LA VERDADERA HISTORIA DE LA CANCION LEGIONARIA. HABLA UN CABALLERO LEGIONARIO.
El más atractivo y conmovedor canto legionario - que no el himno de La Legión - es, sin duda alguna “"El Novio de La Muerte". Conozco su historia de primerísima mano. Me la contó la mujer que tuvo el honor de estrenarla y hacerlo popular como “cuplé”, pues ése fue su origen, la canzonetista Mercedes Fernández, denominada artísticamente “Lola Montes”.
Para oírla: http://www.unamu.org/ (Música Militar española).
Mi inolvidable amigo el novelista y legionario - y general de Infantería - Antonio Maciá Serrano, publicó en ABC un precioso artículo bajo el título “de cuplé a himno, pasando por la Legión”. Recordaba Maciá Serrano el origen teatral de la famosa canción legionaria, cuyo estreno atribuía a una canzonetista muy famosa de la época, llamada Salud Ruiz. Casi “a vuelta de correo”, publicó ABC una “carta al director”, en la que una tonadillera, ya muy mayor - 80 y muchos - “Lola Montes”, se presentaba como la auténtica protagonista del estreno del “cuplé”.
Me apresuré a tomar contacto con ella, como providencial medio para conocer las vicisitudes de aquel estreno, ignoradas por todos. Doña Mercedes, que pese a su elevada edad, conservaba muchos rasgos de su belleza, me contó que había empezado su vida artística muy niña, como bailarina del Real, pero que, como tenía muy buena voz, se pasó pronto la zarzuela. Por aquellos años, que debían ser los que siguieron a la guerra europea, como se llamó entonces a la primera Guerra mundial, se enamoró de un género muy en boga, llamado “el cuplé”, en el que triunfaban artistas como Raquel, la Goya, Carmen Flores o “La Argentinita”. Doña Mercedes debutó, con todo éxito, en la llamada “catedral del género”, el teatro Romea. Su buena acogida la llevó a todos los de España, y, más tarde, a los de Europa y América. Siempre triunfante, nuestra “Lola Montes”, seguiría en los escenarios hasta 1930, año en el que se retiró para casarse y crear una familia, a la que se consagró por completo, pese a las numerosas ofertas artísticas que la seguían persiguiendo.
Un día, de principios de julio de 1921, marchaba “Lola Montes” por la calle de la Montera, y se encontró con uno de sus letristas, Fidel Prado, que le dijo acababa de recibir la partitura de un “cuplé”, cuya letra había entregado hacía muy poco tiempo al compositor catalán Juan Costa, que, entusiasmado con el tema, le había puesto música de una sentada, y que le “había salido muy bien”. Deseoso de conocerla y de que “Lola Montes” escuchará también, la invitó a una audición que iba a celebrarse en el estudio de Modesto Romero, también gran creador de “cuplés”, que, al año siguiente, compondría “La canción del legionario” - que es el Himno de La Legión -. Y en este estudio, en la calle de Luchana número 10, se celebró la primera audición madrileña del luego famoso título, que encanto a todos los presentes, en especial a la joven canzonetista, que decidió incorporarlo inmediatamente su repertorio.
La artista, que marchaba a los pocos días a Málaga, a la cabeza de un espectáculo de “varietés”, se llevó la partitura, y, la estudio durante el viaje, con la ayuda del pianista de la compañía. Y en Málaga la dio a conocer, en el teatro Vital Aza, con un extraordinario éxito. La bella capital andaluza, después tan legionaria por la vinculación del Tercio a la cofradía de Mena, de su Semana Santa, sería, pues, el marco del estreno de este “culpé”, después “reciclado” como canto legionario. En una de las funciones de la compañía de “Lola Montes”, se hallaba presente la Exma. Sra. Duuquesa de la Victoria, que dirigía los hospitales de la Cruz Roja en Marruecos. Al terminar el espectáculo, la ilustre dama se dirigió a canzonetista y le dijo: “mira, Lola, esto tienes que cantarlo en Melilla. El general Silvestre está llevando a cabo una ofensiva en aquel territorio que puede acabar con la guerra. Tú, con este cuplé, tan bonito, tan dramático, patriótico, puedes contribuir, en gran medida, a algo tan importante como es elevar la moral de la población. ¡Te voy a recomendar para que actúes, como fin de fiesta, en la compañía de Valeriano León, que se presentara allí dentro de unos días... “ y así lo hizo, con lo que “Lola Montes” marcharía Melilla con la compañía del gran cómico, actuando como “fin de fiesta”, modalidad muy en boga entonces.
