06 enero, 2009

CEUTA: LOS RECUERDOS IMBORRABLES I.-




De izq. a dcha. Las hermanas Postigo - Lourdes y Maria del Carmen - el anfitrión, el "inevitable" Pepito Ibañez, Mariblanca, Mamen. Vicentito - albricias, sonríe - Pili - simpre dulce - Pili Romero y Pacita. Alrededor del 5 de Junio de 1950.

Cuando murió mi padre – Agosto 1957 – y, un mes después, hube de irme de Ceuta, no suponía yo que en Julio de 1959, recién aprobado el curso Preuniversitario, volvería a la misma casa donde había vivido, tan feliz, desde 1946. La Empresa - Ybarrola S. A. - que dirigía mi padre, me cedió el uso del llamado “Departamento de Directores” – una suite que no veas - sito en la planta baja del edificio de estilo colonial inglés, donde, antaño, yo moraba los veranos – buscando el fresquito y, por qué no, la independencia – ya que toda la planta alta había sido nuestra vivienda y ya no había muebles.
Y recordé, vaya que sí, las cosas de las que nunca había sido consciente de que recordaba. Fue una sensación de paz, a la vez que de nostalgia: ¿nostalgia con 16 años? Pues sí. A modo y manera de resumen, fueron – y aun lo son – estos:
SONIDOS:
La campana de la improvisada iglesia de Villa Jovita.
Los gritos de los niños que venían del Barrio de la Latas o de los edificios de la Junta del Puerto.
El cañonazo – y la sirena – de las doce de la mañana, cada día.
OLORES:
A carpintero de ribera, en los bajos del Puente Almina.
A “volaores”, por la Plaza de los Reyes, “abajo a la izquierda”.
A talabartería moruna, subiendo las escalerillas junto al “Campanero”.
A algas en bajamar en la playa de Calamocarro.
A resina en el Monte Hacho – mas bien en San Antonio - con el calor de la canícula.
A viento de levante, cargado de humedad, por la mañana temprano.
1.- La cabra tira al monte. Al fondo el Monte Hacho.
2.- Un artículo, muchos años después - 2005 - en El Faro.
3.- Aquel niño, paseando por el jardín.
4.- "Intensa vida social". Merienda al aire libre.
5.- El Ala Este. Abajo, el despacho de mi padre.
6.- Vista completa de la casa.
El texto completo del artículo:
LA HISTORIA DE LA CANCION LEGIONARIA “EL NOVIO DE LA MUERTE.”
Tenía once años. Vivía en Ceuta y estaba aquel Miércoles Santo de 1952 en el entonces llamado Puente Almina, en un balcón de la Casa Cosío, en el domicilio de la inolvidable y cariñosa Fina. Junto a mis padres, indescriptiblemente emocionado, Gerardo Rodríguez de Costa, antiguo Oficial de La Legión, un caballero español. ¡Vaya la belleza y el tronío de las damas que adornaban aquel balcón!
Se estrenaba – a ritmo lento, a ritmo de procesión – “El Novio de La Muerte”. Aquello fue un clamor que los recuerdos de aquel niño, no son capaces de transmitir. Don Angel García Ruiz, Director a la sazón, de la Laureada Banda, era el responsable de lo que ocurría.
Al día siguiente, sonaría por vez primera, por las calles de Málaga donde vivo y donde la escucho todos los años cuando acompaño al Santísimo Cristo de La Buena Muerte y Animas y a María Santísima de la Soledad.
Pero hasta ese momento la Canción había recorrido una larga singladura.
Lola Montes, seudónimo de Doña Mercedes Fernández, fue – según el General Maciá Serrano -- quien primero la cantó, como un cuplé, que fue como nació.
Un día, a primeros de Julio de 1921, paseaba Doña Mercedes por la madrileña calle de la Montera, cuando se encontró con el letrista, Don Fidel Prado quien le hizo saber que acababa de entregar su trabajo al autor de la música, Don Juan Costa y, también, que estaba muy satisfecho del resultado obtenido. Y juntos marcharon para asistir a una audición, en el estudio de Don Modesto Romero, autor de éxito en la época, en la calle Luchana, cuyo resultado fue el de la incorporación de la pieza musical al repertorio de la cantante.
Doña Mercedes cantó en público, por primera vez, el cuplé a los pocos días, en el ya desaparecido Teatro Vital Aza de Málaga. Entre el público estaba la señora Duquesa de La Victoria, responsable de los hospitales de la Cruz Roja en Marruecos -- en pleno conflicto con el rifeño Abdelkrim -- quien animó a la canzonetista a ir a Melilla a cantar. Y así lo hizo, precisamente unos días antes del llamado Desastre de Annual, repitiéndose el éxito logrado en el Teatro malagueño.
En seguida el Fundador, entonces Teniente Coronel Millán Astray – un hombre hecho de raíces de árboles, al decir del profesor La Cierva – captó la asociación entre la letra del cuplé y el Credo Legionario por él redactado, convirtiéndola en Canción Legionaria.
La genial inspiración de Don Angel García Ruiz, hizo el resto. Y una canción nacida con vocación cabaretera, se redimió acompañando a Cristo por las calles de España. Todos los años, en Málaga, las largas cornetas africanas casi rompen los cristales de la ciudad, tocadas por hombres con dolor de lobo en el corazón, que llegan a nuestra Legión como a un matrimonio por amor de verdad y emocionante: nada importa su vida anterior, conscientes de que a la Muerte no hay que tenerle miedo, porque la Muerte no es el Final y porque solo ocurre una vez. Lo difícil es vivir siendo un cobarde o un mal español.
José Ignacio Rosende Pimentel.

No hay comentarios: