COMO SIEMPRE, UNA CHAPUZA II.
LA GUERRA DE LOS SEIS DIAS Y SUS CONSECUENCIAS.
Tras la segunda guerra Árabe-israelí, la imagen del presidente egipcio Nasser salió fortalecida en todo el mundo árabe, que asistió al crecimiento de un ambiente nacionalista en el que los deseos de revancha contra Israel ocupaban un lugar muy destacado. La formación de un comando militar árabe unificado que concentró sus tropas en torno a las fronteras, junto con el cierre de los estrechos de Tirán por parte de Egipto y la insistencia de Nasser, en 1967, de que la UNEF abandonara la zona del canal, hicieron que Israel se adelantara a los preparativos ofensivos árabes y atacara Egipto, Jordania y Siria, simultáneamente, el 5 de junio de ese mismo año. La guerra de los Seis Días finalizó con la decisiva victoria de Israel. Las fuerzas aéreas israelíes, equipadas con modernos aviones franceses, fueron el principal instrumento de la destrucción de los ejércitos árabes.
Tras la guerra de los Seis Días, Israel anexionó la franja de Gaza y la península del Sinaí que había conquistado a Egipto, la parte árabe del Jerusalén oriental – que ya no soltarán sino por la fuerza y hacen bien - y Cisjordania, que ocupó a Jordania, y los Altos del Golán, arrebatados a Siria. El territorio que quedó bajo jurisdicción israelí después de la guerra de 1967 era aproximadamente cuatro veces superior al área que se le había otorgado tras el armisticio de 1949. Los territorios ocupados tenían una población árabe de aproximadamente 1,5 millones.
A partir de 1967, los territorios ocupados se convirtieron en la principal preocupación política de Israel. La derecha y los líderes de los partidos religiosos ortodoxos del país se oponían a la retirada de Cisjordania y Gaza, que consideraban parte de Israel. En la Alineación Laborista, las opiniones estaban divididas: unos estaban a favor de la retirada y otros defendían el mantenimiento sólo de aquellas zonas que se consideraran de vital importancia para la seguridad militar de Israel. Muchos partidos pequeños, entre ellos el Partido Comunista, también se oponían al mantenimiento de la ocupación de los territorios conquistados. Sin embargo, la mayoría de los israelíes apoyaban la postura de la anexión de Jerusalén oriental y de su unión con el sector judío de la ciudad, y el gobierno, dirigido por los laboristas, unió formalmente ambos sectores pocos días después de que finalizara la guerra de 1967. En 1980 la Kneset aprobó una ley en la que se declaraba a Jerusalén “completa y unificada” como capital eterna de Israel.
Tras la guerra de 1967 se produjo un aumento del nacionalismo palestino. Varias organizaciones guerrilleras de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) cometieron actos terroristas contra escuelas, mercados, estaciones de autobús y aeropuertos israelíes, con el objetivo manifiesto de “liberar Palestina”. Los ataques terroristas contra los israelíes, en su patria o en el extranjero, hicieron que la opinión pública se opusiera al reconocimiento de la OLP y a cualquier tipo de negociación con ésta, pero el grupo consiguió ganar un amplio apoyo internacional, e incluso el reconocimiento de la ONU, como “único representante legítimo de los palestinos”. En los Juegos Olímpicos que se celebraron en Munich (Alemania) en el verano de 1972, un comando palestino asesinó a 11 atletas israelíes.
Recién terminada la Guerra de los Seis Días, circulaba por Madrid una historieta. Durante el conflicto, las avanzadillas egipcias – los egipcios perdieron buena parte de su fuerza aérea, destruida en tierra por los Mirage – detectaron movimiento y un sargento fue enviado al mando de un sección para averiguar que estaba pasando. Al poco se oye una gran ensalada de tiros y el sargento egipcio vuelve solo, herido, con el uniforme hecho jirones y el capitán le pregunta. El sargento responde “Ha sido una emboscada, mi capitán; no era un israelita, eran dos”.
Tras la segunda guerra Árabe-israelí, la imagen del presidente egipcio Nasser salió fortalecida en todo el mundo árabe, que asistió al crecimiento de un ambiente nacionalista en el que los deseos de revancha contra Israel ocupaban un lugar muy destacado. La formación de un comando militar árabe unificado que concentró sus tropas en torno a las fronteras, junto con el cierre de los estrechos de Tirán por parte de Egipto y la insistencia de Nasser, en 1967, de que la UNEF abandonara la zona del canal, hicieron que Israel se adelantara a los preparativos ofensivos árabes y atacara Egipto, Jordania y Siria, simultáneamente, el 5 de junio de ese mismo año. La guerra de los Seis Días finalizó con la decisiva victoria de Israel. Las fuerzas aéreas israelíes, equipadas con modernos aviones franceses, fueron el principal instrumento de la destrucción de los ejércitos árabes.
Tras la guerra de los Seis Días, Israel anexionó la franja de Gaza y la península del Sinaí que había conquistado a Egipto, la parte árabe del Jerusalén oriental – que ya no soltarán sino por la fuerza y hacen bien - y Cisjordania, que ocupó a Jordania, y los Altos del Golán, arrebatados a Siria. El territorio que quedó bajo jurisdicción israelí después de la guerra de 1967 era aproximadamente cuatro veces superior al área que se le había otorgado tras el armisticio de 1949. Los territorios ocupados tenían una población árabe de aproximadamente 1,5 millones.
A partir de 1967, los territorios ocupados se convirtieron en la principal preocupación política de Israel. La derecha y los líderes de los partidos religiosos ortodoxos del país se oponían a la retirada de Cisjordania y Gaza, que consideraban parte de Israel. En la Alineación Laborista, las opiniones estaban divididas: unos estaban a favor de la retirada y otros defendían el mantenimiento sólo de aquellas zonas que se consideraran de vital importancia para la seguridad militar de Israel. Muchos partidos pequeños, entre ellos el Partido Comunista, también se oponían al mantenimiento de la ocupación de los territorios conquistados. Sin embargo, la mayoría de los israelíes apoyaban la postura de la anexión de Jerusalén oriental y de su unión con el sector judío de la ciudad, y el gobierno, dirigido por los laboristas, unió formalmente ambos sectores pocos días después de que finalizara la guerra de 1967. En 1980 la Kneset aprobó una ley en la que se declaraba a Jerusalén “completa y unificada” como capital eterna de Israel.
Tras la guerra de 1967 se produjo un aumento del nacionalismo palestino. Varias organizaciones guerrilleras de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) cometieron actos terroristas contra escuelas, mercados, estaciones de autobús y aeropuertos israelíes, con el objetivo manifiesto de “liberar Palestina”. Los ataques terroristas contra los israelíes, en su patria o en el extranjero, hicieron que la opinión pública se opusiera al reconocimiento de la OLP y a cualquier tipo de negociación con ésta, pero el grupo consiguió ganar un amplio apoyo internacional, e incluso el reconocimiento de la ONU, como “único representante legítimo de los palestinos”. En los Juegos Olímpicos que se celebraron en Munich (Alemania) en el verano de 1972, un comando palestino asesinó a 11 atletas israelíes.
Recién terminada la Guerra de los Seis Días, circulaba por Madrid una historieta. Durante el conflicto, las avanzadillas egipcias – los egipcios perdieron buena parte de su fuerza aérea, destruida en tierra por los Mirage – detectaron movimiento y un sargento fue enviado al mando de un sección para averiguar que estaba pasando. Al poco se oye una gran ensalada de tiros y el sargento egipcio vuelve solo, herido, con el uniforme hecho jirones y el capitán le pregunta. El sargento responde “Ha sido una emboscada, mi capitán; no era un israelita, eran dos”.
