11 mayo, 2006

SEVILLA TUVO QUE SER.-


ME LO GUISO Y ME LO COMO.
ESTA NOTICIA, NO LA ENCONTRARAN EN “EL PAIS”.-
Se están investigando un total de nueve casos de personas que trabajan para el Ayuntamiento de Sevilla que, según los primeros indicios, han podido saltarse a la torera la normativa sobre contratación con la Administración, incurriendo en un delito de incompatibilidad al aprovechar su puesto de funcionario para, bien con su nombre, el de su cónyuge o el de sus hijos, optar a la adjudicación de obras o a concursos para adquirir inmuebles o solares. Se da la circunstancia, además, de que de estos nueve casos sospechosos hasta cinco atañen a personal de la Gerencia Municipal de Urbanismo, no de la cúpula de la institución pero sí de miembros de jefaturas medias, esto es, personas con cierto grado de responsabilidad en esta delegación, hecho de especial gravedad, pues podían manejar información privilegiada y haber incurrido en delito de tráfico de influencias para obtener esos réditos inmobiliarios o de suelo por los que ahora se les ha abierto expediente. Los otros cuatro investigados forman parte del cuerpo de operarios del Ayuntamiento en general y ya fuera de Urbanismo. Inquieta especialmente a la GMU, en este sentido, la posible relación de alguna de estas personas con empresas constructoras, promotoras o relacionadas con el ámbito inmobiliario, algo que se está indagando y que podría provocar que alguno pudiera pasar por los juzgados.
Estos expedientes son el fruto del exhaustivo rastreo que lleva realizando varios meses esta delegación municipal a raíz del caso de Juan José Conde. A este ex asesor del propio alcalde, Alfredo Sánchez Monteseirín, se le adjudicó un solar en su barrio, San Jerónimo, al que había optado en un concurso su esposa, Luisa Ruiz Regalado, pese a seguir formando parte del personal de la Administración, pues es chofer municipal. La GMU dio marcha atrás al proceso y anuló la adjudicación, otorgándosela a otro de los concursantes. Hasta ahora, el único requisito exigido por Urbanismo en su mesa de contratación para las adjudicaciones mediante concursos o las solicitudes de obras menores era una declaración jurada del aspirante, en la que éste debe dar constancia de que no forma parte del personal de las distintas administraciones, o no se es cónyuge, pareja sentimental, hijo o familiar directo de éstos. Eso hizo la mujer de Conde para optar al solar de San Jerónimo, por supuesto, mintiendo.
Aparte del tema de las facturas falsas – las obras que nunca existieron – “esto”. La verdad: estas gentes municipales sevillanas, no “paran”. Y que bien se sitúan; él de asesor, ella de chofer y nosotros, a pagar. Y, como no es Marbella y no hay “pantojeo”, nadie le hace caso.

10 mayo, 2006

VALE POR SEIS CON LA LOLA.-


CENA DE DAMAS.-
Esta noche la vicepresidenta del gobierno, ofrece una cena – solo están invitadas damas – a la Presidenta chilena, de visita oficial en España. Este gobierno siente nostalgia por la II República española y protege – como nadie - a las mujeres: la paridad y todo eso.
Miren la fotografía: es de tiempos de la II República.
Suma y compendio.

LOS "CINCO" JINETES DEL APOCALIPSIS.-



DETENCIONES
“MIRANDO AL TENDIDO”.-
Por ANTONIO BURGOS.
Leo la sentencia de la Sección Decimosexta de la Audiencia Provincial de Madrid sobre la detención de dos militantes del PP por supuestas agresiones al entonces ministro de Defensa, José Bono, y me sale del alma un óle. Y vuelvo a creer en la separación de poderes y en la resurrección del Montesquieu que Alfonso Guerra enterró en plan Juan Simón. Menos mal que sigue habiendo sentencias de óle, frente a tantas sentencias de ojú.
Al ponente de la sentencia y presidente de la mentada Sección Decimosexta, don Miguel Hidalgo, hay que darle un óle llano y hondo, templado, despacioso, no un olé agudo y apresurado. Tampoco un «¡bien!», óle finolis, óle de sombra, óle de presuntos entendidos, que cada vez está sustituyendo con mayor profusión al óle en las plazas, especialmente en determinados pases de muleta. Los trincherazos son de «¡bien!», no de óle; los pases del desprecio, ídem; los ayudados por bajo son ya de «¡bien!», ninguno de óle.
La sentencia de don Miguel Hidalgo es de óle, recortado y sentido óle ante su arte. El arte de aplicar el riquísimo lenguaje de los toros a la realidad de ese otro ruedo, espejo de España, que es la vida política. Dice en su sentencia el usía Hidalgo que esa detención fue «inmotivada, arbitraria y abusiva», además de «antijurídica», «de complacencia» y realizada «mirando al tendido». Óle. Mirando al tendido. ¡Música, maestro! Expresión más taurina no puede haber en una sentencia. Esto es llevar a Miguel Báez «Litri» a la jurisprudencia, del Cossío al Aranzadi. Sí, ya sé que no sólo Litri, corrígeme, querido Zabala de la Serna. Seguramente eso de dar pases con la muleta a la espalda mirando al tendido viene de mucho antes, de Manolete por lo menos, pero quien más lo puso de moda fue El Litri. Y me alegro por El Litri, que ha puesto el arroz para esta paella españolísima en la que el magistrado Hidalgo eleva el lenguaje taurino a la suprema categoría de la ciencia jurídica. Eso se llama parar, templar y mandar el uso castizo de la lengua castellana, tan amenazada por las normalizaciones lingüísticas de los nacionalistas periféricos por un lado y por las inmersiones en la cursilería de los progres postmodernos por otro.
Puestos a usar ese riquísimo lenguaje taurino que Andrés Amorós ha estudiado en su presencia en la política y el periodismo contemporáneos, el usía del palco presidencial de la Decimosexta que ha sacado el pañuelo verde por el que han devuelto a Constantino Méndez, tenía que haberse recreado más en la suerte del habla de los toros. Tenía que haber dicho que fue una sentencia mirando al tendido porque antes el tal Méndez había hecho, como Arruza, el adorno del teléfono. Llamó a los ahora empitonados para decirles un histórico: «Quiero detenciones». Como el matador le dice al peón de confianza que se lo lleve al tercio, Méndez ordenó al jefe de la Brigada de Información que se lo llevara a los medios, a los medios informativos, para tapar bocas en el Tendido 7 de los ministros. Y es más, alguien le dijo toreramente a Bono, protagonista del caso: «Tápate». Tanto se ha tapado, que hasta se ha cortado la coleta de ministro.
Así, «mirando al tendido», es como deberían gobernar, no detener a los inocentes. Mirando a un tendido que está más en el «¡uy!» de la sorpresa y del pánico que en el «óle» de la satisfacción. Aquí el Gobierno no actúa mirando al tendido, sino mirando a unos tíos que, encima, quieren acabar con la Fiesta Nacional en todos los sentidos, cual los asesinos separatistas vascos y los independentistas catalanes. Conforta que en este ruedo donde al toro de España le han afeitado las puntas de la Constitución y las libertades, un magistrado con la taleguilla muy bien puesta le coloque un par de banderillas al Gobierno y no como otros, que administran justicia con el pico de la muleta, fuera de cacho de la separación de poderes, sin cruzarse con el pitón contrario de la independencia.

09 mayo, 2006

RICHARD FORD.-


FORD: UN CLÁSICO QUE CREÓ ESCUELA.-

Entre la «Michelín» y el «trotamundos», el británico Richard Ford escribió las páginas que más viajeros atrajeron a España en el siglo XIX. Sus méritos son variados, ya que aparte de tener una prosa agradable y entretenida, hizo una auténtica guía de viaje por Andalucía.

Antes que Bill Clinton, a Granada fue W. Irving...: «Nos decidimos a viajar como el auténtico contrabandista, aceptando todo como viniere, bueno o malo (...) Este es ciertamente el verdadero modo de viajar en España. Con un estado de ánimo así ¡qué país éste para el viajero, en el que la más mísera posada llena de aventuras, como un castillo encantado!...» «En Gandul encontramos una tolerable posada. Aquella buena gente no supo ni decirnos la hora que era porque el reloj del pueblo tan sólo sonaba una vez durante todo el día, a las 2 de la tarde, y hasta esa hora, todo era elaborar conjeturas». «La presencia de extranjeros como nosotros era algo inusitado en los pueblos del interior; un acontecimiento de este tipo asombra y pone fácilmente en conmoción a los pueblecitos españoles». «Para el viajero imbuido de sentimiento por lo histórico y lo poético, tan inseparablemente unido en los anales de la romántica España, es la Alhambra objeto de devoción como lo es la Kaaba para todos los creyentes musulmanes»
«No he encontrado un español, por pobre que sea, que no tenga pretensiones de alta estirpe. Fue, sin embargo, el primer título de este harapiento ilustre el que me había cautivado por completo (...) Hijo de la Alhambra (...) Comprobé entonces que me unía una inestimable familiaridad con este hijo de la Alhambra, conocedor de todas sus leyendas en las que creía a pie juntillas» «Hay dos clases de gente para quienes la vida es una fiesta continua: los muy ricos y los muy pobres. Unos, porque no carecen de nada; los otros, porque no tienen nada que hacer; pero no hay nadie que entienda mejor el arte de no hacer nada y de nada vivir, como las clases pobres de España. Una parte de ellos se debe al clima y lo demás al temperamento. Dadle a un español sombra en verano y sol en invierno, un poco de pan, ajo, aceite y garbanzos, una vieja capa parda y una guitarra y ruede el mundo como quiera». «Allí Me detuve para dirigir una última mirada sobre Granada. La colina en que me encontraba domina un maravilloso panorama de la ciudad, la vega y los montes que la rodean, y está situada en la parte del cuadrante opuesto a la Cuesta de las Lágrimas, famosa por el último Suspiro del Moro. Ahora podía comprender algo de los sentimientos experimentados por el pobre Boabdil cuando dio su adiós al paraíso que dejaba tras él y contempló el áspero y escarpado camino que lo conducía al destierro».
Antequera y la moda de París: «En cuanto a las mujeres, todas llevan mantillas y basquillas. Las modas de París no habían llegado a Antequera (...) Había gran abundancia de frescas rosas recién cogidas; ni una sola dama o damisela andaluza cree completo su vestido de gala sin que la rosa luzca como una perla entre sus negras trenzas».
«Modelo de perfecto andaluz, bravo y fanfarrón (...) llevaba siempre el sable en mano o bajo el brazo y no lo soltaba nunca, lo mismo que una niña con su muñeca...». «Toda esta parte de Andalucía es pródiga en estos tipos tan pintorescos que vagan ociosos por pueblos y ciudades, sobrados, según parece, de tiempo y dinero; les basta un caballo que montar y un arma que llevar. Muy locuaces, grandes fumadores, tocan hábilmente la guitarra, dan serenatas a su bella maja y bailan muy bien el bolero (...) Por toda España, los hombres aunque sean de condición humilde, tienen un concepto poco caballeresco de la ociosidad; creen al parecer, que el no tener prisas jamás es atributo del verdadero caballero...»

