21 mayo, 2007

DETERMINEMOS, ENTONCES, LOS NOMBRES Y LUGARES.-

Recomendable el artículo de Adam Selene en su blog Diarios de las estrellas, Los peores bodegueros del mundo, analizando el tema de la contaminación de los explosivos. ¿Qué es más inquietante? ¿Tener a una serie de incompetentes a los que se les contaminan las muestras que tienen bajo su custodia o tener a una serie de funcionarios dispuestos a contaminar voluntariamente las muestras para ocultar que no estalló Goma2-ECO?
Porque, si repasamos la secuencia de acontecimientos relacionada con los análisis, podemos ver cómo, después de detectarse dinitrotolueno en las muestras de los trenes (lo que ponía en riesgo la versión oficial), comenzó a aparecer dinitrotolueno hasta debajo de las piedras, incluso en muestras (las de fuera de los trenes) que ya se habían analizado anteriormente y en las que no había aparecido dinitrotolueno.
La misma jugada se repitió con la nitroglicerina. Hasta que no apareció en la muestra de polvo de extintor de El Pozo, no se había encontrado nitroglicerina en ningún sitio, pero fue aparecer en esa muestra (y poner de nuevo en riesgo la versión oficial) para que empezara a aparecer nitroglicerina en todas partes.
Ahora, aparecen componentes diversos de explosivo en todos sitios, incluso en muestras que nada tienen que ver con explosivos. Por ejemplo, aparecen ftalato de dibutilo y nitroglicol en algunas muestras tomadas en el domicilio de la C/ Villalobos donde dicen que vivía Jamal Ahmidan.
Evidentemente, para que aparezcan componentes de explosivo en muestras que nada tienen que ver con explosivos, alguien o algo, ha tenido que poner esos componentes ahí. La teoría de que eso ha sucedido porque las moléculas de nitroglicerina, de dinitrotolueno o de nitroglicol han migrado espontáneamente de un sitio a otro es ridícula e infinitamente menos plausible (a la luz de los acontecimientos) que la de que esa contaminación ha sido deliberada para enmascarar unos resultados que ponían en riesgo la tesis de que se ha usado Goma2-ECO. Teniendo en cuenta, además, que hay varias muestras (custodiadas por la Guardia Civil) donde no aparece contaminación de ningún tipo, está claro dónde se ha producido la alteración de pruebas.
La carga de la prueba recae, en estos momentos, sobre la Fiscalía y sobre aquéllos que quieran sostener la culpabilidad de los 29 desgarramantas que se sientan en el banquillo. Deberán ser ellos, dado que los análisis no certifican que en los trenes estallara Goma2-ECO, los que expliquen cómo, cuándo y dónde habrían podido contaminarse las muestras.
Y eso nos lleva al aspecto fundamental de la jugada: el juez tiene una buena oportunidad de contribuir a determinar quiénes han participado en la trama de ocultación del 11-M. Para que se hubiera producido contaminación, tendrán que decirnos dónde estaban almacenadas las muestras, qué otras muestras estaban almacenadas con ellas y que pudieran contener esos componentes que “migraron” hacia las muestras que ahora se han analizado, quiénes estaban a cargo de la custodia de esas muestras y quiénes son los responsables de esa contaminación.
¿”Contaminación”, dicen los defensores de la versión oficial? Estupendo. Identifiquemos a quienes, por negligencia, han contaminado las muestras. Veamos cómo y dónde se produjo esa contaminación. Porque, si no es contaminación, tendremos identificados a quienes han alterado las pruebas voluntariamente.
Determinemos los responsables, porque de esa forma habremos añadido unos cuantos nombres a la lista de personas que en su momento tendrán que responder de sus actos.
Luís del Pino.

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