13 agosto, 2007

LOS BENIMERINES I.-




MUCHO SE HABLA DE ALMORAVIDES Y ALMOHADES Y POCO DE “LOS POBRES” BENIMERINES.
Benimerines, Mariníes o Meriníes (1258-1465) es el nombre castellanizado que reciben los Banu Marin, miembros de la dinastía
bereber norteafricana más importante que surgió tras la caída y destrucción del Imperio Almohade y gobernó buena parte del Magreb a partir de 1268. Su origen estaba en el sureste del actual Marruecos, de donde fueron expulsados en 1224 por otra tribu, los Hilali. Posteriormente se asentaron más al norte y tomaron Fez en 1248, que convirtieron en su capital. Una vez instalados allí declararon la guerra a los debilitados almohades con la ayuda de mercenarios cristianos y se hicieron con el control de gran parte del Magreb hacia 1268, llegando por el este hasta Argelia y parte de Túnez.
Magreb o Mágreb (en
árabe المغرب Al-Magrib) es la adaptación al español de una voz árabe que significa lugar por donde se pone el sol, el Poniente, la parte más occidental del Mundo Árabe. Las grafías Maghrib o Maghreb, empleadas en inglés y francés, no deben usarse en español, como tampoco la variante anticuada Mogreb. La parte opuesta se denomina Mashreq o Levante. Tradicionalmente se ha llamado Magreb a la región del Norte de África que comprende los países de Marruecos, Túnez y Argelia, aunque más modernamente se incluye también a Mauritania, Sahara Occidental y Libia. Este último país es, geográfica y culturalmente, puente entre el Mashreq y el Magreb, aunque políticamente se encuadra en aquel. Al-Magrib es también el nombre árabe de Marruecos, país que en otro tiempo era llamado Al-Magrib al-Aqsà, esto es, el Extremo Magreb o Extremo Poniente. Por esta razón, en árabe se utilizan actualmente diferentes expresiones para distinguir a Marruecos del Magreb, que han pasado a otras lenguas como calcos. La más habitual en castellano es Gran Magreb, que también se utiliza para distinguir el Magreb reducido o histórico (Argelia, Marruecos y Túnez) de lo que actualmente se considera Magreb. También se utiliza la expresión Magreb Árabe en el mismo sentido, aunque su significado es confuso ya que da a entender que se contrapone a un Magreb no árabe: en realidad aquí hay que entender Magreb no como nombre propio sino con su significado literal en árabe; así, la traducción exacta de la expresión es Poniente Árabe, esto es, la parte más occidental del Mundo Árabe. Como entidad política, existe la Unión del Magreb Árabe (UMA), que agrupa a todos los países de la zona (el Sáhara Occidental como parte de Marruecos). Por contraposición a Magreb, los movimientos nacionalistas amazigs o bereberes utilizan el término Tamazgha.
Una vez conseguido todo esto, trataron de extender su control al tráfico comercial del
Estrecho de Gibraltar. Para ello declararon la guerra santa a los cristianos y ocuparon sucesivamente las ciudades de Rota, Algeciras y Gibraltar, sitiando Tarifa por primera vez en 1294. También influyeron fuertemente sobre la política del Reino de Granada, donde a partir de 1275 destacaron importantes contingentes de tropas.
Tras una serie de choques con la Corona de
Castilla, su derrota estrepitosa en la Batalla del Salado (1340) a manos de una coalición castellano-portuguesa, marcó su fin en la Península Ibérica. A la muerte de Abu el Hassan, "el Sultán Negro" en 1351, su hijo Abu Inan (que se había rebelado contra él) le sucedió y gobernó siete años más, hasta que fue estrangulado por su propio visir en 1358, tocando la dinastía a su fin. La anarquía se extendió entonces por todo el país y el imperio de los benimerines se fracturó en múltiples reinos pequeños y ciudades-estado, como el Reino de Fez.
BATALLA DEL RIO SALADO. LA PEÑA.