LA GUERRA DEL YOM KIPUR Y LA DECADA SIGUIENTE.
En 1973, Egipto y Siria se unieron en una guerra contra Israel para recuperar los territorios que habían perdido en 1967. Ambos estados iniciaron una ofensiva por sorpresa sobre Israel el 6 de octubre, fecha del Yom Kipur, el día de ayuno sagrado para los judíos. Las primeras operaciones árabes en la península del Sinaí fueron exitosas, aunque el signo de la contienda varió, tras la reacción del Ejército de Israel, durante las tres siguientes semanas. Los árabes se granjearan el apoyo de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) y de la mayor parte de los países en vías de desarrollo. Arabia Saudí y Kuwait financiaron al Ejército árabe, haciendo posible que Egipto y Siria recibieran las armas soviéticas más sofisticadas, y los Estados árabes productores de petróleo iniciaron el embargo de sus exportaciones de crudo a Estados Unidos y a otros países occidentales como represalia por su ayuda al Estado judío.
En 1973, Egipto y Siria se unieron en una guerra contra Israel para recuperar los territorios que habían perdido en 1967. Ambos estados iniciaron una ofensiva por sorpresa sobre Israel el 6 de octubre, fecha del Yom Kipur, el día de ayuno sagrado para los judíos. Las primeras operaciones árabes en la península del Sinaí fueron exitosas, aunque el signo de la contienda varió, tras la reacción del Ejército de Israel, durante las tres siguientes semanas. Los árabes se granjearan el apoyo de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) y de la mayor parte de los países en vías de desarrollo. Arabia Saudí y Kuwait financiaron al Ejército árabe, haciendo posible que Egipto y Siria recibieran las armas soviéticas más sofisticadas, y los Estados árabes productores de petróleo iniciaron el embargo de sus exportaciones de crudo a Estados Unidos y a otros países occidentales como represalia por su ayuda al Estado judío.
Israel tuvo que hacer frente a serios problemas financieros, que fueron aliviados en parte por la gran asistencia militar y económica que le prestó Estados Unidos. Sin embargo, esta ayuda estadounidense no fue suficiente para evitar la espiral descendente de la economía israelí. En sus esfuerzos por impulsar un acuerdo de paz, el presidente de Estados Unidos Richard Milhous Nixon encargó a su secretario de Estado (ministro de Asuntos Exteriores), Henry Alfred Kissinger, la tarea de negociar los acuerdos de paz entre Israel por un lado y Egipto y Siria por otro. En 1974, Kissinger consiguió la separación de las fuerzas militares de Israel y Egipto en el Sinaí, y de Israel y Siria, en los Altos del Golán.
A la guerra del Yom Kipur siguieron crecientes disturbios en Israel y constantes críticas a sus dirigentes políticos. Entre los resultados del “terremoto” (así se denominó a los sucesos de 1973) una comisión de investigación, dirigida por el presidente del Tribunal Supremo de Israel, fue muy crítica con los mandos del Ejército debido a su modo de dirigir la guerra. El descontento generalizado llevó a la dimisión de la primera ministra, Golda Meir, y de su gabinete en abril de 1974. Meir (que había sido la sucesora de Eskhol en 1969) fue sustituida por Isaac Rabin. Rabin fue incapaz de detener la inflación y el deterioro de la economía y su reputación quedó dañada al descubrirse que él y otros miembros del Partido Laborista estaban involucrados en transacciones financieras ilícitas. Como resultado de esto, la Alineación Laborista perdió las elecciones a la Kneset de 1977. Menajem Beguin, el nuevo primer ministro, encabezó el movimiento Likud, bloque formado en 1973 por grupos nacionalistas que se oponían a cualquier concesión territorial a los árabes.
CUANDO SE PRESUMIA LA PAZ.
Las relaciones entre Israel y los palestinos entraron en una nueva fase a finales de la década de 1980, con la aparición de la intifada, una serie de levantamientos populares que tuvieron lugar en los territorios ocupados y en los que se produjeron manifestaciones, huelgas y ataques con piedras a los soldados y civiles israelíes. La dura respuesta del gobierno israelí generó críticas tanto por parte de Estados Unidos como de la ONU.
La coalición entre el Likud y los laboristas se deshizo en marzo de 1989. Entonces, Shamir encabezó un gabinete provisional hasta junio de 1990, momento en que formó un nuevo gobierno. En 1989 y 1990 más de 200.000 judíos procedentes de la entonces disuelta Unión Soviética se establecieron en Israel. Esta nueva oleada migratoria —alentada por el gobierno de Shamir, pero que fue mal acogida por palestinos y por árabes residentes en Israel— minó la economía nacional. Durante la guerra del Golfo Pérsico, en la que muchos palestinos apoyaron de forma abierta a Irak, misiles Scud alcanzaron Israel en repetidas ocasiones, hiriendo a más de 200 personas y destruyendo casi 9.000 viviendas en la zona de Tel Aviv. Israel, contrariamente a su política habitual, no tomó represalias, en parte porque Estados Unidos estableció bases de misiles tierra-aire Patriot para destruir los misiles iraquíes.
Las relaciones entre Israel y los palestinos entraron en una nueva fase a finales de la década de 1980, con la aparición de la intifada, una serie de levantamientos populares que tuvieron lugar en los territorios ocupados y en los que se produjeron manifestaciones, huelgas y ataques con piedras a los soldados y civiles israelíes. La dura respuesta del gobierno israelí generó críticas tanto por parte de Estados Unidos como de la ONU.
La coalición entre el Likud y los laboristas se deshizo en marzo de 1989. Entonces, Shamir encabezó un gabinete provisional hasta junio de 1990, momento en que formó un nuevo gobierno. En 1989 y 1990 más de 200.000 judíos procedentes de la entonces disuelta Unión Soviética se establecieron en Israel. Esta nueva oleada migratoria - alentada por el gobierno de Shamir, pero que fue mal acogida por palestinos y por árabes residentes en Israel - minó la economía nacional. Durante la guerra del Golfo Pérsico, en la que muchos palestinos apoyaron de forma abierta a Irak, misiles Scud alcanzaron Israel en repetidas ocasiones, hiriendo a más de 200 personas y destruyendo casi 9.000 viviendas en la zona de Tel Aviv. Israel, contrariamente a su política habitual, no tomó represalias, en parte porque Estados Unidos estableció bases de misiles tierra-aire Patriot para destruir los misiles iraquíes. Las primeras conversaciones de paz global entre Israel y delegaciones que representaban a los palestinos y a los Estados árabes vecinos se iniciaron en octubre de 1991, en Madrid, en la Conferencia de Paz sobre Oriente Próximo. Después de que el Likud perdiera las elecciones parlamentarias en junio de 1992, el líder del Partido Laborista, Isaac Rabin, formó un nuevo gobierno.
