24 agosto, 2007

DOS DE BURGOS.-


QUÉ CIUDADANÍA MÁS PESADA.-
Lo peor de la Ciudadanía no es la Educación-Para. Ni la vileza de la manipulación ideológica de sus libros de texto. Ni el adoctrinamiento de las juventudes, que suena a un fascismo que tira de espalda.
-No, si a este paso, aparte de la Formación del Espíritu Nacional, van a volver a inventar el Frente de Juventudes.
Organización falangistona de donde proceden muchos progres viejorros que quieren imponer su lavado de cerebros infantiles con la Educación para la Ciudadanía. ¡Anda que no hay que tener en lo alto fuegos de campamento ni nada, ni hay que haber cantado miles de veces el «Montañas nevadas», y el «Isabel y Fernando y el espíritu impera», y el «Gibraltar, Gibraltar», como para hacer una versión progre de la Formación del Espíritu Nacional! A mí lo de Educación para la Ciudadana me suena a Campamento Batalla del Salado, donde iban a veranear los flechas. Que en definición popular eran unos niños vestidos de gilipollas mandados por un gilipollas vestido de niño. Bueno, pues el gilipollas vestido de niño sigue mandando a los escolares que estudien el «Isabel y Fernando» de ahora, que es el monta tanto, tanto monta de la igualdad de sexos. Y el «Gibraltar, Gibraltar» de ahora, que es la alianza de civilizaciones. Y el «Montañas nevadas», que es la exégesis y enaltecimiento de la homosexualidad, del aborto y de la eutanasia.
Pero hay algo peor que todo esto, y que la asignatura en sí. Como se objetara ese aspecto, ahí iba a haber más recursos contencioso-administrativos que los que han interpuesto los padres andaluces ante el Tribunal Superior de Justicia. Lo peor de lo peor es la pesadez de la Ciudadanía en sí, lo pesados que están con tanta Ciudadanía, que no se les cae de la boca. ¡Qué señora más pesada esta Ciudadanía! Más pesada todavía que el circunloquio antigramatical que por evitar el correctísimo plural genérico de «ciudadanos» repite la chorrada de moda, de «ciudadanos y ciudadanas». Somos muchos los españoles que estamos ya hasta el gorro de tanta Ciudadanía y de tanto Ciudadanos y Ciudadanas. ¿Es que todo es ciudad, hijos míos, es que ya no hay ni pueblos ni aldeas ni villas ni entidades menores de población?
Consideren el asunto al revés, que se darán cuenta de la tontería colectiva. ¿Cómo nos las aviábamos cuando no usaba la palabra Ciudadanía? Pues perfectamente. Hablábamos de conceptos más reales y nobles, aunque menos manipulables, como el conjunto de la población, los vecinos de un lugar, los votantes, los contribuyentes, los feligreses de un concejo. O aquello tan bonito de las almas, que me imagino que ahora debe de ser políticamente incorrectísimo. ¡Qué maravilla cuando se decía que tal pueblo tiene una población de cinco mil almas, y no de cinco mil ciudadanos y ciudadanas! Y la suprema contradicción: ¿cómo pueden ser ciudadanos los que no viven en la ciudad, sino en los pueblos? En los pueblos, ¿no había eso tan clásico de «los lugareños»? La extensión del concepto de «ciudadanos» a los pueblos me imagino que habrá presentado un grave problema futbolístico este verano: ¿cómo hay que llamar en términos políticamente correctos a los lugareños, a efectos del anual partido de la máxima entre Los Veraneantes y Los del Pueblo? Los del Pueblo no querrán que los llamen así, y pretenderán que su equipo se llame Los Ciudadanos. Y siendo verdaderamente de ciudad los otros, los veraneantes, ¿cómo los llamamos?
-Pues nada, este año no hay partido de Los Veraneantes contra Los del Pueblo, y listo.
Igual que hay padres objetores de la asignatura de Educación para la Ciudadanía, yo propondría que creáramos la Asociación Contra La Tontería De La Ciudadanía. A usted le pasará quizá como a mí: que viendo a esa manta de indeseables morales a los que no se les cae la palabra «Ciudadanía» de la boca, le dan ganas de preguntar que dónde hay que ir para que lo borren a uno de ciudadano. Yo, por lo menos, no quiero ser ciudadano, entendido el concepto de este modo totalitario, como su asignatura manipuladora: ciudadano por cojones. No, mire usted: yo quiero ser elector, vecino, habitante, contribuyente. Lo que sea, menos la estupidez progre de ciudadano. Con que me llamaran sencillamente español me conformaba.
