RAZONES DE UNA DESAPARICION.
El acorazado, la más perfecta máquina de guerra que jamás ha surcado los mares, fue sobrepasado por una tecnología contra la que no podía combatir. Diseñado para luchar al cañón y provisto de una formidable coraza para defenderse de los cañonazos enemigos, el acorazado tuvo sus mortales enemigos en dos armas nuevas ante las que no tenía defensa: el torpedo y la bomba aérea que le podían herir precisamente en sus puntos vulnerables.
Jutlandia fue la batalla naval – del “Club de los Cañones” - más grande – hasta el Mar del Coral, Midway o Leyte, en las que intervinieron Almirantes “de zapatos marrones” - de todos los tiempos y demostró varias cosas:
1- Un acorazado o crucero de batalla bien diseñado y construido puede soportar un nivel de castigo increíble (como el SEYDLITZ alemán), siendo literalmente arrasado a cañonazos pero sin hundirse.
2- Un acorazado o crucero de batalla mal diseñado puede ser hundido en cuestión de segundos (como les ocurrió a los tres cruceros de batalla británicos alcanzados en los pañoles de munición) por tan sólo un disparo afortunado.
Estas dos conclusiones, que debían de haber sido obvias, demostraban que las naves alemanas, que habían sido construidas según el principio del almirante Von Tirpitz: “¡FLOTAR, FLOTAR Y FLOTAR!” eran mucho mejores que sus contrapartes británicas. De hecho, los poderosísimos QUEEN ELIZABETH británicos, armados con cañones de 381 mm, tenían un blindaje muy inferior a los KÖNIG alemanes armados con piezas de 305 mm. Y si el QUEEN ELIZABETH se hubieran enfrentado al BAYERN germano, no cabe duda de cuál de los dos hubiera bajado al fondo, ya que las naves alemanas eran muy superiores a las británicas en su blindaje, ya que las naves germanas tenían un enorme sistema de compartimentación que limitaba los daños estructurales y sus puntos peligrosos estaban formidablemente protegidos. Aunque ninguna nave de la I GM estaba realmente preparada para sufrir un ataque múltiple con torpedos.
Tras la I GM, la cuestión del blindaje volvió a ser debatido ya que una nueva arma había aparecido: el avión: Algunos oficiales navales profetizaron que no muy lejos estaba el día en que un avión podría transportar una bomba capaz de atravesar la cubierta protectora de un acorazado, pero fueron tomados por locos y la protección antiaérea fue subestimada, aunque los pocos acorazados construidos en la inmediata posguerra por Gran Bretaña, EEUU y Japón tomaron más en cuenta el peligro de los torpedos aumentando la compartimentación subacuática.
En 1935, fecha en la que se inicia de nuevo la carrera del acorazado, muy pocos discutían su condición de rey de los mares. Es más: el portaaviones ni siquiera era considerado “nave de batalla” (battleship), ya que según el criterio de la época no era más que un auxiliar. Los primeros acorazados modernos, los italianos VITTORIO VENETO, eran formidables naves aunque estuvieran condicionadas por un desplazamiento “alrededor” de las 35.000 toneladas estándar para no infringir el tratado de Washington. Su armamento era muy poderoso, su velocidad muy superior a sus antecesores y su blindaje de gran grosor y racionalidad. Eran naves modernas, capaces de enfrentarse con cualquier otro acorazado en cualquier condición táctica. En ellos se prestó ya, por vez primera, una gran atención al peligro aéreo y subacuático con una cubierta protectora con un grosor de más del doble que el aplicado en la I GM y sistemas de protección subacuáticos diseñados para aguantar las explosiones de los torpedos. Todos los acorazados modernos construidos en el período inmediato a la II GM o en la guerra misma por Italia, Alemania, Gran Bretaña, Francia, EEUU y Japón fueron naves formidables, sin que se pueda decir de ninguno de ellos que tuvieron fallos de diseño evidentes como ocurrió con las naves británicas de la I GM. Eran naves magníficas, verdaderos leviatanes cubiertos por toneladas y toneladas de acero que los convertían en fortalezas flotantes capaces de moverse a 55 kilómetros por hora sobre el agua y reducir a escombros cualquier cosa que se les presentara en un radio de casi 40 kilómetros.
El VITORIO VENETTO italiano inició de nuevo la carrera de los acorazados.
