LA FAMILIA INFANTE. (DE CASARES, COMO SU PRIMO BLAS).
Todo a su alrededor, era peculiar y diferente.
Eran seis hermanos que no quisieron casarse, ninguno, para no “dejar solos al resto”. El mayor de todos ellos, Emilio, era un emprendedor nato que había construido una pequeña presa y producía electricidad para la ciudad con su empresa “Electra Xaunía”. También tenía una muy mecanizada – para aquellos tiempos – fábrica de curtidos. El otro varón, Rafael, era un poco retrasado y le daba por pellizcar a las moras, con los consiguientes disgustos y problemas. Acudía a la oficina de la empresa, mas que nada para no dar la lata en casa.
Antonia era la mayor de las chicas y llevaba la vara de mando en la casa. Isabela, estaba enferma, de no se que – creo que era algo pulmonar - y estaba mucho tiempo en cama, muy aburrida. Era muy dulce, muy simple, una monería. Por fin las jovencitas, Matilde y Lola, que pasaban temporadas en casa.
Tenían una vivienda en la misma Plaza del Parador, cuyas ventanas traseras daban a la Alcazaba, entonces muy solitaria, pero con su precioso jardín muy cuidado. Era una casa “alargada”, muy alargada y estrecha, muy diferente a todo lo que yo había visto, enternecedora, mágica – de vez en cuando se escuchaban unos extraños ruidos, bastante mosqueantes - y fría como ella sola. Un año, estando allí, cayó una nevada de escándalo y las pasé canutas. Pero volvía siempre.
Encontraba entre ellos el mimo que mis padres no se permitían concederme y se me daban todos los caprichos a los que no estaba acostumbrado. En verano iba con Lola a la piscina del Parador o a la Militar, situada abajo, en el Chauen moderno, construido por los españoles. Y, por las tardes a Raselmaa, a probar – y degustar – el agua de un Uad lau recien nacido.
Alguna vez caminábamos hasta el Sidi Gualo, como llamaban los naturales de la zona a un falso morabito – allí no había nadie enterrado – construido por los militares de Intervención, porque “hacía mono” en aquella loma. Por el camino, disfrutábamos de la fruta que nos íbamos encontrando, sin problemas.
En espera de que Lola estuviese lista para salir, paseaba, en absoluta soledad por los jardines de la Alcazaba, contemplando – horrorizado – las mazmorras con oxidados grilletes, testigos del cautiverio de muchos compatriotas. O me iba a leer – entre sol y sombra – el “Africa Deportiva”, que me traía del único puesto de prensa existente entonces en la ciudad – allá abajo – un morillo muy simpático, Omar, que, continuamente, se reía dijese yo lo que dijese: un tío tan amable como simpático.
Recién muerto mi padre, fuimos un día con Alfonso Aramburu y Mani. El, estrenaba un Taunus, el calor era insoportable, el coche se calentaba. Olía a tragedia.
Muchos años después, recién casado, volví a ver a los Infante. Alguno se había muerto – Isabela y Matilde – y Emilio estaba muy viejecito. Les habían expropiado “a la moruna”, sin indemnizaciones y estaban muy justos. Cobraban pequeñas cantidades con absoluta irregularidad. Y ya no vivían en la casa mágica, sino en un piso en la parte nueva. Todo era distinto y mucho más triste.
Hicimos una excursión a lo alto de la montaña situada frente al Parador – los cuernos de Chauen – desde la que se podía observar todo el cauce del Uad Lau y el Mediterráneo y allí, en lo alto, comprobé que la ciudad, que se me antojaba silenciosa, “respiraba” más de lo que yo pensaba.
Y otra a Bab Barret, Las Puertas del Viento, camino de Bab Taza – es decir de La Meseta y el Rif – donde tomamos te en una cafetín sobre un valle, en el que el único sonido era el producido por las esquilas de las ovejas que allí pastaban. A la vuelta, nos sorprendió una espesísima niebla y con visibilidad de un par de metros, llegamos a Chauen ya entrada la noche. Tardamos cuatro veces más que a la ida.
Todo a su alrededor, era peculiar y diferente.
