16 agosto, 2007

ALIANZA… ¿CON “ESTOS”?

LA CRISIS DEL RÉGIMEN WAHABÍ.
Acostumbrada desde hacía tiempo a abusar de su poder con total impunidad, la mutawiyin saudita o “policía religiosa” (más sobre esta engañosa traducción en un momento) se ha visto de repente a la defensiva. Cada vez más cuestionada, se vio obligada a comienzos de este año a anunciar "una modernización": se requerirían órdenes judiciales para los registros y el uso de la fuerza en caso de violaciones morales quedaría prohibido.
En la práctica, sin embargo, no cambió nada. Y cuando esta primavera dos varones saudíes murieron bajo custodia, los sucesos dieron un giro sin precedentes: la polémica estalló en los medios saudíes, diversos miembros de la mutawiyin fueron llevados ante los tribunales y los reformistas más enérgicos pidieron el desmantelamiento total de esta odiada institución.
Pero para hacer inteligible la historia, es necesario comenzar por el principio: el carácter único de Arabia saudita. Además de ser el único estado bautizado con el nombre de sus dictadores y carecer de una constitución que no sea el Corán, Arabia saudita es la patria de la variante wahabí radical del Islam sunita. El wahabismo, la secta oficial del reino, es una expresión relativamente reciente y cogida con alfileres de la fe de Mahoma, y las instituciones wahabíes que mantienen el orden saudita parecen con frecuencia amorfas y opacas. Teniendo en cuenta la ausencia generalizada de transparencia en el reino, esto no debería ser ninguna sorpresa.
Pero no existe ninguna institución wahabí más difícil de definir que la Comisión para la Promoción de la Virtud y la Prevención del Vicio. Fundada en los años 20, con el nacimiento del Estado saudita, como guardiana de la moral colectiva, esta entidad de al menos 10.000 integrantes es conocida entre los saudíes y los demás musulmanes como "los devotos" o mutawiyin. Aunque en los medios occidentales se le describe con frecuencia como "policía religiosa", la mutawiyin tiene poco en común con una fuerza policial, pues no viste de uniforme ni percibe ningún salario. A lo que más se acerca es a una milicia islamofascista, algo similar a los miembros más activos del partido nazi o comunista en los territorios gobernados por esos totalitarismos. Su misión incluye el adoctrinamiento ideológico en los peligros de "imitar a Occidente" (como ver televisión), pero principalmente hace cumplir por ley los estándares wahabíes de comportamiento en público. Su constante y degradante interferencia entre la gente corriente viene provocando un creciente descontento. Si se impone a la mutawiyin el escrutinio judicial, Arabia saudita sufrirá un profundo cambio en su vida social.
La mutawiyin, una especie de apéndice de las decenas de miles de clérigos mantenidos por el Estado, es el pilar central del wahabismo en el reino. Patrulla las calles de las principales ciudades saudíes día y noche. Jedda, la capital comercial del Mar Rojo, es la excepción que confirma la regla: los residentes locales afirman haber expulsado a la mutawiyin de la ciudad. En el resto, sin embargo, persigue a las personas sospechosas de violar el código wahabí de conducta.
Si una mujer abandona su casa con todo su cuerpo cubierto por la indumentaria conocida como abaya, pero permite que la tela se deslice revelando su tobillo, la mutawiyin puede amonestarla o darle una paliza. Si sospecha que un hombre y una mujer no emparentados se están viendo en lugares públicos, las patrullas pueden detenerlos y humillarlos, insultándola a ella por su presunta obscenidad y pegándole a él. Si la gente sigue caminando cuando suena el llamamiento a la oración y no sale corriendo a la mezquita más cercana, la mutawiyin puede detenerlos y agredirlos por impiedad.
Dada la prohibición islámica sobre las bebidas alcohólicas, si la milicia es informada de que se están consumiendo drogas o alcohol en una residencia privada, puede irrumpir en la casa, pegar a quienes estén en ella y hasta matarlos. Si los peregrinos musulmanes violan la versión wahabí del monoteísmo rezando en el sepulcro de Mahoma en Medina, es probable que sean apartados y severamente amonestados y, si son extranjeros, deportados.
Hasta la fecha, a la mutawiyin nunca se le han pedido cuentas por sus actos, tan drásticos en ocasiones. Carece de cualquier estándar o formación profesional. Son libres de atacar a la gente sin hacer ningún registro del encuentro, realizar ninguna detención oficial ni hacer provisión alguna de futuros interrogatorios o castigos adicionales, aunque las ofensas juzgadas particularmente graves –presunto adulterio, digamos – pueden hacer terminar al sospechoso ante un tribunal de sharia.
