12 mayo, 2006

NUESTRAS FRAGATAS F – 100 I.-



Introducción. De todos los tópicos que circulan por la piel de toro, y que encuentran sus más entusiastas divulgadores entre los filósofos de taberna, esos que igual enmiendan la plana a un ministro que conocen las técnicas para ganar siempre al fútbol, hay dos, muy extendidos, que aquí destaco: que nuestras Fuerzas Armadas son de risa y que nuestras Fuerzas Armadas están obsoletas tecnológicamente. Semejante pareja de proposiciones carecen de fundamento, al menos en el caso de la Armada Española, como trataré de demostrar a lo largo del siguiente artículo. Pero ya se sabe que para determinados españoles es mejor fuente de información el vecino del quinto que la web del Ministerio (sospechosa siempre de ser parcial por interesada), lo que es cierto tanto para estos temas como para otros asuntos, desde las emisiones radioeléctricas hasta la reforma educativa.
Avistado a proa. Para comenzar, hay que remontarse a 1.989, año en que se cancela el programa NFR – 90, ya referido. La cancelación de este programa supuso para la Armada la anulación de las unidades que tenían que seguir, en el orden de construcción, a las fragatas clase “Santa María”. Puesto que los objetivos de la defensa nacional obligaban a la puesta en servicio de nuevas unidades que complementasen a las “Santa María”, para determinar las características de las nuevas unidades se activó, en 1.991, un programa de evaluación de viabilidad cuyos objetivos eran: 1) determinar el tipo de buque de escolta que necesitaba la Armada; 2) determinar los plazos deseables de construcción y entrega y 3) determinar la viabilidad tecnológica de la construcción. El punto 3 depende en gran medida de cómo se defina el punto 1, y ambos tienen una consecuencia muy clara: el coste de cada buque. Este programa de evaluación asumía ya de por sí un riesgo importante. Mientras que el proyecto NFR-90 era un proyecto multinacional en el que unos países podían apoyar sus debilidades en las fortalezas de otros, ahora la Armada obraba por su cuenta y riesgo. Ciertamente la Armada contaba con el apoyo de la experiencia adquirida por la entonces Bazán en el ensamblaje y pruebas finales de construcción de las “Santa María”, y contaba con el apoyo de consultores tecnológicos externos con experiencia en proyectos similares de otros países, especialmente de la Real Armada Holandesa y de la Marina de los Estados Unidos. Pero aun así, el riesgo era considerable. El programa de evaluación comenzó definiendo las futuras F-100 como escoltas antisubmarinas (ASW; Anti-Submarine Warfare), para luego redefinirlas como escoltas antiaéreas (AAW; Anti-Air Warfare), como consecuencia de las experiencias habidas en las Malvinas y en el Golfo Pérsico, también referidas. Este cambio se debió a varias razones, tácticas y estratégicas. Con la desintegración de la U.R.S.S. y la reducción de la capacidad operativa de la Marina rusa, la amenaza submarina era menor que la estimada a finales de los años 80. Por otro lado, la apreciación de las amenazas estratégicas contra España en la nueva situación internacional obligaba a tomar en cuenta el equilibrio de fuerzas en el Norte de África y la capacidad tecnológica (potencial, al menos) de Argelia y Libia para desarrollar misiles de crucero con alcance suficiente como para amenazar el Sur y el Levante español. Además de estos factores, la Armada tenía ya 11 escoltas ASW entregadas o listas para entregar (cinco fragatas clase “Baleares” y 6 fragatas clase “Santa María”), pero carecía de escoltas AAW especializadas. Este último punto cobraba importancia desde el momento en que la principal fuerza de choque de la flota, el Grupo Alfa centrado en