LA VERDAD OS HARÁ LIBRES.- Permítanme que rotule mi comentario con la famosa y básica afirmación del Evangelio de San Juan (8-32). Y lo complemente con algunos proverbios de nuestro refranero, abundante al tratar de la mentira. El ciudadano ejercita la libertad eligiendo entre las alternativas que presentan los gobernantes, por lo que es fundamental que sean siempre verdaderas. No hay libertad si existe desconfianza en quien ejerce el poder. Ni tampoco la correlativa posibilidad de ejercerlo con “autoritas “a quien una vez mintió nunca se le creyó” añadiendo que “al mentiroso cuando dice verdad, no le dan autoridad” o aceptación. Bien lo dice el refranero: Los españoles no merecemos un gobierno que nos mienta. ¡Cuántas veces habremos recordado aquella frase pronunciada obsesivamente por Rubalcaba en los dos días que siguieron al 11-M! Y hete ahí que en el monstruoso atentado parece descubrirse una primera y esencial gran mentira. Lo que oficialmente se tenía por cierto pasa a ser falso a medida que se despejan incógnitas; las que aclaradas ahora sugieren una suplantación de protagonistas. Ya no parecen serlo los islamistas a los que se endosó el uso de goma dos. No por casualidad emergió en la flamante mochila y en la furgoneta Renault Kangoo. ¡Caso concluido!... se dijeron. Pero ocurrió que lo estallado en los trenes, según el jefe de los Tedax, era nitroglicerina; un explosivo mucho más dañino y familiar a los terroristas del norte. También se achacó a los muslimes el uso de teléfonos móviles para detonar a distancia lo que condujo a su precipitada, fácil e interesada detención el mismo día 11. Ahora se sabe que era un método conocido por ETA. Un “pásalo” de hace una semana puso en guardia a muchos ciudadanos metidos a improvisados y patrióticos “suplentes” del juez del Olmo, instructor del sumario: “Si alguien quiere saber como estallaron las bombas de Atocha que se lo pregunten a Balbino Sáez el del (comando) Chirrita”; un ingeniero electrónico. Como el susodicho juez ha puesto fin a la investigación sin siquiera olfatear éstas y otras pruebas determinantes, podría la Audiencia, como tribunal juzgador, reabrir el sumario para aclarar la verdad. Lo profetiza Jaime del Burgo, diputado navarro y vocal en la comisión investigadora del 11-M: “va a pasar como con el GAL, o sea que tendrá que reabrirse el sumario”. Es más, para preocupación de instigadores y cómplices, el Estado de Derecho no muere con el gran Juez Grande-Marlaska. El Tribunal Constitucional no comulga con las flexibles tesis de Conde Pumpido y acaba de rechazar el recurso de amparo de Otegui por sus injurias contra el Rey. Y el juez Garzón en la misma línea, tras invocar que él está con la ley, ha ordenado la detención de dos colaboradores de la banda en las extorsiones a empresarios. Veremos..., de momento uno ha sido puesto en libertad. La verdad indiscutible del 11-M son los 192 muertos y más de 1.500 heridos. Y también su esencial consecuencia. Modificó el resultado electoral previsto en las encuestas trastocando, por tanto, la historia de España. ¡Alguien hablará! Los hallazgos de Luís del Pino en Libertad Digital y El Mundo se dicen procedentes del CNI y cuerpos de seguridad cuyos miembros, mayoritariamente honestos, actúan en conciencia. El refranero español es rico en máximas sobre la precariedad del embuste: “La mentira es animal de corta vida”, o aquella tan popular del “Antes toman al mentiroso que al cojo”.