Los acontecimientos en Oriente Próximo dieron un giro inesperado en 1993. Tras unas negociaciones secretas, el primer ministro israelí, Rabin, y el presidente de la OLP, Yasir Arafat, se reunieron en la ciudad de Washington, y acordaron firmar un histórico tratado de paz. Israel permitió la creación de un gobierno autónomo, primero en la franja de Gaza y en Jericó, en Cisjordania, y más tarde en las demás zonas de Cisjordania en las que no hubiera población judía. A comienzos de 1994, las negociaciones sobre la autonomía se interrumpieron temporalmente después de que un colono judío matara al menos a 29 palestinos árabes en una mezquita en Hebrón, en Cisjordania. En mayo de 1994, las tropas israelíes se retiraron de Jericó y de las ciudades y campos de refugiados de la franja de Gaza y esta área quedó bajo la administración de la Autoridad Nacional Palestina. En julio de 1994, el primer ministro Rabin y el rey Hussein de Jordania firmaron un tratado de paz que ponía fin a 46 años de enfrentamientos entre ambos Estados. El acuerdo, que se firmó en la Casa Blanca en presencia del presidente de Estados Unidos, Bill Clinton, asentó las bases para un tratado de paz definitivo.
El primer ministro israelí, Isaac Rabin, fue asesinado el 4 de noviembre de 1995 en Tel Aviv por un judío perteneciente a un grupo de extrema derecha hasta entonces desconocido. Fue sustituido por Simón Peres. Los sucesivos atentados terroristas indiscriminados llevados a efecto por miembros del grupo fundamentalista islámico Hezbolá, provocaron en 1996 el bombardeo israelí del sur del Líbano como represalia.
En las elecciones celebradas en mayo de ese mismo año, Simón Peres resultó derrotado por el candidato derechista del Likud, Benjamín Netanyahu, por un estrecho margen de votos. Se inició entonces un estancamiento, cuando no un retroceso, en el proceso de paz puesto en marcha años antes, pese a las presiones ejercidas por la comunidad internacional (con Estados Unidos a la cabeza) y la moderación con que actuó la Autoridad Nacional Palestina presidida por Yasir Arafat.
Pese al estancamiento de las negociaciones con los palestinos, en enero de 1997 se completó y firmó el acuerdo por el que Israel se comprometía a la retirada de sus tropas del núcleo urbano de Hebrón. En concreto, el desalojo incluía el 80% de la ciudad, manteniendo su presencia en torno a los asentamientos judíos existentes. No obstante, las autoridades israelíes decidieron un mes después poner en marcha su proyecto de construcción de viviendas en Jerusalén Este, lo que fue considerado por los palestinos como una violación de los acuerdos firmados. Las negociaciones entraron de nuevo en un punto muerto. Los ataques terroristas perpetrados por grupos islamistas a mediados de 1997 llevaron a que Israel demandara a las autoridades palestinas una mayor eficacia contra las actividades de esos grupos. Particularmente preocupantes para Israel fueron los atentados suicidas con bomba efectuados por miembros del grupo islámico Hamas. En respuesta, agentes del Mossad, los servicios secretos israelíes, intentaron sin éxito asesinar en la capital jordana a Jaled Meshal, máximo dirigente de Hamas. La acción enturbió las relaciones jordano-israelíes.
Asimismo, los ataques efectuados por grupos islamistas libaneses en la zona de seguridad y el norte de Israel provocaron inquietud en el gobierno de Netanyahu. En 1998 Israel ofreció la retirada de la zona de seguridad, bajo control judío desde 1985, a cambio de que Líbano garantizase que no se producirían más ataques terroristas contra el norte de Israel. El gobierno libanés rechazó la oferta, proponiendo como alternativa la retirada incondicional del Ejército israelí.
Netanyahu obtuvo el respaldo de la Kneset pese a las críticas procedentes tanto de la izquierda como de la derecha parlamentaria. Su amenaza de obstaculizar la ocupación judía del sector oriental de Jerusalén, ordenado por un magnate estadounidense de origen judío, provocó la ira de los grupos derechistas, mientras que su apoyo a los asentamientos de colonos en Cisjordania, así como otras actuaciones, fueron contempladas por la izquierda como un intento por desmontar el proceso de paz iniciado años atrás. A comienzos de 1998, la coalición gubernamental salvó por un estrecho margen el voto de censura promovido por la oposición parlamentaria.
A mediados de ese mismo año se celebró el 50 aniversario de la creación del Estado de Israel. Mientras, las negociaciones de paz permanecían estancadas en lo referente a los temas fundamentales: así, Arafat rechazó conversar sobre asuntos de relevancia hasta que Israel no efectuara su retirada del sector de Cisjordania aún controlado por el Ejército hebreo, en tanto que Israel se opuso a seguir adelante con la retirada de sus tropas hasta que los palestinos no actuaran con mayor firmeza contra los grupos terroristas que amenazaban su seguridad.
El acuerdo alcanzado entre ambas partes en el mes de octubre - gracias a la mediación de la secretaria de Estado estadounidense, Madeleine Albright, y la participación del presidente estadounidense, Bill Clinton, y del monarca jordano, Husayn - preveía la retirada israelí de un 13% de Cisjordania a cambio de que la Autoridad Nacional Palestina se comprometiera a reforzar la seguridad en la zona. Pese a que la retirada se inició al mes siguiente, el primer ministro israelí optó por congelar la retirada en diciembre, lo que provocó una grave crisis política ante la incapacidad del primer ministro para alcanzar un acuerdo de paz definitivo con los palestinos. La Kneset, dividida, se decantó a favor de su autodisolución y de la convocatoria de elecciones para el mes de mayo, en las que se elegiría, por separado, al nuevo primer ministro y a los componentes de la nueva legislatura. Se esperaba que de los comicios surgiera una nueva mayoría parlamentaria que acometiera las conversaciones con otro talante distinto al mantenido por Netanyahu, que se presentó a la reelección.
El triunfo correspondió al candidato laborista, Ehud Barak, un general retirado que prometió la consecución de una paz estable basada en la fortaleza y la seguridad. Netanyahu, derrotado, anunció su dimisión como máximo dirigente del Likud y su retirada de la vida política. El 6 de julio de 1999, Barak formó un gobierno de coalición que contó con el respaldo de un Parlamento escorado hacia la izquierda, en el que los pequeños partidos se constituyeron en árbitros de la situación frente a la evidente pérdida de votos de las grandes formaciones, en particular del Likud.
El nuevo gabinete, integrado inicialmente por nueve laboristas, cinco representantes de partidos religiosos y otros cinco de grupos de centro y de izquierda, y ampliado en agosto con cinco nuevos miembros, entre los que se encontraban dos representantes de los movimientos pacifistas, puso como objetivo de su principal actividad la obtención de la paz en Oriente Próximo. En septiembre de ese año, Barak firmó con Arafat la aplicación de los acuerdos establecidos en octubre del año anterior pero paralizados poco después por Netanyahu. El pacto modificaba el anterior en el sentido de ampliar los territorios palestinos en Cisjordania a cambio de nuevas medidas de seguridad para Israel. El gobierno de Barak aprobó el 5 de marzo de 2000 la retirada del Ejército israelí del sur de Líbano antes del mes de julio de ese año.
Las primeras conversaciones de paz global entre Israel y delegaciones que representaban a los palestinos y a los Estados árabes vecinos se iniciaron en octubre de 1991, en Madrid, en la Conferencia de Paz sobre Oriente Próximo. Después de que el Likud perdiera las elecciones parlamentarias en junio de 1992, el líder del Partido Laborista, Isaac Rabin, formó un nuevo gobierno.
En las elecciones celebradas en mayo de ese mismo año, Simón Peres resultó derrotado por el candidato derechista del Likud, Benjamín Netanyahu, por un estrecho margen de votos. Se inició entonces un estancamiento, cuando no un retroceso, en el proceso de paz puesto en marcha años antes, pese a las presiones ejercidas por la comunidad internacional (con Estados Unidos a la cabeza) y la moderación con que actuó la Autoridad Nacional Palestina presidida por Yasir Arafat.
