DETENCIONES Y ENCARCELAMIENTOS.
A la mañana siguiente entraron en Cádiz las fuerzas del Grupo de Regulares nº 3 que habían salido el día anterior de Ceuta para integrar la columna hacia Sevilla bajo el mando del general Mena, yendo enseguida sus oficiales a saludar efusivamente a Varela, su admirado jefe en las campañas de Marruecos. Sin embargo sobre las cinco y media de la tarde el coronel Martín de Pinillos se presentó ante Varela con una orden del ministerio de la Guerra: "Lamento darle una mala noticia". Azaña le cesaba en el mando del regimiento quedando en situación de disponible. El bilaureado militar acató disciplinadamente la orden y entregó su unidad al teniente coronel Ernesto Marina Arias, quien por ordenanza le correspondía, retirándose seguidamente a su pabellón. Casi tres horas después acudió apesadumbrado a verle el teniente coronel Joaquín Fernández Trujillo, jefe de la Comandancia de la Guardia Civil, con otra orden del ministerio: "Proceda a la busca y captura del Excmo. Sr. Coronel Varela y una vez detenido que ingrese en el Castillo de Santa Catalina". Cuando minutos después Varela ingresó en la prisión militar gaditana se encontró que allí ya estaban detenidos el general de Caballería retirado Francisco Merry Ponce de León y dos jefes de la Guardia Civil, el coronel Arturo Roldán Trápaga y el teniente coronel Pedro Romero Basart. Estos eran los mandos del 28º Tercio del Instituto, con cabecera en Jerez de la Frontera, cuya fuerza había sido la única que se había unido inicialmente a la sublevación en la provincia de Cádiz, habiendo llegado a ocupar incluso el ayuntamiento y detener a su alcalde y varios concejales. De madrugada ingresaron nuevos detenidos, esta vez procedentes de Sevilla: Se trataban del hijo y del ayudante personal del propio Sanjurjo, el capitán de Infantería Justo Sanjurjo Jiménez-Peña y el teniente coronel de Estado Mayor Emilio Esteban-Infantes Martín, así como el general de brigada de Ingenieros en situación de primera reserva, Miguel García de la Herrán, segundo jefe de la sublevación sevillana, quedando todos incomunicados en celdas diferentes. El día 13 fueron conducidos a Madrid, García de la Herrán, Esteban-Infantes y el hijo de Sanjurjo para ser juzgados, permaneciendo incomunicados el resto. Mientras tanto en Cádiz el juez de instrucción Juan García Murga, cumplimentando un exhorto del magistrado Dimas Camarero, delegado especial de la Sala de Justicia Militar del Tribunal Supremo, empezó a tomar manifestación a los detenidos y les comunicó su procesamiento, siendo Varela asistido en calidad de defensor por el capitán de Artillería Julio Ramos Hermoso.
El 25 de agosto, fecha en que Sanjurjo era condenado en juicio sumarísimo por el delito de rebelión militar junto a sus más directos colaboradores, se levantó la incomunicación a Varela, siendo trasladado por el comandante de la Guardia Civil José Romero Fialo hasta Sevilla, en automóvil "con el fin de evitar publicidad", en donde se encontraban otros implicados en la trama golpista.
Horas antes había sido interrogado sobre si había animado a sublevarse a los comandantes de Infantería Antonio Vega Montes de Oca y Apolo Ruiz Marset así como si había participado en unas reuniones secretas en el domicilio gaditano de Ramón de Carranza, contestando negativamente si bien reafirmó la buena amistad que mantenía con el antiguo alcalde de la ciudad.
El castillo de Santa Catalina no obstante volvió a custodiar a algunos de los condenados por dicha sublevación. Incluso su promotor, el propio general Sanjurjo, cumplió parte de su condena entre sus muros, tras ser trasladado bajo escolta policial el 6 de enero de 1934 por el comisario jefe de la División Social Telmo Almellones, desde el penal cántabro de El Dueso.
