LA DIPLOMACIA ESPAÑOLA EN SUS HORAS MÁS BAJAS.
La que parecía ser una semana tranquila para nuestra diplomacia derivó en una aciaga experiencia que recordaremos durante mucho tiempo. Pocas veces, desde la muerte del general Franco, España ha sido humillada tan pública y descaradamente como estos días. Nos podemos consolar pensando que el humillado es nuestro insigne Presidente de Gobierno, pero la realidad es que en la escena internacional los estados son los actores y los políticos sólo cumplen una función instrumental. Por otro lado, los españoles le hemos elegido libremente, luego será que nos sentimos representados por él.
Mr. Fillon, Primer Ministro de Francia, comentó coloquialmente en una cadena de televisión gala que Zapatero le había reconocido estar arrepentido de la regularización de emigrantes que tan dura reacción provocó en los gobiernos europeos, empezando por el entonces ministro Sarkozy y presidente Chirac. Consciente de que esa afirmación no era conocida por los españoles, Fillon le estaba metiendo una cuchillada dialéctica, le estaba pasando factura por el coste de la dichosa regularización.
Fr. Merkel, Presidenta del Gobierno alemán, ha desconvocado el encuentro hispano-alemán anual con el argumento de que España no había sido capaz de presentar temas de interés y que ella no estaba por perder el tiempo. Esos encuentros anuales fueron en su día una conquista diplomática. Gobiernos de la UCD, el PSOE y el PP coincidieron en tratar de situar a España en un puesto destacado en la escena internacional. Que franceses o alemanes quisieran reunirse una vez al año con sus iguales españoles significaba que a su juicio teníamos algo que decir sobre los temas de mayor interés común. Estas citas no se conceden a todos los estados y, como la experiencia demuestra, conviene cuidarlas si se sigue pensando que es bueno para España estar en una posición relevante en la escena internacional. El tema podía haberse dejado en el olvido, pero los alemanes parecen haber puesto cierto interés en que todo el mundo se enterara de lo que piensan de la diplomacia española. A este propósito ha salido a relucir el amable recibimiento de Zapatero a la “fracasada” Merkel tras su triunfo electoral, la OPA de Eon sobre Endesa… Y es que la venganza se sirve en plato frío.
Ambos hechos han llevado a los analistas a subrayar la contradicción entre los deseos manifiestos de Zapatero de “volver al corazón de Europa” y el actual estado de las relaciones con las dos grandes potencias continentales, Francia y Alemania. Nunca abandonamos el “corazón de Europa”. Es más, nunca antes del gobierno de José María Aznár estuvo España tan presente e influyó tanto en dicho corazón, nunca antes pudimos soñar con sacar adelante proyectos tan ambiciosos como la “Agenda de Lisboa” o defender nuestros intereses nacionales como en la “Cumbre de Niza”. Ahora que hemos “vuelto” resulta que sólo hallamos desprecio.
Es evidente que nuestras relaciones con Francia y Alemania pasan por un mal momento, pero lo auténticamente relevante de lo ocurrido esta pasada semana ha sido el público desprecio con el que nos han tratado. Ha habido un más que comprensible regodeo, se han gustado y cómo han disfrutado mientras ponían, uno tras otro, en evidencia a nuestros diplomáticos. Entre los estados, como entre las personas, tan importante es la potestas como la autoritas. España puede ser una gran nación europea de más de 40 millones de habitantes que crece a un 4% anual, pero todo eso de poco vale si nuestros mandatarios no dan la talla para estar en una reunión internacional, si no tienen nada que decir, si no son capaces de promover políticas más allá de mejorar el trato con Fidel Castro o dejar de aislar a Hamas o Hizboláh. Y eso que nuestros vecinos no han tenido el placer de conocer a Pepín Blanco, quintaesencia del nuevo estilo sociata. Décadas de trabajo diplomático se están viniendo abajo gracias a Zapatero, Moratinos y demás infaustos personajes de esta etapa política.