Las negociaciones entre Israel y Siria, que habían continuado de manera esporádica desde el final de la Conferencia de Paz celebrada en Madrid en 1991, también se vieron afectadas con la llegada del Likud al poder. El presidente sirio Hafiz al-Assad había valorado como muy positivos los progresos realizados a mediados de la década de 1990 y esperaba continuar las negociaciones de paz en el punto en el que las habían dejado él y los anteriores gobernantes israelíes. Sin embargo, Netanyahu y sus socios de coalición eran partidarios de volver a fijar las bases para un futuro acuerdo y renegociar los asuntos centrales, lo que provocó la paralización del proceso. El futuro de los Altos del Golán, la paz y la normalización de relaciones, así como el control sobre los recursos acuíferos, quedaron de este modo sin resolver.
Pese al estancamiento de las negociaciones con los palestinos, en enero de 1997 se completó y firmó el acuerdo por el que Israel se comprometía a la retirada de sus tropas del núcleo urbano de Hebrón. En concreto, el desalojo incluía el 80% de la ciudad, manteniendo su presencia en torno a los asentamientos judíos existentes. No obstante, las autoridades israelíes decidieron un mes después poner en marcha su proyecto de construcción de viviendas en Jerusalén Este, lo que fue considerado por los palestinos como una violación de los acuerdos firmados. Las negociaciones entraron de nuevo en un punto muerto. Los ataques terroristas perpetrados por grupos islamistas a mediados de 1997 llevaron a que Israel demandara a las autoridades palestinas una mayor eficacia contra las actividades de esos grupos. Particularmente preocupantes para Israel fueron los atentados suicidas con bomba efectuados por miembros del grupo islámico Hamas. En respuesta, agentes del Mossad, los servicios secretos israelíes, intentaron sin éxito asesinar en la capital jordana a Jaled Meshal, máximo dirigente de Hamas. La acción enturbió las relaciones jordano-israelíes.
Asimismo, los ataques efectuados por grupos islamistas libaneses en la zona de seguridad y el norte de Israel provocaron inquietud en el gobierno de Netanyahu. En 1998 Israel ofreció la retirada de la zona de seguridad, bajo control judío desde 1985, a cambio de que Líbano garantizase que no se producirían más ataques terroristas contra el norte de Israel. El gobierno libanés rechazó la oferta, proponiendo como alternativa la retirada incondicional del Ejército israelí.
Netanyahu obtuvo el respaldo de la Kneset pese a las críticas procedentes tanto de la izquierda como de la derecha parlamentaria. Su amenaza de obstaculizar la ocupación judía del sector oriental de Jerusalén, ordenado por un magnate estadounidense de origen judío, provocó la ira de los grupos derechistas, mientras que su apoyo a los asentamientos de colonos en Cisjordania, así como otras actuaciones, fueron contempladas por la izquierda como un intento por desmontar el proceso de paz iniciado años atrás. A comienzos de 1998, la coalición gubernamental salvó por un estrecho margen el voto de censura promovido por la oposición parlamentaria.
A mediados de ese mismo año se celebró el 50 aniversario de la creación del Estado de Israel. Mientras, las negociaciones de paz permanecían estancadas en lo referente a los temas fundamentales: así, Arafat rechazó conversar sobre asuntos de relevancia hasta que Israel no efectuara su retirada del sector de Cisjordania aún controlado por el Ejército hebreo, en tanto que Israel se opuso a seguir adelante con la retirada de sus tropas hasta que los palestinos no actuaran con mayor firmeza contra los grupos terroristas que amenazaban su seguridad.
El acuerdo alcanzado entre ambas partes en el mes de octubre —gracias a la mediación de la secretaria de Estado estadounidense, Madeleine Albright, y la participación del presidente estadounidense, Bill Clinton, y del monarca jordano, Husayn I— preveía la retirada israelí de un 13% de Cisjordania a cambio de que la Autoridad Nacional Palestina se comprometiera a reforzar la seguridad en la zona. Pese a que la retirada se inició al mes siguiente, el primer ministro israelí optó por congelar la retirada en diciembre, lo que provocó una grave crisis política ante la incapacidad del primer ministro para alcanzar un acuerdo de paz definitivo con los palestinos. La Kneset, dividida, se decantó a favor de su autodisolución y de la convocatoria de elecciones para el mes de mayo, en las que se elegiría, por separado, al nuevo primer ministro y a los componentes de la nueva legislatura. Se esperaba que de los comicios surgiera una nueva mayoría parlamentaria que acometiera las conversaciones con otro talante distinto al mantenido por Netanyahu, que se presentó a la reelección.
El triunfo correspondió al candidato laborista, Ehud Barak, un general retirado que prometió la consecución de una paz estable basada en la fortaleza y la seguridad. Netanyahu, derrotado, anunció su dimisión como máximo dirigente del Likud y su retirada de la vida política. El 6 de julio de 1999, Barak formó un gobierno de coalición que contó con el respaldo de un Parlamento escorado hacia la izquierda, en el que los pequeños partidos se constituyeron en árbitros de la situación frente a la evidente pérdida de votos de las grandes formaciones, en particular del Likud.
El nuevo gabinete, integrado inicialmente por nueve laboristas, cinco representantes de partidos religiosos y otros cinco de grupos de centro y de izquierda, y ampliado en agosto con cinco nuevos miembros, entre los que se encontraban dos representantes de los movimientos pacifistas, puso como objetivo de su principal actividad la obtención de la paz en Oriente Próximo. En septiembre de ese año, Barak firmó con Arafat la aplicación de los acuerdos establecidos en octubre del año anterior pero paralizados poco después por Netanyahu. El pacto modificaba el anterior en el sentido de ampliar los territorios palestinos en Cisjordania a cambio de nuevas medidas de seguridad para Israel. El gobierno de Barak aprobó el 5 de marzo de 2000 la retirada del Ejército israelí del sur de Líbano antes del mes de julio de ese año.
LA HOJA DE RUTA.
La formulación de un nuevo plan de paz, la denominada Hoja de Ruta, auspiciada por Estados Unidos, Rusia, la Unión Europea y la ONU, supuso, a mediados de 2003, un tímido reinicio del diálogo y trajo un frágil alto el fuego. Tal circunstancia se produjo, en buena parte, gracias a la figura de Mahmud Abbas, quien desde abril de ese año ejercía el cargo de primer ministro palestino (asumiendo determinadas funciones hasta entonces en manos de Arafat, al cual Sharon rechazaba como interlocutor y acusaba de no hacer nada por evitar las acciones terroristas). La actitud de los grupos palestinos más extremistas, partidarios de proseguir la lucha armada, y la reacción de los sectores israelíes más conservadores, para los que era inaceptable contemplar el establecimiento de un Estado palestino, como hacía la Hoja de Ruta, dificultaron de momento su aplicación.
En enero de 2004, Sharon anunció su intención de promover un plan para proceder a la retirada israelí de la franja de Gaza. El oficialmente denominado Plan de Desconexión (que terminó de enfrentar a Sharon con el ala más dura de su partido y de su gobierno, así como, en general, con el conjunto del conservadurismo radical) fue aprobado en octubre de 2004, con un elevado coste político para el primer ministro, que consiguió su tramitación parlamentaria gracias al apoyo de la oposición y vio como su gobierno veía cada vez más reducido su apoyo en la cámara. En diciembre de ese año, incluso, Sharon destituyó a los cinco ministros del Shinui, que votaron en contra de los presupuestos para 2005 con la intención de bloquear la materialización del plan de evacuación de Gaza. Sharon decidió pactar con la izquierda y formar otro gobierno de unidad nacional. Su nuevo ejecutivo, en el que ingresaron los laboristas y el ultraortodoxo Torá y Judaísmo, fue investido por la Kneset en enero de 2005.