LA VUELTA A ESPAÑA DE BRENAN.-



VIAJE ALREDEDOR DE LA POSGUERRA.-
Cola de las cartillas de racionamiento. En 1949, Gerald Brenan y su esposa Gamel, regresan a España tras su precipitada marcha, a través de Gibraltar, pocas semanas después del inicio de la Guerra Civil. Fruto de la experiencia de aquel retorno y de aquel reencuentro fue el libro «La Faz de España», en el que relata su periplo por el centro y el sur de España, donde visitan Córdoba, Málaga y Granada. El resultado fue un lúcido y apasionado análisis de la posguerra española, con su hambre, su sequía, sus estraperlos, sus odios y también sus esperanzas.

Brenan vuelve tras la guerra: Contrastes en la España hambrienta«Aquel país había pasado por una guerra civil, una revolución y una hambruna, había sido medio ocupado por los alemanes y los italianos, se había visto al borde de la guerra con Inglaterra y sin embargo, Antonio y Rosario habían continuado tranquilamente cumpliendo con su misión de administradores de nuestros intereses y esperando nuestro regreso». «Alejándose de la calle Larios, uno llega al reino del mercado negro. Chicas jóvenes acicaladas, llevando en el brazo cestos con panecillos de pan blanco, vocean constantemente su mercancía: Pan de contrabando». «Su trabajo había consistido en ir a los pueblos al día siguiente de la visita del gobernador y, con un espíritu muy distinto, estrujar a los alcaldes y a los terratenientes a fin de hacerles soltar el maíz que habían ocultado para venderlo luego a un precio superior en el mercado negro». «No se dicen oraciones por los muertos, no se celebra ninguna ceremonia a menos que se paguen por anticipado quinientas pesetas (...) La religión se ha convertido en un lujo que solamente pueden permitirse aquéllos que tienen un buen empleo».
Parada y fonda en Lucena: El pecado de unas piernas sin medias en la Andalucía famélica. «En la fonda de Lucena, la cena no se servía hasta las diez y media (...) Vagamos un poco por la ciudad, deprimidos ante la horrible pobreza y miseria. Las mujeres en particular nos horrorizaban. Uno podía verlas en todas las callejuelas laterales, vestidas con harapos que nunca habían sido ropas de mujer - sacos de patatas, trozos de mantas del ejército, informes restos de capote de soldado -, con sus piernas y rostros negros de suciedad que ya no se preocupaban de lavar (...) ¿Eran realmente españoles? nos preguntamos ¿eran realmente miembros de esa orgullosa y recatada raza para quienes hacía apenas doce años incluso unas piernas sin medias eran consideradas como un pecado?». Tras una fosa común con nombre de poeta. «Sí, este era el Albaicín tal como acostumbraba ser y sin embargo ¿por qué parecía tan cambiado, tan distinto? Mientras permanecía sentado allí escuchando el canto de los gallos me llegó la respuesta. Esta era una ciudad que había matado a su poeta. E inmediatamente pensé que yo debía visitar, si podía encontrarla, la tumba de García Lorca y depositar sobre ella un ramo de flores».
Un Viva Andalucía en la España de la represión: «La Mezquita de Córdoba es, sin lugar a dudas, el primer monumento de España, el más original, y el más hermoso. Desde el momento mismo en que uno entra en el gran patio plantado con naranjos, nota una sensación de paz y armonía que es completamente distinta del ambiente de sagrada religiosidad y austeridad que rezuma de los claustros cristianos». «La gente de Córdoba se muestra excesivamente orgullosa de su ciudad. Si, por ejemplo, uno menciona el vino, te dicen que el vino de Córdoba (que no es conocido en ningún otro lugar excepto aquí) es el mejor del mundo (...) Sin embargo saben muy poco de los hombres famosos que su ciudad ha producido: han oído hablar de Séneca, pero para ellos Góngora es simplemente el nombre de una calle».
«En Málaga fuimos a decirle adiós a don Carlos (...) Escuchaba con la excitación de un escolar un partido de fútbol. Córdoba estaba jugando contra La Coruña y para su satisfacción le llevaba un gol de ventaja: “Viva Andalucía -dijo- Les mostraremos a esos gallegos que podemos ganarles”. Y tuvimos que sentarnos y aguardar pacientemente a que terminara el partido».

CERRAR LA ONU Y REFORMAR LA OTAN.-


La ONU ha demostrado ser un gigante muy gastoso y un nido de corruptos. La Organización se mantiene gracias a la desproporcionada aportación de los Estados Unidos, quienes contribuyen mucho mas que cualquiera de los otros países miembros y, en la Asamblea General, tiene un voto como el resto. Es verdad que posee derecho de veto en el Consejo de Seguridad, pero también que los otros países – China, Rusia, Gran Bretaña y Francia – que tienen el mismo derecho, aportan, así mismo, mucho menos que la gran nación americana. Por otra parte, carece de sentido que países como Irán, Siria, Corea del Norte, Cuba, Venezuela, o Sudan, por poner algún ejemplo, ostenten la misma representatividad que Alemania, Canadá o Australia, cuando sus decisiones dependen del pie con el que el “mandón” de turno se levante cada mañana.
Por todo lo expuesto, no sería de extrañar que, cualquier año de estos, los Estados Unidos decidiesen abandonar la ONU – es decir, la “dejasen caer” – para fundar una Liga de Naciones Democráticas.
Respecto de la OTAN, la amenaza global del Islam, reduce al absurdo la limitación al Atlántico Norte del ámbito de la Alianza. Como propuso nuestro Presidente Aznár – la cabeza mejor de España, en relación con la Política Exterior – se hace necesaria una reforma del Pacto – idealmente en el seno de la citada Liga - incorporando a países como India, Japón, Australia o Nueva Zelanda. Está muy claro que se contaría con las reticencias francesas – al menos en la Francia de Chirac, no sabemos si también en la de su Ministro del Interior – y de algún otro país de la Unión Europea, pero dado que la creación de una verdadera fuerza disuasoria por parte de esta resulta de todo punto imposible, los europeos, mas tarde o mas temprano, acabaremos coincidiendo en situarnos, con carácter definitivo, hasta que “escampe” en los campos islámicos, “bajo el paraguas” norteamericano. Y “eso”, conlleva ciertos costes de independencia de decisiones exteriores.
En relación con España, es impensable que los Rodríguez, Moratinos etc. estuvieran por la labor, pero también considero impensable que – después de la que están “liando” – los españoles vuelvan a depositar su confianza en “mindundis” de clase alguna, a menos que, mayoritariamente, decidan hacerse el harakiri. Puede que “la cosa” se ponga tan mal, que terminemos por llamar a Aznár, a gritos, como los británicos hicieron lo propio con Churchill, cuando Hitler comenzó a hacer de las suyas; el antes denostado Winston, se convertía en el hombre del momento, porque la mejor Alianza de Civilizaciones es derrotar al Islam y volverlo a colocar, en cuanto a poderío y amenaza virtual, donde está situado ideológicamente: en la Edad Media.

IBN BATTUTA EN SU SALSA.-


PASEO POR SU AL ANDALUS, EN EL SIGLO XIV.-

"Si encuentras a un forastero, ayúdalo: quizá llegue el día en que lo seas." Proverbio marroquí.
Cuando Osama ben Laden se refirió a “la tragedia de al Andalus”, no hablaba a humo de pajas. El viajero tangerino Sams ad-Din Abu Abdallah Muhammad conocido como Ibn Battuta recorrió todo el mundo islámico desde Al Andalus hasta Sumatra, desde Malí a Astrakán, dejando en sus libros de viaje o rihla interesantes y a menudo únicas referencias de cómo eran muchos pueblos en el siglo XIV. Uno de sus últimos viajes fue al reino de Granada, describiendo Gibraltar, Málaga, Vélez, Alhama, Granada, Ronda y durante el cual, visitó a El Ceutí.

