17 julio, 2007

EL RELATO DE TRILLO.-




EL MINISTRO DE DEFENSA CUENTA LA TENSIÓN CON QUE VIVIÓ EL ASALTO, PORQUE NO SABÍAN CUÁNTOS MAGREBÍES HABÍA EN LA ISLA. A PARTIR DE LAS TRES DE LA MADRUGADA, ÉL FUE CONTANDO LA OPERACIÓN A AZNÁR POR TELÉFONO. «QUE DIOS NOS AYUDE Y QUE VUELVAN CON EL TRIUNFO». EL MINISTRO DE DEFENSA RELATA LOS PORMENORES DE LA NOCHE DEL ASALTO A LA ISLA PEREJIL Y LO QUE LE DIJO AZNÁR.
En la madrugada del miércoles último, como no podía ser de otra manera el ministro de Defensa, Federico Trillo, siguió minuto a minuto la intervención militar que llevaron a cabo 28 boinas verdes en la isla Perejil. Minutos antes de las ocho de la mañana, cuando le dijeron que la operación había sido un éxito, el ministro, «en bajito y sin estridencias», despidió la comunicación que mantenía con los mandos que habían dirigido la operación con un emocionado «¡Viva España!». El propio ministro relató ayer ése y otros detalles de la operación, durante una entrevista en la cadena Cope. Desde que se conoció que la isla había sido ocupada por militares marroquíes, el Gobierno español empezó a estudiar todas las hipótesis posibles para resolver el problema. La alternativa más remota, pero que al final ha sido la adoptada, era tener que recuperar Perejil con una intervención militar. El presidente Aznár le había encargado que estudiara esa posibilidad de manera reservada. La primera tarde del conflicto, el 11 de julio, a eso de las 19.00 horas, Trillo convocó a una reunión urgente y en secreto a la Junta de Jefes de Estado Mayor, al secretario general de Política de Defensa y al director general. Con los datos de ese primer análisis, el ministro acudió al palacio de La Moncloa para entrevistarse con el presidente del Gobierno. Desde aquel día, hasta la recuperación de la isla, han mantenido reuniones diarias de mañana, tarde y noche en el Centro de Conducción de Operaciones del Ministerio. Y, al mismo tiempo, otras con Aznár y con el Gabinete de Crisis en La Moncloa. A las 11.43 horas del martes último, una vez que se habían agotado las vías diplomáticas y que habían resultado infructuosas las conversaciones con las autoridades marroquíes, el Gabinete de Crisis decidió por vez primera que no quedaba otro remedio que la intervención militar.
EL JARDÍN DE LA MONCLOA.
A esa hora, José María Aznár paseaba en la sala donde se encontraban reunidos. Salió apenas un minuto al jardín de La Moncloa, regresó y le dijo al ministro: «Ya es ineludible, que tengan mucha suerte, que Dios nos ayude y que vuelvan con el triunfo». El ministro comunicó esa orden de Aznár, por teléfono, al jefe del Estado Mayor de la Defensa y a los jefes de los tres ejércitos, y esperó en La Moncloa hasta que el presidente concluyó su despacho con el Rey Juan Carlos. Incluso permaneció allí más tiempo, porque las negociaciones prosiguieron hasta el último momento. Cuando Trillo salió de la Presidencia del Gobierno eran las 2.30 horas de la madrugada. El asalto comenzó a las 6.21 horas, con un retraso de cuatro minutos sobre el horario previsto debido al fuerte viento de levante. Por eso, al comparecer el miércoles en el Congreso, Trillo dijo: «Al alba, con viento duro de Levante, 35 nudos de viento, cinco helicópteros llegaron a la isla con 28 soldados...». A partir de las tres de la madrugada, ya desde el Ministerio y con la operación en marcha, Trillo telefoneó varias veces a Aznár. Al tratarse de una operación de riesgo, y al no conocerse con certeza cuántos marroquíes había en el islote ni cuál podía ser su capacidad para resistir, lo que más preocupaba al ministro en esos momentos era la vida y la integridad física de sus hombres. Desde la sala de Conducción de Operaciones el ministro tuvo el privilegio, según sus propias palabras, de seguir la operación militar «en vivo y en directo, con sonido y con imágenes de los otros cuarteles de mando».
«¿CUÁNTOS HAY?».
Lo más «horroroso» para él, y lo más «emocionante» al recordarlo después, fueron los momentos en que le comunicaban que los helicópteros ya estaban en el aire, el silencio hasta recibir la siguiente noticia y el escuchar frases como «ya se han entregado los tres que estaban de vigilancia por las rocas», «¿pero qué pasa con los otros?», «¿cuántos hay en la tienda?», «no sabemos»... El ministro iba transmitiendo las noticias a Aznár, quien no tenía imagen ni sonido directos en La Moncloa pero, según dijo Trillo, «sí tenía la santa paciencia de aguantar que yo lo llamara».Alguna de esas llamadas coincidió con el momento en que el ministro recibía la información y Aznár pudo escucharla en directo. Al final, tras el éxito, llegó la despedida. «En bajito y sin estridencias, pero con un ¡Viva España!, claro», explicó ayer Trillo.
El Mundo. 19.07.2002.

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