Eran seis hermanos que no quisieron casarse, ninguno, para no “dejar solos al resto”. El mayor de todos ellos, Emilio, era un emprendedor nato que había construido una pequeña presa y producía electricidad para la ciudad con su empresa “Electra Xaunía”. También tenía una muy mecanizada – para aquellos tiempos – fábrica de curtidos. El otro varón, Rafael, era un poco retrasado y le daba por pellizcar a las moras, con los consiguientes disgustos y problemas. Acudía a la oficina de la empresa, mas que nada para no dar la lata en casa.
Antonia era la mayor de las chicas y llevaba la vara de mando en la casa. Isabela, estaba enferma, de no se que – creo que era algo pulmonar - y estaba mucho tiempo en cama, muy aburrida. Era muy dulce, muy simple, una monería. Por fin las jovencitas, Matilde y Lola, que pasaban temporadas en casa.
Tenían una vivienda en la misma Plaza del Parador, cuyas ventanas traseras daban a la Alcazaba, entonces muy solitaria, pero con su precioso jardín muy cuidado. Era una casa “alargada”, muy alargada y estrecha, muy diferente a todo lo que yo había visto, enternecedora, mágica – de vez en cuando se escuchaban unos extraños ruidos, bastante mosqueantes - y fría como ella sola. Un año, estando allí, cayó una nevada de escándalo y las pasé canutas. Pero volvía siempre.
Encontraba entre ellos el mimo que mis padres no se permitían concederme y se me daban todos los caprichos a los que no estaba acostumbrado. En verano iba con Lola a la piscina del Parador o a la Militar, situada abajo, en el Chauen moderno, construido por los españoles. Y, por las tardes a Raselmaa, a probar – y degustar – el agua de un Uad lau recien nacido.
Alguna vez caminábamos hasta el Sidi Gualo, como llamaban los naturales de la zona a un falso morabito – allí no había nadie enterrado – construido por los militares de Intervención, porque “hacía mono” en aquella loma. Por el camino, disfrutábamos de la fruta que nos íbamos encontrando, sin problemas.
En espera de que Lola estuviese lista para salir, paseaba, en absoluta soledad por los jardines de la Alcazaba, contemplando – horrorizado – las mazmorras con oxidados grilletes, testigos del cautiverio de muchos compatriotas. O me iba a leer – entre sol y sombra – el “Africa Deportiva”, que me traía del único puesto de prensa existente entonces en la ciudad – allá abajo – un morillo muy simpático, Omar, que, continuamente, se reía dijese yo lo que dijese: un tío tan amable como simpático.
Recién muerto mi padre, fuimos un día con Alfonso Aramburu y Mani. El, estrenaba un Taunus, el calor era insoportable, el coche se calentaba. Olía a tragedia.
Muchos años después, recién casado, volví a ver a los Infante. Alguno se había muerto – Isabela y Matilde – y Emilio estaba muy viejecito. Les habían expropiado “a la moruna”, sin indemnizaciones y estaban muy justos. Cobraban pequeñas cantidades con absoluta irregularidad. Y ya no vivían en la casa mágica, sino en un piso en la parte nueva. Todo era distinto y mucho más triste.
Hicimos una excursión a lo alto de la montaña situada frente al Parador – los cuernos de Chauen – desde la que se podía observar todo el cauce del Uad Lau y el Mediterráneo y allí, en lo alto, comprobé que la ciudad, que se me antojaba silenciosa, “respiraba” más de lo que yo pensaba.
Y otra a Bab Barret, Las Puertas del Viento, camino de Bab Taza – es decir de La Meseta y el Rif – donde tomamos te en una cafetín sobre un valle, en el que el único sonido era el producido por las esquilas de las ovejas que allí pastaban. A la vuelta, nos sorprendió una espesísima niebla y con visibilidad de un par de metros, llegamos a Chauen ya entrada la noche. Tardamos cuatro veces más que a la ida.
Cuenta la leyenda que, junto a la añosa encina de la fotografía, Boabdil - que pasó por allí cuando su exilio - continuaba llorando su desgracia.
CHAUEN: DEMASIADA RETORICA.
Situada a 60 kilómetros de Tetuán, ocupando un lugar destacado en el corazón de los habitantes del Norte, Xauen, que en Bereber significa ‘cuernos’ refiriéndose a los nudos montañosos que dominan la ciudad. Está dotada con una multitud de atractivos que ofrece a sus visitantes sus encantos tan característicos que la distinguen.