A la guerra del Yom Kipur siguieron crecientes disturbios en Israel y constantes críticas a sus dirigentes políticos. Entre los resultados del “terremoto” (así se denominó a los sucesos de 1973) una comisión de investigación, dirigida por el presidente del Tribunal Supremo de Israel, fue muy crítica con los mandos del Ejército debido a su modo de dirigir la guerra. El descontento generalizado llevó a la dimisión de la primera ministra, Golda Meir, y de su gabinete en abril de 1974. Meir (que había sido la sucesora de Eskhol en 1969) fue sustituida por Isaac Rabin. Rabin fue incapaz de detener la inflación y el deterioro de la economía y su reputación quedó dañada al descubrirse que él y otros miembros del Partido Laborista estaban involucrados en transacciones financieras ilícitas. Como resultado de esto, la Alineación Laborista perdió las elecciones a la Kneset de 1977. Menajem Beguin, el nuevo primer ministro, encabezó el movimiento Likud, bloque formado en 1973 por grupos nacionalistas que se oponían a cualquier concesión territorial a los árabes.
CUANDO SE PRESUMIA LA PAZ.
Las relaciones entre Israel y los palestinos entraron en una nueva fase a finales de la década de 1980, con la aparición de la intifada, una serie de levantamientos populares que tuvieron lugar en los territorios ocupados y en los que se produjeron manifestaciones, huelgas y ataques con piedras a los soldados y civiles israelíes. La dura respuesta del gobierno israelí generó críticas tanto por parte de Estados Unidos como de la ONU.
La coalición entre el Likud y los laboristas se deshizo en marzo de 1989. Entonces, Shamir encabezó un gabinete provisional hasta junio de 1990, momento en que formó un nuevo gobierno. En 1989 y 1990 más de 200.000 judíos procedentes de la entonces disuelta Unión Soviética se establecieron en Israel. Esta nueva oleada migratoria —alentada por el gobierno de Shamir, pero que fue mal acogida por palestinos y por árabes residentes en Israel— minó la economía nacional. Durante la guerra del Golfo Pérsico, en la que muchos palestinos apoyaron de forma abierta a Irak, misiles Scud alcanzaron Israel en repetidas ocasiones, hiriendo a más de 200 personas y destruyendo casi 9.000 viviendas en la zona de Tel Aviv. Israel, contrariamente a su política habitual, no tomó represalias, en parte porque Estados Unidos estableció bases de misiles tierra-aire Patriot para destruir los misiles iraquíes.
Las relaciones entre Israel y los palestinos entraron en una nueva fase a finales de la década de 1980, con la aparición de la intifada, una serie de levantamientos populares que tuvieron lugar en los territorios ocupados y en los que se produjeron manifestaciones, huelgas y ataques con piedras a los soldados y civiles israelíes. La dura respuesta del gobierno israelí generó críticas tanto por parte de Estados Unidos como de la ONU.
La coalición entre el Likud y los laboristas se deshizo en marzo de 1989. Entonces, Shamir encabezó un gabinete provisional hasta junio de 1990, momento en que formó un nuevo gobierno. En 1989 y 1990 más de 200.000 judíos procedentes de la entonces disuelta Unión Soviética se establecieron en Israel. Esta nueva oleada migratoria - alentada por el gobierno de Shamir, pero que fue mal acogida por palestinos y por árabes residentes en Israel - minó la economía nacional. Durante la guerra del Golfo Pérsico, en la que muchos palestinos apoyaron de forma abierta a Irak, misiles Scud alcanzaron Israel en repetidas ocasiones, hiriendo a más de 200 personas y destruyendo casi 9.000 viviendas en la zona de Tel Aviv. Israel, contrariamente a su política habitual, no tomó represalias, en parte porque Estados Unidos estableció bases de misiles tierra-aire Patriot para destruir los misiles iraquíes. Las primeras conversaciones de paz global entre Israel y delegaciones que representaban a los palestinos y a los Estados árabes vecinos se iniciaron en octubre de 1991, en Madrid, en la Conferencia de Paz sobre Oriente Próximo. Después de que el Likud perdiera las elecciones parlamentarias en junio de 1992, el líder del Partido Laborista, Isaac Rabin, formó un nuevo gobierno.
Los acontecimientos en Oriente Próximo dieron un giro inesperado en 1993. Tras unas negociaciones secretas, el primer ministro israelí, Rabin, y el presidente de la OLP, Yasir Arafat, se reunieron en la ciudad de Washington, y acordaron firmar un histórico tratado de paz. Israel permitió la creación de un gobierno autónomo, primero en la franja de Gaza y en Jericó, en Cisjordania, y más tarde en las demás zonas de Cisjordania en las que no hubiera población judía. A comienzos de 1994, las negociaciones sobre la autonomía se interrumpieron temporalmente después de que un colono judío matara al menos a 29 palestinos árabes en una mezquita en Hebrón, en Cisjordania. En mayo de 1994, las tropas israelíes se retiraron de Jericó y de las ciudades y campos de refugiados de la franja de Gaza y esta área quedó bajo la administración de la Autoridad Nacional Palestina. En julio de 1994, el primer ministro Rabin y el rey Hussein de Jordania firmaron un tratado de paz que ponía fin a 46 años de enfrentamientos entre ambos Estados. El acuerdo, que se firmó en la Casa Blanca en presencia del presidente de Estados Unidos, Bill Clinton, asentó las bases para un tratado de paz definitivo.
El primer ministro israelí, Isaac Rabin, fue asesinado el 4 de noviembre de 1995 en Tel Aviv por un judío perteneciente a un grupo de extrema derecha hasta entonces desconocido. Fue sustituido por Simón Peres. Los sucesivos atentados terroristas indiscriminados llevados a efecto por miembros del grupo fundamentalista islámico Hezbolá, provocaron en 1996 el bombardeo israelí del sur del Líbano como represalia.
En las elecciones celebradas en mayo de ese mismo año, Simón Peres resultó derrotado por el candidato derechista del Likud, Benjamín Netanyahu, por un estrecho margen de votos. Se inició entonces un estancamiento, cuando no un retroceso, en el proceso de paz puesto en marcha años antes, pese a las presiones ejercidas por la comunidad internacional (con Estados Unidos a la cabeza) y la moderación con que actuó la Autoridad Nacional Palestina presidida por Yasir Arafat.
Pese al estancamiento de las negociaciones con los palestinos, en enero de 1997 se completó y firmó el acuerdo por el que Israel se comprometía a la retirada de sus tropas del núcleo urbano de Hebrón. En concreto, el desalojo incluía el 80% de la ciudad, manteniendo su presencia en torno a los asentamientos judíos existentes. No obstante, las autoridades israelíes decidieron un mes después poner en marcha su proyecto de construcción de viviendas en Jerusalén Este, lo que fue considerado por los palestinos como una violación de los acuerdos firmados. Las negociaciones entraron de nuevo en un punto muerto. Los ataques terroristas perpetrados por grupos islamistas a mediados de 1997 llevaron a que Israel demandara a las autoridades palestinas una mayor eficacia contra las actividades de esos grupos. Particularmente preocupantes para Israel fueron los atentados suicidas con bomba efectuados por miembros del grupo islámico Hamas. En respuesta, agentes del Mossad, los servicios secretos israelíes, intentaron sin éxito asesinar en la capital jordana a Jaled Meshal, máximo dirigente de Hamas. La acción enturbió las relaciones jordano-israelíes.
