SOLEDADES Y ESPERANZAS.-
SOLEDADES.
Amaneció frío y gris,
Gris plomo y espumas blancas
Amaneció frío y gris,
En el cielo y en su alma.
La tarde fue oscura y parda,
Anuncio de noche mala
Completa de soledades
En la calle y en su casa.
Cuando la tarde ya cae,
Los blancos espurgabueyes
Acantilados de roca,
volaban a sus murallas.
Y un oscuro pescador,
negro, retinto y de fragua,
Sin ganarse su soldada
Con prisa se retiraba.
Tan triste como cetrino,
Las olas en su mirada,
Pensó que no hay que insistir
Cuando el sol ya se ocultaba.
Y la tarde se hacía noche
En el reloj y en el ánima
Cuando aquel hombre, agobiado,
No acertaba a disfrutarla.
La noche se hacía mas negra
Y entre el rugir del levante
El silencio le atenaza;
Zahara, ciudad callada.
Todos parece que duermen,
Ni un amigo en lontananza,
Y es que el que no descansa
Se hace el muerto desde casa.
El temporal se acrecienta,
Las nubes se deshilachan,
Parece que las paredes
Niegan sostener la casa.
Ve de lejos un pesquero.
Apenas si mueve y anda,
Cabecea desesperado entre
Espuma y olas largas.
Y no solo cabecea,
Escora, se inclina, marcha,
Dándole la amura al tiempo
El pantoque muy en alza.
Ruge el viento, llueve el alma
Tristeza de sal y plata,
Que ningún amigo llega
A tranquilizar su alma.
Braman, discuten, no callan,
Amenazan, te soslayan,
Inventan historias largas
Mentiras de noche mala,
En tanto el hombre en su casa
De la soledad hace escamas
Y se le balancea el alma
Midiendo cada palabra
como si no hablase solo,
Tal que si ella le escuchara
Tal que si fuese un discurso
Tal que conservase el alma.
Alma aburrida, cansada,
Desesperada, humillada,
Por tanta y tanta mentira,
Por tanto y tanto canalla.
Tiembla la fe de un cristiano,
Desvanece su esperanza,
Quiere manejar su vida,
Como otros manejan ánimas.
Viernes Santo de una vida,
Que había sido complicada,
Por querellas intestinas
E incomprensiones ajadas.
Tras de si cincuenta años,
De soñadoras jornadas,
Románticas tibias tardes,
Lunas de levante en calma
Solo en su alma soñadas,
Mentiras de niño chico,
Reacciones emocionadas
De un corazón deprimido
Por una hembra lejana,
De la que no sabe nadie
Qué siente, ni qué le pasa,
Si es que se gusta a si misma,
Como es su vida pasada,
Si ha triunfado,
O fracasado,
Ni si está enamorada.
Añoranzas de otras noches
De poniente y luna clara,
En las que se ve una costa
Que parece muy lejana.
Luces de Tánger; al frente
Espartel y Malabata.
El Yebel Kebir, grandioso,
Torre Gracia, enamorada.
Parece que el Yebel Musa,
"Coronao" de nube alba
Quiere tenderle la mano
Al vetusto cabo Plata,
Que hoy sufre el embate fuerte
De las olas asustadas
Al observar fariseos
Rompiendo las esperanzas,
De un hombre que llora solo
Su existencia solitaria.
Tenga compañía, o no,
La noche será callada.
Y el hombre sigue velando,
La noche, la noche mala,
Sin asomarse al balcón
Sin ver a su estrella alzada.
Lúgubre noche andaluza,
Ventosa, oscura, callada,
Tristezas entre poetas
Porque el Estrecho separa
Y el hombre, desanimado,
Ni se atreve a suponer
Que ella está al otro lado,
Que ella le espera encantada,
Que pendiente de un cometa
Está la estrella lejana.
Un Corazón que encalló:
Hileros de la esperanza.
En su desesperación
Ni siquiera se percata
De que por una ventana
Llega una rayita blanca.
No quiere amanecer
No desea otra jornada
" Si por mi fuese, esta vez,
Que venga ahora la Parca".
Porque bien está la noche
Oscura, triste, callada.
Mas triste es pasar el día
Sin ninguna esperanza.
Que aunque brille fuerte el sol
Aunque la luz sea muy blanca,
"Que si ella no está a mi lado.
Mejor que llegue y me vaya".