Confinada por un cinturón de montañas, sus bonitos paisajes y climas suaves, el aire puro y el sol primaveral, todo ajustado por la naturaleza para que los aficionados de las montañas puedan satisfacer sus deseos.Pequeña localidad refugiada entre los picos gemelos del la montaña, Xauen es un remanso de paz abrumado por pequeñas casas blancas y azules. Sus callejuelas, cubiertas por rodillos, corren alrededor de plazoletas florecidas, que suben, descienden, se envuelven como para volverse de nuevo al inicio, y se cruzan como en un laberinto alborozado.Toda la poesía de la naturaleza verde sorprende inmediata y asombrosamente al visitante. Turistas españoles eligieron a esta hermosa ciudad para pasar este fin de semana en una colosal tranquilidad. “Elegimos Xauen porque es un pequeña ciudad, propia, calmosa y dónde no hay estafas como en otras”, declara una joven española.Porque a los españoles les encanta esta localidad, y la respuesta de los turistas a esta pregunta es simple, “conocemos más a Xauen y Arzila que otras ciudades, nos atrae su paisaje y su simplicidad”, explican.Entre todos sus encantos, está la Medina, lugar que hay que recorrer sin perder detalle. Sus estrechas calles de casas blancas y añil y ventanas con rejas albergan talleres de artesanía, telares de seda y lana y tiendas de antigüedades, cuero, plata y madera. La ciudad cuenta con 43 bazares que comercializan sus productos de artesanía y antigüedades.La plaza de Uta Al Hmam está considerada el mirador de la ciudad y a cualquier hora del día se llena de personas que deambulan o se relajan en los diferentes cafetines donde se puede degustar un vaso de té a la menta, unos pinchitos o comerte un ‘tajine’.La simplicidad de sus habitantes, su acogida y su hospitalidad legendaria se aprecia mucho por el visitante que siempre está considerado como un gran huésped y que se siente es entusiasmado por la recepción de sus habitantes.La ciudad dispone de todos los activos para la reactivación de turismo, paisaje, la belleza de sus terrenos ecológicos para aficionados del turismo rural y su clima suave propicia ciertas potencialidades con recursos del agua. También contiene varios ríos, de carácter estacional y que vierten en el mar Mediterráneo. Además, algunos de estos ríos alimentan los ríos del Lucus y del Uargha.La diversidad del paisaje que presenta esta ciudad provoca a sus visitantes, de ahí las numerosas formas de abordarlo según la temporada y sus aficiones d deportivas. Visto el interés que el Estado tiene actualmente para la región en cuanto a inversión turística, Xauen parece bien lanzada en el desarrollo de este sector. Sin embargo los esfuerzos que quedan por hacer en cuanto a las infraestructuras de carreteras así como los medios de transporte en la salida y los procedentes de otras ciudades. Estos dos últimos representan por el momento el eslabón escaso para un verdadero despegue de turismo. Considerada una ciudad santa - seis mezquitas, 10.000 habitantes - gracias a las montañas que la rodean, permaneció protegida contra las incursiones extranjeras y prosperó gracias a la llegada de refugiados musulmanes llegados de España.Xauen fue durante siglos una ciudad considerada sagrada, donde se prohibía la entrada a los extranjeros. Por esta razón se ha mantenido con pocas alteraciones toda su fisonomía medieval. Los cambios en la estructura urbana y poblacional de Xauen son muy recientes. Fueron las tropas españolas las que abrieron Xauen al tomar el control de toda la zona norte de Marruecos para instaurar el protectorado concedido por la Conferencia de Algeciras (1906) y definido por el tratado hispano-francés de 1912. Cuando los españoles llegaron, la ciudad tenía una importante población judía sefardí que hablaba judeoespañol. Xauen fue una de las principales bases del ejército español, y en esta ciudad se arrió la última bandera española en 1956. Como en otras ciudades que pertenecieron al protectorado español, gran parte de sus habitantes habla español. La ciudad fue fundada en 1471 en el emplazamiento de una pequeña población bereber. Su población original estuvo compuesta sobre todo por exiliados de Al-Andalus, tanto musulmanes como judíos. Razón por la cual la parte antigua de la ciudad tiene una apariencia muy similar a las de los pueblos andaluces, con pequeñas callejuelas de trazado irregular y casas encaladas.