Pero el peligro venía del subestimado portaaviones, cuyos aviones habían evolucionado desde aquellos frágiles biplanos de madera y tela hasta convertirse en pájaros de acero capaces de llevar torpedos y bombas capaces de herir a los acorazados en sus puntos débiles. Y es que la amenaza había obligado a aumentar los espesores de las corazas, por lo que ya no se podía blindar eficazmente toda la nave (hablamos de naves de más de 200 metros de eslora...) sino su parte central, donde se alojaban las torres artilleras, las superestructuras, las calderas y las máquinas. Así, aproximadamente la mitad o más de la nave quedaba desprotegida, al cuidado de una robusta compartimentación, pero sin blindajes. Y precisamente así fue como los aviadores navales norteamericanos consiguieron hundir a los YAMATO: saturando de torpedos estas zonas desprotegidas e inundándolos con miles de toneladas de agua que les hicieron zozobrar.
En realidad, el acorazado se extinguió porque la evolución de su blindaje, ininterrumpida desde el GLOIRE, se detuvo al no poder proteger todo su casco debidamente. Los nuevos acorazados eran demasiado grandes para poder ser blindados en su totalidad y la cubierta protectora y el mamparo antisubmarino blindado no podían tener un espesor capaz de aguantar torpedos y bombas ya que el enorme peso que ello requería era imposible de asumir. Para poder alcanzar velocidades de 30 nudos y más necesitaban tener cascos grandes y era imposible blindarlos en toda su extensión. Los portaaviones, naves mucho más baratas de fabricar y que podían lanzar sobre los acorazados un ataque mortífero a una distancia de cientos de kilómetros, se hicieron así no sólo con el título de “buque de batalla”, sino con el de “capital ship”: a partir de ahora el poder naval de las naciones se mediría por la fuerza de su aviación naval embarcada y por la de sus submarinos. Ningún acorazado moderno fue hundido por submarinos en la II GM, pero la amenaza aérea, que conjugaba la bomba y el torpedo, era letal. Además, la introducción del radar introdujo una nueva variable: ya no se dependía tan sólo de la potencia de los cañones, sino de la calidad del radar que los guiaba. El DUKE OF YORK en plena oscuridad ártica desmanteló al SCHARNHORST que ni sabía de dónde le venían los disparos. Todos estos factores unidos fueron al acorazado lo que el cometa que acabó con los dinosaurios: no los mató él, pero creó las condiciones necesarias y suficientes para su extinción.
RESUMIENDO.
-- Arma aérea.
-- Radar.
-- Mayor poder destructivo de los torpedos.
Jutlandia fue la batalla naval – del “Club de los Cañones” - más grande – hasta el Mar del Coral, Midway o Leyte, en las que intervinieron Almirantes “de zapatos marrones” - de todos los tiempos y demostró varias cosas:
1- Un acorazado o crucero de batalla bien diseñado y construido puede soportar un nivel de castigo increíble (como el SEYDLITZ alemán), siendo literalmente arrasado a cañonazos pero sin hundirse.
2- Un acorazado o crucero de batalla mal diseñado puede ser hundido en cuestión de segundos (como les ocurrió a los tres cruceros de batalla británicos alcanzados en los pañoles de munición) por tan sólo un disparo afortunado.
Estas dos conclusiones, que debían de haber sido obvias, demostraban que las naves alemanas, que habían sido construidas según el principio del almirante Von Tirpitz: “¡FLOTAR, FLOTAR Y FLOTAR!” eran mucho mejores que sus contrapartes británicas. De hecho, los poderosísimos QUEEN ELIZABETH británicos, armados con cañones de 381 mm, tenían un blindaje muy inferior a los KÖNIG alemanes armados con piezas de 305 mm. Y si el QUEEN ELIZABETH se hubieran enfrentado al BAYERN germano, no cabe duda de cuál de los dos hubiera bajado al fondo, ya que las naves alemanas eran muy superiores a las británicas en su blindaje, ya que las naves germanas tenían un enorme sistema de compartimentación que limitaba los daños estructurales y sus puntos peligrosos estaban formidablemente protegidos. Aunque ninguna nave de la I GM estaba realmente preparada para sufrir un ataque múltiple con torpedos.
Tras la I GM, la cuestión del blindaje volvió a ser debatido ya que una nueva arma había aparecido: el avión: Algunos oficiales navales profetizaron que no muy lejos estaba el día en que un avión podría transportar una bomba capaz de atravesar la cubierta protectora de un acorazado, pero fueron tomados por locos y la protección antiaérea fue subestimada, aunque los pocos acorazados construidos en la inmediata posguerra por Gran Bretaña, EEUU y Japón tomaron más en cuenta el peligro de los torpedos aumentando la compartimentación subacuática.