ESPERANZAS.
Sonidos y sentimientos,
Se entremezclan por milagro.
Las campanas de la Gloria
Repican a cielo abierto.
Era una mañana azul,
Ni tres nubes en el cielo,
Los cirros se desvanecen
Cuando repica el teléfono.
Y aquel hombre resucita,
Ya no tocan mas a muerto
Que la estrella de las aguas,
Ha hablado, claro y concreto.
Ha dicho lo que él quería
Y lo ha hablado por derecho
Con el estilo de siempre
Con su corazón, deshecho.
Deshecho por una vida,
Tormento y desasosiegos,
Sacrificios ganan Gloria,
Ejemplo a quien quiera verlo.
Qué bonita es, ya, la vida,
Llena de ilusión, deseo,
Esperanzas, realidades,
Recuerdos de viejos miedos.
De los que se olvida el alma
Satisfecha por los hechos.
Que ya no estamos soñando,
Que el que quiera puede verlo.
Sorpresas de treinta años,
Maldades de buen muchacho,
Quien, herido en su amor propio,
Reaccionó, siempre, a destiempo.
Atlante, emocionado,
Cruza el Estrecho entero
Y marcha hacia Cabo Plata,
Que le espera boquiabierto.
Y se tira de cabeza
Entre espumas de deseo
Gritando a los cuatro vientos,
“Mi vida, yo a ti, te quiero".
La maldición de los dioses
Ya carece hasta de efecto,
El cielo, solo, se mantiene,
Allá arriba, satisfecho.
Ya el Estrecho no separa
Y el Hacho, feliz, sereno,
Vuelve a contemplar, absorto,
El Convoy con regodeo.
De oro antiguo, rosa y luz,
De plata, sol, esmeraldas,
De coquinas, conchas finas,
Y de "burgaillos" viejos.
Y, en su camarín, la Virgen,
La que protege al Estrecho,
La de milagros históricos,
Junto al Cristo de su abuelo,
Sonríe en la Eternidad
De Su Cielo sempiterno
Y piensa en la poca paciencia,
De los hombres aunque sean viejos.
Las jaras de Torre Gracia
Las tagarninas, el romero,
Se giran a contemplar
Un espectáculo nuevo:
Como, por milagro eterno,
Flores silvestres del tiempo
Se convierten de repente,
En acebuche en bujeo.
Torre Gracia, enjazminada,
Viste de plata y de besos.
Y, otro milagro en la tarde,
El agua corre "El Cañuelo".
Escalofríos de emoción,
Alegría juvenil,
Es lo que siente aquel hombre
Al acercarse al cantil.
El mejor alcalde, el Rey.
El mejor abrazo, este,
Que vale por una vida,
De hastío y de descontento.
Historias de treinta años
Historias de susto y miedo
Historias de sobresalto,
De sorpresa y de aspaviento.
Se apretujan, se confunden,
Se comprimen y se prensan.
Se arrebatan la palabra,
Solo "pa" decir, "te quiero".
Pasado un poco Estepona,
En Benahavis, el cielo.
Flores blancas acompañan,
Al hombre del cancionero.
Y junto a un campo de golf,
Todo un lujo, amaneciendo,
El firmamento es ya verde,
Reflejo de un amor ciego.
El hombre ya no es ni hombre,
Que se viste de torero,
Blanco y plata el corazón,
De Rojo y oro el deseo.
Una oreja en el primero
Las dos, en el de otro, viejo.
Mientras pasea el albero,
Las orejas en sus manos,
Infinito paseíllo,
De verdes "greenes" y luz,
Satisfecho y agotado,
Solo piensa, en el sobrero.
Luz de bahía gaditana
Entre verdiales de luz,
Y un cante por malagueñas
Para bordar el amor.
Mi señorita del mar,
Mi espuma de pelo negro
Guitarra, niña, del aire,
Que así te quiero a tí yo.
Caleta de mar bravío,
Cerca del puente, a estribor,
Alameda de Apodaca
Un beso entregado al sol.
Un cante por marineras,
Entre salinas en flor
Camino de San Fernando,
Allí me entretuve yo.
Collar de montes, al fondo
Tapizados de almidón,
Que la incuria de los hombres,
Los árboles se llevó.
Gibralfaro, sus palomas,
Málaga, al fondo, a tus pies,
Junto a su Plaza de toros,
A ti, te espera el amor.