Embarqué en Ceuta en un barquito de cabotaje perteneciente a gentes de Arcila y llegué al país de al Andalus - al que Dios guarde - donde la soldada es copiosa para sus habitantes y donde se atesoran los premios para residentes o viajeros. Acababa de fallecer el tirano de los cristianos, Afdunus (Alfonso XI), que pusiera cerco a “La Montaña" (Gibraltar, La Montaña de la Conquista) por espacio de diez meses, pues tenía el designio de apoderarse de las tierras que aún eran musulmanas en al Andalus, pero Dios se lo llevó cuando no tenía cuenta de tal cosa y pereció de la peste a la que temía como nadie.
La primera ciudad andaluza que conocí fue la "Montaña de la Conquista" (Gibraltar), donde me entrevisté con su jatib, el distinguido Abu Zakariyya Yahya b. as-Siray el Rondeño – ole, predecesor de Pedro Romero - y con el cadí Isa al-Barbari a cuya hospitalidad me acogí y con quien di la vuelta a la montaña pudiendo contemplar las magníficas fortificaciones – que ya vemos no las “inventaron” los británicos - bastimentos y pertrechos que dispusiera nuestro señor Abu-l-Hasan y los añadidos por nuestro señor. Hubiera yo deseado quedar entre los defensores de este lugar hasta el fin de mi vida. Dice Ibn Yuzayy: "La Montaña de la Conquista” es el reducto del Islam dirigido contra las gargantas de los adoradores de ídolos, buena obra de nuestro señor Abu l-Hasan de quien toma el nombre," (...) Aquí empezó la gran conquista, pues es el lugar en el que desembarcó Tarik b. Ziyad, cliente de Musa b. Nusayr, al cruzar el Estrecho, por eso de él toma el nombre y se la llama Yabal Tarik (Montaña de Tarik), y también Monte de la Conquista puesto que por él comenzó. Aún perduran restos de la muralla que levantaran Tarik y sus compañeros y se les denomina "Muro de los Arabes", yo los he contemplado en los días de mi estancia allá con motivo del sitio de Algeciras – al Yesira, la Isla Verde - a la que Dios haga retornar al Islam. (...)
Desde Gibraltar me trasladé a la ciudad de Ronda, que entre las plazas fuertes del Islam es una de las mejor situadas y defendidas. Era su alcaide por entonces el jeque Abu r-Rabi Sulayman b. Dawud al-Askari y su juez, mi primo por lado paterno, el
alfaquí Abu l-Qasim M. B. Yahya b. Battuta. Allá me entrevisté con el jurisconsulto, cadí y literato Abu l-Hayyay Yusuf b. Musa al Muntasaqari que me albergó en su residencia. También conocí al predicador, el piadoso y distinguido Hayy Abu Isahq Ibrahim, conocido por Sandaruj que más adelante falleciera en la ciudad de Salé, en Marruecos. Y allá entablé relación con un grupo de hombres piadosos, entre ellos Abdallah as-Saffar (El Llatonero) y otros más.
Permanecí en Ronda cinco días y luego me encaminé a – le gustaba la jet - Marbella. El camino entre ambas es muy áspero y tortuoso. Marbella es un pueblecito hermoso y fértil. En él encontré a una tropa de jinetes que se dirigían hacia Málaga y tuve la intención de ponerme en marcha en su compañía, pero Dios el Altísimo me protegió con su favor porque salieron antes que yo, siendo apresados en el camino como recordamos más adelante. Así pues, salí tras sus huellas y franqueé el
alfoz de Marbella entrando en el de Suhayl (Fuengirola) y fue entonces cuando pasé junto a un caballo muerto en un foso. Luego me topé con una banasta de pescado tirada en el suelo. Todo esto me preocupaba y como tenía ante mí la torre de atalaya, me dije a mí mismo: "Si hubieran aparecido enemigos por aquí, el vigía habría dado la alarma". Seguí avanzando hasta una casa que allí hay y encontré en las cercanías un caballo degollado. Entre tanto oí voces a mi espalda - pues me había adelantado a mis compañeros - y regresé hacia ellos, así vi que venían con el alcaide del castillo de Suhayl quien me comunicó la aparición de cuatro galeras enemigas y que parte de sus tripulantes habían desembarcado en un momento en el que el vigía no se hallaba en la atalaya. Los jinetes que salieran de Marbella - que eran doce - pasaron junto a los cristianos y éstos dieron muerte a uno de ellos, capturando a diez y el último pudo escapar. Con ellos pereció un pescador que les acompañaba y cuyo cofín encontré tirado en el suelo. El alcaide me aconsejó pernoctar en su fortaleza y desde allí él me llevaría a Málaga. Pasé la noche en el castillo y rábida que toma su nombre de Suhayl. Las galeras antes mencionadas estaban fondeadas cerca. Los cristianos dominaban el mar: ganaron.
Al día siguiente el alcaide montó a caballo en mi compañía y llegamos a
Málaga, una de las capitales de al Andalus y de las más hermosas, aúna las ventajas de mar y tierra y abunda en productos y frutos. En sus zocos se vendía – atestiguo - la uva a razón de ocho arreldes por un dirham pequeño, las granadas dichas murcianas y de color de jacinto, no tienen igual en el mundo, y los higos y almendras se transportan desde la ciudad y su alfoz hasta los países del Magreb y el oriente árabe.
En Málaga se fabrica la maravillosa cerámica dorada - ¿qué fue de ella? - que se lleva a los países más alejados. Su mezquita tiene una amplitud enorme y es renombrada por su
baraka. No hay patio semejante al de esta mezquita, con naranjos inmensos. A mi llegada a Málaga visité a su juez, el distinguido predicador Abu Abdallah -hijo del anterior játib Abu Yafar y éste a su vez hijo del también predicador y amigo de Dios el Altísimo Abu Abdallah ar-Tanyali- que estaba sentado en la mezquita aljama y con él los alfaquíes y principales del lugar que recaudaban fondos para redimir a los cautivos que antes mencionáramos. Me dirigí a él diciendo: "Loado sea Dios que me protegió no permitiendo que fuera uno de ellos".Y referí lo que me sucediera tras su marcha, de lo cual quedó perplejo. El mismo me mandó la adiafa aunque, por ende, me ofreciera hospitalidad el jatib Abu Abdallah as-Sahili, apodado "el del turbante". Algo así como Mohamed Jesulín el de Ubrique.
Desde allá me trasladé a Vélez, que está a veinticuatro millas. Esta es una bella ciudad, con una portentosa mequita. En el lugar se dan las uvas, frutas e higos igual que en Málaga. Seguimos viaje hasta Alhama – la del suspiro del moro - pequeña población que dispone de una gran mezquita maravillosamente emplazada y muy bien construida. Existen allí unas burgas de agua caliente, orilla a su río, a una milla de distancia, más o menos, del pueblo, con aposentos separados para el baño de hombres y mujeres.
Después continué la marcha hasta
Granada, capital del país de al Andalus, novia de sus ciudades. Sus alrededores no tienen igual entre las comarcas de la tierra toda, abarcando una extensión de cuarenta millas, cruzada por el famoso río Genil y por otros muchos cauces más. Huertos, jardines, pastos, quintas y viñas abrazan a la ciudad por todas partes. Entre sus parajes más hermosos se cuenta la "Fuente de las lágrimas" un monte donde hay huertas y jardines, sin parecido alguno posible. (...)
En la época de mi visita era rey de Granada el sultán Abu l-Hayyay Yusuf, hijo del sultán Abu l-Walid Ismail b. Faray b. Isamil b. Yusuf b. Nasr, a quien no pude ver a causa de una dolencia que sufría. Su madre, la pura, piadosa y distinguida, me envió unas monedas de oro que me fueron necesarias. En Granada conocí una porción de los hombres más distinguidos, entre ellos: el cadí de la comunidad, el diserto jerife Abu l-Qasim M. b. Ahmad b. M. al-Husayni, el Ceutí; el alfaquí, maestro y sabio jatib Abu Abdallah M. b. Ibrahim al-Bayyani (de Baena); el sabio predicador y lector Abu Said Faray b. Qasim conocido por Ibn Lubb; el juez de la comunidad, asombro de su época, único en sus días, Abu l-Barakat M. b. M. b. Ibrahim as-Salami al-Balabai que acababa de llegar de Almería por entonces, coincidiendo con él en el huerto del alfaquí Abu l-Qasim Muhammad, hijo del alfaquí y egregio secretario Abu Abdallah b. Asim, así como por la zona de La Línea – que entonces no existía – conocí al famoso picador de toros “Pajarraco”. En aquel paraje permanecimos dos días y una noche. (...)
Encontré también en Granada al jeque de jeques y sufí relevante, el alfaquí Abu Al Umar, hijo del pío y devoto jeque Abu Abdallah M. b. al-Mahruq, en cuya zagüía, extramuros de la ciudad, permanecí varios días recibiendo sus exquisitos agasajos. Con él visité el morabito, famoso por su baraka, que se conoce por "Rábida del Aguila". Este es el nombre de un monte que se alza sobre la población a una distancia de ocho millas, próximo a la ciudad de Elvira, hoy día en ruinas. (...)
Hay en Granada un grupo de faquires persas que se radicaron en ella por similitud con sus tierras de origen, por ejemplo el Hayy Abu Abdallah de Samarcanda, el Hayy Ahmad de Tabriz, el Hayy Ibrahim de Konya, el Hayy Husayn de Jurasán, y los dos peregrinos Ali y Rasid de la India, aparte de otros.
Desde Granada me trasladé a Alhama, luego a Vélez, a Málaga y a la fortaleza de Dakuan (Coín), que es un buen castillo, abundante en aguas, árboles y frutas. Más tarde proseguí camino a Ronda y al pueblo de los Banu Rabah (Benarrabá), cuyo jeque me alojó. Se trata de Abu l-Hasán Al B. Sulayman ar-Rabahi, hombre generoso, distinguido y notable, que da sustento a los viajeros y me dispensó una excelente hospitalidad. Después viajé a Gibraltar, donde embarqué en el mismo buque de armadores de Arcila en que lo hiciera para pasar el Estrecho anteriormente.

Alfaquí. Del árabe al-faqih, docto. Doctor o sabio de la ley.
Alfoz. Del árabe al-hauz. Arrabal, término de tierras de un distrito o dependientes de él, hoy puede equivaler a partido judicial.
Baraka. Del árabe baraka, bendición. Virtud o don divino que se atribuye a los jerifes y morabitos, y que transmiten con su bendición.
Játib. Predicador que dirige la oración del viernes y pronuncia el sermón.
Adiafa. Del árabe ad-diafaya, convite. Regalo o refresco que se daba a los marineros o viajeros al llegar después de un viaje.

Se lo pasaban de miedo. Se comprende que estén cabreados y quieran volver.