Los miembros entran a la mutawiyin procedentes de las escuelas y mezquitas más estrictas del reino. No se les paga, pero se les asignan patrullas regulares. No llevan ningún uniforme identificativo a excepción de un pañuelo de cuadros rojos. Viajan en vehículos sin identificar. En lugar de un arma de fuego, llevan la asaa, un palo largo que recuerda a una fusta. Pero tienen comisarías y centros de detención, y tanto el principal clérigo islámico del reino, el gran muftí Abdulaziz bin Abdaláh al-Sheik, como el príncipe ministro del Interior Nayef bin Abdul-Aziz (célebre por afirmar que el 11 de Septiembre era obra de Israel), afirman que la mutawiyin cuenta con el apoyo del Estado. La Comisión para la Promoción de la Virtud y la Prevención del Vicio tiene un director, el jeque Ibrahim Al-Ghaith, y últimamente se le han asignado relaciones públicas, también sin sueldo.
La mutawiyin se ha beneficiado del secreto que rodea su funcionamiento interno, y sus tácticas "por sorpresa" le ayudan a mantener una atmósfera de intimidación. Sus defensores afirman que la mutawiyin sigue un precepto anclado en las escuelas más estrictas de la sharia sunita, identificadas con el jurista del siglo IX Ahmed ibn Hanbal, cuyos seguidores organizaban patrullas para "la prevención del pecado". Pero ese fenómeno siguió siendo un fenómeno marginal de la historia musulmana, y fue condenado con frecuencia, hasta la aparición del Estado saudita en el siglo XX.
La mutawiyin ante el tribunal.
El 1 de julio, tres jueces saudíes iniciaron una investigación judicial por la muerte de un ciudadano saudita, Ahmed Al-Bulawi, de 50 años de edad, que había sido detenido por la mutawiyin en la ciudad de Tabuk, al noroeste. El 2 de julio sin embargo, cuatro miembros de la milicia religiosa acusados de ser los autores de la muerte y cuyo juicio ya había sido pospuesto una vez fueron puestos en libertad bajo fianza; el viernes anterior, las mezquitas de Tabuk habían difundido sermones llamando a los musulmanes locales a defender a los acusados.
El caso Al-Bulawi representa un microcosmos en la historia de la mutawiyin. Su presunto crimen consistió en invitar a una mujer marroquí, que no era pariente suyo y que no iba acompañada de otro varón, a subir a su coche. Sus parientes exigen que los encausados por su muerte sean ejecutados. Las autoridades locales afirman que Al -Bulawi falleció de causas naturales, aunque el abogado de su familia declaro a los medios que los restos mortales de la víctima mostraban signos de haber recibido fuertes golpes en la cara y la cabeza. El informe médico oficial no se ha dado a conocer. Por su parte, la mujer marroquí sin identificar ha revelado que Al -Bulawi trabajaba antes para ella como su chofer.
Poco antes de la muerte de Al-Bulawi, en mayo, Salman al-Huraisi, de 28 años de edad, falleció a manos de la mutawiyin en Riad. Su residencia había sido registrada por miembros de la milicia en busca de alcohol y drogas. El rotativo saudita al-Watán (La Nación) informó el 28 de junio que al abogado de la familia Al-Huraisi se le había negado el acceso al informe médico de la muerte, pero que Al-Huraisi había fallecido tras diversas contusiones en los ojos y la cabeza.
Alrededor de 18 efectivos de la mutawiyin participaron en el registro de la residencia Al-Huraisi, y uno de ellos tiene previsto ser juzgado. Las autoridades locales pretendieron inicialmente absolver a la mutawiyin del caso mediante evasivas. Representantes del gobierno de Riad afirmaron que el individuo aún sin identificar acusado de la muerte no estaba de patrulla cuando falleció la víctima. El consorcio de medios favorables a al-Qaeda Al-Sahat (Campos de Batalla) elogió este intento de desviar la culpa de la mutawiyin como una protección adecuada al estatus de la milicia. Pero algunos medios árabes insisten en que el asaltante de Al -Huraisi es un líder de la mutawiyin. Al igual que en el pasado, la imprecisión acerca de cómo funciona la mutawiyin permite su presunto mal comportamiento.
Finalmente, una mujer saudita de 50 años conocida como Umm Faisal ("madre de Faisal": su nombre completo aún no se ha revelado) ha presentado una demanda contra la mutawiyin por un incidente de 2003, cuando su hija, una niñera extranjera y ella fueron humilladas verbal y físicamente mientras esperaban a sus dos hijos en un coche.
Las tres mujeres fueron acusadas de inmoralidad pública, en línea con la enseñanza wahabí de que la presencia de mujeres en coches equivale a la prostitución. El 3 de julio, la denuncia de Umm Faisal se convertía en la primera acción civil nunca vista en la que un representante de la mutawiyin era llamado a declarar, aunque, de nuevo, el juicio fue pospuesto, esta vez hasta septiembre.