Noviembre 1994.
SOLEDADES.
Amaneció frío y gris,
Gris plomo y espumas blancas
Amaneció frío y gris,
En el cielo y en su alma.
La tarde fue oscura y parda,
Anuncio de noche mala
Completa de soledades
En la calle y en su casa.
Cuando la tarde ya cae,
Los blancos espurgabueyes
Acantilados de roca,
volaban a sus murallas.
Y un oscuro pescador,
negro, retinto y de fragua,
Sin ganarse su soldada
Con prisa se retiraba.
Tan triste como cetrino,
Las olas en su mirada,
Pensó que no hay que insistir
Cuando el sol ya se ocultaba.
Y la tarde se hacía noche
En el reloj y en el ánima
Cuando aquel hombre, agobiado,
No acertaba a disfrutarla.
La noche se hacía mas negra
Y entre el rugir del levante
El silencio le atenaza;
Zahara, ciudad callada.
Todos parece que duermen,
Ni un amigo en lontananza,
Y es que el que no descansa
Se hace el muerto desde casa.
El temporal se acrecienta,
Las nubes se deshilachan,
Parece que las paredes
Niegan sostener la casa.
Ve de lejos un pesquero.
Apenas si mueve y anda,
Cabecea desesperado entre
Espuma y olas largas.
Y no solo cabecea,
Escora, se inclina, marcha,
Dándole la amura al tiempo
El pantoque muy en alza.
Ruge el viento, llueve el alma
Tristeza de sal y plata,
Que ningún amigo llega
A tranquilizar su alma.
Braman, discuten, no callan,
Amenazan, te soslayan,
Inventan historias largas
Mentiras de noche mala,
En tanto el hombre en su casa
De la soledad hace escamas
Y se le balancea el alma
Midiendo cada palabra
como si no hablase solo,
Tal que si ella le escuchara
Tal que si fuese un discurso
Tal que conservase el alma.
Alma aburrida, cansada,
Desesperada, humillada,
Por tanta y tanta mentira,
Por tanto y tanto canalla.
Tiembla la fe de un cristiano,
Desvanece su esperanza,
Quiere manejar su vida,
Como otros manejan ánimas.
Viernes Santo de una vida,
Que había sido complicada,
Por querellas intestinas
E incomprensiones ajadas.
Tras de si cincuenta años,
De soñadoras jornadas,
Románticas tibias tardes,
Lunas de levante en calma
Solo en su alma soñadas,
Mentiras de niño chico,
Reacciones emocionadas
De un corazón deprimido
Por una hembra lejana,
De la que no sabe nadie
Qué siente, ni qué le pasa,
Si es que se gusta a si misma,
Como es su vida pasada,
Si ha triunfado,
O fracasado,
Ni si está enamorada.
Añoranzas de otras noches
De poniente y luna clara,
En las que se ve una costa
Que parece muy lejana.
Luces de Tánger; al frente
Espartel y Malabata.
El Yebel Kebir, grandioso,
Torre Gracia, enamorada.
Parece que el Yebel Musa,
"Coronao" de nube alba
Quiere tenderle la mano
Al vetusto cabo Plata,
Que hoy sufre el embate fuerte
De las olas asustadas
Al observar fariseos
Rompiendo las esperanzas,
De un hombre que llora solo
Su existencia solitaria.
Tenga compañía, o no,
La noche será callada.
Y el hombre sigue velando,
La noche, la noche mala,
Sin asomarse al balcón
Sin ver a su estrella alzada.
Lúgubre noche andaluza,
Ventosa, oscura, callada,
Tristezas entre poetas
Porque el Estrecho separa
Y el hombre, desanimado,
Ni se atreve a suponer
Que ella está al otro lado,
Que ella le espera encantada,
Que pendiente de un cometa
Está la estrella lejana.
Un Corazón que encalló:
Hileros de la esperanza.
En su desesperación
Ni siquiera se percata
De que por una ventana
Llega una rayita blanca.
No quiere amanecer
No desea otra jornada
" Si por mi fuese, esta vez,
Que venga ahora la Parca".
Porque bien está la noche
Oscura, triste, callada.
Mas triste es pasar el día
Sin ninguna esperanza.
Que aunque brille fuerte el sol
Aunque la luz sea muy blanca,
"Que si ella no está a mi lado.
Mejor que llegue y me vaya".
ESPERANZAS.
