03 enero, 2009

MINERVA MORA EN MALAGA.-




RESTAURACIÓN DEL MASCARÓN DE PROA DEL BUQUE ESCUELA J. S. ELCANO REVIVE EN MANOS MALAGUEÑAS.
El imaginero Rafael Ruiz Liébana restaura en los astilleros Nereo el mascarón del histórico buque escuela. En 1965 un joven malagueño esculpió la anterior figura
La diosa Minerva tiene el rostro más terso y brillante gracias a las buenas manos del imaginero malagueño Rafael Ruiz Liébana, que acaba de restaurar el mascarón del barco más famoso de la Armada Española: el buque escuela Juan Sebastián Elcano.El famoso artista malagueño ha dejado como nueva la figura tallada en cedro americano de la diosa romana, y es que el trasiego por tantos mares no perdona: desde que fue realizado hace casi 25 años, el mascarón ha recorrido más de medio millón de millas náuticas, equivalente a 23 veces la vuelta al mundo. Los veteranos astilleros Nereo en Pedregalejo fueron los encargados de acoger la pieza, que ha convivido con la construcción del bergantín del general Gálvez. Dos testigos de la historia naval española en unos metros cuadrados de costa malagueña. Según explica la oficina de relaciones públicas de la Flota, Rafael Ruiz Liébana ha tenido que hacer frente a los deterioros del mar, la intemperie y a las numerosas reparaciones realizadas a la figura en el arsenal de La Carraca, en San Fernando. Precisamente del arsenal partirá el próximo miércoles, 7 de enero, el buque escuela rumbo al vecino puerto comercial de Cádiz, que tiene prevista su llegada a las 13, 15. Será la forma de celebrar esta necesitada restauración. Además, en este acto, el imaginero malagueño y Araceli Sánchez Guitard, representante del astillero, recibirán unos recuerdos del Juan Sebastián Elcano. El mascarón restaurado por Rafael Ruiz Liébana es el tercero que luce el buque escuela desde su botadura en 1927. El segundo, creado en 1965 y de tres metros y medio de altura, fue obra del joven artista malagueño Francisco Muñoz Bautista, fallecido en 1974, a los 33 años, en accidente de tráfico. El escultor lo realizó mientras hacía la mili en San Fernando y para la diosa Minerva tomó como modelo a la hija del comandante de la base, que posó para él. Los antiguos mascarones de proa solían tener relación con el nombre del buque, el armador o la nación. En el caso del Juan Sebastián Elcano, el primer nombre elegido para el navío fue ´Minerva´, ya que iba a sustituir a otro velero de igual nombre, comprado en el extranjero. Al no reunir las características necesarias fue desestimado. La idea de ponerle ´Juan Sebastián Elcano´ partió del director del astillero gaditano, durante una visita del general Primo de Rivera para ver las obras del buque. El general aceptó el cambio de nombre y desde hace 81 años, navegante y diosa surcan juntos los mares.
PASIÓN DEL SUR 2006. EL PERSONAJE: RAFAEL RUIZ LIÉBANA: «HACER EL TRONO DE LA VIRGEN DE LA SANGRE ES UN GRAN RETO PARA MÍ»
Rafael Ruiz Liébana ha estado a punto de cerrar su taller e irse a Florencia. Al final, ha podido más su vocación que los sinsabores, y continuará con la gubia en la mano mientras el cuerpo aguante.
Su oficio es su vida. Desde niño se dio cuenta de que tenía madera de artista. Las cofradías de Málaga apreciaron su valía cuando hizo el trono del Cristo de la Sangre. Nadie le ha regalado nada y ha tenido que superar la incomprensión de gente que no quería reconocerle su calidad. Ahora, a sus 67 años, como él dice, sigue aprendiendo cada día, mantiene intacta la ilusión por el trabajo bien hecho y espera cerrar pronto con la Archicofradía de la Sangre el acuerdo para hacer el trono de la Virgen de Consolación y Lágrimas.

