DETENCIONES
“MIRANDO AL TENDIDO”.-
Por ANTONIO BURGOS.
Leo la sentencia de la Sección Decimosexta de la Audiencia Provincial de Madrid sobre la detención de dos militantes del PP por supuestas agresiones al entonces ministro de Defensa, José Bono, y me sale del alma un óle. Y vuelvo a creer en la separación de poderes y en la resurrección del Montesquieu que Alfonso Guerra enterró en plan Juan Simón. Menos mal que sigue habiendo sentencias de óle, frente a tantas sentencias de ojú.
Al ponente de la sentencia y presidente de la mentada Sección Decimosexta, don Miguel Hidalgo, hay que darle un óle llano y hondo, templado, despacioso, no un olé agudo y apresurado. Tampoco un «¡bien!», óle finolis, óle de sombra, óle de presuntos entendidos, que cada vez está sustituyendo con mayor profusión al óle en las plazas, especialmente en determinados pases de muleta. Los trincherazos son de «¡bien!», no de óle; los pases del desprecio, ídem; los ayudados por bajo son ya de «¡bien!», ninguno de óle.
La sentencia de don Miguel Hidalgo es de óle, recortado y sentido óle ante su arte. El arte de aplicar el riquísimo lenguaje de los toros a la realidad de ese otro ruedo, espejo de España, que es la vida política. Dice en su sentencia el usía Hidalgo que esa detención fue «inmotivada, arbitraria y abusiva», además de «antijurídica», «de complacencia» y realizada «mirando al tendido». Óle. Mirando al tendido. ¡Música, maestro! Expresión más taurina no puede haber en una sentencia. Esto es llevar a Miguel Báez «Litri» a la jurisprudencia, del Cossío al Aranzadi. Sí, ya sé que no sólo Litri, corrígeme, querido Zabala de la Serna. Seguramente eso de dar pases con la muleta a la espalda mirando al tendido viene de mucho antes, de Manolete por lo menos, pero quien más lo puso de moda fue El Litri. Y me alegro por El Litri, que ha puesto el arroz para esta paella españolísima en la que el magistrado Hidalgo eleva el lenguaje taurino a la suprema categoría de la ciencia jurídica. Eso se llama parar, templar y mandar el uso castizo de la lengua castellana, tan amenazada por las normalizaciones lingüísticas de los nacionalistas periféricos por un lado y por las inmersiones en la cursilería de los progres postmodernos por otro.
Puestos a usar ese riquísimo lenguaje taurino que Andrés Amorós ha estudiado en su presencia en la política y el periodismo contemporáneos, el usía del palco presidencial de la Decimosexta que ha sacado el pañuelo verde por el que han devuelto a Constantino Méndez, tenía que haberse recreado más en la suerte del habla de los toros. Tenía que haber dicho que fue una sentencia mirando al tendido porque antes el tal Méndez había hecho, como Arruza, el adorno del teléfono. Llamó a los ahora empitonados para decirles un histórico: «Quiero detenciones». Como el matador le dice al peón de confianza que se lo lleve al tercio, Méndez ordenó al jefe de la Brigada de Información que se lo llevara a los medios, a los medios informativos, para tapar bocas en el Tendido 7 de los ministros. Y es más, alguien le dijo toreramente a Bono, protagonista del caso: «Tápate». Tanto se ha tapado, que hasta se ha cortado la coleta de ministro.
Así, «mirando al tendido», es como deberían gobernar, no detener a los inocentes. Mirando a un tendido que está más en el «¡uy!» de la sorpresa y del pánico que en el «óle» de la satisfacción. Aquí el Gobierno no actúa mirando al tendido, sino mirando a unos tíos que, encima, quieren acabar con la Fiesta Nacional en todos los sentidos, cual los asesinos separatistas vascos y los independentistas catalanes. Conforta que en este ruedo donde al toro de España le han afeitado las puntas de la Constitución y las libertades, un magistrado con la taleguilla muy bien puesta le coloque un par de banderillas al Gobierno y no como otros, que administran justicia con el pico de la muleta, fuera de cacho de la separación de poderes, sin cruzarse con el pitón contrario de la independencia.