Sonidos y sentimientos,
Se entremezclan por milagro.
Las campanas de la Gloria
Repican a cielo abierto.
Era una mañana azul,
Ni tres nubes en el cielo,
Los cirros se desvanecen
Cuando repica el teléfono.
Y aquel hombre resucita,
Ya no tocan mas a muerto
Que la estrella de las aguas,
Ha hablado, claro y concreto.
Ha dicho lo que él quería
Y lo ha hablado por derecho
Con el estilo de siempre
Con su corazón, deshecho.
Deshecho por una vida,
Tormento y desasosiegos,
Sacrificios ganan Gloria,
Ejemplo a quien quiera verlo.
Qué bonita es, ya, la vida,
Llena de ilusión, deseo,
Esperanzas, realidades,
Recuerdos de viejos miedos.
De los que se olvida el alma
Satisfecha por los hechos.
Que ya no estamos soñando,
Que el que quiera puede verlo.
Sorpresas de treinta años,
Maldades de buen muchacho,
Quien, herido en su amor propio,
Reaccionó, siempre, a destiempo.
Atlante, emocionado,
Cruza el Estrecho entero
Y marcha hacia Cabo Plata,
Que le espera boquiabierto.
Y se tira de cabeza
Entre espumas de deseo
Gritando a los cuatro vientos,
“Mi vida, yo a ti, te quiero".
La maldición de los dioses
Ya carece hasta de efecto,
El cielo, solo, se mantiene,
Allá arriba, satisfecho.
Ya el Estrecho no separa
Y el Hacho, feliz, sereno,
Vuelve a contemplar, absorto,
El Convoy con regodeo.
De oro antiguo, rosa y luz,
De plata, sol, esmeraldas,
De coquinas, conchas finas,
Y de "burgaillos" viejos.
Y, en su camarín, la Virgen,
La que protege al Estrecho,
La de milagros históricos,
Junto al Cristo de su abuelo,
Sonríe en la Eternidad
De Su Cielo sempiterno
Y piensa en la poca paciencia,
De los hombres aunque sean viejos.
Las jaras de Torre Gracia
Las tagarninas, el romero,
Se giran a contemplar
Un espectáculo nuevo:
Como, por milagro eterno,
Flores silvestres del tiempo
Se convierten de repente,
En acebuche en bujeo.
Torre Gracia, enjazminada,
Viste de plata y de besos.
Y, otro milagro en la tarde,
El agua corre "El Cañuelo".
Escalofríos de emoción,
Alegría juvenil,
Es lo que siente aquel hombre
Al acercarse al cantil.
El mejor alcalde, el Rey.
El mejor abrazo, este,
Que vale por una vida,
De hastío y de descontento.
Historias de treinta años
Historias de susto y miedo
Historias de sobresalto,
De sorpresa y de aspaviento.
Se apretujan, se confunden,
Se comprimen y se prensan.
Se arrebatan la palabra,
Solo "pa" decir, "te quiero".
Pasado un poco Estepona,
En Benahavis, el cielo.
Flores blancas acompañan,
Al hombre del cancionero.
Y junto a un campo de golf,
Todo un lujo, amaneciendo,
El firmamento es ya verde,
Reflejo de un amor ciego.
El hombre ya no es ni hombre,
Que se viste de torero,
Blanco y plata el corazón,
De Rojo y oro el deseo.
Una oreja en el primero
Las dos, en el de otro, viejo.
Mientras pasea el albero,
Las orejas en sus manos,
Infinito paseíllo,
De verdes "greenes" y luz,
Satisfecho y agotado,
Solo piensa, en el sobrero.
Luz de bahía gaditana
Entre verdiales de luz,
Y un cante por malagueñas
Para bordar el amor.
Mi señorita del mar,
Mi espuma de pelo negro
Guitarra, niña, del aire,
Que así te quiero a tí yo.
Caleta de mar bravío,
Cerca del puente, a estribor,
Alameda de Apodaca
Un beso entregado al sol.
Un cante por marineras,
Entre salinas en flor
Camino de San Fernando,
Allí me entretuve yo.
Collar de montes, al fondo
Tapizados de almidón,
Que la incuria de los hombres,
Los árboles se llevó.
Gibralfaro, sus palomas,
Málaga, al fondo, a tus pies,
Junto a su Plaza de toros,
A ti, te espera el amor.
Noviembre 1994.
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