¿UNA OFERTA QUE LOS INFIELES NO PUEDEN RECHAZAR?
Muchos comentaristas se han fijado en la aparente ironía: El Papa sugiere que el Islam alienta la violencia – y los musulmanes causan disturbios en protesta.
Muchos comentaristas han señalado la aparente hipocresía: Los musulmanes están enfurecidos por las caricaturas que satirizan el extremismo islámico mientras que en los países musulmanes el cristianismo y el judaísmo son atacados con fiereza y regularidad.
Muchos comentaristas no lo captan: Estos manifestantes – y aquellos que los incitan – no están pidiendo respeto mutuo e igualdad. No van diciendo: “No está bien hablar mal de una religión”. Están diciendo: “Está mal hablar mal de nuestra religión”. No están defendiendo un principio. Están dando órdenes. Están poniendo muy en claro que no van a tolerar que los “infieles” critiquen a los musulmanes. También están poniendo en claro que los infieles deben esperarse la crítica – y peores cosas – por parte de los musulmanes.
Están intentando nada menos que establecer un nuevo orden mundial en el que la supremacía de lo que ellos llaman la Nación del Islam sea reconocida y los “no creyentes” o se someten o se mueren. Denomínelo una oferta que no se puede rechazar.
Si no entiende esto, escuche muy bien. En Londres, Anjem Choudary – un fascista musulmán, si alguna vez hubo alguno – dijo a los manifestantes que el Papa Benedicto XVI merece ser asesinado por atreverse a mencionar una cita de un emperador bizantino describiendo el Islam como una religión “extendida gracias a la espada”.
“Los musulmanes se toman su religión muy en serio” explicó Choudary como si se lo dijese a un niño desobediente, “y los no musulmanes deben entender esto así como también deben entender que habrá serias consecuencias si alguien insulta al Islam y a su profeta. Quien insulte el mensaje de Mahoma será merecedor de la pena capital”. Los insurgentes iraquíes – esos que los europeos llaman con admiración “la resistencia” – colgaron un vídeo en Internet de una cimitarra, un símbolo del Islam, cortando una cruz por la mitad. Sería ponerle mucha imaginación interpretar esto como una petición de entendimiento entre distintas confesiones.
En Irán, el poderoso imán, Ahmad Jatami dijo que el Papa “debería caer de rodillas ante a un alto clérigo musulmán”. En ninguna cultura de las que conozco, es ésa una actitud en la que un hermano se dirige a otro hermano.
El Dr. Imad Hamto, líder religioso palestino dijo: «Queremos usar las palabras del profeta Mahoma y decirle al Papa: “Aslim Taslam”». El periodista árabe israelí Khaled Abu Toameh explicaba que “Aslim Taslam es una frase que se extrajo de las cartas enviadas por el profeta Mahoma a los jefes de las tribus en su época en las que, según informaba, les exhortaba a convertirse al Islam para que salvaran sus vidas”.
No sólo aquellos fácilmente identificados como extremistas son los que manifiestan esas opiniones. El primer ministro de Malasia, Abdullah Ahmad Badawi, pareció querer sonar conciliatorio diciendo que las expresiones de arrepentimiento del Papa por sus declaraciones eran “aceptables”. Pero añadió: “Esperemos que no haya más declaraciones que enfurezcan a los musulmanes”. De forma similar, en la Radio Nacional Pública, un catedrático de la Universidad de George Washington, Seyyed Hossein Nasr, argumentaba que declaraciones como las citadas por el Papa – expresando sentimientos que ciertos musulmanes pueden encontrar ofensivos – deben ser vistas como una forma de violencia.
¿Están bajo amenaza los ideales de la libertad de expresión y de prensa? Por supuesto, pero eso es sólo una parte de lo que está en proceso aquí. De manera mucho más significativa, los americanos y europeos están siendo relegados al estatus de dhimmi – palabra árabe aplicada a aquellos conquistados por los ejércitos musulmanes entre los siglos VII y XVII. Basándose en la ley de la sharia, los dhimmis están destinados a “sentirse sometidos” para que acepten su inferioridad en comparación con los musulmanes.
En algunas cosas ya hemos hecho eso. Por ejemplo, los musulmanes son bienvenidos en el Vaticano, aún cuando los cristianos están proscritos de poner un pie en la Meca. Nosotros no nos oponemos a que los saudíes construyan mezquitas en Estados Unidos y Europa, aún cuando ellos prohíben que haya iglesias y sinagogas en suelo árabe.
Nos hemos comprometido a respetar las Convenciones de Ginebra cuando se libre guerras contra combatientes musulmanes. Nosotros esperamos que esos combatientes respeten las mismas reglas. Están metidos en una yihad y no muestran piedad con los soldados infieles, ni siquiera contra periodistas infieles. La “comunidad internacional” no protesta en serio ante esto. Con nuestro silencio, estamos consintiendo la desigualdad.
La mayor parte de los musulmanes del mundo no está causando disturbios ni exhortando a la muerte del Pontífice. Pero muchos de ellos podrían razonar que si los cristianos y los judíos no se sienten seguros para rechazar ser dhimmi y salir a defender la libertad, ellos serían tontos si salieran a defendernos. Después de todo, un musulmán que desafía a los fascistas islámicos queda marcado como apóstata, mereciendo así la muerte como cualquier extravagante Papa.
Clifford D. May, antiguo corresponsal extranjero del New York Times, es el presidente de la Fundación para la Defensa de las Democracias. También preside el Subcomité del Committee on the Present Danger.
