14 julio, 2006

SIFONES Y GASEOSAS.-

RECUERDOS DE LA NIÑEZ.-
SIFONES.-
No era capaz de comprender el misterio de aquel agua amarga y rica a la vez, que salía por el tubito al apretar “el manubrio” – sorprendía su “fuerza” - entre tantas burbujas y que, “los mayores”, mezclaban con algunas bebidas, con casi todas. Entre el misterio que lo rodeaba, estaba la advertencia mil veces repetidas a los menores: “¡Cuidado! Puede estallar”. Rico, misterioso, peligroso… lo tenía todo para la imaginación de un niño.
De vez en cuando, la muy especial botella de sencillo vidrio – sifones plebeyos - que contenía el preciado líquido, se recubría de una elegante funda de metal – cursiladas al uso en un país con carencias - y el líquido pasaba a llamarse “agua de seltz”, por parte de camareros con pajarita de segunda mano y camisa almidonada de madrugada en horas robadas al sueño.
Era el sifón, de fabricación artesana y como tantas cosas, se perdieron; el sifón también, sustituido por ciertas horteradas como la soda o el agua tónica, cuyo sabor nada tiene que ver con el del sifón. Sería imposible ahora su virtualidad, con la cantidad de controles reglamentarios y la cantidad de gente que viven de realizar – o no – esos “controles”. ¡Anda que no estaba rico el vermut con sifón!
GASEOSAS.- En cada pueblo - cuestión de prestigio - había una fábrica de gaseosa y pobre del pueblo que no contase con ella: síntoma de poca pujanza económica. La gaseosa, por el contrario, era dulce y amable, también con burbujas si bien, en menores dosis. A la hora de comer, muchos eran los chavales que resultaban ser enviados, diariamente, a comprar “el vino y la gaseosa” para el consumo diario a la cercana taberna, hoy tienda que representa una conocida y extendida franquicia de ropa de marca y “pret a porter”. He reconocer que la gaseosa, mejoraba mucho mezclada con vino tinto “peleón”.
Las gaseosas resultaban ser, tal y como dicen que eran, entonces, las mujeres: una “Caseras”, otras “Revoltosas”. Ahora, hablar de mujeres, para bien – con lo agradable que resultaba, siempre con respeto - o para mal, supone un ejercicio de machismo: silencio, pues. No demos cuartel a los idiotas.
Eran, ambas, cosas frecuentes y al alcance de todos, de una España ya desaparecida, algo más triste, dicen – sin duda más pobre – pero, con toda seguridad, mucho más española. ¡Que curioso!
Con toda seguridad:
Coca cola vale nada,
solo vale limonada.
Lo “mejón” p’al riñón,
el agua.

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