NOCHE DE LEVANTE II.-


Manolo tomó el camino de la escalera a través de la cual accedía al cuarto de baño, en la planta alta de la casa. A medida que subía se hacía mas patente el rumor del viento, que presionando sobre las cristaleras de barlovento, se introducía por las rendijas de las ventanas abalconadas, alféizares de lujo macizados en rojas y colgantes gitanillas que adornaban la fachada del cortijo, provocando en las de sotavento, silbidos al escapar el aire por rendijas de junquillos mal ajustados a pesar de los muchos burletes que la tarifeña señora de la casa - se supone que por ello experta en ventoleras - había colocado para evitarlo y sentía la molestia que le producía su obediencia de adolescente ante la iniciativa de la mujer a la que, siempre, había dominado. Pensaba, en tanto el agua corría por la alcachofa de la ducha esperando tomar la temperatura adecuada, como en tantas otras ocasiones en las que no se sentía satisfecho de su actitud, en la parda y execrable tarde de viento y llovizna de Tarazona, cornada en el muslo derecho, tremenda por sus dos trayectorias, por la rotura de vasos importantes, safena y femoral y por haberse producido en plaza de escasos servicios, en la soledad y sensación de abandono de si mismo, de su propia vida, mientras le conducían por el callejón de la plaza, camino de la reducida enfermería, de la camilla y del bisturí del doctor Valcarreres, experto cirujano titular de la de Zaragoza que, aficionado a los toros, asistía a la corrida y, percatándose de la gravedad de la cornada, corrió a ofrecerse como ayuda a sus menos avezados compañeros de profesión de la localidad. Pocos días después, recibía la visita de Mercedes, con sus padres, conscientes ambos de que la suerte de que un médico experimentado asistiese al festejo, había establecido, de manera optimista, el porvenir del torero, no tanto el de su pierna que quedó mas delgada que la izquierda debido a los destrozos, irreparables, que en los masa muscular había causado el pitón del berrendo y manso toro de Cobaleda, un patas blancas de casta Vega Villar. Había agradecido la visita de la chica, desde la suficiencia que le proporcionaba su arrogancia y, escondiendo su dolor físico, había sonreído, un tanto cínico y altanero, durante toda la visita. Eran otros tiempos, pensó en voz alta y se introdujo en la ducha, independiente de la bañera de la espaciosa pieza, mascullando sobre lo diferente de las dos situaciones. Se oyó decir: esto no me gusta y se abandonó a los placeres del agua caliente que mojaba ya todo su cuerpo y, lentamente, ayudaba a despejar su embotada mente y, para no pensar en esto, lo que no le agradaba, se hizo la ilusión de que estaba soñando y no estaba viviendo una realidad, con la facilidad de la persona acostumbrada a hurtar el bulto, tan toreramente, a la evidencia. El ulular del vendaval, rugidos en su alma en la que llovían tristezas de sal y plata, le acompañó durante todo el tiempo que permaneció en el baño. Parecía que, por momentos, se hacía más y más fuerte y que las paredes se negaban a sostener la casa. A Manolo el viento no le molestaba como a otros, incluso se acercaba, en ocasiones, a la costa en momentos de temporal, para ver algún pesquero cabeceando, desesperadamente en su lento andar en medio de espumas de largas olas, escorando hasta permitir que se viese su pantoque, pero en esta ocasión la galerna aumentaba su enojo consigo mismo y los pantocazos, era él quien los sufría porque la marejada castigaba con dureza los mares por los que discurría la singladura de su existencia.

NOCHE DE LEVANTE I.-


En el aparato de radio, regalo del amo, de la casa del conocedor, sonaba con languidez la voz de moda de Domenico Modugno y la dulce melodía italiana, premio en San Remo, se apagaba penosamente a escasa distancia a causa del ventarrón casi africano que soplaba sin parar desde la madrugada anterior y según su secular costumbre en la zona, poderoso y racheado, rolando leve y tenazmente, nunca entablado, jamás constante ni en la dirección ni en la intensidad, arrancando a su paso semillas las cuales arrastraba en dirección al vecino océano, provocando nerviosismo y crispaciones en quienes lo soportaban y peligroso mar de leva en el cercano Estrecho, en cuyas orillas se comentaban, aún, los naufragios de buques de la Armada ocurridos en sus aguas, el del crucero Reina Regente, que transportaba moros notables de vuelta a su país después de una visita cardinal, o el mas reciente del dragaminas Guadalete sorprendido por el temporal a poco de zarpar de su base ceutí, entre la desembocadura del europeo Guadalmesí y a la arenosa y africana Punta Cires. Las pocas hojas, sonajeros del recio viento, que sobrevivían sobre las ramas de los escasos arbustos que las numerosas talas de los humanos habían dejado en pie y a los que los frecuentes vendavales permitían crecer - algún aislado y vetusto acebuche, los eucaliptos junto al cercano regato que bordeaba la casa - movidas hacia un lado y otro por las tibias rachas y su monótono sonido resultaba exasperante y tedioso, aumentando la sensación de soledad del páramo en el que el hombre, con la desecación de la antigua laguna, habían convertido el paraje alterando su fisonomía secular. Por allí, decían, se libró la primera de las batallas entre árabes invasores y decadentes visigodos - desde sus primitivos tiempos los hombres luchando por una hembra, en este caso la deshonrada hija del Conde Don Julián, traidor por resentimiento - que dio lugar, en el sur de la península, a ocho siglos de una civilización exquisita y diferente. Y había debido ser por allí y no en el río Guadalete, porque una invasión desde el sur es de suponer que partiría de nuestro blanco Alcázarseguer - Alkazar el sheguer, el Castillo pequeño, importante enclave situado frente a Tarifa - buscando la proximidad y esperando los invasores que el abatimiento en la navegación a vela de una travesía del estrecho con viento dominante, condujese a los buques a las amplias playas sureñas, ideales para desembarcar. En la noche de chicharras cantoras de verano en La Janda, que hacía una hora había ennegrecido el tono amarillento de las hierbas del tiempo, era difícil conciliar el sueño. Con las semillas, las ráfagas traían aromas de jaras y carrascos de la Sierra y mieses del valle vejadas por el sol, ecos del reburdeo de un cercano semental acaso descontento con su suerte de sultán del harén en tanto alguna nube procedente de la lejana Serranía, yeguas de Ronda para los lugareños que vivían en medio de la trilla y el ganado retinto, se deshilachaba con ligereza y su ayuda, en el fosco cielo de luna tímida. Manolo Carmona, medio tendido en uno de los butacones de mimbre llenos de almohadones de colores diferentes que amueblaban la amplia terraza orientada al sudoeste, que había visto irse el sol, cachazudo e indiferente, bebía su tercer whisky seguro de que era uno de los primeros de la larga noche que le esperaba. Se decía que los necesitaba como único medio para desertar de la realidad. Pensaba que pronto dejaría de escuchar desde la terraza de su casa en la amplia y hermosa finca de labor gaditana, la voz de los toros bravos que había adquirido a cambio de sudores de adrenalina, hieles de miedo y algunas cornadas, en breve dejaría de poder beber en aquella terraza. Manolo, cuarentón reciente, estaba solo y suponía que mejor era así aunque nadie aquella noche le facilitaba la elección, porque a aquella jaranera, ufana y mundana muchacha a la que había hecho su mujer, prefería tenerla distante para que no le hiciese patente, con su presencia, su desprecio e infidelidad. De Luz, una morenita vivaracha y espigada, se había enamorado como un chiquillo, talludito ya, en un festival que había venido a torear, por una sustitución — mire usted por donde pensaba siempre — a la peculiar plaza de toros de Tarifa, a la que se accede por la parte superior puesto que, para proteger su ruedo del viento, estaba construida por debajo del nivel del suelo adyacente. Y por Luz, descendiente de en otro tiempo ricos almadraberos y conserveros, había comprado las tierras primero en la cercana comarca, había edificado la casona y hasta allí había llevado los santacolomeños bureles traídos desde los campos salmantinos, después. La rápida boda, junto a la ya escasa ilusión por su profesión, habían precipitado su marcha de la Fiesta, hacía ya casi diez años. La creciente acritud de su cambiado carácter, le había hecho perder los pocos amigos, — efímero espécimen el amigo de toreros — que le quedaron tras su apresurada retirada y solo el siempre fiel D. Jesús, que así, de esa manera se dirigía siempre a él, su apoderado desde los comienzos, continuaba visitándole con alguna frecuencia, cada vez mas espaciados sus retornos, y hasta le había avalado algún crédito bancario necesario para continuar el tren de vida que, desde que dejó los toros, había llevado sin desearlo, por no contrariar a su esposa, deseosa siempre de vivir al ritmo y nivel de que, otrora, disfrutaron algunos de sus antecesores a los que nunca conoció. Ahora era necesario vender ganado, tierra y casa, para hacer frente a la devolución de lo fiado y corresponder así con el único amigo. Cuando le vencía el sueño del alcohol, dormía sin soñar y rehuía sus problemas a los que, inevitablemente, pronto habría de dar la cara. El negro toro de la vida, le había volteado con dureza, si bien él reconocía la causa en su propia responsabilidad. Aburrido, llegó a pensar acercarse a la solitaria playa para pasear por ella, diez kilómetros de estrecha carretera casi un sendero levemente ensanchado, pero desechó la idea por temor a que una pareja de civiles descubriese su estado etílico: al fin y al cabo, con los guardias aún conservaba su prestigio. Quizá, de haber ido, hubiera sido capaz de redactar otro poemita, como el que realizó la última ocasión en que pernoctó, solo, en la casita que poseía en la playa de Zahara de los Atunes, que había comprado tras los primeros problemas con Luz a los que jamás presentó cara, con afán de evadirse y evitar discusiones. Disfrutaba de la paz del inmenso arenal rubio refulgente, por el que paseaba, hablando consigo mismo, abandonado en sus sueños, entre bandadas de gaviotas y pequeños limícolas, hablando con algún pescador que se acercaba hasta la orilla al atardecer para calar un espinel o con su atarraya cobrar alguna lisa - buseles era el nombre usado por ellos - contemplaba la vuelta en majestuosa formación, de blancos espurgabueyes que colonizaban, junto a cientos de palomas, El Tajo coronado por la torre almenara a la que rodeaba una vasta extensión de antiguos pinos, allá al noroeste, tras cruzar el estuario del río Barbate en el sendero que conducía hasta Los Caños de La Meca, y esperaba a la puesta de sol, siempre distinta, hoy clara, mañana entre calimas o nubes cárdenas, invariablemente bella y relajante para él. En ocasiones, se detenía con un par de cañas de lanzado, a pescar alguna dorada perezosa, otras veces caminaba en dirección a Tarifa hasta Cabo Plata donde se iniciaba, tímida y callada, una urbanización de inversiones germanas y mucho alarde y allí, sobre las rocas que conforman el exiguo promontorio, creía oír cantes marineros en la anchurosa bajamar, entre rumores de bravas olas y aromas de algas verdes y confiados cangrejos entonando bajito los tangos caleteros que había aprendido a amar en el gaditano barrio de La Viña, cuando mayo se vestía de disimulado febrero para unas autoridades de vista gorda, cuando al compás de limitadas prohibiciones nacia la comparsa de Paco Alba y el Vaporcito del Puerto podría comenzar su singladura alrededor de toda España, compartiendo erizos, cañaíllas y fino jerezano con gentes de ingenio y sabiduría tan antiguos en su origen tal que el de la ciudad en la que vivían. Algunas veces, aprovechando una marea adecuada, se entretenía en recoger algunos percebes que la Naturaleza, caprichosa, permitía vivir en semejante latitud para sorpresa de no iniciados. Más estupor le causó contemplar durante uno de sus paseos, desde las mismas rocas que forman la punta, una galaica nécora, nadando en las transparentes aguas agitadas por una marejadilla casi mediterráneas. Otras avanzaba mas y, triscando por escolleras naturales, derrumbes rocosos fruto de la fuerte dinámica litoral, vadeaba la punta y se acercaba a los pies de la Torre de Gracia, paseando por la ancha playa de Agua de En Medio, entreteniéndose en ensartar con una caña afilada, las mojarras arrinconadas por la bajamar, que quedaban atrapadas en plateados charcos de roca o alargadas, arenosas y rubias golas, o incluso mas allá, en el arco de El Cañuelo, pinares hasta la orilla, camaleones junto a mejillones, donde los artilleros de la batería de costa hacían una excepción con él y le permitían pasear por zona vedada para el resto de los ciudadanos, en absoluta soledad, naturaleza viva desde la primogenitura de los tiempos. Castellano, hombre de tierra adentro, encontraba algo nuevo, siempre, en la cercanía de la mar.