VARELA ABSUELTO Y CONSPIRADOR.
El 12 de diciembre Varela pasó a la cárcel central de Guadalajara y el 14 de febrero de 1933 fue puesto en libertad por sobreseimiento provisional de su causa, quedando en situación de disponible. Casi un año después, como consecuencia de su brillante expediente militar se incorporó, no sin polémica y reticencias de algunos sectores, a la Escuela Superior de Guerra para asistir al curso de ascenso a general, obteniendo el primer puesto de su promoción. El 9 de noviembre de 1934 se recibió en el Ministerio de la Guerra el testimonio judicial que le exoneró definitivamente de responsabilidad penal por la "Sanjurjada", siendo finalmente ascendido el 30 de octubre del año siguiente a general de brigada, si bien la República nunca volvió a darle un destino. Sin embargo ya para entonces Varela, que sufrió injustamente prisión por los sucesos de 1932, si se había convertido en esta ocasión en un conspirador contra la República y en el verdadero hombre de Sanjurjo -exiliado en Portugal- para una nueva conjura militar. Durante el periodo carcelario, en el que se volvió profundamente crítico contra el sistema, contactó con numerosos militares antirrepublicanos y destacados miembros del Requeté, también presos, llegando incluso a redactar sus ordenanzas castrenses. Su camino para liderar la sublevación gaditana del 18 de julio de 1936 había comenzado al día siguiente de fracasar la "Sanjurjada" y se forjó en los meses de prisión que siguieron a continuación. ¿Qué hubiera pasado si Varela sólo hubiera sido cesado y no detenido y encarcelado en 1932? Tal vez no hubieran cambiado mucho los acontecimientos históricos, pero lo cierto es que a partir de entonces el militar gaditano quedó estigmatizado por la República. Cuando tras la frustrada intentona golpista madrileña del 19 de abril de 1936 fue confinado en Cádiz, su relevo en la conspiración fue el general de brigada de Infantería Emilio Mola Vidal, quien sería conocido en la preparación de la sublevación militar del 18 de julio como "El Director". Éste a su vez dio entrada en el grupo de generales conspiradores a dos hombres que Varela no quiso incorporar y que sin embargo tuvieron un peso específico en el alzamiento: Gonzalo Queipo de Llano Sierra, Inspector General de Carabineros y Miguel Cabanellas Ferrer, jefe de la 5ª División Orgánica de Zaragoza.
Setenta años después, queda mucha historia por escribir.
Artículo escrito por Jesús Núñez y publicado en el "DIARIO DE CADIZ" del 11 de agosto de 2002.
JOSE ANTONIO PRIMO DE RIVERA, DESDE LA CÁRCEL.