La segunda gran mentira se refiere a los desmentidos sobre conversaciones entre Gobierno y ETA. Gara, su diario portavoz, ha revelado el lunes la existencia de un acuerdo de "compromisos y garantías" entre ambos, derivado de negociaciones tenidas ya en junio de 2.005. ¿No será antes? El diario se declara “en condiciones de afirmar” que por dicho acuerdo ETA se comprometía a no atentar ni abastecerse (sic), y el Gobierno a no practicar detenciones, respetar la decisión de los vascos – también respecto a Navarra – y favorecer la actuación de Batasuna. Aunque duela reseñarlo, se concede notoria credibilidad a los etarras – que a diferencia del Gobierno – , “anuncian lo que piensan y cumplen lo que anuncian”. Los sesgados desmentidos gubernamentales no bastan para reafirmar la verdad oficial. A lo más el Ministro de Justicia ha descalificado a Gara como “panfleto muy acostumbrado a la intoxicación”. Y el de Interior da por supuesto que se le creerá cuando comience el diálogo con la banda, en cuyo momento irá al Parlamento para dar explicaciones. Entre las dichas dos grandes mentiras se intercalan las falsedades necesarias para lograr, “como sea”, un acuerdo final con los etarras. Y si se malogra, la culpa será como siempre del PP, esta vez por no intervenir en el proceso de paz. Los populares han seleccionado los embustes bajo el título “Trece mentiras de Zapatero en la negociación con Eta” publicados por este digital. Lo fatal para España es la desconfianza a todos los niveles que origina la generalización de tanta ficción política. “A quien mucho miente le huye la gente” sentencia el refranero que apunta al sistema reproductor: “Embustes y cuentos: de uno nacen cientos”. Cierto que en países como los Estados Unidos la mentira termina con cualquier carrera, política o económica. Pero en España está devaluada de tanto manosearla en declaraciones y citas. Invocándola, los desaguisados políticos parecen menguar a una simple mentirijilla entre chavales. Mentir se convierte en un juego en que lo grave se rebaja a leve. Hay algo sin embargo evidente. Nunca debiera confundirse mentir con “falsear”. De modo simple, la falsedad se aproxima al delito en la medida que alterando o simulando la verdad de los hechos, se obtenga un beneficio – incluso político – causando a otros – incluidos ciudadanos – un notable perjuicio. En todo caso mentir es para los cristianos una ofensa a la caridad para con el prójimo. Grave si le causa un daño de importancia. Y para los agnósticos de buena ley – que los hay – una falta ética. Lo que pasa es que como ha dicho Carlos Esteban en el semanario “Alba”: “la verdad cristiana hace al hombre peligrosamente libre frente al poder”. Lo tomaría del Evangelio de San Juan para quien “la verdad nos hará libres”.Y esto es lo que no acepta el régimen de Zapatero, que se precipita hacia el pensamiento único.
La segunda gran mentira se refiere a los desmentidos sobre conversaciones entre Gobierno y ETA. Gara, su diario portavoz, ha revelado el lunes la existencia de un acuerdo de "compromisos y garantías" entre ambos, derivado de negociaciones tenidas ya en junio de 2.005. ¿No será antes? El diario se declara “en condiciones de afirmar” que por dicho acuerdo ETA se comprometía a no atentar ni abastecerse (sic), y el Gobierno a no practicar detenciones, respetar la decisión de los vascos – también respecto a Navarra – y favorecer la actuación de Batasuna. Aunque duela reseñarlo, se concede notoria credibilidad a los etarras – que a diferencia del Gobierno – , “anuncian lo que piensan y cumplen lo que anuncian”. Los sesgados desmentidos gubernamentales no bastan para reafirmar la verdad oficial. A lo más el Ministro de Justicia ha descalificado a Gara como “panfleto muy acostumbrado a la intoxicación”. Y el de Interior da por supuesto que se le creerá cuando comience el diálogo con la banda, en cuyo momento irá al Parlamento para dar explicaciones. Entre las dichas dos grandes mentiras se intercalan las falsedades necesarias para lograr, “como sea”, un acuerdo final con los etarras. Y si se malogra, la culpa será como siempre del PP, esta vez por no intervenir en el proceso de paz. Los populares han seleccionado los embustes bajo el título “Trece mentiras de Zapatero en la negociación con Eta” publicados por este digital. Lo fatal para España es la desconfianza a todos los niveles que origina la generalización de tanta ficción política. “A quien mucho miente le huye la gente” sentencia el refranero que apunta al sistema reproductor: “Embustes y cuentos: de uno nacen cientos”. Cierto que en países como los Estados Unidos la mentira termina con cualquier carrera, política o económica. Pero en España está devaluada de tanto manosearla en declaraciones y citas. Invocándola, los desaguisados políticos parecen menguar a una simple mentirijilla entre chavales. Mentir se convierte en un juego en que lo grave se rebaja a leve. Hay algo sin embargo evidente. Nunca debiera confundirse mentir con “falsear”. De modo simple, la falsedad se aproxima al delito en la medida que alterando o simulando la verdad de los hechos, se obtenga un beneficio – incluso político – causando a otros – incluidos ciudadanos – un notable perjuicio. En todo caso mentir es para los cristianos una ofensa a la caridad para con el prójimo. Grave si le causa un daño de importancia. Y para los agnósticos de buena ley – que los hay – una falta ética. Lo que pasa es que como ha dicho Carlos Esteban en el semanario “Alba”: “la verdad cristiana hace al hombre peligrosamente libre frente al poder”. Lo tomaría del Evangelio de San Juan para quien “la verdad nos hará libres”.Y esto es lo que no acepta el régimen de Zapatero, que se precipita hacia el pensamiento único.
Aurelio Alonso Cortés.
No hay comentarios:
Publicar un comentario