24 julio, 2006

UN GOBIERNO QUE DIGA LA VERDAD.-

Sigue supurando la herida abierta por la exigencia de que se exhiban los análisis de los explosivos del 11-M. Ayer, Jaime Ignacio del Burgo repasaba en las páginas de El Mundo los esperpénticos hechos vividos en las últimas fechas en torno a la posible presencia de nitroglicerina en los focos de los trenes. Y la lectura del artículo suscita reflexiones muy inquietantes. La entrevista que hoy realiza El Mundo al ex-tedax Luís Angel Marugán pone, asimismo, en sus justos términos la polémica, con la autoridad que dan la experiencia y el sentido común de alguien que ha dedicado numerosos años de su vida a la desactivación de explosivos.
Resumamos la situación, porque resulta enormemente curiosa: A los españoles se nos vendió una versión oficial de los atentados que está enteramente basada en elementos encontrados fuera de los trenes atacados (la furgoneta de Alcalá, la mochila de Vallecas)... al mismo tiempo que se nos hurtaron desde el principio todos los datos relativos a lo que había ocurrido en los propios trenes (análisis de los explosivos, restos electrónicos encontrados)...
Lo cual nos lleva a una sospecha: ¿nos han tratado de ocultar lo que verdaderamente sucedió, recurriendo a una serie de pruebas falsas preparadas antes o después de los atentados? Querríamos creer que no, pero los inmensos esfuerzos que este gobierno ha realizado durante dos años para que ni siquiera se hable del 11-M en los medios de comunicación, para que se oculten a la opinión pública todos esos datos básicos que venimos reclamando, no hacen sino afianzar la sospecha de que se nos quiere disfrazar la verdad. O de que se quiere sustituirla por una mentira oficial que, como es lógico, no resiste una mínima confrontación con los datos objetivos.
Por eso se nos hurtan dichos datos. Por eso se ocultan los análisis. Por eso se nombran testigos protegidos a personas que no aguantarían una entrevista de dos minutos con un medio de comunicación medianamente crítico. Por eso se envían las pruebas al juez con cuentagotas y con meses de retraso. Por eso hay hasta cuatro informes policiales contradictorios sobre determinados hechos básicos. Por eso el gobierno ha terminado adoptando la estrategia del don tancredismo. Por eso se responde con enredos y largas cambiadas a cada nueva información que aparece. Querríamos creer que no, pero el sentido común nos lleva al convencimiento de que todo es una mentira. Una inmensa mentira que, para poder ser adoptada como verdad oficial, requiere que recurramos a perros incapaces de oler los explosivos. A bolsas-bomba de 15 Kg. que pasan desapercibidas para docenas de personas en una estación. A terroristas que van dejando su fondo de armario en los vehículos para que la policía los identifique por el ADN. A instrumentos de laboratorio que contaminan las muestras que tocan. A subfusiles que no dejan vainas al disparar. A suicidas que no manchan de sangre las paredes del piso de Leganés al estallarse.
Pedro J. Ramírez lleva ya varias semanas incidiendo, con su carta dominical, en esa herida abierta por las informaciones de Casimiro García Abadillo. Y lo que más me llama la atención es la manera en que ha repetido, una y otra vez, un mensaje a la vez conciliador y admonitorio: si hace varias semanas aludía Pedro J. a un "Estado dentro del Estado" y si la semana pasada terminaba su artículo pidiendo genéricamente que "no paguen justos por pecadores", ayer lo finalizaba solicitando a Zapatero que nombre a algún experto independiente que le libre de la cadena de manipulaciones en que está enredada la investigación policial del 11-M.
¿Es, quizá, una última oportunidad que Pedro J. brinda a Zapatero para que suelte lastre, ante la tormenta que se avecina? Eso parece sugerir el editorial de El Mundo de hoy, que finaliza con un contundente: "Rubalcaba y Zapatero verán lo que se hacen. Sólo tienen dos alternativas: o salir al encuentro de los acontecimientos o aguardar a que los acontecimientos se abalancen sobre ellos". Lo cual es una elegante manera de decir: tic, tac...
Las negras están esperando a que las blancas muevan ficha. Ya sé que nadie me lo ha pedido, pero me permitiré dar un consejo: me temo que se aproxima el momento en que todo el mundo va a tener que decidir con qué bando juega. Así que mucho ojo con equivocarse, no vayan a pagar "justos por pecadores". Porque la partida se decide en casillas que ni siquiera imaginas.
Luís del Pino.

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