04 septiembre, 2006

PUNTADAS CON HILO.-

Hace no muchos días, Pedro J. Ramírez dedicaba su dominical "Carta del director" en el periódico El Mundo al asunto de la excarcelación de Rafael Vera. El artículo de Pedro J., titulado “Del GAL al 11-M”, se preguntaba, de forma nada velada, sobre la relación existente entre la excarcelación de Vera y el posible pago de silencios en lo que respecta a la masacre de Madrid.
Esa carta de Pedro J. ha tenido un efecto curioso e inesperado, que es hacer que Rodríguez Ibarra rompa su prolongado silencio. El otrora verborreico presidente extremeño se había refugiado en el mutismo más absoluto hace ya muchos meses, en parte como consecuencia de los problemas de salud sufridos y en parte por desacuerdo con el rumbo que Zapatero ha impuesto a la nave del Estado.
Y Rodríguez Ibarra ha roto su silencio con una interesante carta publicada en ABC, aparentemente escrita como respuesta al artículo del director de El Mundo. Y digo "aparentemente" porque una lectura atenta de la carta sugiere que el verdadero destinatario de esa misiva no es, en modo alguno, Pedro J. Ramírez, sino el presidente Zapatero.
Es cierto que, en su carta, el presidente extremeño arremete con dureza contra Pedro J.: le acusa indirectamente de estar animado por el odio; dice que las informaciones publicadas no son sino un ajuste de cuentas con los socialistas; tilda de "bazofia" el artículo escrito por Pedro J. y pide que la Justicia tome medidas contra el director de El Mundo si éste no es capaz de probar sus acusaciones.
Sin embargo, tras esa aparente arremetida contra Pedro J., el artículo constituye (tanto por el tono de la misiva, cuanto por la literalidad de algunos de los párrafos) una auténtica carga de profundidad contra Zapatero. Bajo la apariencia de un ataque a El Mundo, Ibarra aprovecha la carta para reconocer como conceptualmente posible una hipotética implicación del PSOE en la masacre del 11-M:
Solo habría algo capaz de llevarme a pedir la baja en el PSOE, y ese algo sería la confirmación de que el Sr. Ramírez llevara razón. Ni yo, y seguro que miles de militantes socialistas, tendríamos estomago suficiente para militar en un partido que hubiera tenido la más mínima responsabilidad por acción u omisión en el atentado más criminal de la historia democrática española.
No se trata de un párrafo aislado, en cuya redacción Ibarra hubiera estado particularmente desacertado. El presidente extremeño vuelve a recalcar la idea un poco más adelante, al analizar las dos posibilidades existentes:
Si esa implicación de la que hace doctrina el director de El Mundo fuera cierta, el PSOE debería disolverse y desaparecer para siempre, algunos de sus dirigentes procesados rápidamente y Rafael Vera y Alfredo Pérez Rubalcaba deberían entrar en prisión con la condena máxima posible. De igual forma, debería iniciarse un proceso de depuración de los Servicios de Información y Seguridad del Estado según las acusaciones de que son objeto por el Sr. Ramírez en función de su papel en el atentado del 11-M.
A esta posibilidad, Ibarra contrapone una segunda alternativa: la de que lo que dice El Mundo no sea cierto, en cuyo caso reclama que Pedro J. Ramírez abandone la profesión de periodista. Sin embargo, lo que resulta llamativo es que Ibarra no se decanta por ninguna de las dos posibilidades. Antes bien, manifiesta su extrañeza porque el Gobierno no salga al paso de las acusaciones:
Me inquieta que se dejen circular teorías como la expuesta por el director de El Mundo sin que nada ni nadie hagan algo para evitarlas o para confirmarlas. Me aterra que el Fiscal General del Estado no haga nada.
Obsérvese la primera frase: Ibarra no dice que se tomen medidas para que no circule una teoría que él considera falsa; lo que dice es que no se haga nada para evitar que circulen esas teorías o para confirmarlas. Con lo que implícitamente asume que esas teorías son posibles.
Y, por si no había quedado suficientemente claro, Ibarra vuelve a recalcarlo en el último párrafo de su misiva:
Yo quiero saber si miente el Sr. Ramírez o si dice la verdad.
Sólo hay un momento en la carta donde Ibarra rompe una lanza en favor de la no implicación de su partido. Y las palabras con las que lo hace confirman todavía más el carácter de aviso a Zapatero que tiene la misiva:
Si lo que escribió el domingo pasado el Sr. Ramírez fuera cierto, que no puede serlo...
Fíjense en la cuidada elección de las palabras: "... que no puede serlo". Podía haber utilizado un mucho más contundente "... que no lo es", pero Ibarra se refugia deliberadamente en una frase que deja abierta la puerta a cualquier posibilidad que uno imagine. Sólo le falta escribir "...que me niego a creer que lo sea".
¿De verdad es esta carta un ataque a Pedro J. Ramírez? Puedo equivocarme, pero permítanme que lo dude. Ibarra está lanzando a Zapatero dos avisos muy claros. El primero: las acusaciones que hay sobre la mesa son lo suficientemente graves como para que el Gobierno las confirme o las desmienta, pero lo que no resulta ya de recibo es que el Gobierno se refugie en el silencio. Y el segundo: en caso de existir cualquier tipo de implicación del Partido Socialista en la masacre del 11-M, por acción o por omisión, Ibarra no va a salir en defensa de los implicados.
Luís del Pino.

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