Desde la cárcel Modelo de Madrid, donde se hallaban incomunicados, José Antonio y Miguel Primo de Rivera elevaron un escrito al juez, el 19 de agosto de 1932, en demanda de justicia. No se les había dicho el motivo de su detención. José Antonio se hallaba desde el día 5 de agosto en San Sebastián y el día 11 se trasladó a Irún para recibir el cadáver de la duquesa de Fernán Núñez, fallecida en Berlín. Al regresar de la estación, la Policía le detuvo, y acto seguido fue conducido a Madrid. Miguel se encontraba desde el 16 de julio en Jerez de la Frontera y desde allí se había trasladado a San Sebastián, donde, a su llegada, fue detenido. "Los autores de estas líneas –se dice en el escrito autógrafo de José Antonio, dirigido al Juzgado especial, que figura en el sumario instruido por los sucesos del 10 de agosto – eran totalmente ajenos al Movimiento. Es absurdo que, estando complicados en él, y dadas su juventud y su significado familiar, hubieran dejado que los colegas de conspiración arrostraran todos los peligros del combate que se desarrolló aquella madrugada, mientras ellos gozaban de su veraneo. Por otra parte, si les quisiera alguien suponer a tal extremo precavidos, era mucho más lógico haber esperado noticias al otro lado de la frontera (uno pasó a Francia la víspera del Movimiento; el otro estaba a pocos kilómetros de Gibraltar) que no dejarse prender inocentemente después del fracaso. Además, ni el uno iba a pasar en el tren la noche de los acontecimientos, ni uno y otro iban a exhibirse al otro día de frustrarse la intentona en sitios tan visibles como el hotel Continental, de San Sebastián, y la estación de Irún durante un traslado fúnebre muy notorio y concurrido. Por último, no dejará de pesar en el ánimo del Juzgado esta consideración: don Fernando Primo de Rivera, oficial aviador, hermano de los firmantes, estuvo de guardia en el aeródromo de Getafe en la noche de los sucesos, y ha sido públicamente ensalzado por la puntualidad con que cumplió las órdenes superiores; y es inadmisible que una familia, unida hasta el punto de que todos los hermanos, no obstante ser huérfanos de padre y madre y mayores de edad, viven en la misma casa, se hubieran dividido en dos bandos en trance tan serio como la rebelión del día 10".
FRANCO EL DIEZ DE AGOSTO DE 1932.
Cuentan que la obsesión de Azaña, era conocer el paradero – y la actitud – de Franco, a la sazón General de Brigada destinado en La Coruña – entonces se denominaba “así” – y que pasó el día trabajando normalmente.
Con posterioridad, Sanjurjo lo llamó al Penal del Dueso, ya que deseaba solicitar que actuase como su defensor en el Consejo de Guerra que se avecinaba. Franco le dijo: “Mi General, cuando un militar se subleva y fracasa, se ha ganado el derecho a morir”.
Sanjurjo, buscó otro defensor.
Profesor La Cierva.
A la mañana siguiente entraron en Cádiz las fuerzas del Grupo de Regulares nº 3 que habían salido el día anterior de Ceuta para integrar la columna hacia Sevilla bajo el mando del general Mena, yendo enseguida sus oficiales a saludar efusivamente a Varela, su admirado jefe en las campañas de Marruecos. Sin embargo sobre las cinco y media de la tarde el coronel Martín de Pinillos se presentó ante Varela con una orden del ministerio de la Guerra: "Lamento darle una mala noticia". Azaña le cesaba en el mando del regimiento quedando en situación de disponible. El bilaureado militar acató disciplinadamente la orden y entregó su unidad al teniente coronel Ernesto Marina Arias, quien por ordenanza le correspondía, retirándose seguidamente a su pabellón. Casi tres horas después acudió apesadumbrado a verle el teniente coronel Joaquín Fernández Trujillo, jefe de la Comandancia de la Guardia Civil, con otra orden del ministerio: "Proceda a la busca y captura del Excmo. Sr. Coronel Varela y una vez detenido que ingrese en el Castillo de Santa Catalina". Cuando minutos después Varela ingresó en la prisión militar gaditana se encontró que allí ya estaban detenidos el general de Caballería retirado Francisco Merry Ponce de León y dos jefes de la Guardia Civil, el coronel Arturo Roldán Trápaga y el teniente coronel Pedro Romero Basart. Estos eran los mandos del 28º Tercio del Instituto, con cabecera en Jerez de la Frontera, cuya fuerza había sido la única que se había unido inicialmente a la sublevación en la provincia de Cádiz, habiendo llegado a ocupar incluso el ayuntamiento y detener a su alcalde y varios concejales. De madrugada ingresaron nuevos detenidos, esta vez procedentes de Sevilla: Se trataban del hijo y del ayudante personal del propio Sanjurjo, el capitán de Infantería Justo Sanjurjo Jiménez-Peña y el teniente coronel de Estado Mayor Emilio Esteban-Infantes Martín, así como el general de brigada de Ingenieros en situación de primera reserva, Miguel García de la Herrán, segundo jefe de la sublevación sevillana, quedando todos incomunicados en celdas diferentes. El día 13 fueron conducidos a Madrid, García de la Herrán, Esteban-Infantes y el hijo de Sanjurjo para ser juzgados, permaneciendo incomunicados el resto. Mientras tanto en Cádiz el juez de instrucción Juan García Murga, cumplimentando un exhorto del magistrado Dimas Camarero, delegado especial de la Sala de Justicia Militar del Tribunal Supremo, empezó a tomar manifestación a los detenidos y les comunicó su procesamiento, siendo Varela asistido en calidad de defensor por el capitán de Artillería Julio Ramos Hermoso.
