas pasó su infancia. El palacio era la residencia del gobernador general en tiempos de la dominación española, lo fue también en tiempos del dominio norteamericano, y ha sido la residencia oficial del presidente de la nación hasta el día de hoy. Se decidió albergar a MacArthur y su familia en una suite del famoso Hotel Manila, propiedad del gobierno de Filipinas. Se encontraba ubicado en Manila Bay, al otro lado del parque desde el Club del Ejército y la Armada, el lugar favorito de MacArthur, y estaba convenientemente cerca de la embajada norteamericana. Los contables del gobierno decidieron que la mejor forma de hacer frente al coste de la suite era convertir a Douglas en un empleado del hotel con derecho a residencia, de modo que se le concedió el título honorario de "Director General". MacArthur ignoró la parte que rezaba "honorario" y tomó el control del hotel durante todo el tiempo que vivió en el mismo. Su suite aún existe en el hotel. A pesar del hecho de que Manila fue una de las ciudades más devastadas por las bombas japonesas durante la Segunda Guerra Mundial, el hotel sobrevivió intacto; las fotografías de reconocimiento mostraron durante mucho tiempo una ciudad totalmente arrasada, excepto el Hotel Manila. Al parecer, los pilotos japoneses habían recibido órdenes de no bombardear el hotel como muestra de respeto hacia MacArthur, y una vez completada la conquista de la ciudad, se convirtió en la residencia del gobernador militar japonés. MacArthur dio la misma orden a los pilotos norteamericanos al reconquistar Filipinas. Existe la leyenda de que su suite, con todas las posesiones que tuvo que dejar atrás en su retirada, estaba aún intacta, como si se hubiera marchado el día anterior. Sea o no real la anécdota, MacArthur sentía un tremendo respeto por la tradición del "honor entre guerreros", un rasgo de su carácter que le facilitó la comprensión con los líderes japoneses en los años venideros.
El general no olvidaba sus finanzas. Invirtió fuertemente en la industria y la minería filipinas. Antes de que el
Banco Nacional de Filipinas en Nueva York cerrara después de que los japoneses bombardearan Pearl Harbor, consiguió vender todas sus acciones y cambiar todos sus pesos por dólares. Entre los asistentes de MacArthur en las Filipinas, con el cargo de asesor militar, estaba su viejo amigo Eisenhower. El 30 de abril de 1937, MacArthur se casó con su segunda esposa, Jean Faircloth; tuvieron un solo hijo, y siguieron juntos hasta el día de la muerte de Douglas. Cuando MacArthur se retiró del ejército de los Estados Unidos en 1937, el presidente Quezon le concedió el rango de Mariscal de campo del ejército de Filipinas, el único en su historia. En julio de 1941 Roosevelt le llamó de nuevo al servicio activo en el ejército de los Estados Unidos y le nombró comandante de las Fuerzas de los E.E.U.U. en el Lejano Oriente.

UN SOÑADOR PARA UN PUEBLO III.-




SEGUNDA GUERRA MUNDIAL. "VOLVERE".
Mientras MacArthur mantuvo su cargo de Comandante Supremo de los Estados Unidos en el Lejano Oriente, se vio envuelto con cierta frecuencia en situaciones controvertidas. Una de las más sonadas se dio poco después de iniciarse las hostilidades para los Estados Unidos, cuando desautorizó a su comandante del aire, el general
Lewis H. Brereton, que había pedido permiso para lanzar al ataque a la Fuerza Aérea del Lejano Oriente (Far East Air Force, FEAF) contra las bases japonesas en la cercana Taiwán. MacArthur calificó el plan de "suicidio", y ordenó que los aviones fueran trasladados de inmediato para alejarlos de los ataques nipones; durante el preludio de la invasión japonesa de Filipinas, solo la mitad habían sido trasladados con éxito, y la práctica totalidad de los que quedaban por retirar fue destruida en tierra. El relato de Brereton de los hechos ha sido muy desacreditado, y según Geoffrey Perret, el desastre se debió a un caso de negligencia grave por parte de oficiales de medio nivel, que se retrasaron al preferir el entorno de la Base Aérea Clark.
El
cuartel general de MacArthur en la campaña de las Filipinas de 1941-42 fue la isla fortaleza de Corregidor; su único viaje a la línea del frente en Bataan hizo que empezase a circular el mote despectivo de "Dugout Doug" (el enterrado Doug). Lo cierto es que Corregidor sufría bombardeos casi constantes por parte de las fuerzas aéreas japonesas, hasta el punto en que Manuel Quezon pidió expresamente al general que "no se pusiera a sí mismo en peligro". En marzo de 1942, mientras los japoneses ampliaban su control de las Filipinas, MacArthur recibió la orden directa de Franklin D. Roosevelt de trasladarse a Melbourne, Australia, después de que el presidente Quezon y su esposa ya se hubieran marchado. Tras muchas protestas y vacilaciones, MacArthur, su esposa, su hijo de cuatro años y un grupo selecto de asesores y comandantes subordinados, MacArthur finalmente huyó de Filipinas a bordo de una PT 41 comandada por el entonces teniente John D. Bulkeley, y logró escapar de una intensa búsqueda japonesa en persecución del general norteamericano.
