07 septiembre, 2007

DE NUEVO, RIDRUEJO.-

CASI UNAS MEMORIAS.
"A Dionisio que no le falte de nada". Es una frase que se atribuye a Franco y hace referencia a Dionisio Ridruejo, incluso en los tiempos más críticos del falangista contra el caudillo de España. Y, en efecto, a Ridruejo nunca le faltó de nada, aunque había roto con el régimen franquista en los años 40.
Su vida fue a partir de ahí algo más que una obsesión por liberalizar el régimen de Franco; fue una tarea de conspiración permanente contra Franco. Eso, naturalmente, le acarreó disgustos administrativos y, en cierto sentido, políticos; entre otros, cabe destacar su destierro en las ciudades de Ronda y San Cugat del Vallés, en el año 1947, después de abandonar todos sus cargos públicos. Inolvidables serán sus encarcelamientos, en 1956, por participar en un movimiento revolucionario sin que él supiera que colaboraban comunistas. También pasó por la cárcel, en 1957, por haber fundado el grupo político Acción Democrática, y fue sometido a dos procesos. Se autoexilió en París entre 1962 y 1964, y su libro Escrito en España fue censurado y tuvo que publicarse en Argentina, aunque nada más editado circulaba por todas partes.
A pesar de todo, Ridruejo fue una debilidad para Franco. El dictador podría haber acabado con él con la misma facilidad con que lo hizo con otros muchos, pero prefirió dejarlo vivir a su aire, naturalmente sin librarle de los "inconvenientes" reseñados, que la mayoría de sus torpes seguidores de hoy utilizan para convertirlo en un mártir del franquismo. Un imposible.
Nunca el grupo de intelectuales y amigos que logró constituir cuando era un jerarca del régimen lo hubieran dejado al margen. Laín Entralgo, Torrente Ballester, Rosales, Luís Felipe Vivanco, Edgar Neville, Fontana, Escotado y tantos otros jamás habrían permitido que Ridruejo se convirtiera en un apestado. Nunca fue, pues, un perseguido político en el sentido estricto, porque los propios hombres del franquismo no lo permitieron. Quizá por eso sea imposible clasificar políticamente a Ridruejo, si no es cayendo en la arbitrariedad. La relación de Franco con Ridruejo dista de ser algo fácilmente aprehensible.
Aun así, en estos tiempos en que es tan fácil ser antifranquista, hay una funesta manía de presentar a Ridruejo por encima de su etapa falangista y franquista y, por supuesto, por encima de su contribución literaria y su aportación humanística a la cultura española. En efecto, a los "demócratas de boquilla" parece que sólo les interesa hablar del "Ridruejo activo opositor demócrata contra la Dictadura". Más aún, según reconoce Jordi Amat, el responsable de esta nueva edición de la obra publicada originalmente en 1976, como él no tuvo tiempo de retratarse como opositor a Franco, es menester que sus actuales editores se centren en este asunto, como si ya su correligionario falangista, amigo y editor Josep Vergés no hubiera llevado a cabo esa operación en los años 60 y 70. Sin duda alguna, éste es uno de los vicios fundamentales de la edición de este libro, que por otro lado trae aportaciones decisivas respecto a la publicada por Planeta al año de la muerte de Ridruejo.
Fuera de esa alevosa observación, creo que estamos ante una magnífica nueva edición de Casi unas memorias. Es sabido que Ridruejo suscribió con el editor Lara un contrato millonario para escribir sus memorias: dos millones de pesetas pagó Planeta al autor en aquella época; pero Ridruejo no pudo llevarlo a cabo, porque le sobrevino la muerte con sólo 62 años. El editor decidió, sin embargo, sacar una edición de las memorias, que corrió a cargo de uno de los colaboradores del autor; de ahí que el título elegido comience tan certeramente con el adverbio casi.
Aunque la actual no hubiera sido posible sin la importantísima primera edición que hizo, hace ya treinta años, César-Armando Gómez para dar una salida airosa al proyecto truncado por la muerte de Ridruejo, hay diferencias importantes entre los dos libros. En efecto, mientras que la primera edición está dirigida por un afán de recopilar materiales importantes en la obra de Ridruejo, a veces tan decisivos que consigue mostrar que la obra es algo más que una colección de misceláneas y textos fragmentarios de una vida, la actual edición tiene una voluntad de presentar a Ridruejo como "un excelente memorialista". Se trata de leer a un Ridruejo maduro que escribe, en serio, sus memorias. En este punto sólo cabe felicitar al editor, porque en verdad consigue uno de sus objetivos: hacer de estas memorias un relato autobiográfico coherente, por estilo y punto de vista sobre el pasado, y complementario, porque abarca un período amplio de la vida de Ridruejo y muestra algunos de sus rostros que las primeras Casi unas memorias no reflejaban.
Esta edición se abre con el texto que introducía el libro Escrito en España, titulado "Explicaciones", sin duda alguna una de las más bellas justificaciones, o sea, una "filosofía" o pensamiento en torno a una trayectoria personal. La confesión, o la autobiografía como género filosófico, por otro lado tan español, es elevada a rango mayor por Ridruejo. El segundo capítulo, hasta ahora casi inédito, titulado "Los recuerdos, un relato de infancia", constata esa imposibilidad de pensar sin una grandiosa escritura.
Sí, sí, por encima de otras consideraciones y errores del pensamiento y la ideología de Ridruejo, este libro está lleno de magnífica literatura. Tanto el capítulo de las "Memorias de guerra y de postguerra" como el de las "Memorias literarias" contienen páginas excelsas de la literatura española contemporánea.
Ridruejo fue un joseantoniano sincero, un falangista convencido, el mejor propagandista de guerra, un franquista paradójico y un curioso opositor del franquismo, un puente colgante, o mejor en vilo, entre el "exilio exterior" y la España "exiliada del interior". En fin, "ninguneado" por unos y por otros, Ridruejo fue un hombre sincero. No cabía en él la traición. Y, por encima de todo, fue toda una literatura.
También se equivocó mucho. Dos muestras: 1) contra la principal causa que lo llevó a defender la causa nacional en la guerra, paradójicamente defendió en los 60 el nefasto "federalismo", el reconocimiento casi nacionalista de las personalidades regionales que defendía la izquierda en el exterior; 2) fue incapaz de comprender el cristianismo más inteligente que trajo a España Herrera Oria, a pesar de haberse formado en la Escuela de Periodismo de El Debate, algo que no compartió su amigo Laín Entralgo.
Este libro, en definitiva, es imprescindible para comprender la historia cultural y política de España. No es poco.
Agapito Maestre.
Que andaba libremente por España, seguro. Estuvo en casa, en Ceuta antes de Agosto de 1957, aunque no puedo precisar la fecha. Yo debía ser pequeño – antes del Ingreso en Bachillerato - porque no comí con “los mayores”. Y el Estrecho no se cruzaba entonces, así como así, sin salvoconducto o “carta de llamada”.

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