El 25 de agosto, fecha en que Sanjurjo era condenado en juicio sumarísimo por el delito de rebelión militar junto a sus más directos colaboradores, se levantó la incomunicación a Varela, siendo trasladado por el comandante de la Guardia Civil José Romero Fialo hasta Sevilla, en automóvil "con el fin de evitar publicidad", en donde se encontraban otros implicados en la trama golpista.
Horas antes había sido interrogado sobre si había animado a sublevarse a los comandantes de Infantería Antonio Vega Montes de Oca y Apolo Ruiz Marset así como si había participado en unas reuniones secretas en el domicilio gaditano de Ramón de Carranza, contestando negativamente si bien reafirmó la buena amistad que mantenía con el antiguo alcalde de la ciudad.
El castillo de Santa Catalina no obstante volvió a custodiar a algunos de los condenados por dicha sublevación. Incluso su promotor, el propio general Sanjurjo, cumplió parte de su condena entre sus muros, tras ser trasladado bajo escolta policial el 6 de enero de 1934 por el comisario jefe de la División Social Telmo Almellones, desde el penal cántabro de El Dueso.
VARELA ABSUELTO Y CONSPIRADOR.
El 12 de diciembre Varela pasó a la cárcel central de Guadalajara y el 14 de febrero de 1933 fue puesto en libertad por sobreseimiento provisional de su causa, quedando en situación de disponible. Casi un año después, como consecuencia de su brillante expediente militar se incorporó, no sin polémica y reticencias de algunos sectores, a la Escuela Superior de Guerra para asistir al curso de ascenso a general, obteniendo el primer puesto de su promoción. El 9 de noviembre de 1934 se recibió en el Ministerio de la Guerra el testimonio judicial que le exoneró definitivamente de responsabilidad penal por la "Sanjurjada", siendo finalmente ascendido el 30 de octubre del año siguiente a general de brigada, si bien la República nunca volvió a darle un destino. Sin embargo ya para entonces Varela, que sufrió injustamente prisión por los sucesos de 1932, si se había convertido en esta ocasión en un conspirador contra la República y en el verdadero hombre de Sanjurjo -exiliado en Portugal- para una nueva conjura militar. Durante el periodo carcelario, en el que se volvió profundamente crítico contra el sistema, contactó con numerosos militares antirrepublicanos y destacados miembros del Requeté, también presos, llegando incluso a redactar sus ordenanzas castrenses. Su camino para liderar la sublevación gaditana del 18 de julio de 1936 había comenzado al día siguiente de fracasar la "Sanjurjada" y se forjó en los meses de prisión que siguieron a continuación. ¿Qué hubiera pasado si Varela sólo hubiera sido cesado y no detenido y encarcelado en 1932? Tal vez no hubieran cambiado mucho los acontecimientos históricos, pero lo cierto es que a partir de entonces el militar gaditano quedó estigmatizado por la República. Cuando tras la frustrada intentona golpista madrileña del 19 de abril de 1936 fue confinado en Cádiz, su relevo en la conspiración fue el general de brigada de Infantería Emilio Mola Vidal, quien sería conocido en la preparación de la sublevación militar del 18 de julio como "El Director". Éste a su vez dio entrada en el grupo de generales conspiradores a dos hombres que Varela no quiso incorporar y que sin embargo tuvieron un peso específico en el alzamiento: Gonzalo Queipo de Llano Sierra, Inspector General de Carabineros y Miguel Cabanellas Ferrer, jefe de la 5ª División Orgánica de Zaragoza.