08 mayo, 2006

“EL NOVIO DE LA MUERTE”.-

LA VERDADERA HISTORIA DE LA CANCION LEGIONARIA.-
Dicen que el General Millán Astray era un hombre hecho de raíces de árboles. Cuando comenzó la guerra civil, pasó por Sevilla y manifestó su deseo de ver la imagen de la Esperanza Macarena, emparedada para su protección desde hacía unos meses. Los cofrades, que no las tenían todas consigo, le “daban pares y nones” y el General parece que se hartó y gritó “A mi La Legión”, con lo que los hermanos macarenos, desemparedaron la imagen de María Santísima a toda velocidad. Era, pues, un tipo “influyente”.
Cuando terminó la guerra, en 1939, llevó a su querido Tercio – sin consultar, que para eso era “influyente” - a acompañar al Cristo de la Buena Muerte sevillano, que es allí la Cofradía de Estudiantes, precisamente una de las consideradas en la ciudad, como de las más “serias” – aquí la hubiésemos considerado “triste” – que todo hay que decirlo. Cuando terminó el recorrido, preguntó a los responsables de la Hermandad, que les había parecido La Legión acompañando a su Cristo. La respuesta fue demoledora: estas cosas no gustan en Sevilla. Y es natural, porque según el canon “oficial” sevillano – del que no se apartan nunca - jamás debe ir acompañando a un “paso Misterio” – trono de Cristo entre nosotros – una banda de música, que se adjudica a los “pasos de palio” – tronos de Vírgenes – sino que debe ir una de cornetas y tambores, exclusivamente.
El canon, el intransigente dogmatismo sevillano – que tiene tintes fundamentalistas - nos salvó, porque nadie tendrá la más mínima duda, de que si a Sevilla llega a gustarle La Legión, nos hubiésemos quedado sin ella y estamos – salvo cuatro “chalaos”, que también en Málaga hay integristas fundamentalistas, a ambas orillas del Guadalmedina - encantados de que no fuese así. Nos hubiésemos quedado sin poder oír, cada año la Canción redimida: “El Novio de la Muerte”.

Tenía nueve años. Vivía en Ceuta y estaba aquel Miércoles Santo de 1952 en el entonces llamado Puente Almina, en un balcón de la Casa Cosío, en el domicilio de la inolvidable y cariñosa Fina. Junto a mis padres, indescriptiblemente emocionado, Gerardo Rodríguez de Costa, antiguo Oficial de La Legión, un caballero español. ¡Vaya la belleza y el tronío de las damas que adornaban aquel balcón!
Se estrenaba – a ritmo lento, a ritmo de procesión – “El Novio de La Muerte”. Aquello fue un clamor que los recuerdos de aquel niño, no son capaces de transmitir. Don Angel García Ruiz, Director a la sazón, de la Laureada Banda, era el responsable de lo que ocurría. Al día siguiente, sonaría por vez primera, por las calles de Málaga donde vivo y donde la escucho todos los años cuando acompaño al Santísimo Cristo de La Buena Muerte y Animas y a María Santísima de la Soledad.

Pero hasta ese momento la Canción había recorrido una larga singladura:

El más atractivo y conmovedor canto legionario – que no el himno de La Legión -- es, sin duda alguna “El novio de la muerte”. La mujer que tuvo el honor de estrenarla y hacerlo popular como “cuplé”, pues ése fue su origen, fue la canzonetista Mercedes Fernández, denominada artísticamente “Lola Montes”. El novelista y Caballero Legionario - General de Infantería – D. Antonio Maciá Serrano, publicó en ABC un precioso artículo bajo el título “del cuplé al himno, pasando por la Legión”. Recordaba Maciá Serrano el origen teatral de la famosa canción legionaria, cuyo estreno atribuía a una canzonetista muy famosa de la época, llamada Salud Ruiz. Casi “a vuelta de correo”, público ABC una “carta al director”, en la que una tonadillera, ya muy mayor - ochenta y muchos - “Lola Montes”, se presentaba como la auténtica protagonista del estreno del “cuplé”.
Doña Mercedes, que pese a su elevada edad, conservaba muchos rasgos de su belleza, contó que había empezado su vida artística muy niña, como bailarina del Real, pero que, como tenía muy buena voz, se pasó pronto la zarzuela. Por aquellos años, que debían ser los que siguieron a la guerra europea, como se llamó entonces a la primera Guerra mundial, se enamoró de un género muy en boga, llamado “el cuplé”, en el que triunfaban artistas como Raquel, la Goya, Carmen Flores o “La Argentinita”. Doña Mercedes debutó, con todo éxito, en la llamada “catedral del género”, el teatro Romea. Su buena acogida la llevó a todos los de España, y, más tarde, a los de Europa y América. Siempre triunfante, nuestra “Lola Montes”, seguiría en los escenarios hasta 1930, año en el que se retiró para casarse y crear una familia, a la que se consagró por completo, pese a las numerosas ofertas artísticas que la seguían persiguiendo.
Un día, de principios de julio de 1921, marchaba “Lola Montes” por la calle de la Montera, y se encontró con uno de sus letristas, Fidel Prado, que le dijo acababa de recibir la partitura de un “cuplé”, cuya letra había entregado hacía muy poco tiempo al compositor catalán Juan Costa, que, entusiasmado con el tema, le había puesto música de una sentada, y que le “había salido muy bien”. Deseoso de conocerla y de que “Lola Montes” escuchará también, la invitó a una audición que iba a celebrarse en el estudio de Modesto Romero, también gran creador de “cuplés”, que, al año siguiente, compondría “La Canción del Legionario”, que es el Himno de La Legión. Y en este estudio, en la calle de Luchana número 10, se celebró la primera audición madrileña del luego famoso título, que encanto a todos los presentes, en especial a la joven canzonetista, que decidió incorporarlo inmediatamente su repertorio.
La artista, que marchaba a los pocos días a Málaga, a la cabeza de un espectáculo de “varietés”, se llevó la partitura, y, la estudio durante el viaje, con la ayuda del pianista de la compañía. Y en Málaga la dio a conocer, en el teatro Vital Aza, con un extraordinario éxito. La capital andaluza, después tan legionaria por la vinculación del Tercio a la cofradía de Mena, de su Semana Santa, sería, pues, el marco del estreno de este “cuplé”, después “redimido” como canto legionario. En una de las funciones de la compañía de “Lola Montes”, se hallaba presente la duquesa de la Victoria, que dirigía los hospitales de la Cruz Roja en Marruecos. Al terminar el espectáculo, la ilustre dama se dirigió a canzonetista y le dijo: “mira, Lola, esto tienes que cantarlo en Melilla. El general Silvestre está llevando a cabo una ofensiva en aquel territorio que puede acabar con la guerra. Tú, con este cuplé, tan bonito, tan dramático, patriótico, puedes contribuir, en gran medida, a algo tan importante como es elevar la moral de la población. Te voy a recomendar para que actúes, como fin de fiesta, en la compañía de Valeriano León, que se presentara allí dentro de unos días“ y así lo hizo, con lo que “Lola Montes” marcharía Melilla con la compañía del gran cómico, actuando como “fin de fiesta”, modalidad muy en boga entonces.
Ella misma lo evocaba en su “carta al director” de ABC: “mi actuación fue un éxito indescriptible. Cuando aparecí en el escenario vestida de enfermera, el público, compuesto por relevantes figuras de la vida civil, jefes, oficiales y tropa, me dedicó una entusiasta ovación. Y, cuando termine la canción, el auditorio, en pié, estuvo aplaudiéndome un largo rato, lo que me produjo una dulce y tierna emoción...” Mercedes vivió en la plaza los angustiosos días de julio de 1921, en los que se esperaba el asalto a la ciudad por las kabilas victoriosas de Annual, que se habían detenido para saquear las poblaciones inmediatas a Melilla. Gracias a ello pudo llegar a tiempo el socorro enviados desde Ceuta por mar. Fueron días inolvidables para la canzonetista. Desde entonces, “El Novio de la Muerte” se convirtió en una de las obras más destacadas de su repertorio, como lo sería, posteriormente, para Salud Ruiz, Manolo Derkas y otras figuras del “cuplé” de aquellos días.
El teniente coronel Millán - Astray, jefe del Tercio, vio en el título de Prado y Costa, por la fuerza emocional que encerraba la letra, un valioso canto legionario, que se interpretaría, desde entonces, al ritmo de marcha. En 1952, el director músico de la banda del Tercio, Ángel García Ruiz, tuvo la genial idea - sí, genial, porque no puede calificarse de otra manera - de adaptar el ritmo de la obra al paso procesional de los desfiles de la Semana Santa de Ceuta. Fue el Miércoles Santo de1952, en lo que entonces se llamaba “Puente Almina”, hoy Plaza Galera. Cofradía del Nazareno y La Esperanza: por “la emoción del momento”, se rompieron las barras de palio del trono de la Virgen. Al día siguiente, se cantó en Málaga, cobrando letra y música su más expresiva dimensión dramática, convirtiéndose el título en una música para honrar a los caídos. Se hacía así realidad, una vez más, el milagro de la “redención legionaria”, que lo mismo era capaz de convertir en caballeros a unos hombres, en muchos casos, marginados por la sociedad, que en transformar a un modesto “cuplé” de cabaret en un canto para acompañar a Cristo clavado en la Cruz por las calles de España.
No fue hasta 1928, cuando La Legión decidió nombrar su Protector – que no su patrón - al entonces Cristo tallado por Pedro de Mena, el discípulo de Alonso Cano, que el que ahora se procesiona es de Paco Palma. Antes, en 1924, hubo un contacto personal del Lugarteniente de La Legión con la Congregación, que no Cofradía.
La genial inspiración de Don Angel García Ruiz, había hecho el resto. Y una canción nacida con vocación cabaretera, se redimió acompañando a Cristo por las calles de España. Todos los años, en Málaga, las largas cornetas africanas casi rompen los cristales de la ciudad, tocadas por hombres con dolor de lobo en el corazón, que llegan a nuestra Legión como a un matrimonio por amor de verdad y emocionante: nada importa su vida anterior, conscientes de que a la Muerte no hay que tenerle miedo, porque la Muerte no es el Final y porque solo se muere una vez. Lo difícil es vivir siendo un cobarde o un mal español.
EL NOVIO DE LA MUERTE.- F. Prado / J. Costa.- Letra y música.
Nadie en el Tercio sabía
quien era aquel legionario
tan audaz y temerario
que en la Legión se alistó.
Nadie sabía su historia,
más la Legión suponía
que un gran dolor le mordía
como un lobo, el corazón.
Más si alguno quien era le preguntaba
con dolor y rudeza le contestaba:
Soy un hombre a quien la suerte
hirió con zarpa de fiera;
soy un novio de la muerte
que va a unirse en lazo fuerte
con tal leal compañera.
Cuando más rudo era el fuego
y la pelea más fiera
defendiendo su Bandera
el legionario avanzó.
Y sin temer al empuje
del enemigo exaltado,
supo morir como un bravo
y la enseña rescató.
Y al regar con su sangre la tierra ardiente,
murmuró el legionario con voz doliente;
Soy un hombre a quien la suerte
hirió con zarpa de fiera;
soy un novio de la muerte
que va a unirse en lazo fuerte
con tal leal compañera.
Cuando, al fin, le recogieron,
entre su pecho encontraron
una carta y un retrato
de una divina mujer.
Y aquélla carta decía:
"...si algún día Dios te llama
para mí un puesto reclama
que a buscarte pronto iré".
Y en el último beso que le enviaba
su postrer despedida le consagraba.
Soy un hombre a quien la suerte
hirió con zarpa de fiera;
soy un novio de la muerte
que va a unirse en lazo fuerte
con tal leal compañera.
Por ir a tu lado a verte
mi más leal compañera,
me hice novio de la muerte,
la estreché con lazo fuerte
y su amor fue mi Bandera.
LAMENTO NO DISPONER DE LA PARTITURA. SUGIERO DIRIGIRSE A LA LEGION... PORQUE EN LA SGAE COBRARAN HASTA POR PREGUNTAR.

