SARKOZY: “LA DEBILIDAD NO CONDUCE A LA PAZ, SINO A LA GUERRA”. EL PRESIDENTE FRANCÉS PIDE ACTUAR CONTRA IRÁN EN SU PRIMERA INTERVENCIÓN EN LA ONU.
El presidente francés, Nicolás Sarkozy, tomó ayer en cierta medida el relevo de George W. Bush en el podio de la Asamblea General de las Naciones Unidas con un discurso duro en el que advirtió de que el mundo no puede tolerar que Irán llegue a tener armas nucleares, y se pronunció a favor de nuevas sanciones contra el régimen de los ayatolás si no colabora con los inspectores del Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA). En su primera actuación desde este reputado escaparate internacional, Sarkozy expuso claramente y sin decepcionar a nadie la filosofía básica de su política exterior: “La debilidad y la renuncia no conducen a la paz, sino a la guerra”.
Y, sin mencionarlos expresamente, criticó a quienes ahora apuestan por la debilidad y la renuncia frente al que, según él, es el mayor desafío al que tiene que responder la comunidad internacional: el desarrollo nuclear en Irán. Sarkozy no renunció al diálogo con las autoridades iraníes -como el que ahora llevan a cabo la Unión Europea y Naciones Unidas-, pero añadió que ese diálogo sólo será fructífero si va acompañado de “firmeza”.
“No habrá paz en el mundo”, advirtió, apocalíptico, el presidente francés, “si la comunidad internacional flaquea frente a la proliferación de armas nucleares”. Centrándose en el régimen de los ayatolás, Sarkozy afirmó: “Si permitiéramos a Irán adquirir armas nucleares, incurriríamos en un riesgo inaceptable para la estabilidad de la región y del mundo”.
Nicolás Sarkozy no habló sobre el grado de “firmeza” que debía aplicarse para evitar la nuclearización de Irán. La pasada semana, el ministro francés de Asuntos Exteriores, Bernard Kouchner, causó un gran revuelo internacional al mencionar la posibilidad de una guerra con el régimen iraní si no abandonaba su programa atómico.
Sarkozy no fue tan lejos. De momento, la batalla parece limitarse al ámbito diplomático, y no es un combate menor. La pasada semana se reunieron en Washington representantes de los Gobiernos de los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas (Estados Unidos, Rusia, China, Francia y el Reino Unido), más Alemania, para discutir la posibilidad de una nueva resolución de condena a Irán por no cooperar con el Organismo Internacional de la Energía Atómica, que incluya nuevas sanciones económicas contra Teherán.
Los ministros de esos países tienen que seguir discutiendo sobre el asunto esta misma semana en Nueva York, pero parece que Rusia y China mantienen todavía fuertes reservas sobre la conveniencia de esas sanciones y su amplitud.
El presidente francés, Nicolás Sarkozy, tomó ayer en cierta medida el relevo de George W. Bush en el podio de la Asamblea General de las Naciones Unidas con un discurso duro en el que advirtió de que el mundo no puede tolerar que Irán llegue a tener armas nucleares, y se pronunció a favor de nuevas sanciones contra el régimen de los ayatolás si no colabora con los inspectores del Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA). En su primera actuación desde este reputado escaparate internacional, Sarkozy expuso claramente y sin decepcionar a nadie la filosofía básica de su política exterior: “La debilidad y la renuncia no conducen a la paz, sino a la guerra”.
Y, sin mencionarlos expresamente, criticó a quienes ahora apuestan por la debilidad y la renuncia frente al que, según él, es el mayor desafío al que tiene que responder la comunidad internacional: el desarrollo nuclear en Irán. Sarkozy no renunció al diálogo con las autoridades iraníes -como el que ahora llevan a cabo la Unión Europea y Naciones Unidas-, pero añadió que ese diálogo sólo será fructífero si va acompañado de “firmeza”.
“No habrá paz en el mundo”, advirtió, apocalíptico, el presidente francés, “si la comunidad internacional flaquea frente a la proliferación de armas nucleares”. Centrándose en el régimen de los ayatolás, Sarkozy afirmó: “Si permitiéramos a Irán adquirir armas nucleares, incurriríamos en un riesgo inaceptable para la estabilidad de la región y del mundo”.
Nicolás Sarkozy no habló sobre el grado de “firmeza” que debía aplicarse para evitar la nuclearización de Irán. La pasada semana, el ministro francés de Asuntos Exteriores, Bernard Kouchner, causó un gran revuelo internacional al mencionar la posibilidad de una guerra con el régimen iraní si no abandonaba su programa atómico.
Sarkozy no fue tan lejos. De momento, la batalla parece limitarse al ámbito diplomático, y no es un combate menor. La pasada semana se reunieron en Washington representantes de los Gobiernos de los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas (Estados Unidos, Rusia, China, Francia y el Reino Unido), más Alemania, para discutir la posibilidad de una nueva resolución de condena a Irán por no cooperar con el Organismo Internacional de la Energía Atómica, que incluya nuevas sanciones económicas contra Teherán.
Los ministros de esos países tienen que seguir discutiendo sobre el asunto esta misma semana en Nueva York, pero parece que Rusia y China mantienen todavía fuertes reservas sobre la conveniencia de esas sanciones y su amplitud.
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