12 mayo, 2006

LA CASA DEL GALLO DEL VIENTO.-


Tendría yo unos diez años, cuando un día se presentó mi padre con un libro “Los Cuentos de la Alhambra”. Me anunciaba un próximo viaje a Granada y el libro era “para que me fuese preparando”. Mi tío abuelo materno, Pedro, era por entonces Capitán de la IX Región Militar – también amigo de solteros de mi padre - y el viaje respondía a una invitación suya. La Alhambra estaba en obras y cerrada al público. El parentesco nos permitía a mi padre y a mí, pasear en la más absoluta soledad, por el Palacio y los jardines del Generalife – donde continuaba corriendo el agua, a pesar de las obras - durante la hora de la comida de los obreros: una experiencia única e inolvidable. Ahora, cedo la palabra a mi muy admirado Irving.
En la cúspide de la elevada colina del Albaicín, que es la parte más alta de la ciudad de Granada, existen los restos de lo que era antes un palacio real, fundado poco después de la conquista de España por los árabes, y convertido hoy en humilde fábrica. Esta regia morada ha caído en tal olvido, que me costó gran trabajo descubrirla, a pesar de la ayuda del sagaz y sabelotodo de Mateo Jiménez. Este edificio conserva todavía el nombre especial con que se viene conociendo durante muchos siglos, de La Casa del Gallo de Viento. Se llamó así por una figura de bronce que representaba un guerrero a caballo armado de lanza y adarga, sobre una de sus torres, y girando en forma de veleta hacia donde soplaba el viento, con una leyenda en árabe, que vertida en romance castellano decía de esta manera:

Dice el sabio Aben-Abuz
Que así se defiende el andaluz.


Este Aben-Habuz - según las crónicas moriscas - fue un capitán del invasor ejército de Tarik, a quien dejó aquél de alcaide de Granada. Se cree que colocó aquella figura guerrera para recordar constantemente a los habitantes musulmanes que estaban rodeados de enemigos, y que su salvación dependía solamente de vivir siempre prevenidos para su defensa y prontos a salir al campo de batalla.
Las tradiciones cuentan, sin embargo, una historia bastante diferente acerca de este Aben-Habuz y de su palacio, y afirman que la figura de bronce era antiguamente un talismán de gran virtud, aunque en época posterior perdió sus mágicas propiedades, degenerando en una simple veleta. La siguiente leyenda - la del astrólogo árabe - explica el origen de La Casa del Gallo de Viento.

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