JUEVES SANTO, LUNA LLENA: EL QUE NO SE “DECLARE” ESTA NOCHE, ES UN INEPTO.
Don Ricardo Ron, era todo un señor y un caballero, que allá por los años sesenta tenía la edad que yo tengo ahora: es decir, que por aquella época, me parecía algo mayor. Su casa de calle Comedias, era un hervidero de gente joven – amigos y conocidos de sus muchos hijos e hijas - que, entre todos, conocían a Málaga entera. Le gustaba a Don Ricardo – a mi gran y muy amigo Ricardo – rodearse de la juventud y organizar fantásticas tertulias de sobremesa, en las que no dejaba títere con cabeza y nos ponía “a caldo” al primero que se hiciese acreedor a ello – menudos “abucheos” - todo dentro del máximo cariño y en el entorno de los mejores consejos propios de su larga experiencia. Yo debuté en la tertulia en 1964, procedente de Madrid, donde vivía, me gustó el ambiente y me convertí en asiduo y algún año, hasta fui su huésped. Allí, había “ambiente” del bueno.
En aquella hospitalaria casa – de varios pisos – jamás había un “no” para nadie. Ibamos a la tertulia, y a comer o a cenar, sin previo aviso, siempre éramos muy bien recibidos y – sorprendente - siempre había un plato de comida para cualquiera. Yo me maravillaba de los aciertos de la cocinera para “suponer” de antemano, los comensales de cada día. Algo inexplicable.
Al año siguiente su hijo Enrique – hoy profesor universitario – me invitó a su casa a pasar la Semana Santa y en al último piso – en el famoso “palomar” – me albergué. Me había convertido, pues, en elemento “de plantilla” y me sentía muy “integrado” y satisfecho. A mi llegada, Ricardo me reconoció – él un señor importante, se acordaba de un chiquilicuatre como yo: ¡que tío! – lo que me emocionó. Pero me recordaba perfectamente, no era una postura de buena educación, que también, que el recibimiento fue solemne; comenzó en seguida a referirme detalles del año anterior que lo demostraban: su humanidad no tenía límites. ¡Que gran persona! Sencillo y directo, amable y acogedor.
Ricardo era simpatiquísimo, tenía un repertorio de anécdotas, inagotable y las refería sin repetirse: ¡que tino y que memoria! La tertulia de cada Jueves Santo, tenía – por decisión personal, que allí no había otra personalidad mas que la suya, insuperable – un empaque especial. Y, siempre, durante años, al final de la misma, nos decía: “ya sabéis, hoy es Jueves Santo, hay luna llena, el que no se declare esta noche, es un inepto”. Y todos, que esperábamos “el momento” hacíamos lo posible por complacerle y le brindábamos in menti “la muerte de aquel toro”, las mas frecuentes de las veces ilidiable, dada la inexperiencia de la mayoría. Más de uno, terminó “aparatosamente volteado”, lo confieso.
Inevitablemente, cada Jueves Santo he de recordarle. Seguro que, desde el cielo, continúa tomándonos el pelo, de manera inmisericorde, con el mismo cariño de siempre. El era así, gracias a Dios. Era capaz de transmitir – y regalar, sin solicitar nada a cambio, acaso una leve sonrisa - afecto a todos.
Ricardo: en la noche de este Jueves, siguiendo la tradición, y aunque “tengo todo el pescado vendido”, haré honor a tu memoria: es para mí un honor brindarte la muerte de este toro; va por ti, Ricardo. Y, ya que estamos en el lío, un Padrenuestro, que nunca está de más, aunque te sobren, que me consta.
Don Ricardo Ron, era todo un señor y un caballero, que allá por los años sesenta tenía la edad que yo tengo ahora: es decir, que por aquella época, me parecía algo mayor. Su casa de calle Comedias, era un hervidero de gente joven – amigos y conocidos de sus muchos hijos e hijas - que, entre todos, conocían a Málaga entera. Le gustaba a Don Ricardo – a mi gran y muy amigo Ricardo – rodearse de la juventud y organizar fantásticas tertulias de sobremesa, en las que no dejaba títere con cabeza y nos ponía “a caldo” al primero que se hiciese acreedor a ello – menudos “abucheos” - todo dentro del máximo cariño y en el entorno de los mejores consejos propios de su larga experiencia. Yo debuté en la tertulia en 1964, procedente de Madrid, donde vivía, me gustó el ambiente y me convertí en asiduo y algún año, hasta fui su huésped. Allí, había “ambiente” del bueno.
En aquella hospitalaria casa – de varios pisos – jamás había un “no” para nadie. Ibamos a la tertulia, y a comer o a cenar, sin previo aviso, siempre éramos muy bien recibidos y – sorprendente - siempre había un plato de comida para cualquiera. Yo me maravillaba de los aciertos de la cocinera para “suponer” de antemano, los comensales de cada día. Algo inexplicable.
Al año siguiente su hijo Enrique – hoy profesor universitario – me invitó a su casa a pasar la Semana Santa y en al último piso – en el famoso “palomar” – me albergué. Me había convertido, pues, en elemento “de plantilla” y me sentía muy “integrado” y satisfecho. A mi llegada, Ricardo me reconoció – él un señor importante, se acordaba de un chiquilicuatre como yo: ¡que tío! – lo que me emocionó. Pero me recordaba perfectamente, no era una postura de buena educación, que también, que el recibimiento fue solemne; comenzó en seguida a referirme detalles del año anterior que lo demostraban: su humanidad no tenía límites. ¡Que gran persona! Sencillo y directo, amable y acogedor.
Ricardo era simpatiquísimo, tenía un repertorio de anécdotas, inagotable y las refería sin repetirse: ¡que tino y que memoria! La tertulia de cada Jueves Santo, tenía – por decisión personal, que allí no había otra personalidad mas que la suya, insuperable – un empaque especial. Y, siempre, durante años, al final de la misma, nos decía: “ya sabéis, hoy es Jueves Santo, hay luna llena, el que no se declare esta noche, es un inepto”. Y todos, que esperábamos “el momento” hacíamos lo posible por complacerle y le brindábamos in menti “la muerte de aquel toro”, las mas frecuentes de las veces ilidiable, dada la inexperiencia de la mayoría. Más de uno, terminó “aparatosamente volteado”, lo confieso.
Inevitablemente, cada Jueves Santo he de recordarle. Seguro que, desde el cielo, continúa tomándonos el pelo, de manera inmisericorde, con el mismo cariño de siempre. El era así, gracias a Dios. Era capaz de transmitir – y regalar, sin solicitar nada a cambio, acaso una leve sonrisa - afecto a todos.
Ricardo: en la noche de este Jueves, siguiendo la tradición, y aunque “tengo todo el pescado vendido”, haré honor a tu memoria: es para mí un honor brindarte la muerte de este toro; va por ti, Ricardo. Y, ya que estamos en el lío, un Padrenuestro, que nunca está de más, aunque te sobren, que me consta.
ESTRELLA SUBLIME.
MALAGUEÑA (PALOMA).
VIRGEN DE GRACIA.
ENCIERRO DE MENA.
MALAGUEÑA (PALOMA).
VIRGEN DE GRACIA.
ENCIERRO DE MENA.
ESPERANZA TRIBUNA.
Espero que estéis de acuerdo conmigo: la Ley de la Propiedad Horizontal, es una invención de esta Cofradía.
Espero que estéis de acuerdo conmigo: la Ley de la Propiedad Horizontal, es una invención de esta Cofradía.
No hay comentarios:
Publicar un comentario