GEES. Libertad Digital.
La que parecía ser una semana tranquila para nuestra diplomacia derivó en una aciaga experiencia que recordaremos durante mucho tiempo. Pocas veces, desde la muerte del general Franco, España ha sido humillada tan pública y descaradamente como estos días. Nos podemos consolar pensando que el humillado es nuestro insigne Presidente de Gobierno, pero la realidad es que en la escena internacional los estados son los actores y los políticos sólo cumplen una función instrumental. Por otro lado, los españoles le hemos elegido libremente, luego será que nos sentimos representados por él.
Mr. Fillon, Primer Ministro de Francia, comentó coloquialmente en una cadena de televisión gala que Zapatero le había reconocido estar arrepentido de la regularización de emigrantes que tan dura reacción provocó en los gobiernos europeos, empezando por el entonces ministro Sarkozy y presidente Chirac. Consciente de que esa afirmación no era conocida por los españoles, Fillon le estaba metiendo una cuchillada dialéctica, le estaba pasando factura por el coste de la dichosa regularización.
Fr. Merkel, Presidenta del Gobierno alemán, ha desconvocado el encuentro hispano-alemán anual con el argumento de que España no había sido capaz de presentar temas de interés y que ella no estaba por perder el tiempo. Esos encuentros anuales fueron en su día una conquista diplomática. Gobiernos de la UCD, el PSOE y el PP coincidieron en tratar de situar a España en un puesto destacado en la escena internacional. Que franceses o alemanes quisieran reunirse una vez al año con sus iguales españoles significaba que a su juicio teníamos algo que decir sobre los temas de mayor interés común. Estas citas no se conceden a todos los estados y, como la experiencia demuestra, conviene cuidarlas si se sigue pensando que es bueno para España estar en una posición relevante en la escena internacional. El tema podía haberse dejado en el olvido, pero los alemanes parecen haber puesto cierto interés en que todo el mundo se enterara de lo que piensan de la diplomacia española. A este propósito ha salido a relucir el amable recibimiento de Zapatero a la “fracasada” Merkel tras su triunfo electoral, la OPA de Eon sobre Endesa… Y es que la venganza se sirve en plato frío.
Ambos hechos han llevado a los analistas a subrayar la contradicción entre los deseos manifiestos de Zapatero de “volver al corazón de Europa” y el actual estado de las relaciones con las dos grandes potencias continentales, Francia y Alemania. Nunca abandonamos el “corazón de Europa”. Es más, nunca antes del gobierno de José María Aznár estuvo España tan presente e influyó tanto en dicho corazón, nunca antes pudimos soñar con sacar adelante proyectos tan ambiciosos como la “Agenda de Lisboa” o defender nuestros intereses nacionales como en la “Cumbre de Niza”. Ahora que hemos “vuelto” resulta que sólo hallamos desprecio.
Es evidente que nuestras relaciones con Francia y Alemania pasan por un mal momento, pero lo auténticamente relevante de lo ocurrido esta pasada semana ha sido el público desprecio con el que nos han tratado. Ha habido un más que comprensible regodeo, se han gustado y cómo han disfrutado mientras ponían, uno tras otro, en evidencia a nuestros diplomáticos. Entre los estados, como entre las personas, tan importante es la potestas como la autoritas. España puede ser una gran nación europea de más de 40 millones de habitantes que crece a un 4% anual, pero todo eso de poco vale si nuestros mandatarios no dan la talla para estar en una reunión internacional, si no tienen nada que decir, si no son capaces de promover políticas más allá de mejorar el trato con Fidel Castro o dejar de aislar a Hamas o Hizboláh. Y eso que nuestros vecinos no han tenido el placer de conocer a Pepín Blanco, quintaesencia del nuevo estilo sociata. Décadas de trabajo diplomático se están viniendo abajo gracias a Zapatero, Moratinos y demás infaustos personajes de esta etapa política.
GEES. Libertad Digital.
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