

En segundo lugar, el miramiento con que la comunidad internacional, sobre todo los europeos, tratan a Irán, no ha hecho sino provocar un envalentonamiento de los islamistas radicales en toda la zona del mundo árabe. Nos ven presos de una debilidad terminal e impotentes ante sus demandas. Por otra parte, la creencia de Israel de que podría obtener una mayor paz y seguridad a través de su política de salida unilateral de los territorios palestinos es está demostrando ilusoria. La salida de Gaza se leyó por los radicales de nuevo como una victoria más de su parte y explica en cierta medida el auge de Hamas en la zona. ¿Puede la respuesta militar de Israel arreglar los problemas? Puede que esta no sea la pregunta correcta, ya que frente al auge del terrorismo no le queda más opción que defenderse. Si Israel dejara impune el crimen de quienes han matado y secuestrado a sus soldados, la situación para Israel tendería a empeorar dramáticamente. Pero las autoridades israelíes deben tener claro qué quieren hacer en el sur del Líbano. Su presencia allí, inevitable, puede también dañar al inestable gobierno de Beirut, el primero elegido por las urnas en los últimos 30 años y eso puede obligarles a quedarse más de lo que probablemente desean. Con todo, la comunidad internacional no puede caer en la tentación de elegir la estabilidad del gobierno libanés sobre el merecido castigo a los terroristas. Es hora de que sepan que no pueden salirse con la suya.
Rafael L. Bardají. ABC.
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