21 mayo, 2007

LOS RIESGOS DE PACTAR CON ZAPATERO.-

GRAVES RIESGOS.
El comienzo de esta legislatura estuvo definido por el PSOE como la nueva etapa en la que se haría lo contrario de lo que hizo Aznár: se iba a decir siempre la verdad, el Parlamento sería el centro de la vida política y Zapatero aplicaría a la «tensión territorial» el bálsamo de su talante. Toda esta retórica superficial escondía un proyecto político consistente en la ruptura del ciclo democrático mediante la convergencia definitiva del PSOE con las nacionalismos, el aprovechamiento de los efectos del 11-M y la aniquilación política del PP. El entendimiento con los nacionalistas se basó en el pacto de la demolición del Estado autonómico y su suplantación por un Estado confederal, como el que recoge el nuevo Estatuto de Cataluña. El problema de algunos nacionalistas es que contribuyeron a esta estrategia saliéndose de sus carriles tradicionales y ahora empiezan a pagar las consecuencias de pactar con el PSOE. Tanto CiU como PNV, cada uno en su ámbito territorial y en la dimensión institucional que les corresponde, están advertidos de que el PSOE no tiene dudas a la hora de cambiar de aliados según su conveniencia.
La revelación de sus reuniones con Batasuna demuestra que los socialistas firmaban el Pacto Antiterrorista con una mano, y la otra se la ofrecían a la izquierda pro etarra mientras ETA seguía matando. Después de saber esto, Artur Más ya puede explicarse cómo es posible que, tras haber ayudado a Zapatero a salir del atolladero estatutario y de volver a ganar las elecciones autonómicas catalanas, se quedara compuesto y sin presidencia a las puertas de la Generalitat. En el camino se dejó los últimos restos de pragmatismo pujolista, forzó un discurso soberanista en términos excesivamente radicales para sus votantes urbanos y de clase media y remató su incursión por un extremo político impropio con la declaración notarial de no pactar con el PP. Ahora, las encuestas ponen a CiU en el umbral de un fuerte revés electoral (puede perder las tres Diputaciones que gobierna y el ayuntamiento de Tarragona), lo que supondría sumar a la dureza de la oposición parlamentaria la pérdida de amplios terrenos de poder municipal y local. La marcha atrás de un discurso soberanista y excluyente no le va a ser fácil.
Por su parte, Josu Jon Imaz, presidente del PNV, ha avisado de que Zapatero no le va a hipotecar como a Más. Esta es la razón de haberse mostrado dispuesto a pactar con el PP si Rajoy llegara a formar gobierno. Imaz sabe que lo mejor es no fiarse de Zapatero, menos aún cuando el futuro de la democracia en el País Vasco va a entrar en turbulencias a partir del 27-M cuando la izquierda pro etarra recupere el control de algunos ayuntamientos clave para su estrategia de captación, financiación y propaganda. Ya nada es imposible con la actual dirección del socialismo vasco, ni siquiera que una prolongación del proceso de negociación con ETA se traduzca en acuerdos de gobierno municipal con las candidaturas de Acción Nacionalista Vasca coladas por la Fiscalía. Pues si tales listas son «pacíficas y legales», como dijo el viernes la vicepresidenta del Gobierno, Patxi López no debería tener ningún problema para pactar con ANV, formación a la que distintas encuestas, una de El Correo y otra del Gobierno vasco, conceden una nutrida representación en ayuntamientos y diputaciones a partir del próximo domingo. Esta expectativa es relevante para Josu Jon Imaz porque el PNV es un partido que sólo existe como sujeto de poder político; y una pinza PSE-izquierda abertzale puede recortar sus posiciones de forma preocupante.
Con cierta retrospectiva, se puede decir que los nacionalistas están recibiendo un poco de su propia medicina, esa con la que han pretendido tener un pie en cada orilla, recibiendo del Estado competencias y recursos y, al mismo tiempo, cuestionando permanentemente su legitimidad. La mala noticia para los intereses generales no es precisamente que los nacionalismos tengan problemas, sino que sus crisis e incógnitas vengan dadas por la decisión del PSOE de aliarse con la opción nacionalista más radical de cada comunidad. En esta situación, sólo ganan los extremistas y siempre perderán los intereses nacionales.

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