Con todo esto, al reino le empieza a pesar la mutawiyin. Es una prueba clara del totalitarismo atrincherado en la sociedad saudita que pasos tan pequeños como la acusación contra cuatro miembros de la milicia por la muerte de Al-Bulawi y la comparecencia ante el tribunal de un miembro de la milicia en el caso Umm Faisal sean percibidos por los saudíes corrientes como avances significativos, vaticinando potencialmente una nueva época en la vida en el reino.
Naturalmente, los defensores del orden wahabí siguen de cerca la supervivencia de la mutawiyin. El Príncipe Nayef ha reafirmado públicamente su apoyo, aunque no lo bastante para Al-Sahat, que se queja de que el Consejo de la Shura compuesto exclusivamente de varones designados por el rey no ha logrado abrir más centros de la mutawiyin y autorizar una nómina para los miembros. El Consejo de la Shura parece recorrer la fina línea entre el desagrado popular hacia la mutawiyin y la presión fundamentalista; también rechazó las propuestas de reforma de la mutawiyin que proponían que vistieran uniforme e incluyeran personal femenino.
Previsiblemente protector de la institución es el estamento wahabí. El 21 de junio, el periódico Al-Madina informó de que el gran muftí había denunciado la crítica mediática "injusta" a la milicia religiosa y pedido la represión de los críticos. El gran muftí es descendiente de Mohamed Ibn Abd Al-Wahhab (1703-1792), creador de la secta wahabí. Su posición viene siendo hereditaria desde que la familia Al-Wahhab suscribiera una alianza permanente con el clan Saud, quienes dejaron los asuntos religiosos a la descendencia wahabí al tiempo que se quedaron para sí las riendas del poder.
Entre estas investigaciones y manifestaciones se han propuesto otras medidas esporádicas y confusas para aliviar el descontento público con la mutawiyin. Cuando el caso Al-Bulawi vio la luz por primera vez, se anunció que 380 miembros de la milicia recibirían formación en "habilidades interpersonales", seguramente una de las declaraciones más barrocas hasta la fecha por parte de las autoridades saudíes. La mutawiyin prometía además crear un proceso de revisión de las prácticas de sus miembros. Al mismo tiempo, sin embargo, rechazó las preguntas sobre sus actividades planteadas por activistas saudíes de derechos humanos.
Por otra parte, ejemplos recientes de comportamiento indignante de la mutawiyin aparecen por doquier. A principios de junio, un tal Fahd al-Bishi de Riad se quejó a los medios de que la milicia había empotrado su vehículo contra su coche familiar y le había humillado el día de la boda de su hija porque sospechaban de que consumía bebidas alcohólicas o viajaba en compañía de mujeres sin vinculación familiar con él y su hijo. En marzo, la mutawiyin irrumpió en el Hospital Príncipe Salman de Riad y se enfrentó al personal de seguridad al tiempo que aparentemente perseguía a un traficante de drogas. Unos cuantos días antes de eso, a la mutawiyin se le enseñaba una lección en la inestable provincia del este, cuya enorme población musulmana chiíta es objeto de continua discriminación. Una patrulla detenía a un hombre que estaba escuchando música, una ofensa capital a los ojos wahabíes. Tras liberar al individuo, éste volvió con varios amigos y propinó una paliza a los efectivos de la mutawiyin.
De hecho, a principios de este año, la crítica a la institución había pasado a ser tan corriente que la milicia se abstuvo de su costumbre anual de irrumpir con violencia en la Feria Internacional del Libro de Riad que tiene lugar en febrero, en busca de literatura prohibida. Muchos saudíes percibieron esto como otro pequeño paso positivo más por parte del círculo del Rey Abdalá, que está enfrentado con el Príncipe Nayef, y del que se afirma que busca romper con el pasado.
A través de esta crónica se evidencia uno de los síntomas contradictorios de una crisis cada vez más profunda pero aún oculta del régimen saudita. El Estado defiende a la mutawiyin al tiempo que promete cambios, pero no cambia nada. La gente se pronuncia con mayor candidez, pero una institución retrógrada como la mutawiyin continúa saliendo impune de actos grotescos. Se prometen juicios, y comienzan, pero después son pospuestos bajo la mirada siniestra de Nayef. Es imposible predecir con precisión cómo se desarrollarán los acontecimientos, pero no es demasiado aventurado pensar que si la mutawiyin tiene por fin que rendir cuentas por su larga carrera de opresión, todo el estamento wahabí podría empezar a tambalearse.
Stephen Schwatz (Suleiman Ahmed Schwartz) es director ejecutivo del Centro del Pluralismo Islámico de Washington, periodista y autor entre otros libros sobre el Islam y sus subdivisiones y diferencias del bestseller "Las dos caras del Islam: fundamentalismo saudita y su papel en el terrorismo" (Doubleday).
Irfán al-Alawi es presidente de la Fundación Herencia Islámica y director de la sede en Europa del Centro para el Pluralismo Islámico.

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