DOMINGO DE RAMOS Y...


VIERNES DE DOLORES.-
Siempre he insistido en contemplar el paso de La Pollinica desde la Alame­da y allí estoy año tras año, desde 1964, en que venía de los madriles a verla. La Hermandad, Real desde 1928 con Alfon­so XIII, desfiló lenta y majestuosa, luciendo en solitario, bajo el radiante sol que se colaba por entre los centenarios álamos y que, si estaba nublado, ni me daba cuenta, que yo “sentía” el sol. Algunos de los amigos se quedan durmiendo y se pierden a todos los niños de Málaga, hebreos de una mañana, acompañando a Cristo en su Entrada en Jerusalén por calle Larios – que es muy buen sitio para entrar en Jerusalén - y amparados en su Madre. ¿Como no los van a dejar solos sus padres, por muy pequeños que sean, si van con Ella? Un año me encontré a un amigo que me dijo: “esto hay que verlo, porque, de lo contrario, te pierdes la Semana Santa entera”. Cuanta razón en una sola frase.
El Viernes de Dolores estuve en lo que queda – la incuria humana - de “aquella” Plaza de San Pedro, felicitando en Su santo a una Madre Sola y Desamparada, que no debe sufrir mas, porque yo lo se: el Misterio se va a producir y Tu Hijo, Lola, va a resucitar. Seguro. Cada año me gustan mas las andas de María Santísima de los Dolores Coronada, tan sencillas. ¿Y que me dicen del tren de velas que lleva, “tresbolilleao”, tan airoso y elegante? Si hubiese de reprochar, muy cariñoso algo, que no tocasen el Himno Nacional a la salida del Santísimo Cristo de la Expiración. Bien está – muy requetebién - que se lo tocasen a Su Madre, pero, hombre, al Hijo de Dios ¿por qué no? No está mal ser tan mariano, conste en acta, se trata de ser, también, “cristianos”. Un lapsus “bandi”, señores cofrades. Pero no sufra, las dos estrellas de todos los años, allí estaban también este, asomadas a su infinito balcón – como los buenos banderilleros – para ver a María Santísima, paseando y enseñoreándose, de Sus callejones del Perchel. Y, desde tan arriba, me han asegurado que no se oye nada.
Peor fue lo de una niña de unos doce años - situada a nuestro lado y “patizamba” mental - que no sabía si lo que tocaban era el Himno Nacional, o el de Andalucía, entre las risas de su mamá, a quien le encantaban las cositas de la nena: las consecuencias de los niveles y “exigencias” de enseñanza actuales. Y lo que viene, peor.

LOS TINGLADOS, IN MEMORIAM. ¡HURRA!

Todos conocemos el origen de los “tinglados”, la mala relación entre un obispo no demasiado comprensivo – algunos opinan que Don Balbino era, realmente intransigente – y los cofrades de la posguerra, cuyo “talante” distaba mucho de ser el de los actuales. La cuestión es que, como a su juicio, no respetaban suficientemente los cultos internos – en realidad a cada jaculatoria, respondían con martillazos - les echó a la calle – literalmente - para que preparasen allí, a sus anchas y sin molestarle, sus cultos externos. Un “purista” algo “fundamentalista”, el bueno de Don Balbino. Y hubieron de nacer – en el callejón mas insospechado - los dichosos “tinglados” y los tronos – al no tener que respetar el gálibo de las puertas de las iglesias – "se hicieron mayores” y crecieron consiguiendo llegar a ser algo grandioso y enseñorearse de las calles de Málaga. Mi eterno agradecimiento a los “tinglados”, pues: bendita institución. Al final, algunos llegamos a la conclusión de que no es que los tronos fuesen grandes, es que las iglesias tenían unas puertas de pena. Así lo entendieron las cofradías Fusionadas, que construyeron en su sede de San Juan, una puerta “en condiciones”, para “salir de dentro”, vieja aspiración cofrade. Pero eran causa de numerosos problemas: la meteorología muy frecuentemente inmisericorde con los cofrades y la acción de los amigos de lo ajeno, entre los principales y – ya con posterioridad, después de la Transición, antes cualquiera – la mala educación y la mala reata de los gamberros. Y todas las Hermandades, comenzaron un difícil peregrinar inmobiliario en busca de solar en el que construir su Casa Hermandad, otro invento malagueño, muy bien venido por los cofrades y muy útil, ya que permitía, también, guardar allí los tronos y resto de enseres, lo que posibilitaba una conservación mucho mas positiva y valiosa lejos de los almacenes de fortuna utilizados durante el periodo. Y algunas Cofradías hubieron de “emigrar” y cambiar de barrio y hasta de itinerario, porque el suelo también se había puesto económicamente imposible para sus cortos presupuestos.
Y hasta se perdió el “Tinglado” – sí, con mayúscula - de la Plaza de los Mártires y yo lo lamenté. Comprendo que los cofrades han actuado de manera sensata, pero – si por mi ilusión fuera – se habría mantenido intacto. Durante bastantes años, cada Domingo de Ramos acudía al “tinglado” de la Pollinica – que tampoco existe - para verla salir y pasar por delante del Pórtico de la Gloria malagueño – plateresco y exquisito – y, sin solución de continuidad, iba a saludar – tranquilo y sin prisas - a la Conchi, ya en su trono, para terminar “bajando” por el callejón, hasta tomar un pajarete en las Bodegas de Guardia. Lo siento por el empresario, pero ya no voy a por el pajarete. Me falta “algo”, echo de menos los “tinglados”, si bien he de reconocer a fuer de sincero, que “estas” piernas mías, también distan mucho de ser como “aquellas”.
Los “tinglados” han muerto: ¡Vivan los “tinglados”!

COMIENZA NUESTRA SEMANA MAYOR.-


VIERNES DE DOLORES.-
Justo en el momento en que, precisamente, el equinoccio comienza oficialmente a estallar en la Axarquía y en sus campos y en sus montes, se puede oír el rumor que los pétalos de miles de florecillas silvestres producen al abrirse a la primavera, cuando aún suena todavía un fandango en Comares, de pronto, desde los aledaños del plateresco Pórtico de la Gloria malagueño, se escucha un toque de campana y, a su conjuro y, entre jazmines y azahares, fragancias cofradieras, encajes de Chantilly por verdiales, toda Málaga se llena de esas grandiosas jábegas barrocas que los malagueños habéis inventado para sacar a la calle a Dios y a Su Madre.
Y, Málaga, se desparpita y la gente se echa a la calle y unos van para donde vienen los otros y calle Larios se espesa de tanto “personal”, tropezando los unos con los demás. Y, asombrosamente, caben todos y caben, al mismo tiempo, los que no son de aquí, pero pronto, muy pronto, van a ser como si lo fueran de siempre y, por si fuera poco, arracimados, decenas de carrillos llenos de avellanas, caramelos, algodón dulce, tabaco, coco, o limones “cascarúos”, se afanan en la difícil tarea de avanzar entre los que pasean — aparentemente sin ton ni son, pero ¡qué va! saben muy bien a donde no van — y que intentan pasar, lo que de milagro terminan por conseguir unos y otros y el intenso rumor del hablar de todos ellos, gritando a la vez, se entremezcla con las voces de algún pregonero de sus productos, como la de un aguador que se desgañita, en apariencia inútilmente, tratando de vender su producto.

“Ni la cola vale nada,
ni tampoco limonada.
Lo “mejó p’al” riñón, el agua...
Bebed agua, bebed agua”.