RUBALCABA, DE PERLITA DE HUELVA.-
Quédense con esta copla:
«Por favor, conduzcan con prudencia,/ cumplan las normas,/ hagan caso de las directrices/ y, por favor, no corran/ porque la velocidad está/ siempre presente/ en los accidentes».
¿Se han quedado, no? Pues ahora, quédense con esta otra:
«Precaución, amigo conductor,/ la senda es peligrosa,/ y te espera tu madre o esposa/ para darte su abrazo de amor./ Precaución, amigo conductor,/ tu enemigo es la velocidad,/ acuérdate de tus niños/ que te dicen con cariño:/ No corras mucho papá».
Y ahora, una vez que se han quedado con las coplas como otros se quedan con el manso, venga ese pasatiempo de verano, a modo de sudoku con letras en vez de números...
-¿Me permite usted un inciso?
-Venia concedida.
-Pues que ahora que ha dicho usted lo del sudoku, ¿no le parece que es un pasatiempo con nombre etarra? ¿No le suena lo del sudoku a zutabe, a zulo y a kale borroka? O a nombre de pistolero detenido. Detenido en Francia, naturalmente, porque aquí a los pistoleros etarras ni se les pone una mala cara. Lo de sudoku suena a uno que trincan los franceses por la parte de San Juan de Luz: Joseba García Zumarragoitiechea, alias «Sudoku».
Y tras el inciso sobre fonología y fonética de los asesinos, retorno el pasatiempo veraniego de las coplas. De las dos coplas transcritas al comienzo, una es de Perlita de Huelva y otra de otro pedazo de artista que se llama Alfredo Pérez, pero que en el mundo de dar el cante es conocido como Rubalcaba. ¿Cuál es la de Perlita de Huelva y cuál la de Rubalcaba?
-Perlita es la que canta eso de que «la velocidad está siempre presente en los accidentes de tráfico».
-¿Seguro?
-Segurísimo. Perlita es la que canta eso, la que remata con eso otro tan famoso de «por favor, no corran»... Pues anda que no le ha dado dinero en derechos de autor esta canción al músico gaditano Felipe Campuzano... ¡Con las dos manos! Porque yo no sólo sé que Perlita se llama Antonia Hernández Peralta, y que nació en Huelva en 1939, y que grabó esta canción con el guitarrista Vicente Fernández «El Granaíno», sino que fue el pianista Felipe Campuzano el que se la compuso, como Alejandro Cintas le hizo una «Misa Flamenca» preciosa que también tiene en disco.
-Y entonces Rubalcaba, ¿qué es lo que ha entonado para dar el cante de que el carné por puntos no aminora los muertos en carretera?
-Pues está clarísimo. La de Rubalcaba es la otra copla. La que empieza diciendo: «A todos los conductores/ mi voz sirva de compaña/ al ritmo de los motores/ por vuestras rutas de España». Pero esa parte es la menos conocida, ésa es la que repite eso de «Gobierno de España» que ahora dicen tanto para que nos olvidemos del desgobierno que se traen. La copla de Rubalcaba es más conocida en esa parte que dice: «Tu enemigo es la velocidad,/ acuérdate de tus niños/ que te dicen con cariño:/ No corras mucho papá».
-¿Y quién le ha escrito a Rubalcaba esa copla? ¿Campuzano también?
-No, él solo. Rubalcaba es el letrista de ZP, el que le escribe las canciones, pero ahora ha ido de cantautor. Decían que era un tío listísimo, inteligentísimo, pero debe de andar atontolinado con la calor, porque de otra forma no me explico que un hombre tan serio, a esta altura del verano, haya roto en Perlita de Huelva. Porque son agnósticos que, si no, éste era capaz de cantar la Misa Flamenca...
-O de meter a compás la Educación para la Ciudadanía con letra y música del «Achilipú», por no salir de las obras completas de Felipe Campuzano.
-Pues yo de momento me conformo con que no declaren obligatorio que en el salpicadero de los coches haya que llevar un portarretratos con una foto de Rubalcaba y otra de ZP, y debajo un letrero que ponga: «No corras, ciudadano. Gobierno de España».
ANTONIO BURGOS.

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