En 1248, una tribu bereber procedente del Sahara, los Beni Merín, aprovechan la debilidad de los almohades e inician la conquista de los territorios norteafricanos en una guerra cuyos hitos más significativos serían la toma de Fez en 1248 y la de Marrakech en 1269. Esta última fecha marca el inicio de la que sería conocida como Dinastía Meriní, la cual ostentaría el poder hasta mediados de 1465. Uno de sus más importantes jefes militares fue Abu-l-Hassán, conocido como "El Sultán Negro", enérgico General que gobernó con mano dura un imperio que abarcaba desde Túnez hasta el océano Atlántico. Su hijo combate en Al-Andalus, y participando en el asedio a Jerez de la Frontera encuentra la muerte. Enterado su padre de la noticia, la ira sustituye a la pena y buscando venganza organiza un ejército con el que se propone derrotar a los reyes peninsulares y extender su imperio por el sur de Europa. Decenas de miles de jinetes y soldados de infantería embarcan en Ceuta rumbo a las costas españolas y un gigantesco campamento se organiza a poca distancia de la ciudad de Tarifa. Al saber del desembarco, Alfonso XI, rey de Castilla, manda tropas que refuercen inmediatamente la ciudad, gobernada a la sazón por don Alonso Fernández Coronel. Entretanto, las tropas del Sultán Negro, el cual había conseguido para su empresa el apoyo de Yusuf, rey nazarí de Granada, cercan la ciudad de Tarifa y la someten a un terrible asedio en el que se emplearon toda clase de máquinas de guerra. Buscando socorrer a los sitiados, Alfonso XI envió a la zona una escuadra con la intención de cortar los suministros que desde África recibía el ejército meriní, pero una fuerte tempestad - una "levantera" de mucho cuidado - destrozó los barcos. Aunque parte de la nobleza castellana abogaba por concertar la paz, prevaleció la opinión del Rey de hacer frente a los sarracenos y, con tal fin, pide ayuda a los reyes de Portugal y Aragón, y el embajador don Juan Martínez de Leiva consigue del Papa una indulgencia plenaria para quienes tomen parte en el combate. Se logra así reunir en Sevilla un ejército de 15.000 jinetes y 25.000 hombres de a pie al que prestaría apoyo desde el mar una escuadra integrada por naves de las flotas castellana y aragonesa. Conocedores de que los defensores de Tarifa están agotando sus últimas fuerzas, la columna acelera la marcha y llega a la zona en apenas tres jornadas de viaje, instalando Alfonso XI su real en el paraje conocido como La Peña, a escasos cinco kilómetros de las murallas de la ciudad. Abu-l-Hassán se apresta rápidamente para la batalla y ordena a su hijo Omar que marche con sus tropas a impedir el paso de los cristianos por el vado norte del río Salado, pero al verse atacado por la caballería castellana, Omar retrocede y estos pueden entrar en Tarifa. El rey Alfonso, seguido del grueso del ejército, busca la desembocadura del río y avanza por la playa dispuesto a enfrentarse con las fuerzas meriníes. Mientras tanto, el rey portugués Alfonso IV, al frente de la caballería de las órdenes militares de Alcántara y Santiago y apoyado por 5.000 infantes, entabla combate con las tropas del rey granadino y, tras enconada lucha, las derrota poniendo en fuga a Yusuf quién, rodeado de su guardia, huye en dirección a Algeciras. Pero las aguerridas fuerzas de Abu-l-Hassán son superiores en número a las del rey Alfonso y estas comienzan a ceder terreno retirándose en desorden. En estos momentos de indecisión cobra especial relevancia la figura del Arzobispo de Toledo don Gil de Albornoz, el cual, asiendo el caballo del rey por las riendas, arengó de tal forma a sus soldados que estos sienten renacer en sus pechos nuevos ánimos y se precipitan sobre las huestes moras con tales bríos que pronto el campo quedó cubierto por miles de cadáveres de sus enemigos. Abu-l-Hassán peleó bravamente pero, en un momento de la batalla, su caballo resulta herido y lo arrastra en su caída; al ver desaparecer al Sultán, el ejército meriní huye en desbandada: los cristianos podían cantar victoria. Las pérdidas musulmanas fueron enormes, abandonando los moros en su precipitada huida armas, bagajes, tesoros e incluso sus esclavos y concubinas. Aunque las cifras de muertos por el bando sarraceno citadas por los cronistas de la época son a todas luces exageradas, lo cierto es que estas debieron ser sumamente cuantiosas pues a resultas de aquella derrota quedó conjurado el peligro de nuevos intentos de invasión. Aquel día del año 1340, los vencedores de la batalla del Salado encontraban en la lujosa tienda de campaña del jefe meriní a dos aterrorizadas jóvenes que suplicaban clemencia al Dios de los cristianos. Se trataba de las hijas de Abu-l-Hassán y el propio Alfonso XI ordenó que fueran devueltas a su padre. Agradecido, el Sultán Negro colmó a la escolta que las acompañaba de valiosos presentes para el monarca castellano.