Ella misma lo evocaba en su “carta al director” de ABC: “mi actuación fue un éxito indescriptible. Cuando aparecí en el escenario vestida de enfermera, el público, compuesto por relevantes figuras de la vida civil, jefes, oficiales y tropa, me dedicó una entusiasta ovación. Y, cuando termine la canción, el auditorio, en pié, estuvo aplaudiéndome un largo rato, lo que me produjo una dulce y tierna emoción...” Mercedes vivió en la plaza los angustiosos días de julio de 1921 ,en los que se esperaba el asalto a la ciudad por las kabilas victoriosas de Annual, que se habían detenido para saquear las poblaciones inmediatas a Melilla. Gracias a ello pudo llegar a tiempo el socorro enviados desde Ceuta por mar - entre otros el Comandante Franco Bahamonde, con la I Bandera de La Legión -. Fueron días inolvidables para la canzonetista. Desde entonces, “El novio de la muerte” se convirtió en una de las obras más destacadas de su repertorio, como lo sería, posteriormente, para Salud Ruiz, Manolo Derkas y otras figuras del “cuplé” de aquellos días.
El teniente coronel Millán - Astray, Jefe del Tercio, vio en el título de Prado y Costa, por la fuerza emocional que encerraba la letra, un valioso canto legionario, que se interpretaría, desde entonces, al ritmo de marcha. En 1952, el director músico de la banda del Tercio, Angel García Ruiz, tuvo la genial idea - sí, genial, porque no puede calificarse de otra manera - de adaptar el ritmo de la obra al paso procesional de los desfiles de la Semana Santa de Ceuta. Fue el Miércoles Santo de 1952, en lo que entonces se llamaba “Puente Almina”, hoy Plaza del General Galera. Cofradía del Nazareno y La Esperanza: por “la emoción del momento” - y el "traqueteo" que le dieron los Caballeros Legionarios que portaban a La Virgen - se rompieron las barras de palio de su trono. Al día siguiente, se cantó en Málaga, junto al Santísimo Cristo de la Buena Muerte y Animas. Y, de esta forma, cobraron letra y música su más expresiva dimensión dramática, convirtiéndose el título en una música para honrar a los caídos. Se hacía así realidad, una vez más, el milagro de la “redención legionaria”, que lo mismo era capaz de convertir en caballeros a unos hombres, en muchos casos, marginados por la sociedad, que en transformar a un modesto “cuplé” de cabaret en un canto para acompañar a Cristo clavado en la Cruz por las calles de España.
No fue hasta 1928, cuando La Legión decidió nombrar su Protector – que no su Patrón - al entonces Cristo tallado por Pedro de Mena, el discípulo de Alonso Cano, que el que ahora se procesiona es de Paco Palma. Antes, 1924 -- hubo un contacto personal del Lugarteniente de La Legión, Francisco Franco, con la Congregación – que no Cofradía –.
La Soledad que acompaña al Cristo, también tiene una historia muy bonita relacionada con La Armada española. Al fin y al cabo, es también Historia de Málaga.
UN ARTICULO EN EL FARO DE CEUTA. (PARCIAL).
Tenía nueve años. Vivía en Ceuta y estaba aquel Miércoles Santo de 1952 en el entonces llamado Puente Almina, en un balcón de la Casa Cosío, en el domicilio de la inolvidable y cariñosa Fina. Junto a mis padres, indescriptiblemente emocionado, Gerardo Rodríguez de Costa, antiguo Oficial de La Legión, un caballero español. ¡Vaya la belleza y el tronío de las damas que adornaban aquel balcón!
Se estrenaba – a ritmo lento, a ritmo de procesión – “El Novio de La Muerte”. Aquello fue un clamor que los recuerdos de aquel niño, no son capaces de transmitir. Don Angel García Ruiz, Director a la sazón, de la Laureada Banda, era el responsable de lo que ocurría.
Al día siguiente, sonaría por vez primera, por las calles de Málaga donde vivo y donde la escucho todos los años cuando acompaño al Santísimo Cristo de La Buena Muerte y Animas y a María Santísima de la Soledad.
Pero hasta ese momento la Canción había recorrido una larga singladura... /...
La genial inspiración de Don Angel García Ruiz, hizo el resto. Y una canción nacida con vocación cabaretera, se redimió acompañando a Cristo por las calles de España. Todos los años, en Málaga, las largas cornetas africanas casi rompen los cristales de la ciudad, tocadas por hombres con dolor de lobo en el corazón, que llegan a nuestra Legión como a un matrimonio por amor de verdad y emocionante: nada importa su vida anterior, conscientes de que a la Muerte no hay que tenerle miedo, porque la Muerte no es el Final y porque solo ocurre una vez. Lo difícil es vivir siendo un cobarde o un mal español.
