09 mayo, 2006

LA VUELTA A ESPAÑA DE BRENAN.-



VIAJE ALREDEDOR DE LA POSGUERRA.-
Cola de las cartillas de racionamiento. En 1949, Gerald Brenan y su esposa Gamel, regresan a España tras su precipitada marcha, a través de Gibraltar, pocas semanas después del inicio de la Guerra Civil. Fruto de la experiencia de aquel retorno y de aquel reencuentro fue el libro «La Faz de España», en el que relata su periplo por el centro y el sur de España, donde visitan Córdoba, Málaga y Granada. El resultado fue un lúcido y apasionado análisis de la posguerra española, con su hambre, su sequía, sus estraperlos, sus odios y también sus esperanzas.

Brenan vuelve tras la guerra: Contrastes en la España hambrienta«Aquel país había pasado por una guerra civil, una revolución y una hambruna, había sido medio ocupado por los alemanes y los italianos, se había visto al borde de la guerra con Inglaterra y sin embargo, Antonio y Rosario habían continuado tranquilamente cumpliendo con su misión de administradores de nuestros intereses y esperando nuestro regreso». «Alejándose de la calle Larios, uno llega al reino del mercado negro. Chicas jóvenes acicaladas, llevando en el brazo cestos con panecillos de pan blanco, vocean constantemente su mercancía: Pan de contrabando». «Su trabajo había consistido en ir a los pueblos al día siguiente de la visita del gobernador y, con un espíritu muy distinto, estrujar a los alcaldes y a los terratenientes a fin de hacerles soltar el maíz que habían ocultado para venderlo luego a un precio superior en el mercado negro». «No se dicen oraciones por los muertos, no se celebra ninguna ceremonia a menos que se paguen por anticipado quinientas pesetas (...) La religión se ha convertido en un lujo que solamente pueden permitirse aquéllos que tienen un buen empleo».
Parada y fonda en Lucena: El pecado de unas piernas sin medias en la Andalucía famélica. «En la fonda de Lucena, la cena no se servía hasta las diez y media (...) Vagamos un poco por la ciudad, deprimidos ante la horrible pobreza y miseria. Las mujeres en particular nos horrorizaban. Uno podía verlas en todas las callejuelas laterales, vestidas con harapos que nunca habían sido ropas de mujer - sacos de patatas, trozos de mantas del ejército, informes restos de capote de soldado -, con sus piernas y rostros negros de suciedad que ya no se preocupaban de lavar (...) ¿Eran realmente españoles? nos preguntamos ¿eran realmente miembros de esa orgullosa y recatada raza para quienes hacía apenas doce años incluso unas piernas sin medias eran consideradas como un pecado?». Tras una fosa común con nombre de poeta. «Sí, este era el Albaicín tal como acostumbraba ser y sin embargo ¿por qué parecía tan cambiado, tan distinto? Mientras permanecía sentado allí escuchando el canto de los gallos me llegó la respuesta. Esta era una ciudad que había matado a su poeta. E inmediatamente pensé que yo debía visitar, si podía encontrarla, la tumba de García Lorca y depositar sobre ella un ramo de flores».
Un Viva Andalucía en la España de la represión: «La Mezquita de Córdoba es, sin lugar a dudas, el primer monumento de España, el más original, y el más hermoso. Desde el momento mismo en que uno entra en el gran patio plantado con naranjos, nota una sensación de paz y armonía que es completamente distinta del ambiente de sagrada religiosidad y austeridad que rezuma de los claustros cristianos». «La gente de Córdoba se muestra excesivamente orgullosa de su ciudad. Si, por ejemplo, uno menciona el vino, te dicen que el vino de Córdoba (que no es conocido en ningún otro lugar excepto aquí) es el mejor del mundo (...) Sin embargo saben muy poco de los hombres famosos que su ciudad ha producido: han oído hablar de Séneca, pero para ellos Góngora es simplemente el nombre de una calle».
«En Málaga fuimos a decirle adiós a don Carlos (...) Escuchaba con la excitación de un escolar un partido de fútbol. Córdoba estaba jugando contra La Coruña y para su satisfacción le llevaba un gol de ventaja: “Viva Andalucía -dijo- Les mostraremos a esos gallegos que podemos ganarles”. Y tuvimos que sentarnos y aguardar pacientemente a que terminara el partido».

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