el porta aeronaves “Príncipe de Asturias”, carecía de una protección antiaérea de envergadura suficiente como para desplegar nuestra fuerza aeronaval. Las fragatas clase “Santa María”, aunque son magníficos escoltas, carecen de capacidad antiaérea de largo alcance. Esa capacidad sólo puede obtenerse (hasta que entren en servicio las F-100) usando los aviones Harrier Plus del “Príncipe de Asturias” en patrullas aire - aire de largo alcance, misión defensiva que distrae fuerzas aéreas de las misiones ofensivas que debería desempeñar el Grupo Alfa como misión primaria. Pero esta capacidad defensiva basada en los Harrier es útil sólo en el caso de amenaza de aviones contra el Grupo Alfa. Si hablamos de una amenaza basada en misiles guiados los Harrier son de poca utilidad. De la capacidad de defensa aérea del propio “Príncipe de Asturias” mejor no hablamos, pues siempre han sido uno de los puntos de mayor debilidad del buque, al estar limitada a cuatro montajes CIWS (Close-In Weapons System; sistema de defensa cercana) multi tubo Meroka, de corto alcance y de eficacia limitada contra misiles. En estas circunstancias era muy deseable contar con escoltas antiaéreas que reforzasen la defensa del Grupo Alfa, liberasen al componente aéreo del “Príncipe de Asturias” de su papel defensivo (hasta donde fuera posible) y equilibrasen las capacidades de las unidades de la flota, hasta ese momento mayoritariamente orientadas a la amenaza submarina.
El corazón del guerrero. Determinado este punto, se hacía preciso determinar el sistema de armas y de electrónica que mejor rendimiento ofreciera en función del dinero disponible y de las misiones asignadas. En principio, y dado que España se embarcó con Holanda y Alemania en el proyecto de "Fragata Trilateral" se consideró el uso de un sistema multifunción APAR, una versión pequeña del cual ya era usado por la Real Armada Holandesa. Pero según el proyecto se iba despeñando por el mismo camino que el NFR-90, y los costes económicos y tecnológicos del desarrollo completo del APAR iban de más en más, la Armada optó por el sistema SPY - 1D, el único radar multifunción operativo existente en el mundo, un sistema caro pero más avanzado y sin dudas, de mucho mejor rendimiento que el APAR. Esta decisión supuso un riesgo calculado para la Armada al optando por un sistema ya probado pero de mayor complejidad tecnológica. Llegados a este punto, es preciso volver a retroceder en el tiempo para entender lo que representa el sistema SPY - 1D. A principios de los años 80 la Marina de los Estados Unidos lanzó un programa destinado a construir nuevos buques de escolta antiaérea para los Grupos de Combate (Task Forces en inglés, o TF por sus siglas) de sus portaaviones. Cada TF de portaaviones llevaría la escolta de al menos una de estas unidades. Siendo estos buques la piedra angular de la defensa antiaérea de la TF, debían tener capacidad de detección a muy largo alcance (más allá del horizonte de la TF), capacidad para detectar, “enganchar” y seguir a varios blancos a la vez, sistemas de armas capaces de batir todos esos blancos de forma simultánea y por supuesto, sistemas que permitieran el intercambio de información entre los equipos de detección y los equipos de las armas, y que permitieran sincronizar varios sistemas (radares/iluminadores y armas, básicamente) entre sí. Además, y como capacidad secundaria, estos buques se integrarían en la red diseñada según la Iniciativa de Defensa Estratégica (ISD por sus siglas en inglés; esto es lo que popularmente se ha denominado “Guerra de las Galaxias”) para proteger a los Estados Unidos del ataque de misiles crucero y balísticos. A estos buques se los denominó AEGIS en código.