El más atractivo y conmovedor canto legionario - que no el himno de La Legión - es, sin duda alguna “"El Novio de La Muerte". Conozco su historia de primerísima mano. Me la contó la mujer que tuvo el honor de estrenarla y hacerlo popular como “cuplé”, pues ése fue su origen, la canzonetista Mercedes Fernández, denominada artísticamente “Lola Montes”.
Para oírla: http://www.unamu.org/ (Música Militar española).
Mi inolvidable amigo el novelista y legionario - y general de Infantería - Antonio Maciá Serrano, publicó en ABC un precioso artículo bajo el título “de cuplé a himno, pasando por la Legión”. Recordaba Maciá Serrano el origen teatral de la famosa canción legionaria, cuyo estreno atribuía a una canzonetista muy famosa de la época, llamada Salud Ruiz. Casi “a vuelta de correo”, publicó ABC una “carta al director”, en la que una tonadillera, ya muy mayor - 80 y muchos - “Lola Montes”, se presentaba como la auténtica protagonista del estreno del “cuplé”.
Me apresuré a tomar contacto con ella, como providencial medio para conocer las vicisitudes de aquel estreno, ignoradas por todos. Doña Mercedes, que pese a su elevada edad, conservaba muchos rasgos de su belleza, me contó que había empezado su vida artística muy niña, como bailarina del Real, pero que, como tenía muy buena voz, se pasó pronto la zarzuela. Por aquellos años, que debían ser los que siguieron a la guerra europea, como se llamó entonces a la primera Guerra mundial, se enamoró de un género muy en boga, llamado “el cuplé”, en el que triunfaban artistas como Raquel, la Goya, Carmen Flores o “La Argentinita”. Doña Mercedes debutó, con todo éxito, en la llamada “catedral del género”, el teatro Romea. Su buena acogida la llevó a todos los de España, y, más tarde, a los de Europa y América. Siempre triunfante, nuestra “Lola Montes”, seguiría en los escenarios hasta 1930, año en el que se retiró para casarse y crear una familia, a la que se consagró por completo, pese a las numerosas ofertas artísticas que la seguían persiguiendo.
Un día, de principios de julio de 1921, marchaba “Lola Montes” por la calle de la Montera, y se encontró con uno de sus letristas, Fidel Prado, que le dijo acababa de recibir la partitura de un “cuplé”, cuya letra había entregado hacía muy poco tiempo al compositor catalán Juan Costa, que, entusiasmado con el tema, le había puesto música de una sentada, y que le “había salido muy bien”. Deseoso de conocerla y de que “Lola Montes” escuchará también, la invitó a una audición que iba a celebrarse en el estudio de Modesto Romero, también gran creador de “cuplés”, que, al año siguiente, compondría “La canción del legionario” - que es el Himno de La Legión -. Y en este estudio, en la calle de Luchana número 10, se celebró la primera audición madrileña del luego famoso título, que encanto a todos los presentes, en especial a la joven canzonetista, que decidió incorporarlo inmediatamente su repertorio.
La artista, que marchaba a los pocos días a Málaga, a la cabeza de un espectáculo de “varietés”, se llevó la partitura, y, la estudio durante el viaje, con la ayuda del pianista de la compañía. Y en Málaga la dio a conocer, en el teatro Vital Aza, con un extraordinario éxito. La bella capital andaluza, después tan legionaria por la vinculación del Tercio a la cofradía de Mena, de su Semana Santa, sería, pues, el marco del estreno de este “culpé”, después “reciclado” como canto legionario. En una de las funciones de la compañía de “Lola Montes”, se hallaba presente la Exma. Sra. Duuquesa de la Victoria, que dirigía los hospitales de la Cruz Roja en Marruecos. Al terminar el espectáculo, la ilustre dama se dirigió a canzonetista y le dijo: “mira, Lola, esto tienes que cantarlo en Melilla. El general Silvestre está llevando a cabo una ofensiva en aquel territorio que puede acabar con la guerra. Tú, con este cuplé, tan bonito, tan dramático, patriótico, puedes contribuir, en gran medida, a algo tan importante como es elevar la moral de la población. ¡Te voy a recomendar para que actúes, como fin de fiesta, en la compañía de Valeriano León, que se presentara allí dentro de unos días... “ y así lo hizo, con lo que “Lola Montes” marcharía Melilla con la compañía del gran cómico, actuando como “fin de fiesta”, modalidad muy en boga entonces.