Asimismo, los ataques efectuados por grupos islamistas libaneses en la zona de seguridad y el norte de Israel provocaron inquietud en el gobierno de Netanyahu. En 1998 Israel ofreció la retirada de la zona de seguridad, bajo control judío desde 1985, a cambio de que Líbano garantizase que no se producirían más ataques terroristas contra el norte de Israel. El gobierno libanés rechazó la oferta, proponiendo como alternativa la retirada incondicional del Ejército israelí.
Netanyahu obtuvo el respaldo de la Kneset pese a las críticas procedentes tanto de la izquierda como de la derecha parlamentaria. Su amenaza de obstaculizar la ocupación judía del sector oriental de Jerusalén, ordenado por un magnate estadounidense de origen judío, provocó la ira de los grupos derechistas, mientras que su apoyo a los asentamientos de colonos en Cisjordania, así como otras actuaciones, fueron contempladas por la izquierda como un intento por desmontar el proceso de paz iniciado años atrás. A comienzos de 1998, la coalición gubernamental salvó por un estrecho margen el voto de censura promovido por la oposición parlamentaria.
A mediados de ese mismo año se celebró el 50 aniversario de la creación del Estado de Israel. Mientras, las negociaciones de paz permanecían estancadas en lo referente a los temas fundamentales: así, Arafat rechazó conversar sobre asuntos de relevancia hasta que Israel no efectuara su retirada del sector de Cisjordania aún controlado por el Ejército hebreo, en tanto que Israel se opuso a seguir adelante con la retirada de sus tropas hasta que los palestinos no actuaran con mayor firmeza contra los grupos terroristas que amenazaban su seguridad.
El acuerdo alcanzado entre ambas partes en el mes de octubre - gracias a la mediación de la secretaria de Estado estadounidense, Madeleine Albright, y la participación del presidente estadounidense, Bill Clinton, y del monarca jordano, Husayn - preveía la retirada israelí de un 13% de Cisjordania a cambio de que la Autoridad Nacional Palestina se comprometiera a reforzar la seguridad en la zona. Pese a que la retirada se inició al mes siguiente, el primer ministro israelí optó por congelar la retirada en diciembre, lo que provocó una grave crisis política ante la incapacidad del primer ministro para alcanzar un acuerdo de paz definitivo con los palestinos. La Kneset, dividida, se decantó a favor de su autodisolución y de la convocatoria de elecciones para el mes de mayo, en las que se elegiría, por separado, al nuevo primer ministro y a los componentes de la nueva legislatura. Se esperaba que de los comicios surgiera una nueva mayoría parlamentaria que acometiera las conversaciones con otro talante distinto al mantenido por Netanyahu, que se presentó a la reelección.
El triunfo correspondió al candidato laborista, Ehud Barak, un general retirado que prometió la consecución de una paz estable basada en la fortaleza y la seguridad. Netanyahu, derrotado, anunció su dimisión como máximo dirigente del Likud y su retirada de la vida política. El 6 de julio de 1999, Barak formó un gobierno de coalición que contó con el respaldo de un Parlamento escorado hacia la izquierda, en el que los pequeños partidos se constituyeron en árbitros de la situación frente a la evidente pérdida de votos de las grandes formaciones, en particular del Likud.
El nuevo gabinete, integrado inicialmente por nueve laboristas, cinco representantes de partidos religiosos y otros cinco de grupos de centro y de izquierda, y ampliado en agosto con cinco nuevos miembros, entre los que se encontraban dos representantes de los movimientos pacifistas, puso como objetivo de su principal actividad la obtención de la paz en Oriente Próximo. En septiembre de ese año, Barak firmó con Arafat la aplicación de los acuerdos establecidos en octubre del año anterior pero paralizados poco después por Netanyahu. El pacto modificaba el anterior en el sentido de ampliar los territorios palestinos en Cisjordania a cambio de nuevas medidas de seguridad para Israel. El gobierno de Barak aprobó el 5 de marzo de 2000 la retirada del Ejército israelí del sur de Líbano antes del mes de julio de ese año.
Las primeras conversaciones de paz global entre Israel y delegaciones que representaban a los palestinos y a los Estados árabes vecinos se iniciaron en octubre de 1991, en Madrid, en la Conferencia de Paz sobre Oriente Próximo. Después de que el Likud perdiera las elecciones parlamentarias en junio de 1992, el líder del Partido Laborista, Isaac Rabin, formó un nuevo gobierno.
En las elecciones celebradas en mayo de ese mismo año, Simón Peres resultó derrotado por el candidato derechista del Likud, Benjamín Netanyahu, por un estrecho margen de votos. Se inició entonces un estancamiento, cuando no un retroceso, en el proceso de paz puesto en marcha años antes, pese a las presiones ejercidas por la comunidad internacional (con Estados Unidos a la cabeza) y la moderación con que actuó la Autoridad Nacional Palestina presidida por Yasir Arafat.
Las negociaciones entre Israel y Siria, que habían continuado de manera esporádica desde el final de la Conferencia de Paz celebrada en Madrid en 1991, también se vieron afectadas con la llegada del Likud al poder. El presidente sirio Hafiz al-Assad había valorado como muy positivos los progresos realizados a mediados de la década de 1990 y esperaba continuar las negociaciones de paz en el punto en el que las habían dejado él y los anteriores gobernantes israelíes. Sin embargo, Netanyahu y sus socios de coalición eran partidarios de volver a fijar las bases para un futuro acuerdo y renegociar los asuntos centrales, lo que provocó la paralización del proceso. El futuro de los Altos del Golán, la paz y la normalización de relaciones, así como el control sobre los recursos acuíferos, quedaron de este modo sin resolver.
Pese al estancamiento de las negociaciones con los palestinos, en enero de 1997 se completó y firmó el acuerdo por el que Israel se comprometía a la retirada de sus tropas del núcleo urbano de Hebrón. En concreto, el desalojo incluía el 80% de la ciudad, manteniendo su presencia en torno a los asentamientos judíos existentes. No obstante, las autoridades israelíes decidieron un mes después poner en marcha su proyecto de construcción de viviendas en Jerusalén Este, lo que fue considerado por los palestinos como una violación de los acuerdos firmados. Las negociaciones entraron de nuevo en un punto muerto. Los ataques terroristas perpetrados por grupos islamistas a mediados de 1997 llevaron a que Israel demandara a las autoridades palestinas una mayor eficacia contra las actividades de esos grupos. Particularmente preocupantes para Israel fueron los atentados suicidas con bomba efectuados por miembros del grupo islámico Hamas. En respuesta, agentes del Mossad, los servicios secretos israelíes, intentaron sin éxito asesinar en la capital jordana a Jaled Meshal, máximo dirigente de Hamas. La acción enturbió las relaciones jordano-israelíes.
Asimismo, los ataques efectuados por grupos islamistas libaneses en la zona de seguridad y el norte de Israel provocaron inquietud en el gobierno de Netanyahu. En 1998 Israel ofreció la retirada de la zona de seguridad, bajo control judío desde 1985, a cambio de que Líbano garantizase que no se producirían más ataques terroristas contra el norte de Israel. El gobierno libanés rechazó la oferta, proponiendo como alternativa la retirada incondicional del Ejército israelí.
