08 mayo, 2006

DOMINGO DE RAMOS Y...


VIERNES DE DOLORES.-
Siempre he insistido en contemplar el paso de La Pollinica desde la Alame­da y allí estoy año tras año, desde 1964, en que venía de los madriles a verla. La Hermandad, Real desde 1928 con Alfon­so XIII, desfiló lenta y majestuosa, luciendo en solitario, bajo el radiante sol que se colaba por entre los centenarios álamos y que, si estaba nublado, ni me daba cuenta, que yo “sentía” el sol. Algunos de los amigos se quedan durmiendo y se pierden a todos los niños de Málaga, hebreos de una mañana, acompañando a Cristo en su Entrada en Jerusalén por calle Larios – que es muy buen sitio para entrar en Jerusalén - y amparados en su Madre. ¿Como no los van a dejar solos sus padres, por muy pequeños que sean, si van con Ella? Un año me encontré a un amigo que me dijo: “esto hay que verlo, porque, de lo contrario, te pierdes la Semana Santa entera”. Cuanta razón en una sola frase.
El Viernes de Dolores estuve en lo que queda – la incuria humana - de “aquella” Plaza de San Pedro, felicitando en Su santo a una Madre Sola y Desamparada, que no debe sufrir mas, porque yo lo se: el Misterio se va a producir y Tu Hijo, Lola, va a resucitar. Seguro. Cada año me gustan mas las andas de María Santísima de los Dolores Coronada, tan sencillas. ¿Y que me dicen del tren de velas que lleva, “tresbolilleao”, tan airoso y elegante? Si hubiese de reprochar, muy cariñoso algo, que no tocasen el Himno Nacional a la salida del Santísimo Cristo de la Expiración. Bien está – muy requetebién - que se lo tocasen a Su Madre, pero, hombre, al Hijo de Dios ¿por qué no? No está mal ser tan mariano, conste en acta, se trata de ser, también, “cristianos”. Un lapsus “bandi”, señores cofrades. Pero no sufra, las dos estrellas de todos los años, allí estaban también este, asomadas a su infinito balcón – como los buenos banderilleros – para ver a María Santísima, paseando y enseñoreándose, de Sus callejones del Perchel. Y, desde tan arriba, me han asegurado que no se oye nada.
Peor fue lo de una niña de unos doce años - situada a nuestro lado y “patizamba” mental - que no sabía si lo que tocaban era el Himno Nacional, o el de Andalucía, entre las risas de su mamá, a quien le encantaban las cositas de la nena: las consecuencias de los niveles y “exigencias” de enseñanza actuales. Y lo que viene, peor.

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