Llegó a la isla de
Mindanao el 13 de marzo, y se embarcó tres días después en un B-17 Flying Fortress; el 17 de marzo llegó al aeródromo de Bachelor, en el Territorio del Norte australiano, desde donde se desplazó a Adelaida en ferrocarril. Su famoso discurso, en el que dijo "Salí de Bataan, y volveré." se pronunció en Terowie, Australia Meridional, el 20 de marzo. Durante este periodo, el presidente Quezón concedió a MacArthur la Estrella de Conducta Distinguida Filipina. Fue nombrado de inmediato Comandante Supremo de todas las fuerzas aliadas en el teatro del Pacífico Sur occidental, y con el fin de eliminar cualquier posible ambigüedad, el primer ministro de Australia, John Curtin, puso a las fuerzas armadas australianas directamente bajo su mando. Por aquel entonces, los australianos formaban el grueso de las tropas disponibles en la zona, complementadas con una pequeña cantidad de norteamericanos, holandeses, y el resto de los Aliados en proporción descendente. Una de las primeras tareas de MacArthur consistió en aumentar la confianza de los australianos, que temían una inminente invasión japonesa. Los combates estaban ya produciéndose predominantemente en la zona de Nueva Guinea y las Indias Orientales Neerlandesas. El 20 de julio de 1942 el cuartel general fue trasladado de nuevo, a Brisbane, al edificio de la AMP Insurance Company (que luego sería rebautizado como MacArthur Central, su nombre actual).
A finales de
1942 llegaron las victorias australianas en la batalla de la bahía de Milne y la campaña de la pista de Kokoda, las primeras de las fuerzas terrestres aliadas contra los soldados japoneses. Cuando se le informó de que muchos oficiales de la 32 división de infantería de los E.E.U.U. (una unidad de la Guardia Nacional movilizada a toda prisa) habían actuado de forma incompetente durante la ofensiva aliada sobre Buna y Gona (las mayores cabezas de playa japonesas en el nordeste de Nueva Guinea), MacArthur ordenó a Robert L. Eichelberger, comandante del I Cuerpo de los E.E.U.U., que tomase el control directo sobre todas las operaciones aliadas en la zona:
Bob, te pongo al mando en Buna. Releva a [Edwin] Harding… Quiero que apartes a todos los oficiales que no vayan a combatir. Releva a los comandantes de
regimiento y batallón; si es necesario, pon sargentos al mando de batallones y cabos al mando de compañías... Bob, quiero que tomes Buna, o no vuelvas vivo... Y eso también vale para tu jefe de estado mayor." En marzo de 1943, la Junta de Jefes de estado mayor de E.E.U.U. aprobó el plan estratégico de MacArthur, conocido como Operación Cartwheel, cuyo objetivo era capturar la base principal japonesa en Rabaul a base de ocupar posiciones estratégicas para usarlas como bases avanzadas. Durante 1944 se modificó el plan general a fin de sobrepasar Rabaul y dejar sitiadas a las fuerzas japonesas fortificadas allí. Inicialmente la mayoría de las fuerzas de tierra eran australianas, pero se incorporó al teatro de operaciones una cantidad cada vez mayor de fuerzas norteamericanas, incluyendo el Sexto Ejército de los E.E.U.U. (también conocido como Fuerza Alamo), y más adelante el Octavo Ejército.
Las fuerzas aliadas, bajo el mando de MacArthur
desembarcaron en la isla de Leyte el 20 de octubre de 1944, cumpliendo su juramento de volver a Filipinas. La posición en el archipiélago se consolidó con la batalla de Luzón tras un fuerte combate, y a pesar de un contraataque masivo japonés en la batalla del Golfo de Leyte. Con la reconquista de las islas, MacArthur trasladó su cuartel general a Manila, con el fin de planificar la invasión de Japón, prevista para finales de 1945. Dicha invasión se anuló a consecuencia de la rendición japonesa tras los bombardeos atómicos sobre Hiroshima y Nagasaki, y en septiembre de 1945 MacArthur recibió la rendición formal de Japón que dio por finalizada la Segunda Guerra Mundial. Recibió la Medalla de Honor por su liderazgo en el teatro del pacífico suroeste. El presidente filipino Sergio Osmeña le condecoró también con la mayor medalla filipina, la Medalla al Valor de Filipinas.