Confinada por un cinturón de montañas, sus bonitos paisajes y climas suaves, el aire puro y el sol primaveral, todo ajustado por la naturaleza para que los aficionados de las montañas puedan satisfacer sus deseos.Pequeña localidad refugiada entre los picos gemelos del la montaña, Xauen es un remanso de paz abrumado por pequeñas casas blancas y azules. Sus callejuelas, cubiertas por rodillos, corren alrededor de plazoletas florecidas, que suben, descienden, se envuelven como para volverse de nuevo al inicio, y se cruzan como en un laberinto alborozado.Toda la poesía de la naturaleza verde sorprende inmediata y asombrosamente al visitante. Turistas españoles eligieron a esta hermosa ciudad para pasar este fin de semana en una colosal tranquilidad. “Elegimos Xauen porque es un pequeña ciudad, propia, calmosa y dónde no hay estafas como en otras”, declara una joven española.Porque a los españoles les encanta esta localidad, y la respuesta de los turistas a esta pregunta es simple, “conocemos más a Xauen y Arzila que otras ciudades, nos atrae su paisaje y su simplicidad”, explican.Entre todos sus encantos, está la Medina, lugar que hay que recorrer sin perder detalle. Sus estrechas calles de casas blancas y añil y ventanas con rejas albergan talleres de artesanía, telares de seda y lana y tiendas de antigüedades, cuero, plata y madera. La ciudad cuenta con 43 bazares que comercializan sus productos de artesanía y antigüedades.La plaza de Uta Al Hmam está considerada el mirador de la ciudad y a cualquier hora del día se llena de personas que deambulan o se relajan en los diferentes cafetines donde se puede degustar un vaso de té a la menta, unos pinchitos o comerte un ‘tajine’.La simplicidad de sus habitantes, su acogida y su hospitalidad legendaria se aprecia mucho por el visitante que siempre está considerado como un gran huésped y que se siente es entusiasmado por la recepción de sus habitantes.La ciudad dispone de todos los activos para la reactivación de turismo, paisaje, la belleza de sus terrenos ecológicos para aficionados del turismo rural y su clima suave propicia ciertas potencialidades con recursos del agua. También contiene varios ríos, de carácter estacional y que vierten en el mar Mediterráneo. Además, algunos de estos ríos alimentan los ríos del Lucus y del Uargha.La diversidad del paisaje que presenta esta ciudad provoca a sus visitantes, de ahí las numerosas formas de abordarlo según la temporada y sus aficiones d deportivas. Visto el interés que el Estado tiene actualmente para la región en cuanto a inversión turística, Xauen parece bien lanzada en el desarrollo de este sector. Sin embargo los esfuerzos que quedan por hacer en cuanto a las infraestructuras de carreteras así como los medios de transporte en la salida y los procedentes de otras ciudades. Estos dos últimos representan por el momento el eslabón escaso para un verdadero despegue de turismo. Considerada una ciudad santa - seis mezquitas, 10.000 habitantes - gracias a las montañas que la rodean, permaneció protegida contra las incursiones extranjeras y prosperó gracias a la llegada de refugiados musulmanes llegados de España.Xauen fue durante siglos una ciudad considerada sagrada, donde se prohibía la entrada a los extranjeros. Por esta razón se ha mantenido con pocas alteraciones toda su fisonomía medieval. Los cambios en la estructura urbana y poblacional de Xauen son muy recientes. Fueron las tropas españolas las que abrieron Xauen al tomar el control de toda la zona norte de Marruecos para instaurar el protectorado concedido por la Conferencia de Algeciras (1906) y definido por el tratado hispano-francés de 1912. Cuando los españoles llegaron, la ciudad tenía una importante población judía sefardí que hablaba judeoespañol. Xauen fue una de las principales bases del ejército español, y en esta ciudad se arrió la última bandera española en 1956. Como en otras ciudades que pertenecieron al protectorado español, gran parte de sus habitantes habla español. La ciudad fue fundada en 1471 en el emplazamiento de una pequeña población bereber. Su población original estuvo compuesta sobre todo por exiliados de Al-Andalus, tanto musulmanes como judíos. Razón por la cual la parte antigua de la ciudad tiene una apariencia muy similar a las de los pueblos andaluces, con pequeñas callejuelas de trazado irregular y casas encaladas.
JAMAL OUAhBI
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