IBN BATTUTA, UN MERINI SIGNIFICATIVO.
Shams ad-Din Abu Abd Allah Muhammad ibn Muhammad ibn Ibrahim al-Luwati at-Tanyi (en
árabe, شمس الدين أبو عبد الله محمد بن محمد بن إبراهيم اللواتي الطنجي), más conocido como Ibn Battuta (ابن بطوطة), fue un viajero y explorador bereber de Benimerines, nacido en Tánger el 17 de rayab del año 703 de la Hégira, correspondiente al 25 de febrero de 1304, y muerto en 1368 o en 1377.
Ver:
http://diarionacional-jirosende.blogspot.com/2007/07/ibn-battuta-en-su-salsa.html
Es el más conocido de los grandes viajeros árabes: su rihla o periplo por el oriente duró veinte años, que relató con detalle en una crónica dictada al estudioso granadino Ibn Yuzayy, por instigación del sultán de Marinida o Benimerin. Prácticamente todo lo que se sabe de su vida procede de este relato, que aun siendo fantasioso o exagerado en algunos puntos, es el retrato más fiel que existe de la parte del mundo que el viajero recorrió en esa época.
Ibn Battuta es el viajero más célebre, así como su rihla. Tangerino (1304-c. 1368), emprendió viaje en junio de 1325 con intención de realizar la peregrinación a La Meca. Llegó a la ciudad santa tras recorrer todo el norte de África, Egipto, Palestina y Siria, y de ahí volvió a ponerse en marcha recorriendo de nuevo el Iraq, Juzistán, Kurdistán, Tabriz y Fars. Volvió a La Meca y residió en ella por espacio de tres años, para visitar luego el sur de Arabia, regresar a La Meca, emprender viaje a Egipto, Siria, la península de Anatolia, Rusia del sur y finalmente Constantinopla. Tras una estancia en la ciudad bizantina recorre los territorios de la Horda de Oro, dirigiéndose hacia el Este hasta llegar al valle del Indo en septiembre de 1333. Residió en la India y en Maldivas diez años y luego siguió viaje a oriente: Ceilán, Bengala, China... hacia 1347 emprende el camino de regreso y llega a Fez en noviembre de 1349. Hará otros dos viajes: uno a Al-Ándalus y otro hacia el Níger.
Muhammad ibn Battuta inició su viaje con intención de realizar el
hajj o peregrinación a La Meca que constituye uno de los cinco pilares del Islam, y de visitar la tumba de Mahoma en Medina. Partió de Tánger, según su crónica, el 2 de rayab del 725 de la Hégira, 13 de junio de 1325, «solo, sin compañero con cuya amistad solazarme ni caravana a la que adherirme». Tenía entonces 22 años. No volvería hasta 24 años más tarde, después de haber recorrido más de 120.000 kilómetros, de un extremo a otro del mundo musulmán. Una de las versiones traducidas al castellano se ha denominaddo "A través del Islam", 1981.
DE TÁNGER A LA MECA.
Siguió la costa norte de
África, a la que no presta mucha atención en su relato, hasta llegar a Egipto. Existían tres rutas comúnmente usadas para ir a La Meca e Ibn Battuta escogió la menos frecuentada: un viaje Nilo arriba (esto es, hacia el sur) y luego hacia el puerto de Aydab en el Mar Rojo. Sin embargo, una rebelión local le impidió llegar a Aydab, debiendo regresar a la capital egipcia.
De Aydab arranca un periplo por el
País de Sham (Siria y Palestina), que entonces formaba parte de los dominios de la misma dinastía mameluca - la dinastía Bahrí - que gobernaba Egipto. Esto le permitió desplazarse con cierta seguridad, ya que las autoridades mamelucas hacían un especial esfuerzo en mantener segura para los peregrinos la ruta que pasaba por los lugares santos de Hebrón, Belén y Jerusalén.
Tras pasar el mes de
ramadán en Damasco, Ibn Battuta siguió con un viaje caravanero las 800 millas que hay hasta Medina, en cuya mezquita principal está enterrado Mahoma. Luego siguió viaje a La Meca, donde cumplió con los ritos habituales de un peregrino musulmán, adquiriendo el apelativo de hajj («peregrino»). En teoría había cumplido los objetivos de su viaje, pero en lugar de volver a Marruecos decidió acompañar a una caravana de peregrinos procedentes de Iraq e Irán de regreso a sus hogares.

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