06 enero, 2009

PAÑUELITOS.-




Cuando anda de por medio el horror de la guerra y de la muerte, se nublan hasta las causas, los orígenes y la interpretación de sus espantos. Se mide todo desde la distancia, y la verdad de cada uno demanda la valentía de ser ofrecida sin prudencias ni cautelas. Ya lo he escrito, recientemente. En el permanente pulso político y enfrentamiento bélico entre el terrorismo palestino y el Estado libre y democrático de Israel, estoy y estaré siempre del lado de la libertad y la democracia, es decir, de Israel. A pesar de su dureza, a pesar de sus extralimitaciones, a pesar de su aparente frialdad, creo en su razón, en sus necesidades de defenderse y en la realidad incuestionable de una causa común que compromete a la civilización occidental. Ellos, los israelitas, son el tapón, limpio o sucio, que impide la expansión del medievalismo brutal del terrorismo religioso del Islam. Pero siempre, ante la visión de la masacre, el pensamiento duda hasta que la visión del ridículo ampara la fortaleza del pensamiento. Días atrás, un deleznable consejero del Gobierno vasco, siempre atacado por un frenesí comprensivo en favor de los familiares de los terroristas etarras, acudía al Parlamento de Vitoria con un pañuelo palestino anudado a su orondo cuello. Me refiero a Javier Madrazo, tan cercano a los batasunos. En una manifestación de las muchas que se convocan en las provincias vascongadas, dos días atrás, el ex-etarra y dirigente batasuno Arnaldo Otegui presidía la línea del pancarterío con un pañuelo palestino anudado a su cuello, también orondo y pochomaduro. Ayer, la indescriptible progresista de Visa Platino Pilar Bardem, su hijo, el inconmensurable rojo de Hollywood con Visa Oro Javier Bardem y unos cuantos más desmenuzados estéticamente, con su pañuelo palestino, llamaban «asesinos» a los israelitas y no reparaban en la realidad del terrorismo de Hamas. Gracias a Madrazo, a Otegui y a los Bardem y compañeros estéticamente desmenuzados, he comprendido que la razón está -no por mis convicciones-, sino por la simple decencia política, del lado del Estado de Israel. Madrazo ha despreciado con distancia cobarde a las víctimas del terrorismo etarra. Otegui ha sido un terrorista etarra reconvertido en portavoz del terrorismo desde la plataforma de Batasuna. Y los Bardem, tan bien recibidos en las alfombras coloradas de Hollywood y del festival de cine de San Sebastián, jamás han protestado allí -en San Sebastián- ni con pegatinas, ni con pancartas ni con palabras, contra el terrorismo de la ETA. Es más, Pilar Bardem tuvo la ocurrencia de regalar un ramo de rosas blancas a Jone Goricelaya, abogada de la ETA y distinguida dirigente de Batasuna. No se trata de una cuestión anecdótica, sino de una constatación irrebatible. Nos falta la solidaridad con Hamas del cineasta porteño Luppi, que se pondrá el pañuelo palestino -junto a Maradona- en Madrid o Buenos Aires, nunca en Gaza, que eso queda lejano y es más peligroso. Llamar «asesino» al único Estado democrático del Oriente Próximo traduce el sentido de la libertad que tienen los del pañuelito. Y nos reafirma, a los que desde la duda y el estupor que siempre produce una guerra odiamos la muerte de los inocentes, la firmeza legítima de la defensa de la libertad. Esos pañuelitos, en Gaza. Aquí son necios instrumentos de vaciedad y esnobismo progre.
Alfonso Ussía.

No hay comentarios: