



Y si el jilguero se exalta
entonando Salves frescas,
el tiempo hará el milagro
y serán, ya platerescas.
Enormes bajorrelieves
del amor y del querer,
que consiguió con su fuerza
La Virgen del Gran Poder.
Y todos los callejones
serán por siempre de ensueño,
si yo voy, ya, de tu mano,
por ellos, enloqueciendo,
tan feliz, " ensimismao",
satisfecho y "realizao",
que,en Patio de los Naranjos,
solos, se irán convirtiendo.
Ahora, recordaba también, la otra copla, la mediterránea, que le sonaba, aunque no lo fuese, a verdial de los montes, le olía a jara, tomillo, romero y salvia y que, cantando a Málaga, hablaba de su Limonar, su Parque lleno de flores y su Caleta, en la que amparado por el collar de montes tapizados en verde primavera que protege a la ciudad de la invasión de los bárbaros del norte, montó guardia a la espera de su nereida, que había sido su buena estrella, el cometa al que siguió y, por ser, hasta su cruz. Y es que aquellos también eran los colores de María Luisa: azul, plata, luz y blanco.
Y si las lilas del tiempo
crecieron entre las rosas,
se detendrán sus espinas,
convirtiéndose en jazmines
de alegría comprimida
por el paso de los años,
por la claridad de tu alma
y el ejemplo que es tu vida.
Y al oscuro atardecer
de vacío y de tinieblas,
seguirá un amanecer,
de resplandor y de luz
en el que quiero vivir,
envuelto en ellos cual Halo
de Soledad malagueña
para entre Las Dos, morir.
De “Entre jazmines y azahares”.
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