Por ANTONIO BURGOS.
Leo la sentencia de la Sección Decimosexta de la Audiencia Provincial de Madrid sobre la detención de dos militantes del PP por supuestas agresiones al entonces ministro de Defensa, José Bono, y me sale del alma un óle. Y vuelvo a creer en la separación de poderes y en la resurrección del Montesquieu que Alfonso Guerra enterró en plan Juan Simón. Menos mal que sigue habiendo sentencias de óle, frente a tantas sentencias de ojú.
Al ponente de la sentencia y presidente de la mentada Sección Decimosexta, don Miguel Hidalgo, hay que darle un óle llano y hondo, templado, despacioso, no un olé agudo y apresurado. Tampoco un «¡bien!», óle finolis, óle de sombra, óle de presuntos entendidos, que cada vez está sustituyendo con mayor profusión al óle en las plazas, especialmente en determinados pases de muleta. Los trincherazos son de «¡bien!», no de óle; los pases del desprecio, ídem; los ayudados por bajo son ya de «¡bien!», ninguno de óle.
La sentencia de don Miguel Hidalgo es de óle, recortado y sentido óle ante su arte. El arte de aplicar el riquísimo lenguaje de los toros a la realidad de ese otro ruedo, espejo de España, que es la vida política. Dice en su sentencia el usía Hidalgo que esa detención fue «inmotivada, arbitraria y abusiva», además de «antijurídica», «de complacencia» y realizada «mirando al tendido». Óle. Mirando al tendido. ¡Música, maestro! Expresión más taurina no puede haber en una sentencia. Esto es llevar a Miguel Báez «Litri» a la jurisprudencia, del Cossío al Aranzadi. Sí, ya sé que no sólo Litri, corrígeme, querido Zabala de la Serna. Seguramente eso de dar pases con la muleta a la espalda mirando al tendido viene de mucho antes, de Manolete por lo menos, pero quien más lo puso de moda fue El Litri. Y me alegro por El Litri, que ha puesto el arroz para esta paella españolísima en la que el magistrado Hidalgo eleva el lenguaje taurino a la suprema categoría de la ciencia jurídica. Eso se llama parar, templar y mandar el uso castizo de la lengua castellana, tan amenazada por las normalizaciones lingüísticas de los nacionalistas periféricos por un lado y por las inmersiones en la cursilería de los progres postmodernos por otro.
Puestos a usar ese riquísimo lenguaje taurino que Andrés Amorós ha estudiado en su presencia en la política y el periodismo contemporáneos, el usía del palco presidencial de la Decimosexta que ha sacado el pañuelo verde por el que han devuelto a Constantino Méndez, tenía que haberse recreado más en la suerte del habla de los toros. Tenía que haber dicho que fue una sentencia mirando al tendido porque antes el tal Méndez había hecho, como Arruza, el adorno del teléfono. Llamó a los ahora empitonados para decirles un histórico: «Quiero detenciones». Como el matador le dice al peón de confianza que se lo lleve al tercio, Méndez ordenó al jefe de la Brigada de Información que se lo llevara a los medios, a los medios informativos, para tapar bocas en el Tendido 7 de los ministros. Y es más, alguien le dijo toreramente a Bono, protagonista del caso: «Tápate». Tanto se ha tapado, que hasta se ha cortado la coleta de ministro.
Así, «mirando al tendido», es como deberían gobernar, no detener a los inocentes. Mirando a un tendido que está más en el «¡uy!» de la sorpresa y del pánico que en el «óle» de la satisfacción. Aquí el Gobierno no actúa mirando al tendido, sino mirando a unos tíos que, encima, quieren acabar con la Fiesta Nacional en todos los sentidos, cual los asesinos separatistas vascos y los independentistas catalanes. Conforta que en este ruedo donde al toro de España le han afeitado las puntas de la Constitución y las libertades, un magistrado con la taleguilla muy bien puesta le coloque un par de banderillas al Gobierno y no como otros, que administran justicia con el pico de la muleta, fuera de cacho de la separación de poderes, sin cruzarse con el pitón contrario de la independencia.
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