UN PIROPO SEMANASANTERO.-
Habían pasado más de veinte años y todo continuaba igual; visitaban en San Pablo a María Santísima de la Salud y decidió “soltar” un piropo “de los suyos”, largo:
“La verdad es que el denominador común de las Vírgenes de Alvarez Duarte, es el de la agradable impresión que se recibe al contemplar sus rostros: la serena majestad de María Santísima de la Paz, la excelsa belleza de María Santísima de la Paloma y la frágil gracia de María Santísima de la Salud. Desde que vi su primera obra, me interesó el imaginero. Por eso visité, en Sevilla, su estudio mientras trabajaba en su Salud. Era verano y, aunque caía la tarde hacía un fuerte calor que obligaba al escultor a tener bajadas las persianas. Por entre las tiras de una de ellas, rota, se colaba un rayo de sol que incidía directamente en la pared de la izquierda, según yo estaba situado, detrás y lejos del imaginero quien, con su gubia en la mano, tallaba la cara de la Virgen. Yo no quería moverme dentro del pequeño taller, lleno de cachivaches, para no tropezar con alguno de ellos y distraer su atención, mientras él miraba repetidamente al punto de la pared en el que el rayo de sol iluminaba una estantería allí colgada, como buscando la inspiración que necesitaba y que sin duda encontró. Ya te digo que estaba lejos y que no quería moverme; salí de allí con el mismo sigilo que a mi entrada y no pude saber, entonces, lo que, en la repisa, le interesaba tanto. Ahora, al ver la Virgen terminada y su gran belleza, sí lo se. Estoy seguro de que buscaba, iluminada por el sol canicular, una fotografía que previamente había colocada en aquel sitio. Una fotografía que, a juzgar por la cara de la Virgen, tenía que ser la tuya”.
Habían pasado más de veinte años y todo continuaba igual; visitaban en San Pablo a María Santísima de la Salud y decidió “soltar” un piropo “de los suyos”, largo:
“La verdad es que el denominador común de las Vírgenes de Alvarez Duarte, es el de la agradable impresión que se recibe al contemplar sus rostros: la serena majestad de María Santísima de la Paz, la excelsa belleza de María Santísima de la Paloma y la frágil gracia de María Santísima de la Salud. Desde que vi su primera obra, me interesó el imaginero. Por eso visité, en Sevilla, su estudio mientras trabajaba en su Salud. Era verano y, aunque caía la tarde hacía un fuerte calor que obligaba al escultor a tener bajadas las persianas. Por entre las tiras de una de ellas, rota, se colaba un rayo de sol que incidía directamente en la pared de la izquierda, según yo estaba situado, detrás y lejos del imaginero quien, con su gubia en la mano, tallaba la cara de la Virgen. Yo no quería moverme dentro del pequeño taller, lleno de cachivaches, para no tropezar con alguno de ellos y distraer su atención, mientras él miraba repetidamente al punto de la pared en el que el rayo de sol iluminaba una estantería allí colgada, como buscando la inspiración que necesitaba y que sin duda encontró. Ya te digo que estaba lejos y que no quería moverme; salí de allí con el mismo sigilo que a mi entrada y no pude saber, entonces, lo que, en la repisa, le interesaba tanto. Ahora, al ver la Virgen terminada y su gran belleza, sí lo se. Estoy seguro de que buscaba, iluminada por el sol canicular, una fotografía que previamente había colocada en aquel sitio. Una fotografía que, a juzgar por la cara de la Virgen, tenía que ser la tuya”.
Semblanza de Luís Alvarez Duarte.
Aunque sus padres son originarios de Extremadura, nace en Sevilla en 1.950. Realiza sus estudios en el colegio de la Bienaventurada Virgen Maria. Se matricula en la Escuela de Artes Aplicadas y Oficios Artísticos aprendiendo dibujo artístico y colorido, no llegando a matricularse curiosamente en la asignatura de modelado. Recorre en esa misma época los talleres de Buiza, Barbero y Eslava, donde aprende la utilización de las gubias, los tipos de madera, de aparejo, etc. Se define a si mismo como un autodidacta, ya que no se vincula a taller concreto. Su primera imagen procesional fue para la parroquia de su barrio, Maria Santísima de Guadalupe de la Hermandad de las Aguas de Sevilla. Su consagración definitiva viene de la mano del destino. El 26 de Febrero de 1.973, el incendio de la capilla de la Hermandad del Cachorro, destruye la Virgen del Patrocinio. El autor se compromete en mes y medio a realizar una dolorosa que en teoría reproducirá las facciones de la primitiva. La nueva imagen causa sorpresa y admiración. Son obras son muy identificables con una simple mirada, mostrando predilección por los Cristos vivos. Sus vírgenes son muy características con los siguientes rasgos: Mirada extravía. Globos oculares ensangrentados con derrame en los lacrimales. Cuellos tallados y anatomizados. Miradas profundas por los ribetes negros en el interior de las pestañas. Gran belleza de sus obras. Entre sus obras cristíferas cabe destacar el Cristo de la Sed de Sevilla, el Cristo de la Hermandad de la Cena de Málaga, el Cristo de la Buena Muerte de Algeciras, el de la Vera Cruz de Ronda, la Oración del Huerto de Alora, el Cristo del Gran Amor del Cister de Málaga y el Cristo de la Salud y Pasión en su tercera caída de Almería.
Aunque sus padres son originarios de Extremadura, nace en Sevilla en 1.950. Realiza sus estudios en el colegio de la Bienaventurada Virgen Maria. Se matricula en la Escuela de Artes Aplicadas y Oficios Artísticos aprendiendo dibujo artístico y colorido, no llegando a matricularse curiosamente en la asignatura de modelado. Recorre en esa misma época los talleres de Buiza, Barbero y Eslava, donde aprende la utilización de las gubias, los tipos de madera, de aparejo, etc. Se define a si mismo como un autodidacta, ya que no se vincula a taller concreto. Su primera imagen procesional fue para la parroquia de su barrio, Maria Santísima de Guadalupe de la Hermandad de las Aguas de Sevilla. Su consagración definitiva viene de la mano del destino. El 26 de Febrero de 1.973, el incendio de la capilla de la Hermandad del Cachorro, destruye la Virgen del Patrocinio. El autor se compromete en mes y medio a realizar una dolorosa que en teoría reproducirá las facciones de la primitiva. La nueva imagen causa sorpresa y admiración. Son obras son muy identificables con una simple mirada, mostrando predilección por los Cristos vivos. Sus vírgenes son muy características con los siguientes rasgos: Mirada extravía. Globos oculares ensangrentados con derrame en los lacrimales. Cuellos tallados y anatomizados. Miradas profundas por los ribetes negros en el interior de las pestañas. Gran belleza de sus obras. Entre sus obras cristíferas cabe destacar el Cristo de la Sed de Sevilla, el Cristo de la Hermandad de la Cena de Málaga, el Cristo de la Buena Muerte de Algeciras, el de la Vera Cruz de Ronda, la Oración del Huerto de Alora, el Cristo del Gran Amor del Cister de Málaga y el Cristo de la Salud y Pasión en su tercera caída de Almería.
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