¿Cuándo empezó usted en el mundo artístico de la talla, la imaginería y el dorado?
Hace 52 años, cuando hice mis dos primeros tronos para la iglesia de la Trinidad. Eran para la Santísima Trinidad y la Virgen de la Paz.
¿Se dedicó al mundo de la talla por vocación o porque se le daba bien?
Yo sentía vocación desde pequeño. En el colegio de San Pedro y San Rafael vendía dibujos a otros compañeros para comprarme chucherías. Dibujaba en la pizarra pasajes de la historia sagrada en las clases de religión. Desde siempre me ha gustado pintar. Tenía una fuerte vocación artística.
¿Qué se siente más: imaginero, tallista o dorador?
Las tres cosas. Y explicó por qué. Mi maestro, Andrés Cabello Requena, me enseñó de todo. Él pasó mucho con los doradores. Cuando estaba haciendo el trono de la Esperanza, los doradores que había en Málaga se aprovechaban de él. Por eso tuvo que traerse doradores de Granada. Y me decía: «Tienes que aprender de todo: talla, imaginería y dorado, para no tener que depender de nadie». Yo lo que puedo decir es que un tallista puede hacer fácilmente una figura, pero un escultor no puede hacer talla.
¿Qué es más difícil para usted: tallar un trono o hacer un Cristo?
Para mí, es mucho más fácil hacer un Cristo. Eso es cuestión de estudiar anatomía. Lo verdaderamente difícil es tallar adornos barrocos. En cuanto al dorado, aprendí a hacerlo por necesidad. Soy muy constante y siempre estoy aprendiendo e investigando, por eso he llegado a dorar a la perfección. De hecho, he aportado cosas nuevas al dorado, que es una técnica que tiene 3.500 años.
¿Qué obras suyas destacaría de la amplia producción que ha salido de su taller a lo largo de los años?
Tengo muchas obras. Algunas son malas o medio regulares, pero no porque no las haya querido hacer mejor, sino porque el presupuesto no daba para más. Si tengo que elegir, me quedo con el trono del Cristo de la Sangre. Ese trono fue la única oportunidad que tuve en Málaga. Aquí sólo hacía chapuces. La Sangre para mí es todo. Después de ese trono vinieron muchas cosas.
¿Considera que las cofradías de Málaga no han confiado demasiado en usted cuando podía haber hecho trabajos de calidad para ellas si le hubiesen dado medios suficientes?
Totalmente. Cuando se presentó el trono de la Sangre muchas personas se quedaron sorprendidas. Como dijo Pedro Luis Gómez: «Esto no necesita presentación». La opinión de muchos hermanos mayores, al ver el trono, es que habían estado equivocados conmigo. Y que conste que ese trono podía haberlo mejorado más.
¿Por qué cada vez hay más problemas para que surjan nuevos valores en la talla, la imaginería y el dorado?
En primer lugar, porque hoy no se pueden tener aprendices por el coste que supone. Segundo, los que aprenden algo, en uno o dos años se creen ya artistas y se van del taller. Luego se quedan estancados, porque nunca se termina de aprender. Yo, con 67 años, sigo aprendiendo. Este oficio no basta con que guste, hay que amarlo como si fuera la novia o la mujer. Si se le ama, sí se consigue algo.
¿Hay alguna obra que se ha quedado con ganas de hacer?
Sí, hay una obra que me habría gustado hacer y que, por circunstancias, no he podido. Me alegro de que el resultado haya sido bueno, maravilloso, pero yo quería que ese trono (se refiere al trono de Nuestra Señora de la Soledad de Mena) le hubiese hablado de tú al de la Esperanza. No hacerlo ha sido un palo gordo. Y me echo la culpa a mí mismo. Creo que la oportunidad de hacer otro trono me la va a brindar la Archicofradía de la Sangre. Estoy con muchas ganas de hacer el trono de Consolación y Lágrimas. Yo iba a casi retirarme, pero he decidido seguir. Ese proyecto es un gran reto para mí. Me tienen que dar tiempo. Sólo falta que la Sangre se decida después de Semana Santa.
¿Por qué cree que se cambiaron muchos tronos característicos de Málaga por otros casi de serie hechos en Sevilla?Eso también me lo pregunto yo. Será por las dimensiones tan grandes que tienen los tronos propios de Málaga, lo que impide que entren en la Catedral. No sé bien el porqué. Pero muchos tronos se cambiaron antes de que se entrase en la Catedral. La realidad es que en esos años en Málaga no había tallistas. Estaba yo, pero conmigo no contaban salvo para hacer chapuces. Por ejemplo, Francisco Toledo, cuando era hermano mayor del Huerto, vino en mi busca para que les improvisara un trono para la Virgen de la Concepción para poder salir. Hice lo que pude y la Virgen salió así dos años. Las cofradías se iban a Sevilla, donde estaban Manuel Guzmán Bejarano y Antonio Martín, que eran dos fueras de serie.
¿Cómo se siente al tener un Cristo en el altar mayor de la Catedral?
Ya se puede imaginar. Ese Cristo es original y lo he hecho con todo el cariño del mundo. Ya hay detractores de esa obra, pero me da igual porque he estado trabajando muchísimo, tanto en ese Cristo como en el vía crucis que he realizado también para la Catedral.
Ángel Escalera.

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