Y ¿cual es la causa de tanto movimiento, de tanto hotel lleno a rebosar, de tanta bulla? Pues que huele a Domingo de Ramos y Málaga, la hospitalaria, se prepara para recibir de verdad, con el corazón, a todos los que vengan de fuera, aunque algunos de ellos, hayan de dejarse el corazón, después, dentro. Y porque, desde la altura del Viernes Santo y desde las alturas del barrio de la Victoria, retoña en púrpura la Cruz de ese Cristo chiquito del Amor grande, quien nos contempla con el Amor de Cristo, esperando Su turno para redimirnos con Su muerte, un ratillo después de que le toque salir. Y Málaga es mágica y poética y Málaga es, para vivir con Ella. La Pasión según Málaga, la Redención, a la vuelta de cualquier esquina. Sinfonía mediterránea de luna morena y noches claras, al Compás de La Victoria.
Semana Santa, Pasión, Semana Mayor, mayor de edad, que viene desde entonces y, para cruzar tan gran río y pasar tan largo puente, se apoya en dos pilas: Trento, esa luz que asombró a Europa y cegó a infieles y los gremios, alrededor de los cuales, tantas Hermandades se crearon. Que nadie piense que, en Málaga, se le ponen puertas al campo, que si Andalucía es Castilla sonriendo, Málaga es lo que es: un trocito de Andalucía “exagerao”. Que nadie crea que el Gólgota nos pilla lejos, que los malagueños son capaces de montarlo en lo alto del mismísimo San Antón.
Todo volvió a comenzar el pasado Domingo de Resurrección, aunque la gente crea que empezará el próximo de Ramos o, mejor, dos días antes, el Viernes de Dolores, cuando Ella celebra Su santo, trasladándose desde Su Sede canónica en la iglesia de San Pedro, hasta Su Casa Hermandad donde se preparará para salir por toda Málaga el Miércoles subida en un retablo catedralicio, Su trono, para explicar como todos los años, teología por las boca calles. Y, aunque el Viernes sea Su día, irá detrás de Su Hijo, quien expirando según Benlliure se dejará caer sobre los hombros de esos mártires de la Fe en España, que son los Guardias Civiles y, aunque ya no le sea posible romper tulipas por calle Pavía, a la que la incuria de los hombres hizo desaparecer, llenará de Amor el barrio entero.
Y detrás Ella, en sus andas, con un sencillo tan original y grácil como malagueño tren de velas “tresbolilleao”, con su pasito corto malagueño, tan marinero, caminando para detenerse a descansar bajo un balcón “chorreao” en gitanilla, escuchará saetas sinceras por entre callejones de luna iluminados por otras estrellas también de plata y será la mejor flor de todas con las que los percheleros habrán ornado, en su honor, sus balcones y ventanas. Arriba, junto a un leve resplandor, incipiente luna de Nizam que no se ve, dos de ellas que se han “asomao”, como los buenos banderilleros, a su infinito balcón, para no perderse a María Santísima de los Dolores Coronada, como lo que es, como una Señora, paseando por sus callejones del Perchel. Y ¿por qué no? También para ver a esa belleza, peineta, mantilla y qué ojazos, que La acompaña y que lleva de la mano a un hombre que esa noche se va a hacer cofrade porque ya está en el Patio de Los Naranjos de su vida: entre jazmines y azahares. Felicidades, Lola, que el Misterio se va a producir y Tu Hijo va a Resucitar.

QUE VEINTE AÑOS NO ES NADA.-


UN PIROPO SEMANASANTERO.-

Habían pasado más de veinte años y todo continuaba igual; visitaban en San Pablo a María Santísima de la Salud y decidió “soltar” un piropo “de los suyos”, largo:
“La verdad es que el denominador común de las Vírgenes de Alvarez Duarte, es el de la agradable impresión que se recibe al contemplar sus rostros: la serena majestad de María Santísima de la Paz, la excelsa belleza de María Santísima de la Paloma y la frágil gracia de María Santísima de la Salud. Desde que vi su primera obra, me interesó el imaginero. Por eso visité, en Sevi­lla, su estudio mientras trabajaba en su Salud. Era verano y, aunque caía la tarde hacía un fuerte calor que obligaba al escul­tor a tener bajadas las persianas. Por entre las tiras de una de ellas, rota, se colaba un rayo de sol que incidía directamente en la pared de la izquierda, según yo estaba situado, detrás y lejos del imaginero quien, con su gubia en la mano, tallaba la cara de la Virgen. Yo no quería moverme dentro del pequeño taller, lleno de cachivaches, para no tropezar con alguno de ellos y distraer su atención, mientras él miraba repetidamente al punto de la pared en el que el rayo de sol iluminaba una estantería allí colgada, como buscando la inspiración que necesitaba y que sin duda encontró. Ya te digo que estaba lejos y que no quería mover­me; salí de allí con el mismo sigilo que a mi entrada y no pude saber, entonces, lo que, en la repisa, le interesaba tanto. Ahora, al ver la Virgen terminada y su gran belleza, sí lo se. Estoy seguro de que buscaba, iluminada por el sol canicular, una fotografía que previamente había colocada en aquel sitio. Una fotografía que, a juzgar por la cara de la Virgen, tenía que ser la tuya”.
Semblanza de Luís Alvarez Duarte.
Aunque sus padres son originarios de Extremadura, nace en Sevilla en 1.950. Realiza sus estudios en el colegio de la Bienaventurada Virgen Maria. Se matricula en la Escuela de Artes Aplicadas y Oficios Artísticos aprendiendo dibujo artístico y colorido, no llegando a matricularse curiosamente en la asignatura de modelado. Recorre en esa misma época los talleres de Buiza, Barbero y Eslava, donde aprende la utilización de las gubias, los tipos de madera, de aparejo, etc. Se define a si mismo como un autodidacta, ya que no se vincula a taller concreto. Su primera imagen procesional fue para la parroquia de su barrio, Maria Santísima de Guadalupe de la Hermandad de las Aguas de Sevilla. Su consagración definitiva viene de la mano del destino. El 26 de Febrero de 1.973, el incendio de la capilla de la Hermandad del Cachorro, destruye la Virgen del Patrocinio. El autor se compromete en mes y medio a realizar una dolorosa que en teoría reproducirá las facciones de la primitiva. La nueva imagen causa sorpresa y admiración. Son obras son muy identificables con una simple mirada, mostrando predilección por los Cristos vivos. Sus vírgenes son muy características con los siguientes rasgos: Mirada extravía. Globos oculares ensangrentados con derrame en los lacrimales. Cuellos tallados y anatomizados. Miradas profundas por los ribetes negros en el interior de las pestañas. Gran belleza de sus obras. Entre sus obras cristíferas cabe destacar el Cristo de la Sed de Sevilla, el Cristo de la Hermandad de la Cena de Málaga, el Cristo de la Buena Muerte de Algeciras, el de la Vera Cruz de Ronda, la Oración del Huerto de Alora, el Cristo del Gran Amor del Cister de Málaga y el Cristo de la Salud y Pasión en su tercera caída de Almería.

HISTORIA CHUNGA PERO RESPETUOSA.-


HISTORIA CHUNGA – PERO RESPETUOSA – DE LOS ORIGENES DE LA SEMANA
SANTA MALAGUEÑA.-
PREAMBULO CURSILIN.-

Acaso fuese necesaria una disculpa previa. Voy a escribir de lo que voy a escribir y no soy malagueño, que soy “del Foro”, a mucha honra y bautizado en la Iglesia de La Paloma, mira por donde. Solamente el carácter abierto de una ciudad aun mas abierta al mar – malagueño, crisol de visitas, pueblos y razas – me permite hacerlo. Y habría que explicar de donde viene la afición: de donde y desde cuando.
Dicen los cofrades que, en la tarde de cada Domingo de Resurrección, comienza la Semana Santa de cada año, pero no es así: que la historia comenzó mucho antes, como antes comenzó Málaga, como desde mucho antes – manes de mis ancestros – me viene la afición. Hablemos, pues, desde “entonces”... porque antes de llegar yo por primera vez – año 1964 – por aquí pasaron muchas cosas y muchas gentes.

FENICIOS.-

Los primeros en llegar – para lo que nos interesa – fueron los fenicios, que como eran muy peseteros, nada mas llegar continuaban para su Gadir de siempre con el que perennemente anduvieron un tanto encariñados considerando que ya entonces, allí estaba la sal, la gracia y el ingenio del mundo y no les faltaba razón. Por eso y porque acamparon en la desembocadura del Guadalhorce – vaya ocurrencia – y no ganaban para las primas de seguros con tanta inundación. Y, también por su amor a los tangos caleteros.
Pero en la ocasión que deseo relatar, la prisa para continuar su camino, se debía a otra causa: no lejos de las riberas de un Río Grande, allá al noroeste, donde luego las estrellas clavaron rejones a sus grises aguas entre desagradables sonidos de ultratumba, cerca de donde siglos después se construiría la futura Híspalis, se había organizado – cada cual tiene sus manías – una EXPO. (Ya quedó dicho: los “fenicios” eran muy “peseteros”).
Una guapa y morena ibera, desde las playas que rodean la desembocadura del río, al verlos partir tan diligentes, les gritaba un tantito mosqueada: “irse, irse, que aquí no ha EXPO, quillo, hay ESTO, Málaga, ¿p’a qué más?”


