08 mayo, 2006

COMIENZA NUESTRA SEMANA MAYOR.-


VIERNES DE DOLORES.-
Justo en el momento en que, precisamente, el equinoccio comienza oficialmente a estallar en la Axarquía y en sus campos y en sus montes, se puede oír el rumor que los pétalos de miles de florecillas silvestres producen al abrirse a la primavera, cuando aún suena todavía un fandango en Comares, de pronto, desde los aledaños del plateresco Pórtico de la Gloria malagueño, se escucha un toque de campana y, a su conjuro y, entre jazmines y azahares, fragancias cofradieras, encajes de Chantilly por verdiales, toda Málaga se llena de esas grandiosas jábegas barrocas que los malagueños habéis inventado para sacar a la calle a Dios y a Su Madre.
Y, Málaga, se desparpita y la gente se echa a la calle y unos van para donde vienen los otros y calle Larios se espesa de tanto “personal”, tropezando los unos con los demás. Y, asombrosamente, caben todos y caben, al mismo tiempo, los que no son de aquí, pero pronto, muy pronto, van a ser como si lo fueran de siempre y, por si fuera poco, arracimados, decenas de carrillos llenos de avellanas, caramelos, algodón dulce, tabaco, coco, o limones “cascarúos”, se afanan en la difícil tarea de avanzar entre los que pasean — aparentemente sin ton ni son, pero ¡qué va! saben muy bien a donde no van — y que intentan pasar, lo que de milagro terminan por conseguir unos y otros y el intenso rumor del hablar de todos ellos, gritando a la vez, se entremezcla con las voces de algún pregonero de sus productos, como la de un aguador que se desgañita, en apariencia inútilmente, tratando de vender su producto.

“Ni la cola vale nada,
ni tampoco limonada.
Lo “mejó p’al” riñón, el agua...
Bebed agua, bebed agua”.

Y ¿cual es la causa de tanto movimiento, de tanto hotel lleno a rebosar, de tanta bulla? Pues que huele a Domingo de Ramos y Málaga, la hospitalaria, se prepara para recibir de verdad, con el corazón, a todos los que vengan de fuera, aunque algunos de ellos, hayan de dejarse el corazón, después, dentro. Y porque, desde la altura del Viernes Santo y desde las alturas del barrio de la Victoria, retoña en púrpura la Cruz de ese Cristo chiquito del Amor grande, quien nos contempla con el Amor de Cristo, esperando Su turno para redimirnos con Su muerte, un ratillo después de que le toque salir. Y Málaga es mágica y poética y Málaga es, para vivir con Ella. La Pasión según Málaga, la Redención, a la vuelta de cualquier esquina. Sinfonía mediterránea de luna morena y noches claras, al Compás de La Victoria.
Semana Santa, Pasión, Semana Mayor, mayor de edad, que viene desde entonces y, para cruzar tan gran río y pasar tan largo puente, se apoya en dos pilas: Trento, esa luz que asombró a Europa y cegó a infieles y los gremios, alrededor de los cuales, tantas Hermandades se crearon. Que nadie piense que, en Málaga, se le ponen puertas al campo, que si Andalucía es Castilla sonriendo, Málaga es lo que es: un trocito de Andalucía “exagerao”. Que nadie crea que el Gólgota nos pilla lejos, que los malagueños son capaces de montarlo en lo alto del mismísimo San Antón.
Todo volvió a comenzar el pasado Domingo de Resurrección, aunque la gente crea que empezará el próximo de Ramos o, mejor, dos días antes, el Viernes de Dolores, cuando Ella celebra Su santo, trasladándose desde Su Sede canónica en la iglesia de San Pedro, hasta Su Casa Hermandad donde se preparará para salir por toda Málaga el Miércoles subida en un retablo catedralicio, Su trono, para explicar como todos los años, teología por las boca calles. Y, aunque el Viernes sea Su día, irá detrás de Su Hijo, quien expirando según Benlliure se dejará caer sobre los hombros de esos mártires de la Fe en España, que son los Guardias Civiles y, aunque ya no le sea posible romper tulipas por calle Pavía, a la que la incuria de los hombres hizo desaparecer, llenará de Amor el barrio entero.
Y detrás Ella, en sus andas, con un sencillo tan original y grácil como malagueño tren de velas “tresbolilleao”, con su pasito corto malagueño, tan marinero, caminando para detenerse a descansar bajo un balcón “chorreao” en gitanilla, escuchará saetas sinceras por entre callejones de luna iluminados por otras estrellas también de plata y será la mejor flor de todas con las que los percheleros habrán ornado, en su honor, sus balcones y ventanas. Arriba, junto a un leve resplandor, incipiente luna de Nizam que no se ve, dos de ellas que se han “asomao”, como los buenos banderilleros, a su infinito balcón, para no perderse a María Santísima de los Dolores Coronada, como lo que es, como una Señora, paseando por sus callejones del Perchel. Y ¿por qué no? También para ver a esa belleza, peineta, mantilla y qué ojazos, que La acompaña y que lleva de la mano a un hombre que esa noche se va a hacer cofrade porque ya está en el Patio de Los Naranjos de su vida: entre jazmines y azahares. Felicidades, Lola, que el Misterio se va a producir y Tu Hijo va a Resucitar.

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