Netanyahu obtuvo el respaldo de la Kneset pese a las críticas procedentes tanto de la izquierda como de la derecha parlamentaria. Su amenaza de obstaculizar la ocupación judía del sector oriental de Jerusalén, ordenado por un magnate estadounidense de origen judío, provocó la ira de los grupos derechistas, mientras que su apoyo a los asentamientos de colonos en Cisjordania, así como otras actuaciones, fueron contempladas por la izquierda como un intento por desmontar el proceso de paz iniciado años atrás. A comienzos de 1998, la coalición gubernamental salvó por un estrecho margen el voto de censura promovido por la oposición parlamentaria.
A mediados de ese mismo año se celebró el 50 aniversario de la creación del Estado de Israel. Mientras, las negociaciones de paz permanecían estancadas en lo referente a los temas fundamentales: así, Arafat rechazó conversar sobre asuntos de relevancia hasta que Israel no efectuara su retirada del sector de Cisjordania aún controlado por el Ejército hebreo, en tanto que Israel se opuso a seguir adelante con la retirada de sus tropas hasta que los palestinos no actuaran con mayor firmeza contra los grupos terroristas que amenazaban su seguridad.
El acuerdo alcanzado entre ambas partes en el mes de octubre —gracias a la mediación de la secretaria de Estado estadounidense, Madeleine Albright, y la participación del presidente estadounidense, Bill Clinton, y del monarca jordano, Husayn I— preveía la retirada israelí de un 13% de Cisjordania a cambio de que la Autoridad Nacional Palestina se comprometiera a reforzar la seguridad en la zona. Pese a que la retirada se inició al mes siguiente, el primer ministro israelí optó por congelar la retirada en diciembre, lo que provocó una grave crisis política ante la incapacidad del primer ministro para alcanzar un acuerdo de paz definitivo con los palestinos. La Kneset, dividida, se decantó a favor de su autodisolución y de la convocatoria de elecciones para el mes de mayo, en las que se elegiría, por separado, al nuevo primer ministro y a los componentes de la nueva legislatura. Se esperaba que de los comicios surgiera una nueva mayoría parlamentaria que acometiera las conversaciones con otro talante distinto al mantenido por Netanyahu, que se presentó a la reelección.
El triunfo correspondió al candidato laborista, Ehud Barak, un general retirado que prometió la consecución de una paz estable basada en la fortaleza y la seguridad. Netanyahu, derrotado, anunció su dimisión como máximo dirigente del Likud y su retirada de la vida política. El 6 de julio de 1999, Barak formó un gobierno de coalición que contó con el respaldo de un Parlamento escorado hacia la izquierda, en el que los pequeños partidos se constituyeron en árbitros de la situación frente a la evidente pérdida de votos de las grandes formaciones, en particular del Likud.
El nuevo gabinete, integrado inicialmente por nueve laboristas, cinco representantes de partidos religiosos y otros cinco de grupos de centro y de izquierda, y ampliado en agosto con cinco nuevos miembros, entre los que se encontraban dos representantes de los movimientos pacifistas, puso como objetivo de su principal actividad la obtención de la paz en Oriente Próximo. En septiembre de ese año, Barak firmó con Arafat la aplicación de los acuerdos establecidos en octubre del año anterior pero paralizados poco después por Netanyahu. El pacto modificaba el anterior en el sentido de ampliar los territorios palestinos en Cisjordania a cambio de nuevas medidas de seguridad para Israel. El gobierno de Barak aprobó el 5 de marzo de 2000 la retirada del Ejército israelí del sur de Líbano antes del mes de julio de ese año.
LA HOJA DE RUTA.
La formulación de un nuevo plan de paz, la denominada Hoja de Ruta, auspiciada por Estados Unidos, Rusia, la Unión Europea y la ONU, supuso, a mediados de 2003, un tímido reinicio del diálogo y trajo un frágil alto el fuego. Tal circunstancia se produjo, en buena parte, gracias a la figura de Mahmud Abbas, quien desde abril de ese año ejercía el cargo de primer ministro palestino (asumiendo determinadas funciones hasta entonces en manos de Arafat, al cual Sharon rechazaba como interlocutor y acusaba de no hacer nada por evitar las acciones terroristas). La actitud de los grupos palestinos más extremistas, partidarios de proseguir la lucha armada, y la reacción de los sectores israelíes más conservadores, para los que era inaceptable contemplar el establecimiento de un Estado palestino, como hacía la Hoja de Ruta, dificultaron de momento su aplicación.
En enero de 2004, Sharon anunció su intención de promover un plan para proceder a la retirada israelí de la franja de Gaza. El oficialmente denominado Plan de Desconexión (que terminó de enfrentar a Sharon con el ala más dura de su partido y de su gobierno, así como, en general, con el conjunto del conservadurismo radical) fue aprobado en octubre de 2004, con un elevado coste político para el primer ministro, que consiguió su tramitación parlamentaria gracias al apoyo de la oposición y vio como su gobierno veía cada vez más reducido su apoyo en la cámara. En diciembre de ese año, incluso, Sharon destituyó a los cinco ministros del Shinui, que votaron en contra de los presupuestos para 2005 con la intención de bloquear la materialización del plan de evacuación de Gaza. Sharon decidió pactar con la izquierda y formar otro gobierno de unidad nacional. Su nuevo ejecutivo, en el que ingresaron los laboristas y el ultraortodoxo Torá y Judaísmo, fue investido por la Kneset en enero de 2005.
También en enero de 2005, Abbas se convirtió en presidente de la Autoridad Nacional Palestina tras vencer en las elecciones que fueron convocadas al morir Arafat en el anterior mes de noviembre. De inmediato, Sharon le invitó a retomar el diálogo y Abbas comprometió su gestión a la consecución de un alto el fuego. Después de celebrarse una cumbre entre ambos el 8 de febrero, en Sharm el Sheij (Egipto), Sharon y Abbas anunciaron haber alcanzado un acuerdo para poner fin a la violencia y reiniciar las negociaciones de paz según el camino marcado por la Hoja de Ruta.
En agosto de ese año 2005, fueron desmantelados los 21 asentamientos israelíes de Gaza, que tuvieron que abandonar sus, aproximadamente, 8.000 colonos. Asimismo, el día 12 del mes siguiente, se retiraron las últimas tropas que Israel mantenía en aquel territorio. La verificación del Plan de Desconexión, la gran apuesta de Sharon (que le enfrentó a buena parte de la derecha y al movimiento colono), puso así fin a un periodo de 38 años durante el cual Israel había prolongado su ocupación de la franja, que pasó a depender de la ANP (aunque Israel conservaría el control de las aguas jurisdiccionales, del espacio aéreo y de las fronteras).
También en 2005, en noviembre, las elecciones internas del Partido Laborista otorgaron el triunfo a Amir Peretz, quien derrotó a Peres. En el transcurso de ese mismo mes, el nuevo líder de la izquierda puso fin a la participación laborista en la coalición gubernamental de Sharon y demandó la convocatoria de comicios anticipados. Sharon, discutido como ya se ha dicho por sectores del Likud y abandonado ahora por el laborismo (de cuyo apoyo parlamentario dependía el gobierno) promovió el adelanto electoral requerido por Peretz, renunció a la presidencia del Likud y a su militancia en el mismo, y anunció que concurriría a las elecciones (fijadas para el 28 de marzo de 2006) como candidato a primer ministro por un nuevo partido, Kadima (Adelante).