Setenta años después, queda mucha historia por escribir.
Artículo escrito por Jesús Núñez y publicado en el "DIARIO DE CADIZ" del 11 de agosto de 2002.
JOSE ANTONIO PRIMO DE RIVERA, DESDE LA CÁRCEL.
Desde la cárcel Modelo de Madrid, donde se hallaban incomunicados, José Antonio y Miguel Primo de Rivera elevaron un escrito al juez, el 19 de agosto de 1932, en demanda de justicia. No se les había dicho el motivo de su detención. José Antonio se hallaba desde el día 5 de agosto en San Sebastián y el día 11 se trasladó a Irún para recibir el cadáver de la duquesa de Fernán Núñez, fallecida en Berlín. Al regresar de la estación, la Policía le detuvo, y acto seguido fue conducido a Madrid. Miguel se encontraba desde el 16 de julio en Jerez de la Frontera y desde allí se había trasladado a San Sebastián, donde, a su llegada, fue detenido. "Los autores de estas líneas –se dice en el escrito autógrafo de José Antonio, dirigido al Juzgado especial, que figura en el sumario instruido por los sucesos del 10 de agosto – eran totalmente ajenos al Movimiento. Es absurdo que, estando complicados en él, y dadas su juventud y su significado familiar, hubieran dejado que los colegas de conspiración arrostraran todos los peligros del combate que se desarrolló aquella madrugada, mientras ellos gozaban de su veraneo. Por otra parte, si les quisiera alguien suponer a tal extremo precavidos, era mucho más lógico haber esperado noticias al otro lado de la frontera (uno pasó a Francia la víspera del Movimiento; el otro estaba a pocos kilómetros de Gibraltar) que no dejarse prender inocentemente después del fracaso. Además, ni el uno iba a pasar en el tren la noche de los acontecimientos, ni uno y otro iban a exhibirse al otro día de frustrarse la intentona en sitios tan visibles como el hotel Continental, de San Sebastián, y la estación de Irún durante un traslado fúnebre muy notorio y concurrido. Por último, no dejará de pesar en el ánimo del Juzgado esta consideración: don Fernando Primo de Rivera, oficial aviador, hermano de los firmantes, estuvo de guardia en el aeródromo de Getafe en la noche de los sucesos, y ha sido públicamente ensalzado por la puntualidad con que cumplió las órdenes superiores; y es inadmisible que una familia, unida hasta el punto de que todos los hermanos, no obstante ser huérfanos de padre y madre y mayores de edad, viven en la misma casa, se hubieran dividido en dos bandos en trance tan serio como la rebelión del día 10".
FRANCO EL DIEZ DE AGOSTO DE 1932.
Cuentan que la obsesión de Azaña, era conocer el paradero – y la actitud – de Franco, a la sazón General de Brigada destinado en La Coruña – entonces se denominaba “así” – y que pasó el día trabajando normalmente.
Con posterioridad, Sanjurjo lo llamó al Penal del Dueso, ya que deseaba solicitar que actuase como su defensor en el Consejo de Guerra que se avecinaba. Franco le dijo: “Mi General, cuando un militar se subleva y fracasa, se ha ganado el derecho a morir”.
Sanjurjo, buscó otro defensor.
Profesor La Cierva.
FOTOGRAFIAS:
1.- Sanjurjo, a la salida de una de las sesiones del Consejo de Guerra, en las Salesas, Madrid.
2.- Franco, en Noviembre de 1932, en La Coruña, con Azaña. Muy serio.
3 y 4.- El bilaureado General Varela.
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