31 mayo, 2006

UN VIAJE A CEUTA II.-



DIA II.-
DULCE DESPERTAR.- A las 08.30 h. unos golpes en la puerta de la habitación 303, me despertaron. Era una pareja de la Policía Nacional que venía a detenerme. Treinta minutos después, fui puesto en libertad sin cargos y sin pasar por el Juzgado. Informo aparte.
Resulta que yo había tanteado el alquiler de un coche, pero ante la falta de ganas de “vender” por parte de los del vehículo, decidí pedir a Angelines que me recomendase un taxista simpático y – en este asunto — acertó. Fuimos a “todas partes”, me cobró 23 € y me ahorré la diferencia hasta 37, mas 0,24 x kilómetro y el combustible. Un éxito. David Pérez Siles, resultó ser un hombre encantador, a quien le gustaba enseñar su Ceuta. El día había amanecido – en lo climatológico – de escándalo. Y, en “lo otro”, mas. Mi Bandera, pegada al mástil del adarve, ni un pelo de viento. Un día para enamorarse de Ceuta. Al siguiente, pensé, saltará levante. Y saltó. Hadú, si Ceuta está invadida, se me antojó un trozo de Tetuán. Penoso, más si se observa el fatalismo con que lo soportan los naturales. Temen que les acusen de racismo, carecen de personalidad e ideas propias y no saben luchar por lo suyo. Se que es difícil, pero hay que intentarlo y con decisión. También estuve en la frontera. Espectáculo tercermundista que, incluso a Marta, que tantas cosas ha visto en Cuba, le impresionó. Buscamos por la Estación Marítima, el busto de mi abuelo. ¡Vaya por Dios! Otra vez en el cuarto oscuro. Un joven celador – guarda muelles de origen marroquí, desconocía la ubicación del dichoso bustito. Pienso que será difícil que cele y guarde algo que – patrimonio del Puerto – no sabe donde está. Bien, Ceuta, bien. Camino del edificio de la Autoridad Portuaria – que nombre más cursi – nos topamos con él, recién colocado como se puede ver, que no tiene ni el césped a sus pies. Otro cambio, si bien este, para mejorar. Y otra “leyenda”. <>. Reconozco que aquello de “creador” del puerto – las cosas de Pepe Castellón – era demasiado sublime. Está, ahora, muy cerca de su emplazamiento original, dignamente situado y la leyenda me parece más propia y adecuada. Sobre la casa de Pirri, me hubiese gustado oir los comentarios de vuestra amiga María del Milagro. Almorzamos en el “Caballa”, con un joven cofrade también caballa, sobrino de Angelines y concertista de piano en ciernes, al que deseaba conocer. Resultó muy majo, pero – en nada – comparable a los hijos de mi buena amiga Maru. Es que Maru, a la chita callando, es mucha Maru… a que sí… Allí decidimos Angelines y yo, hacernos una fotografía para hacérsela llegar a un malagueño, congregante de Mena, que se va a molestar al recibirla. No solo va a ser la poli caballa, la que incordie. Por cierto, que se me ve muy compungido por la detención. Y por allí acertó a pasar un poli nacional, que dice no conocerte y que presume de estar en información, en “los altos del Golán”, tal y como llama a su zona de trabajo en el Príncipe, o algo así... Majete, poco poli, más guardia, se fue convencido de que yo era militar y del CNI. Mira que le dije que no… no hubo manera. Naturalmente, no le conté que horas antes, había sido detenido por sus compañeros. Con el concepto que tenía de mi, se habría horrorizado. Y hubiese acertado. ¿Le conoces? La larga sobremesa la corté abruptamente, porque era jueves. El Regimiento de Ingenieros nº 7, rendía honores a mi Bandera y “eso” yo tenía que verlo y – mas aun – sentirlo. Allí fue donde identifiqué a uno de mis compañeros de vuelo: el General de División Yague y Martínez del Campo – según el periódico local — Comandante General de la Plaza. Agotado por todas las emociones de un largo día, a las 22.15 h. estaba frito.

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