GRIEGOS.-

Los griegos eran, sin embargo, mas diplomáticos y sensibles y es que llegaban “`preparados” después de Rosas, Ampurias, Denia y demás. Y aquella mañana, en pleno solsticio de invierno, en que descubrieron La Caleta, navegaban con mucho cuidado entre una espesa niebla mediterránea – “er taró” - y debido a las noticias meteorológicas del Tele - Sur de entonces, que pronosticaba la temperatura máxima de la zona para la que sería, con los siglos, Itálica famosa. En ese momento, un ilustre descampado donde ya pastaban las vacas sagradas, futura Bellavista, ya sabes.
Ante su asombro, en un instante, se rasgó la niebla como lo hizo el velo del Templo y les fue posible contemplar una costa festoneada de almendros en flor y tuvieron que quitarse los abrigos al sol de la Costa… de la Costa del Sol, quillo, que esto es lo que hay. Como todavía no había nacido el señor Vázquez Alfarache, aun no era, así mismo, Costa del Golf.
Y, claro está, llegaron a la conclusión de que los de Tele - Sur eran unos enormes troleros – listos los helenos – y el rapsoda de la tripulación, con chunguerío griego de la mejor reata cretense minotauro dijo: “lo mejor de Sevilla, su clima y... su bahía”. Y decidieron quedarse al conjuro del misterio, el duende, el embrujo y la poesía que, a ráfagas de aromas de espetos, conchas finas y limones cascarúos, les llegaba desde la orilla, junto con el de los pulpos que jugaban al escondite entre las algas y el de los erizos y “burgaillos” que insisten, desde la Creación, en enamo­rar a las lapas. Y, por un momento, creyeron haber escuchado, entre los murmullos de viento y olas, la voz de un viejo caletero gaditano que, desde su barrio de La Viña, cantaba a la mar que le vio nacer y le ayudó a vivir, mientras soñaba, para siempre, con coquinas de luna llena y “cañaillas” de plata.
Porque los indígenas – iberos ellos – andaban de fiesta, vestidos de negro con cintas de colores, bailando a los sones de instrumentos de fortuna y cantando a la naturaleza que propiciaba, desde esa fecha, mas horas de sol, día a día.
El historiador de a bordo se apresuró a comentar al resto de la tripulación que él creía que se trataba de la Fiesta de los Verdiales. Para eso era el historiador.: y comenzó a bailar… un sirtaki, claro.
Y es que intuían - los griegos, muy cultos ellos, lo intuían todo, a ver quien me lo discute - la Semana Santa malagueña, poesía mediterránea de luna morena y noches claras, al compás de la Victoria, que así la definía el hombre, algo cursi, la verdad.
El historiador – un prodigio de intuición – emocionado, se “desparpitó” gritando: A la Trinidad, cuando la fresca brisa del alba del Lunes, te vivifica la cara, nunca vayas solo, nunca; con la que más quieras y de la manita… Calles estrechas enmarcando una arquitectura sencilla y diferente, ventanas engalanadas con mantones y hasta con la mejor colcha de la casa; geranios y gitanillas macizando balcones y el barrio entero, volcado con “su” Dios y, lo que, sociologicamente, es más importante: con “esa” imagen de “su” Dios. Sabía el muy listo griego que, al acercarse a las andas al llegar a calle Jara, el sol, que no habría salido todavía, ordenaría a su nube – la misma que, cada año está allí, yo ya, hasta la saludo -:

¡Tápate!

Y alumbraría a Nuestro Padre Jesús que ya iría Cautivo y a María Santísima de la Trinidad que, a su lado, no pararía de mirar de “reojillo”, el movimiento a la brisa, de Su túnica de piel de ángel: un repique de Gloria. Así de bien soñaba el griego.

ROMANOS.-

Los romanos llegaron “cansaos” de tanto pelearse a muerte con los cartagineses – Aníbal, un poco mas y les convierte “al catolicismo” – y eran unos “enteraos de las moñas” de mucho cuidado y, por eso, pronto se fueron a fundar Híspalis e Itálica, que Dios los cría y ellos se juntan. Y sus visitas eran de puro cumplido, hasta el punto de que tampoco realizaron las obras de encauzamiento del río Guadalhorce y eso que las obras les gustaban “cantidad”.
En una de aquellas visitas, un romano caprichoso, se acercó, roneando, a un par de lugareños ojos negros y les preguntó que si el muchacho con el que la había visto hablar era su novio o similar y, ante su sorpresa, ella contoneándose coqueta, le contestó: “será similar... porque lo que es novio...“
“Toma castañorum”, dijo el patricio, huyendo asustado y, como tampoco había transporte de Alta Velocidad, se decidió por tomar el “talgorum romanorum” nocturno porque la calzada estaba cortada por las pasadas lluvias, como era frecuente a la sazón. Para esperar con comodidad, preguntó por un buen hospedaje y le contestaron que “ya no había, ahora es la Casa de los Jueces”. Pensó, entonces en dirigirse a un museo, pero supo que los lugareños estaban esperando, entre debates, para decidir el edificio en el que, por fin, lo iban a colocar.
Y, como estaba aburrido y no sabía que hacer, decidió escribir una carta a su mujer.

VISIGODOS.-

Un buen día los romanos se aburrieron y se fueron y llegaron visigodos, ostrogodos, suevos y alanos, los cuales no han parado de venir desde entonces: no hay más que asomarse por Torremolinos para comprobarlo. ¡Vaya las visigodas que se pueden ver! Ahora, bien, eso si que si: los posteriores a Recaredo, mucho más buenos.
Y... hasta vándalos llegaron, muy en especial una facción conocida como los etavándalos. Y esos, con sus cromosomas especiales y su Rh positivo, en Málaga tienen poco que rascar. Un día, se encontró uno de los etavándalos aquellos que se llamaba Arzakus, a un indígena que salía “colocaíto” de una tasca, perteneciente a una cadena de ellas que había entonces, “Dalegrías”, que ante la presunción biológica del nota, le contestó: Mira, quillo, aquí eso del Rh lo tenemos “dominaíto”: Los lunes, miércoles y viernes, tenemos el Rh positivo. Los martes, jueves y sábados, negativo. Y los domingos, no tenemos Rh. ¿p’a qué?
Así fue como los bárbaros se enteraron de quienes eran los aborígenes. Y, nada mas conocerlos, salieron corriendo casi todos, salvo los suevos – amaban el vino de Ribeiro – y los godos, que se hicieron aficionados a la verdadera Fiesta Nacional: las oposiciones, que se lo digan a Don Manuel Fraga.

ARABES.-

Y, mas tarde, con los árabes, llega lo que, algunos, no yo desde luego, denominan el refinamiento oriental. Dicen que los benimerines ya hicieron un intento de Semana Santa, pero que los almohades – muy suyos y tan fundamentalistas como siempre – se lo impidieron: la culpa, toda, de Miramamolín, que era un poco “exigente”.
En plenos reinos de taifas, Almotamid, el rey poeta y sevillano, puso cerco a Málaga. Anda que no era listo el tío, quería Málaga, para él: precedente histórico. Y se utilizaron las palomas de Gibralfaro, para avisar del hecho a Granada en demanda de auxilio. Y las palomas “cogieron el seguío” y – entre zegríes y abencerrajes – cuenta la leyenda que:
Una Dolorosa caminaba un día por las calles de Málaga, tras el Señor de la Puente del Cedrón. Se disponía a atravesar cualquiera de los puentes que cruzan ese Cedrón mala­gueño, con tan mala sangre a veces, que es el Guadalmedina, cuando una paloma de Gibralfaro, descendiente, seguro, de aque­llas que los moros malagueños lanzaban al vuelo para avisar a Granada, salió “flechaita, flechaita” hacia la Fuente Genovesa, junto al Hospital Noble. Y era, porque tenía sed. Caía la tarde de primavera y se conoce que también tuvo frío. Por no mojarse la cola, levantó el vuelo y se fue... a posar en la mano de la imagen de la Virgen, sobre la que terminó el desfile sin moverse. Desde entonces, Paloma por Dolores. Los malagueños, en su exageración mariana – que tanto sol en la cabeza es “mu” malo – sacaron de su cuadro madrileño a Nuestra Señora y la hicieron – con la inefable colaboración de Alvarez Duarte – en tres dimensiones, a partir de cuyo instante, sale a la calle cada Miércoles Santo para llenarla y hacerla estallar de fervor y admiración, con su inmensa belleza. A uno que dice que es antropólogo – sevillano “chungo” si que lo es – le oí criticar la obra de imaginería: “cómo una judía del Siglo I puede ser morena de ojos verdes, es una barbaridad antropológica”. Había viajado muy poco – cateto – y no conoció a Estrella Barchilón – del Siglo XX - una buena amiga de mi madre: la mujer más guapa que yo he conocido.

(Suena la “malagueña”…)

Bueno, pues con tanto “movimiento”, ya os habréis dado cuenta, de que esto del turismo malagueño, no es un invento de Don Manuel Fraga. Es un invento de D. Antonio de Pimentel y otras yerbas, embajador del Reino de España en la corte sueca, donde se ligó a Doña Cristina, la reina, lo que le costó el trono. Y, desde entonces - él les “abrió el camino” - vienen las suecas. Abdicó la dama en 1654, con 28 añitos. Mi antecesor se la llevó a una casa de Sanlúcar la Mayor y la amó, entre naranjales, apasionadamente. Dicen que fue bonito en tanto duró. A ver si os enteráis.

LOS VERDADEROS BARBAROS DEL NORTE. –

Antes de mi, ya con los Reyes Católicos, vino una avanzadilla familiar, el general que mandaba el ala oeste de las vanguardias cristianas, D. Rodrigo - Alonso Pimentel. Atacó por Torremolinos – como lo hemos intentado “todos” - y, durante siglos, la actual Torre de los Molinos, que da nombre al paraje, se conoció como la Torre de los Pimentel. Por eso, me voy a “tirar el rentoy” de precursor semanasantero malagueño, por parte de “mi tío”.
Y antes que yo, también, desde los confines colindantes de la Berbería cristiana, cerca de la Isla del Perejil, – por favor – una señora bárbara, pero que muy bárbarísima, venía a Málaga para dar a luz. Pero la cosa no trascendió: ninguno se hizo cofrade: uno se hizo, una vez, Delegado del Gobierno.
En serio: a mi no se me notaba, porque, si bien era verdad que llegaba desde Madrid, antes me “había pegado una pasada” por Ceuta. Y allí, en una Semana Santa que entonces era mixta de ruedas y hombres, me puse, junto a mi padre, mi primer capirote, negro, del Santo Entierro. (Comenzando con “alegría”, si señor y, como siempre me ha gustado, por el final: que desorden).
Vamos, que llegaba “un poquillo entrenao”.
Y allí escuché, por vez primera, como, lentamente, se me acercaban las largas cornetas africanas; más de uno pensaba que reventarían los cristales de toda la ciudad. Los hombres del dolor de lobo en el corazón, llegaban hasta la Iglesia de Los Remedios, a ciento cuarenta pasos por minuto y al ritmo de su Himno, leales y valientes, marciales y aguerridos. A La Legión se llegaba, como a un matrimonio por amor de verdad y emocionante: no importaba su vida anterior: nunca graciosa huída; siempre apasionada entrega.
Y allí, a la Laureada Banda le oí tocar, por primera vez, “El Novio de la Muerte”. Qué ajenos sus autores a que un día aquella su música y letra, que nació con vocación de canción de cabaret en plena guerra marroquí, terminaría, andando los años, redimida, al acompañar a Cristo por las calles de España, tocada y cantada por los legítimos descendientes del Gran Capitán y el no menos grande y legendario Duque de Alba, con quien continúan asustando a los niños en Flandes, todo un Alvarez de Toledo y Pimentel.
Si el paso corto malagueño – tan elegante como marinero – no lo estuviese ya, se inventaría cada noche de Jueves Santo.