27 agosto, 2007

¿UN MUNDO HABITABLE?

Si un árbol cae en el bosque y nadie lo escucha, ¿se debe a que Al Gore y un puñado de ancianos rockeros organiza una gala de estrellas en un estadio en su nombre? El colosal fiasco de Live Earth es un recordatorio de que hay algunas cosas demasiado ridículas hasta para la cultura pop global, y una de ellas es el reverendo Almer Gortry cantando pomposidades izquierdistas en forma de balada.
¿Por qué tan pocas personas sintieron el impulso de rockear contra el cambio climático? Conmovedoramente, los organizadores lo achacaron al clima. ¿Cifras de audiencia televisiva tristes? "La BBC culpa de la pobre audiencia al buen clima del sábado". ¿Cifras de ventas de entradas para los conciertos en vivo pobres? "Los organizadores de Live Earth Johannesburgo están convencidos de que el cambio climático tiene la culpa de la ínfima asistencia a la Cúpula Coca-Cola. El promotor, John Langford, afirmaba que la semana anterior nevó por primera en un cuarto de siglo, y las frías condiciones climáticas están ahuyentando a la gente". Demasiado calor para quedarse en casa y verlo en televisión, demasiado frío para salir a la calle y verlo en persona: claramente, el cambio climático actúa violentamente fuera de control.
Aún así, para los pocos valientes que soportaron las 174 horas de Live Al Gore, había algo extrañamente conmovedor en contemplar a multimillonarios del rock que habían llegado en avión privado para decir al ciudadano de a pie todas las cosas que no necesita. ¿Es usted propietario de un coche? ¿Una lavadora y una secadora? ¡Ja! ¿Por qué no puede coger el autobús y lavar su ropa interior en las rocas a la orilla del río con las mujeres nativas toda la mañana?
En cuanto a hacer sugerencias de estilo de vida medioambientalmente respetuoso, he aquí una cosa que no "necesitamos": conciertos de rock. Amplificadores. Instrumentos musicales eléctricos. Comitivas. Música grabada. Todas añaden una montaña de emisiones de carbono. Si tenemos que renunciar a la modernidad en interés de salvar el planeta, ¿por qué no volver al siglo XIX y reunirnos alrededor del piano acústico respetuoso con el medio ambiente y cantar las fragantes baladas victorianas de la noche? A juzgar por las decepcionantes ventas de CD, el público se podría haber imaginado ya eso. Se mire por donde se mire, parece estar dispuesto a abandonar el modelo empresarial de conciertos de rock & roll del siglo XX antes que renunciar a los automóviles privados y las instalaciones sanitarias.
Así que, ¿hasta dónde están preparados los eco-condríacos a llevar las cosas? En Londres la semana pasada, el Optimum Population Trust pedía a los británicos "tener un hijo menos", porque la elevada tasa de natalidad" del Reino Unido "es un factor crucial en los actuales niveles de cambio climático, el cual sólo se podrá combatir si las familias limitan voluntariamente la cifra de hijos que tienen”.
"El cambio climático es ya calificado ampliamente como el mayor problema que afronta el planeta", dice el profesor John Guillebaud. "Nos estamos acercando al punto sin retorno y la gente se siente cada vez más desamparada y desesperada. La respuesta se encuentra en nuestras propias manos -- tenemos que reconocer que la mayor causa del cambio climático son los que cambian el clima -- en otras palabras, los seres humanos, en el Reino Unido así como en el extranjero". En opinión del profesor, tener menos hijos es "la cosa más simple, más rápida y más equitativa que cualquiera de nosotros puede hacer para dejar a nuestros hijos y nietos un planeta sostenible y habitable". Lo mejor que podemos hacer por nuestros hijos es no tenerlos.
El profesor Guillebaud no es el único. Justo antes del fraude de Live Earth, otro "racional" hombre "de ciencia", el profesor Chris Rapley, cabeza pensante de la British Antarctic Survey, se presentaba en la BBC para argumentar que el control de la población es central para el debate medioambiental.