Buques Aegis. Aegis es el nombre que recibía el escudo de Zeus según la mitología. Para cumplir todas estas especificaciones se desarrolló el radar multipropósito SPY - 1, que es el verdadero corazón del sistema AEGIS. El SPY - 1 está formado por varias antenas de apertura sintética. Los alimentadores de las antenas permiten configurar la anchura y potencia del haz emitido; además están sincronizados entre sí para permitir entre varios alimentadores la conformación de los lóbulos según las necesidades del buque. Los lóbulos conformados pueden variar el ancho de su apertura desde los 30º en exploración normal a los 4º cuando el haz se conforma con máxima directividad para seguir a un solo blanco. En una detección típica, el haz de exploración detecta a un blanco (aéreo o de superficie) en uno de sus barridos y tras ello uno de los operadores humanos conforma un lóbulo estrecho para que siga al blanco de forma continua. El blanco es seguido desde el radar principal hasta que se toma la decisión de atacarle, momento en que se pasan los datos del seguimiento (distancia, azimut, elevación, rumbo y velocidad del blanco) a un iluminador secundario sincronizado con el arma que va a atacar ese blanco. Normalmente el arma será un misil que tras el disparo se auto orienta hacia el blanco siguiendo el reflejo de la señal radar iluminante. En el último tramo, con el misil a corta distancia del blanco, el misil enciende su radar para guiarse por sus propios medios. Batido el blanco, el iluminador secundario se apaga. Si el misil falla, el radar principal vuelve a “enganchar” el blanco en uno de sus barridos y el proceso de seguimiento y ataque comienza de nuevo. En el caso de que el arma elegida sea un cañón, el radar del propio cañón captura la señal reflejada por el blanco y le proporciona al arma los datos de distancia lineal y angular necesarios para mantener al cañón apuntado sobre el blanco, hasta destruirlo. Este proceso muestra las dos dificultades básicas de este sistema: mantener en el aire varios lóbulos de radar entre sí, sin que se interfieran; y coordinar y presentar los datos de los radares de forma coherente para los operadores humanos. El caso es que el SPY - 1 hace las dos cosas, y además, permite la integración con otros sistemas electrónicos. Sin embargo, para que el radar tenga un funcionamiento óptimo necesita tener una notable altura de antena y necesita tener una apertura física grande. Ambas cuestiones se solucionan (en parte) con la apertura sintética. Pero es que, además, para incrementar la apertura física, los diseñadores adoptaron la solución revolucionaria de integrar las antenas en las superficies verticales del buque en lugar de “colgarlas” de los mástiles. Esto permite disponer de una apertura física de varios metros cuadrados, suficiente como para poner en el aire varias haces radar a la vez, hasta 20. El alcance del radar con esta disposición es de 400 km. Suficiente para garantizar la defensa aérea a larga distancia de una TF. Pero como nada es gratis, a cambio el tamaño del buque y la signatura o sección radar del propio buque AEGIS se incrementan. Este hecho señala una de las características principales de las unidades AEGIS: su arquitectura está construida alrededor del SPY - 1, y no se trata, como en otros buques más “clásicos”, de un casco al que se le han ido añadiendo sistemas y equipos. A principios de los 80 el dinero para Defensa no era problema en Estados Unidos y en consecuencia se ordenó la construcción de 32 cruceros AEGIS clase “Ticonderoga”. El primero de ellos entró en servicio en el año 1.983. El sistema AEGIS fue un éxito inmediato. El buque, en cambio, no tanto. Los cruceros clase “Ticonderoga” son grandes (unas 9.800 TM de desplazamiento) y por tanto muy caros. Su velocidad (32 nudos máximo) es inferior a la de los portaaviones a los que tiene que escoltar, y, gracias a las grandes superficies verticales, es muy detectable en el radar. Por ello la Marina de los Estados Unidos decidió construir una versión de escolta más reducida (6.700 TM en los primeros buques), rápida y navegable, con una versión más pequeña, moderna y barata del SPY - 1, el SPY - 1D, y con características “stealth” a fin de enmascarar en el radar la signatura del buque. Estas unidades, clasificadas como “destructores”, comenzaron a entrar en servicio en 1.991 y forman la clase “Arleigh Burke” ó DDG-51, por las siglas de la primera unidad.
Inspirado en un estudio de José Manuel Rodríguez Gómez-Escobar.

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