Sin embargo, el 4 de enero de 2006, Sharon sufrió un grave infarto cerebral y, tras ser intervenido quirúrgicamente y quedar en situación de coma inducido, su viceprimer ministro, Ehud Olmert, se convirtió en primer ministro en funciones. Aquel primer mes de 2006 todavía depararía más incertidumbres para el futuro de Israel y, en general, de Oriente Próximo; el día 25, Hamas lograba la victoria por mayoría absoluta en las elecciones legislativas palestinas, lo que ponía a dicha organización radical en claras condiciones de constituir el gobierno de la ANP (lo haría, el 29 de marzo, con Ismail Haniya como primer ministro). Olmert anticipó que las relaciones del ejecutivo israelí con uno palestino formado por Hamas estaban supeditadas a que el grupo extremista rechazara de forma explícita el terrorismo, reconociera al Estado de Israel y renunciara a su destrucción, y respetara los acuerdos alcanzados desde 1993 entre israelíes y palestinos. En los esperados comicios israelíes del 28 de marzo de ese año 2006, Kadima fue, con 29 escaños, la formación que logró mayor representación; a continuación quedó el Partido Laborista (20), en tanto que el Likud sufrió una auténtica debacle al obtener tan solo 12 diputados (al igual que el ultraortodoxo Shas). En mayo, Olmert (que el mes anterior había sustituido oficialmente como primer ministro a Sharon, cuya incapacidad para ejercer el cargo fue declarada permanente) pasó a presidir un gabinete de coalición en el que Kadima tendría por socios al Partido Laborista, Shas y al Partido de los Pensionistas.
A finales de junio de ese año 2006, milicianos palestinos mataron a dos soldados israelíes y capturaron a un tercero en un puesto de la frontera con Gaza. El gobierno de Olmert ordenó la detención de ocho ministros y 20 diputados de Hamas e inició la que sería una prolongada serie de ataques en la franja que costarían la vida a decenas de personas. Poco después, el 12 de julio, miembros de las milicias de Hezbolá del sur de Líbano atacaron la base fronteriza militar israelí de Zarit, matando a ocho militares y secuestrando a otros dos. Olmert calificó el hecho de “acto de guerra” y responsabilizó del mismo al gobierno de Líbano por su supuesta relajación en el cumplimiento de la resolución 1.559 de la ONU, que requería el desarme de Hezbolá (organización a la que la diplomacia israelí vinculaba directamente con Hamas, Siria e Irán). Tras negarse a un intercambio de prisioneros, Israel emprendió una severa ofensiva en Líbano, a la que Hezbolá respondió con el lanzamiento de cohetes contra ciudades del norte de Israel, como Haifa. Desde diversos medios de la comunidad internacional se condenó el desproporcionado uso de la fuerza empleado por el Ejército de Israel y la naturaleza indiscriminada de sus operaciones, que ocasionaron la muerte de numerosos civiles.
LA ACTUALIDAD.
Tras la retirada israelita de la franja de Gaza y tras un enfrentamiento civil entre palestinos, Gaza ha quedado – elecciones – en manos de los terroristas de Hamas – apoyados por Irán – y Cisjordania en manos de los ex terroristas de Al Fatah, los mismos que ni siquiera se entienden entre ellos.
En agosto de ese año 2005, fueron desmantelados los 21 asentamientos israelíes de Gaza, que tuvieron que abandonar sus, aproximadamente, 8.000 colonos. Asimismo, el día 12 del mes siguiente, se retiraron las últimas tropas que Israel mantenía en aquel territorio. La verificación del Plan de Desconexión, la gran apuesta de Sharon (que le enfrentó a buena parte de la derecha y al movimiento colono), puso así fin a un periodo de 38 años durante el cual Israel había prolongado su ocupación de la franja, que pasó a depender de la ANP (aunque Israel conservaría el control de las aguas jurisdiccionales, del espacio aéreo y de las fronteras).
También en 2005, en noviembre, las elecciones internas del Partido Laborista otorgaron el triunfo a Amir Peretz, quien derrotó a Peres. En el transcurso de ese mismo mes, el nuevo líder de la izquierda puso fin a la participación laborista en la coalición gubernamental de Sharon y demandó la convocatoria de comicios anticipados. Sharon, discutido como ya se ha dicho por sectores del Likud y abandonado ahora por el laborismo (de cuyo apoyo parlamentario dependía el gobierno) promovió el adelanto electoral requerido por Peretz, renunció a la presidencia del Likud y a su militancia en el mismo, y anunció que concurriría a las elecciones (fijadas para el 28 de marzo de 2006) como candidato a primer ministro por un nuevo partido, Kadima (Adelante).
Sin embargo, el 4 de enero de 2006, Sharon sufrió un grave infarto cerebral y, tras ser intervenido quirúrgicamente y quedar en situación de coma inducido, su viceprimer ministro, Ehud Olmert, se convirtió en primer ministro en funciones. Aquel primer mes de 2006 todavía depararía más incertidumbres para el futuro de Israel y, en general, de Oriente Próximo; el día 25, Hamas lograba la victoria por mayoría absoluta en las elecciones legislativas palestinas, lo que ponía a dicha organización radical en claras condiciones de constituir el gobierno de la ANP (lo haría, el 29 de marzo, con Ismail Haniya como primer ministro). Olmert anticipó que las relaciones del ejecutivo israelí con uno palestino formado por Hamas estaban supeditadas a que el grupo extremista rechazara de forma explícita el terrorismo, reconociera al Estado de Israel y renunciara a su destrucción, y respetara los acuerdos alcanzados desde 1993 entre israelíes y palestinos. En los esperados comicios israelíes del 28 de marzo de ese año 2006, Kadima fue, con 29 escaños, la formación que logró mayor representación; a continuación quedó el Partido Laborista (20), en tanto que el Likud sufrió una auténtica debacle al obtener tan solo 12 diputados (al igual que el ultraortodoxo Shas). En mayo, Olmert (que el mes anterior había sustituido oficialmente como primer ministro a Sharon, cuya incapacidad para ejercer el cargo fue declarada permanente) pasó a presidir un gabinete de coalición en el que Kadima tendría por socios al Partido Laborista, Shas y al Partido de los Pensionistas.
A finales de junio de ese año 2006, milicianos palestinos mataron a dos soldados israelíes y capturaron a un tercero en un puesto de la frontera con Gaza. El gobierno de Olmert ordenó la detención de ocho ministros y 20 diputados de Hamas e inició la que sería una prolongada serie de ataques en la franja que costarían la vida a decenas de personas. Poco después, el 12 de julio, miembros de las milicias de Hezbolá del sur de Líbano atacaron la base fronteriza militar israelí de Zarit, matando a ocho militares y secuestrando a otros dos. Olmert calificó el hecho de “acto de guerra” y responsabilizó del mismo al gobierno de Líbano por su supuesta relajación en el cumplimiento de la resolución 1.559 de la ONU, que requería el desarme de Hezbolá (organización a la que la diplomacia israelí vinculaba directamente con Hamas, Siria e Irán). Tras negarse a un intercambio de prisioneros, Israel emprendió una severa ofensiva en Líbano, a la que Hezbolá respondió con el lanzamiento de cohetes contra ciudades del norte de Israel, como Haifa. Desde diversos medios de la comunidad internacional se condenó el desproporcionado uso de la fuerza empleado por el Ejército de Israel y la naturaleza indiscriminada de sus operaciones, que ocasionaron la muerte de numerosos civiles.
LA ACTUALIDAD.
Tras la retirada israelita de la franja de Gaza y tras un enfrentamiento civil entre palestinos, Gaza ha quedado – elecciones – en manos de los terroristas de Hamas – apoyados por Irán – y Cisjordania en manos de los ex terroristas de Al Fatah, los mismos que ni siquiera se entienden entre ellos.
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