08 agosto, 2006

EL MARINE QUE RESCATO EL TESORO IRAQUI.-

LO QUE NO CUENTAN EN NUESTRA TV.
UN CORONEL NORTEAMERICANO CUENTA EN UN LIBRO COMO LOCALIZO ANTIGÜEDADES EXPOLIADAS EN BAGDAD.
Si se echa un vistazo al currículum del marine estadounidense Matthew Bogdanos, se puede pensar que su vida ha dado muchas vueltas sin tener claro lo que quiere hacer con su destino. Pero, si se miran los resultados, es fácil pensar que ha hecho de su gran pasión, el arte clásico, un trabajo que le ha deparado grandes momentos. Hasta la fecha, lleva ya encontradas alrededor de 5.000 antigüedades en seis países diferentes a partir de la investigación del saqueo del Museo Arqueológico de Irak, en Bagdad.
Ese periplo como salvador de causas nobles lo ha vertido en el libro «Thieves of Bagdad», ladrones de Bagdad. La desbandada de patrimonio artístico tras la guerra de 2003 fue calificada por los expertos como una tragedia irreparable. Él no se lo creyó del todo. Así que se puso a buscar y halló reliquias, en algunos casos, de una manera sorprendente. Uno de esos objetos lo encontró en Nueva York. Se vio con su contacto en una cafetería de la zona de Midtown, la zona del centro de Manhattan. Allí, «me pasaron en un sobre marrón una moneda de 4.000 años», cuenta en su libro.
Entre los objetos recuperados más importantes se encuentra la Máscara de Warka, la «Mona Lisa Sumeria», que data del año 3100 antes de Jesucristo, que era el objeto más preciado del Museo Arqueológico de Irak. También, ha encontrado la estatua del rey acadio Bassetki, que data del año 2300 a. C., y un jarrón sagrado de Warka, del año 3200 a. C.
Asimismo, también está ya en buenas manos el toro de Ninhursag, fechado en el año 2.500 a. C., y un busto asirio, del 900 a. C. Entre las piezas que todavía quedan por encontrar, destacan una estatua de Lagash y varios objetos tallados en mármol.
Pero, aun así, Matthew dice que las antigüedades no son su trabajo, sí «su gran pasión». Le enseñó a amarlas su madre. Ya desde niño solía leerle «La Iliada» para entretenerle mientras comía en el restaurante griego que tenían. Pero, este coronel de la Reserva de Marines se hizo asistente del fiscal del distrito en Manhattan y boxeador de peso medio. De pequeño miraba a los abogados que iban al restaurante de sus padres. No le caían bien porque dejaban malas propinas. Entonces no sabía que algún día él sería uno de ellos. También le dio tiempo a sacarse una licenciatura en Estudios Clásicos, otra en Derecho, además de especializaciones en el Colegio de Guerra. Justo después de los ataques de las Torres Gemelas el 11 de septiembre de 2001, Matthew fue desplegado en Afganistán. Allí, se puso al mando de un grupo encargado de obtener información en dicho país de 11 de líderes de Al Qaida y del régimen talibán. Por ello, le recompensaron con una estrella de bronce, la cuarta condecoración más alta en el Ejército, que se entrega en reconocimiento al valor, heroísmo y mérito.
En abril de 2003 empezó la que estaba destinada a ser «misión imposible», a saber, la investigación del saqueo del Museo Arqueológico de Irak, que concluyó con la recuperación de 5.000 piezas. Trabajar en Manhattan como ayudante del fiscal contra los astutos abogados de la Gran Manzana le dio tablas a la hora de buscar tesoros, aunque reconoce que siempre se lo ponían difícil: «Cuando hablaba con una persona nunca decía que tenía el objeto, siempre era un amigo de un amigo». Matthew ahora ha vuelto a su trabajo de Nueva York como asistente del fiscal del distrito, hasta que se le ocurra volver a hacer algo grande.
Un ejemplo mas, de lo que consiguen realizar esos “aficionados” que los americanos improvisan para hacer sus guerras.

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