La progresía pseudoanalista española lleva semanas advirtiendo solemne de la obsesión norteamericana por Irán, que incluso explicaría la presente guerra del Líbano. El último prohombre en hablar, Máximo Cajal – el que pretende entregar a Marruecos Ceuta y Melilla y Olivenza a Portugal - ha defendido el derecho de Irán a poseer armas nucleares, con el sesudo argumento de que otros países las tienen. Sus declaraciones son exponente del clima intelectual español: indiferencia, pasividad, desconocimiento. Han provocado hilaridad y carcajadas pero, más allá de ello, representan la tragedia estratégica europea.
Más allá de la comedia, el régimen iraní tiene dinero, tiene ideas y carece de cualquier escrúpulo. Arma y mantiene a Hezbolá, extiende tentáculos por el Golfo, se alía con los regímenes menos recomendables del mundo como Corea del Norte o Venezuela, y busca construir la Bomba riéndose de la ONU. Ahora, las sesudas declaraciones de Cajal coinciden con un episodio significativo. La plataforma rumana en el Golfo, "Orizont" ha sido asaltada por comandos iraníes y ha provocado el enfrentamiento entre Rumanía y Teherán. La cosa es ya evidente: mientras Europa critica a Israel, Irán se convierte en un peligro para todo el mundo.
La ventaja de este tipo de regímenes es que no sienten la necesidad de esconder sus intenciones, y con seguridad y desenvoltura nos dicen que lograrán sus propósitos y que Europa debe dejar sólo a Estados Unidos en la defensa de los principios democrático-liberales. En Líbano, Hezbolá recuerda su desprecio de la democracia y anuncia la aniquilación de Israel; en las aguas del Golfo, un comando que, según los rumanos, contaba con apoyo militar iraní asalta las instalaciones de otra nación. En la sacrosanta ONU, desprecio y juego del despiste. La coexistencia, el derecho internacional y la democracia son despreciadas y atacadas por Teherán, mientras aquí se defiende su derecho a poseer armas nucleares.
En una comedia chusca, hoy Europa se caricaturiza a sí misma aún más de lo que estamos acostumbrados. Sus dirigentes sacan pecho en nombre de la paz, lanzan empalagosos discursos y se esconden como niñas asustadizas ante la sola posibilidad de tener que enfrentarse con Irán en Líbano. Bien pensado, el Gobierno Zapatero sólo es el más aventajado alumno de esta apología del analfabetismo diplomático y lacrimógeno que paraliza Europa. Un día loan a Gandhi, otro defienden el derecho de Hamas a secuestrar personas, el tercero hablan de libertad y el cuarto proponen dar a Irán armamento atómico.
Los discursos y declaraciones melifluos, o la mal disimulada cobardía estratégica, serían divertidos si no escondieran un peligro mayor; frente a ella se alza una ideología que, encarnada en grupos y estados diversos, ha jurado reducir a cenizas la cultura occidental. Y lo hace de manera abierta: Nasralá, Ahmadinejad, Al Zawahiri ni disimulan ni esconden su intención de aniquilar Israel, dominar Oriente Medio o someter a Occidente. Mientras, aquí se hacen loas a la paz y a la libertad que nadie parece dispuestas a defender.
La tragedia de nuestro tiempo es que las democracias han renunciado al uso de la fuerza para defenderse justo cuando las dictaduras le han cogido el gusto a hacerlo. Éstos tienen rienda suelta cuando se le permite tenerla. Y ahora se les permite, quizá nuclearmente.
GEES. Libertad Digital
Más allá de la comedia, el régimen iraní tiene dinero, tiene ideas y carece de cualquier escrúpulo. Arma y mantiene a Hezbolá, extiende tentáculos por el Golfo, se alía con los regímenes menos recomendables del mundo como Corea del Norte o Venezuela, y busca construir la Bomba riéndose de la ONU. Ahora, las sesudas declaraciones de Cajal coinciden con un episodio significativo. La plataforma rumana en el Golfo, "Orizont" ha sido asaltada por comandos iraníes y ha provocado el enfrentamiento entre Rumanía y Teherán. La cosa es ya evidente: mientras Europa critica a Israel, Irán se convierte en un peligro para todo el mundo.
La ventaja de este tipo de regímenes es que no sienten la necesidad de esconder sus intenciones, y con seguridad y desenvoltura nos dicen que lograrán sus propósitos y que Europa debe dejar sólo a Estados Unidos en la defensa de los principios democrático-liberales. En Líbano, Hezbolá recuerda su desprecio de la democracia y anuncia la aniquilación de Israel; en las aguas del Golfo, un comando que, según los rumanos, contaba con apoyo militar iraní asalta las instalaciones de otra nación. En la sacrosanta ONU, desprecio y juego del despiste. La coexistencia, el derecho internacional y la democracia son despreciadas y atacadas por Teherán, mientras aquí se defiende su derecho a poseer armas nucleares.
En una comedia chusca, hoy Europa se caricaturiza a sí misma aún más de lo que estamos acostumbrados. Sus dirigentes sacan pecho en nombre de la paz, lanzan empalagosos discursos y se esconden como niñas asustadizas ante la sola posibilidad de tener que enfrentarse con Irán en Líbano. Bien pensado, el Gobierno Zapatero sólo es el más aventajado alumno de esta apología del analfabetismo diplomático y lacrimógeno que paraliza Europa. Un día loan a Gandhi, otro defienden el derecho de Hamas a secuestrar personas, el tercero hablan de libertad y el cuarto proponen dar a Irán armamento atómico.
Los discursos y declaraciones melifluos, o la mal disimulada cobardía estratégica, serían divertidos si no escondieran un peligro mayor; frente a ella se alza una ideología que, encarnada en grupos y estados diversos, ha jurado reducir a cenizas la cultura occidental. Y lo hace de manera abierta: Nasralá, Ahmadinejad, Al Zawahiri ni disimulan ni esconden su intención de aniquilar Israel, dominar Oriente Medio o someter a Occidente. Mientras, aquí se hacen loas a la paz y a la libertad que nadie parece dispuestas a defender.
La tragedia de nuestro tiempo es que las democracias han renunciado al uso de la fuerza para defenderse justo cuando las dictaduras le han cogido el gusto a hacerlo. Éstos tienen rienda suelta cuando se le permite tenerla. Y ahora se les permite, quizá nuclearmente.
GEES. Libertad Digital
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