En 1935, fecha en la que se inicia de nuevo la carrera del acorazado, muy pocos discutían su condición de rey de los mares. Es más: el portaaviones ni siquiera era considerado “nave de batalla” (battleship), ya que según el criterio de la época no era más que un auxiliar. Los primeros acorazados modernos, los italianos VITTORIO VENETO, eran formidables naves aunque estuvieran condicionadas por un desplazamiento “alrededor” de las 35.000 toneladas estándar para no infringir el tratado de Washington. Su armamento era muy poderoso, su velocidad muy superior a sus antecesores y su blindaje de gran grosor y racionalidad. Eran naves modernas, capaces de enfrentarse con cualquier otro acorazado en cualquier condición táctica. En ellos se prestó ya, por vez primera, una gran atención al peligro aéreo y subacuático con una cubierta protectora con un grosor de más del doble que el aplicado en la I GM y sistemas de protección subacuáticos diseñados para aguantar las explosiones de los torpedos. Todos los acorazados modernos construidos en el período inmediato a la II GM o en la guerra misma por Italia, Alemania, Gran Bretaña, Francia, EEUU y Japón fueron naves formidables, sin que se pueda decir de ninguno de ellos que tuvieron fallos de diseño evidentes como ocurrió con las naves británicas de la I GM. Eran naves magníficas, verdaderos leviatanes cubiertos por toneladas y toneladas de acero que los convertían en fortalezas flotantes capaces de moverse a 55 kilómetros por hora sobre el agua y reducir a escombros cualquier cosa que se les presentara en un radio de casi 40 kilómetros.
El VITORIO VENETTO italiano inició de nuevo la carrera de los acorazados.
Pero el peligro venía del subestimado portaaviones, cuyos aviones habían evolucionado desde aquellos frágiles biplanos de madera y tela hasta convertirse en pájaros de acero capaces de llevar torpedos y bombas capaces de herir a los acorazados en sus puntos débiles. Y es que la amenaza había obligado a aumentar los espesores de las corazas, por lo que ya no se podía blindar eficazmente toda la nave (hablamos de naves de más de 200 metros de eslora...) sino su parte central, donde se alojaban las torres artilleras, las superestructuras, las calderas y las máquinas. Así, aproximadamente la mitad o más de la nave quedaba desprotegida, al cuidado de una robusta compartimentación, pero sin blindajes. Y precisamente así fue como los aviadores navales norteamericanos consiguieron hundir a los YAMATO: saturando de torpedos estas zonas desprotegidas e inundándolos con miles de toneladas de agua que les hicieron zozobrar.
En realidad, el acorazado se extinguió porque la evolución de su blindaje, ininterrumpida desde el GLOIRE, se detuvo al no poder proteger todo su casco debidamente. Los nuevos acorazados eran demasiado grandes para poder ser blindados en su totalidad y la cubierta protectora y el mamparo antisubmarino blindado no podían tener un espesor capaz de aguantar torpedos y bombas ya que el enorme peso que ello requería era imposible de asumir. Para poder alcanzar velocidades de 30 nudos y más necesitaban tener cascos grandes y era imposible blindarlos en toda su extensión. Los portaaviones, naves mucho más baratas de fabricar y que podían lanzar sobre los acorazados un ataque mortífero a una distancia de cientos de kilómetros, se hicieron así no sólo con el título de “buque de batalla”, sino con el de “capital ship”: a partir de ahora el poder naval de las naciones se mediría por la fuerza de su aviación naval embarcada y por la de sus submarinos. Ningún acorazado moderno fue hundido por submarinos en la II GM, pero la amenaza aérea, que conjugaba la bomba y el torpedo, era letal. Además, la introducción del radar introdujo una nueva variable: ya no se dependía tan sólo de la potencia de los cañones, sino de la calidad del radar que los guiaba. El DUKE OF YORK en plena oscuridad ártica desmanteló al SCHARNHORST que ni sabía de dónde le venían los disparos. Todos estos factores unidos fueron al acorazado lo que el cometa que acabó con los dinosaurios: no los mató él, pero creó las condiciones necesarias y suficientes para su extinción.
RESUMIENDO.
-- Arma aérea.
-- Radar.
-- Mayor poder destructivo de los torpedos.
Basado en: Acero y Vapor. José Ignacio Lago.
FOTOGRAFIAS:
1.- Explosión final del Yamato japones.
2.- El Yamato, bajo fuego norteamericano.
3.- Su gemelo, el Mushashi, hundiéndose de proa por el agua embarcada.
4.- El mismo buque, acodsado por los americanos.
5.- El Missouri.
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