Esta es la lógica reductio de la fiebre del cambio climático: descarte un bebé para ahorrar agua en la bañera. Para empezar, examinemos la "elevada tasa de natalidad" de la que se queja el profesor Guillebaud: la tasa de fertilidad actual de Gran Bretaña es de alrededor de 1,8 hijos por pareja. La tasa de reemplazo -- es decir, lo que necesitas para que una población estable permanezca en gran medida exactamente igual -- es de 2,1 hijos por pareja. De modo que la población del Reino Unido se encamina ya al declive a largo plazo (y será un declive mucho más marcado restando las tasas de natalidad superiores de las comunidades inmigrantes). En Europa en conjunto, la tasa de fertilidad está algo por encima del 1,3, que es lo que los demógrafos llaman fertilidad "bajo mínimo", [la tasa de fertilidad] de la cual ninguna sociedad de la historia de la humanidad se ha recobrado nunca. Españoles, italianos, alemanes, griegos, búlgaros o ucranianos se habrán extinguido mucho antes que los osos polares, el plancton de la Antártida o el perezoso latinoamericano de tres dedos o cualquiera de las demás especies a las que estos profesores quieren proteger.
Cuántos ingleses, escoceses, griegos o italianos estén vivos en el año 2050 no tendrá ningún impacto mensurable en el denominado "cambio climático". Ninguno en absoluto. Tener menos niños británicos o españoles no hará nada por el oso polar sobre el casquete de hielo que posa para el próximo documental de Al Gore. Pero cuántos bebés británicos y españoles nazcan ahora mismo - este año y el que viene - ciertamente tendrá impacto en el aspecto que Gran Bretaña y España tendrán en el año 2050. Estos hombres "de ciencia" no invitan a que en Níger o Somalia o Afganistán - donde las mujeres tienen 7 y 8 hijos - tengan uno o incluso seis hijos menos. Presumiblemente, el Optimum Population Trust (magnífico apelativo totalitario light, a propósito) piensa que el afgano o somalí medio tiene una contribución a las emisiones de carbono más respetuosa con el medio ambiente, y por tanto un mundo con menos ingleses y más yemeníes será "un planeta más sostenible y habitable para nuestros hijos y nietos”.
Bien, supongo que el nieto del profesor Guillebaud (asumiendo que tenga alguno) descubrirá con el tiempo si se equivocaba en eso o no. Pocos occidentales son todavía tan claramente explícitos en su anti-humanismo, pero existe una despreocupación más general entre estos antiguos pueblos europeos mientras comienzan, en la práctica, a desaparecer de la faz de la tierra en un auto-genocidio incremental: los escoceses y alemanes lloran más por la desaparición de desconocidos insectos en distantes continentes que por la de ellos mismos. Promocionan un Live Earth, pero son indiferentes hacia su propia desaparición.
Hace algunos meses, me encontraba en una reunión en Australia sobre nano tecnología, y uno de esos grandes científicos milagrosos de aspecto juvenil deliraba acerca de todas las excitantes cosas nuevas que se estaban desarrollando. Invitado a dar un ejemplo, nombró el condón auto-reparador: ¿qué tal eso? No se preocupe si se rasga a medio utilizar, los nano gilis, duros trabajadores, lo cerrarán de nuevo en nano segundos y usted estará fresco como una rosa. Estoy tan sobrecogido con las maravillas de la tecnología como cualquiera, pero a duras penas se puede pedir un ejemplo más conmovedor de la innovación científica ilimitada del Occidente al borde de la ruinosa desaparición demográfica. Tal vez el mundo que venga después de la civilización occidental sea "más sostenible", pero dudo que vaya a ser más "habitable".
Mark Steyn es periodista canadiense, columnista y crítico literario natural de Toronto. Trabajó para la BBC presentando un programa desde Nueva York y haciendo diversos documentales. Comienza a escribir en 1992, cuando The Spectator le contrata como crítico de cine, Más tarde pasa a ser columnista de The Independent. Actualmente publica en The Daily Telegraph, The Chicago Sun-Times, The New York Sun, The Washington Times y el Orange County Register, además de The Western Standard, The Jerusalem Post o The Australian, entre otros.

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