©2006 Scripps Howard News Service
©2006 Traducido por Miryam Lindberg
Muchos comentaristas se han fijado en la aparente ironía: El Papa sugiere que el Islam alienta la violencia – y los musulmanes causan disturbios en protesta.
Muchos comentaristas han señalado la aparente hipocresía: Los musulmanes están enfurecidos por las caricaturas que satirizan el extremismo islámico mientras que en los países musulmanes el cristianismo y el judaísmo son atacados con fiereza y regularidad.
Muchos comentaristas no lo captan: Estos manifestantes – y aquellos que los incitan – no están pidiendo respeto mutuo e igualdad. No van diciendo: “No está bien hablar mal de una religión”. Están diciendo: “Está mal hablar mal de nuestra religión”. No están defendiendo un principio. Están dando órdenes. Están poniendo muy en claro que no van a tolerar que los “infieles” critiquen a los musulmanes. También están poniendo en claro que los infieles deben esperarse la crítica – y peores cosas – por parte de los musulmanes.
Están intentando nada menos que establecer un nuevo orden mundial en el que la supremacía de lo que ellos llaman la Nación del Islam sea reconocida y los “no creyentes” o se someten o se mueren. Denomínelo una oferta que no se puede rechazar.
Si no entiende esto, escuche muy bien. En Londres, Anjem Choudary – un fascista musulmán, si alguna vez hubo alguno – dijo a los manifestantes que el Papa Benedicto XVI merece ser asesinado por atreverse a mencionar una cita de un emperador bizantino describiendo el Islam como una religión “extendida gracias a la espada”.
“Los musulmanes se toman su religión muy en serio” explicó Choudary como si se lo dijese a un niño desobediente, “y los no musulmanes deben entender esto así como también deben entender que habrá serias consecuencias si alguien insulta al Islam y a su profeta. Quien insulte el mensaje de Mahoma será merecedor de la pena capital”. Los insurgentes iraquíes – esos que los europeos llaman con admiración “la resistencia” – colgaron un vídeo en Internet de una cimitarra, un símbolo del Islam, cortando una cruz por la mitad. Sería ponerle mucha imaginación interpretar esto como una petición de entendimiento entre distintas confesiones.
En Irán, el poderoso imán, Ahmad Jatami dijo que el Papa “debería caer de rodillas ante a un alto clérigo musulmán”. En ninguna cultura de las que conozco, es ésa una actitud en la que un hermano se dirige a otro hermano.
El Dr. Imad Hamto, líder religioso palestino dijo: «Queremos usar las palabras del profeta Mahoma y decirle al Papa: “Aslim Taslam”». El periodista árabe israelí Khaled Abu Toameh explicaba que “Aslim Taslam es una frase que se extrajo de las cartas enviadas por el profeta Mahoma a los jefes de las tribus en su época en las que, según informaba, les exhortaba a convertirse al Islam para que salvaran sus vidas”.
No sólo aquellos fácilmente identificados como extremistas son los que manifiestan esas opiniones. El primer ministro de Malasia, Abdullah Ahmad Badawi, pareció querer sonar conciliatorio diciendo que las expresiones de arrepentimiento del Papa por sus declaraciones eran “aceptables”. Pero añadió: “Esperemos que no haya más declaraciones que enfurezcan a los musulmanes”. De forma similar, en la Radio Nacional Pública, un catedrático de la Universidad de George Washington, Seyyed Hossein Nasr, argumentaba que declaraciones como las citadas por el Papa – expresando sentimientos que ciertos musulmanes pueden encontrar ofensivos – deben ser vistas como una forma de violencia.
¿Están bajo amenaza los ideales de la libertad de expresión y de prensa? Por supuesto, pero eso es sólo una parte de lo que está en proceso aquí. De manera mucho más significativa, los americanos y europeos están siendo relegados al estatus de dhimmi – palabra árabe aplicada a aquellos conquistados por los ejércitos musulmanes entre los siglos VII y XVII. Basándose en la ley de la sharia, los dhimmis están destinados a “sentirse sometidos” para que acepten su inferioridad en comparación con los musulmanes.
En algunas cosas ya hemos hecho eso. Por ejemplo, los musulmanes son bienvenidos en el Vaticano, aún cuando los cristianos están proscritos de poner un pie en la Meca. Nosotros no nos oponemos a que los saudíes construyan mezquitas en Estados Unidos y Europa, aún cuando ellos prohíben que haya iglesias y sinagogas en suelo árabe.
Nos hemos comprometido a respetar las Convenciones de Ginebra cuando se libre guerras contra combatientes musulmanes. Nosotros esperamos que esos combatientes respeten las mismas reglas. Están metidos en una yihad y no muestran piedad con los soldados infieles, ni siquiera contra periodistas infieles. La “comunidad internacional” no protesta en serio ante esto. Con nuestro silencio, estamos consintiendo la desigualdad.
La mayor parte de los musulmanes del mundo no está causando disturbios ni exhortando a la muerte del Pontífice. Pero muchos de ellos podrían razonar que si los cristianos y los judíos no se sienten seguros para rechazar ser dhimmi y salir a defender la libertad, ellos serían tontos si salieran a defendernos. Después de todo, un musulmán que desafía a los fascistas islámicos queda marcado como apóstata, mereciendo así la muerte como cualquier extravagante Papa.
Clifford D. May, antiguo corresponsal extranjero del New York Times, es el presidente de la Fundación para la Defensa de las Democracias. También preside el Subcomité del Committee on the Present Danger.
©2006 Scripps Howard News Service
©2006 Traducido por Miryam Lindberg
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