Ella misma lo evocaba en su “carta al director” de ABC: “mi actuación fue un éxito indescriptible. Cuando aparecí en el escenario vestida de enfermera, el público, compuesto por relevantes figuras de la vida civil, jefes, oficiales y tropa, me dedicó una entusiasta ovación. Y, cuando termine la canción, el auditorio, en pié, estuvo aplaudiéndome un largo rato, lo que me produjo una dulce y tierna emoción...” Mercedes vivió en la plaza los angustiosos días de julio de 1921 ,en los que se esperaba el asalto a la ciudad por las kabilas victoriosas de Annual, que se habían detenido para saquear las poblaciones inmediatas a Melilla. Gracias a ello pudo llegar a tiempo el socorro enviados desde Ceuta por mar - entre otros el Comandante Franco Bahamonde, con la I Bandera de La Legión -. Fueron días inolvidables para la canzonetista. Desde entonces, “El novio de la muerte” se convirtió en una de las obras más destacadas de su repertorio, como lo sería, posteriormente, para Salud Ruiz, Manolo Derkas y otras figuras del “cuplé” de aquellos días.
El teniente coronel Millán - Astray, Jefe del Tercio, vio en el título de Prado y Costa, por la fuerza emocional que encerraba la letra, un valioso canto legionario, que se interpretaría, desde entonces, al ritmo de marcha. En 1952, el director músico de la banda del Tercio, Angel García Ruiz, tuvo la genial idea - sí, genial, porque no puede calificarse de otra manera - de adaptar el ritmo de la obra al paso procesional de los desfiles de la Semana Santa de Ceuta. Fue el Miércoles Santo de 1952, en lo que entonces se llamaba “Puente Almina”, hoy Plaza del General Galera. Cofradía del Nazareno y La Esperanza: por “la emoción del momento” - y el "traqueteo" que le dieron los Caballeros Legionarios que portaban a La Virgen - se rompieron las barras de palio de su trono. Al día siguiente, se cantó en Málaga, junto al Santísimo Cristo de la Buena Muerte y Animas. Y, de esta forma, cobraron letra y música su más expresiva dimensión dramática, convirtiéndose el título en una música para honrar a los caídos. Se hacía así realidad, una vez más, el milagro de la “redención legionaria”, que lo mismo era capaz de convertir en caballeros a unos hombres, en muchos casos, marginados por la sociedad, que en transformar a un modesto “cuplé” de cabaret en un canto para acompañar a Cristo clavado en la Cruz por las calles de España.
No fue hasta 1928, cuando La Legión decidió nombrar su Protector – que no su Patrón - al entonces Cristo tallado por Pedro de Mena, el discípulo de Alonso Cano, que el que ahora se procesiona es de Paco Palma. Antes, 1924 -- hubo un contacto personal del Lugarteniente de La Legión, Francisco Franco, con la Congregación – que no Cofradía –.
La Soledad que acompaña al Cristo, también tiene una historia muy bonita relacionada con La Armada española. Al fin y al cabo, es también Historia de Málaga.
UN ARTICULO EN EL FARO DE CEUTA. (PARCIAL).
Tenía nueve años. Vivía en Ceuta y estaba aquel Miércoles Santo de 1952 en el entonces llamado Puente Almina, en un balcón de la Casa Cosío, en el domicilio de la inolvidable y cariñosa Fina. Junto a mis padres, indescriptiblemente emocionado, Gerardo Rodríguez de Costa, antiguo Oficial de La Legión, un caballero español. ¡Vaya la belleza y el tronío de las damas que adornaban aquel balcón!
Se estrenaba – a ritmo lento, a ritmo de procesión – “El Novio de La Muerte”. Aquello fue un clamor que los recuerdos de aquel niño, no son capaces de transmitir. Don Angel García Ruiz, Director a la sazón, de la Laureada Banda, era el responsable de lo que ocurría.
Al día siguiente, sonaría por vez primera, por las calles de Málaga donde vivo y donde la escucho todos los años cuando acompaño al Santísimo Cristo de La Buena Muerte y Animas y a María Santísima de la Soledad.
Pero hasta ese momento la Canción había recorrido una larga singladura... /...
La genial inspiración de Don Angel García Ruiz, hizo el resto. Y una canción nacida con vocación cabaretera, se redimió acompañando a Cristo por las calles de España. Todos los años, en Málaga, las largas cornetas africanas casi rompen los cristales de la ciudad, tocadas por hombres con dolor de lobo en el corazón, que llegan a nuestra Legión como a un matrimonio por amor de verdad y emocionante: nada importa su vida anterior, conscientes de que a la Muerte no hay que tenerle miedo, porque la Muerte no es el Final y porque solo ocurre una vez. Lo difícil es vivir siendo un cobarde o un mal español.
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